La voz de los campos sonó nuevamente

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Santos Ruesga (@santosruesga) es Catedrático de Economía Aplicada de la UAM y miembro de Economistas Frente a la Crisis

En los últimos años no hay gobierno que pierda ocasión de mostrar sus habilidades agrario-predictivas para obsequiarnos cada septiembre con una buena nueva de que algo crece ya en nuestra economía. Da igual que no tengamos mucho soporte en las predicciones, nacionales o internacionales; a la voz de “brotes verdes” se concitan todas las energías optimistas de nuestros responsables políticos con la buena intención de sacarnos de este marasmo económico que desde hace ya cinco años nos lleva de “derrota en derrota hasta la victoria final”, según uno de los creadores del marxismo moderno, don Groucho. Nos pasó con el Presidente Rodríguez Zapatero allá por los primeros años de la Gran Recesión que estamos viviendo y nos pasa ahora, de forma reiterada, con el Presidente Rajoy.

Pero, desgraciadamente, más allá de las buenas intenciones de gobernantes y técnicos al servicio de su redención, los hechos y las estadísticas que los reflejan no dan para tales alegrías, sino más bien nos muestran que los brotes aún siguen marchitos. Y es que, más allá de la intencionalidad de tales asertos, puede ocurrir que los mismos se vuelvan contra los deseos de sus emisores; como apunta una colega y amiga, Ana Isabel Viñas, en un reciente artículo: “Los que se empeñan en avanzar la llegada de la recuperación persistentemente, sin pruebas de que efectivamente va a suceder, deben tener en cuenta que la confianza de los agentes es un arma económicamente poderosa: es capaz de sobredimensionar tanto una etapa expansiva como una recesiva. Malutilizarla con fines políticos podría llevar a que una vez que se inicie la verdadera recuperación (que seguro que cuando venga llegará para nuestro país de la mano de Europa como locomotora), nadie crea que ha terminado la crisis y el signo de la confianza de familias y empresas vaya en sentido contrario”. Y es que, enfatiza esta colega, se nos olvida con mucha frecuencia el cuento de “Pedro y el lobo” que tantas veces nos repetían los mayores desde nuestra más tierna infancia.

El riesgo no está solo en defraudar la confianza de consumidores y empresarios, sino también en errar, en este momento, en los pronósticos implícitos que el presupuesto de 2014 encierra entre sus cifras. Una excesiva alegría en las predicciones de crecimiento tanto del PIB como del empleo, de no cumplirse, significará mayores dificultades aún de cumplir con los objetivos de déficit; menos ingresos de los previstos –las bases imponible no crecen al ritmo diseñado- y mayores gastos, aunque solo sea por el tirón de los estabilizadores automáticos (bien es cierto que algunos ya se han embridado, como la revalorización de las pensiones públicas –véanse mis artículos en Ejecutivos en los números 242 y 244-). Es decir, el optimismo predictivo arrastra consecuencias negativas en la gestión de la política económica, que en el contexto de austeridad en el que se mueve, activarán aún más el círculo vicioso de la recesión.

Las cifras con las que contamos sobre evolución de la actividad económica, con datos para el segundo trimestre de este año, no permiten prever una mejora sustancial en lo que queda del mismo; a lo sumo que a 31 de diciembre podremos constatar que ha sido igual de malo que el año pasado, con ligeras mejoras en algunos parámetros que podrían estar indicando que para el primer semestre del año siguiente estaríamos tocando fondo en esta fase de la gran recesión. Pero cuidado que también después del gran batacazo de 2009-10 se anunciaron nuevos brotes verdes y nos encontramos con la caída de 2012-13; no tenemos garantizado que el suelo recesivo que podamos tocar el próximo año sea la antesala de una larga recuperación, ni, tampoco, del lanzamiento de un ciclo de crecimiento robusto y sostenible.

Las predicciones de los organismos internacionales que nos suelen aconsejar cotidianamente sobre lo que hacer y lo que no hacer, hasta el momento, no parecen compartir el optimismo gubernamental. En el cuadro adjunto se recogen algunas de ellas para el año actual, que reflejan un panorama no precisamente halagüeño.

tabla 1 Santos

Y es que si repasamos las cifras recientes de nuestra economía, no acabamos de entender dónde se apoya tal arranque de optimismo para el futuro inmediato. El único dato positivo que se observa en el cuadro macroeconómico de los dos últimos años se refiere a la evolución de las exportaciones. Varias cuestiones a resaltar en este terreno:

  1. La dinámica de nuestras exportaciones, sin duda positiva, está relacionada con el buen nivel competitivo de un número relativamente reducido de empresas, con elevado grado de internacionalización. La estructura de nuestras empresas industriales, fuertemente minifundista, requiere de un proceso de fuerte concentración para alcanzar un razonable grado de internacionalización, que vaya más allá del muy escaso número de compañías que hoy soportan el grueso de nuestras exportaciones de bienes.
  2. Aún así, la senda de crecimiento de las exportaciones no va mucho más allá, en términos cuantitativos, de lo que reflejan las correspondientes cifras de la Eurozona, en media. Dicho de otro modo, la cuota de las exportaciones españolas sobre el total mundial no ha aumentado en el periodo de crisis.
  3. La mejora del déficit de la balanza por cuenta corriente experimentada estos años esta anclada más bien en la fuerte caída de las importaciones, con una muy elevada elasticidad con respecto a la marcha de la demanda interna, en particular con el consumo privado. La intensa desaceleración de éste explica el estancamiento de las compras al exterior y, por consiguiente, de la mejora en el saldo comercial. Conviene, no obstante, estar atentos a la reactivación de las importaciones registrada en el II trimestre de este año, que puede estar vinculada al tipo de exportaciones que también en este mismo periodo muestran un salto cuantitativo destacado (movimientos exteriores intrafirmas).tabla Santos
  4. En este último periodo bianual, se observa también una fuerte caída de los costes laborales unitarios, en el conjunto nacional, frente a la evolución de este indicador de competitividad en la zona euro. Descenso que se explica por la deflación salarial intensa que viene experimentando la economía española en esta década, con descenso en términos absolutos de la remuneración por asalariado en los últimos trimestres y, por otro lado, por el ascenso de la productividad aparente del trabajo a causa de la fuerte caída del empleo asalariado. Todo ha resultado en un aumento de la competitividad precio de la producción española, de momento aún no suficiente como para compensar, ni de cerca, la rémora del estancamiento del consumo privado.

La confluencia de algunas de estas tendencias, deflación salarial, escasa diversificación empresarial en la actividad exportadora, alta elasticidad exportaciones/importaciones en algunos bienes industriales, contribuye a explicar cómo la senda de decrecimiento del PIB sigue las pautas, en 2013, de los homónimos trimestres del año precedente.

Añadamos a lo dicho dos tendencias adicionales que no despejan las abundantes nubes del panorama actual. El empleo asalariado, medido en puestos de trabajo equivalente a tiempo completo, sigue las pautas descendentes del año anterior; aquí no vale fijarse sólo en las cifras de afiliación a la Seguridad Social, pues estas incorporan de forma creciente contratos a tiempo parcial, que si bien alivian situaciones individuales, contribuyen poco a solventar el estancamiento de la demanda de trabajo y no coadyuvan a la absorción del elevadísimo excedente de trabajo que enquista el futuro inmediato y a medio plazo de la economía española.

Y, en segundo lugar, y es quizás lo más preocupante para vislumbrar un horizonte de recuperación sostenida, la formación bruta de capital viene descendiendo a unos ritmos tales, particularmente en lo que a infraestructuras económicas se refiere, que está hipotecando las bases del desarrollo a futuro. Y aquí, contémplese el parón dado a las inversiones en I+D+i no sólo en el ámbito público, sino también en el privado, en buena parte muy simbiotizado con aquel.

Luego, díganme ¿dónde están, por el momento, los “brotes verdes”?


[1] Artículo publicado en la revista “Ejecutivos” nº 245, octubre 2013

[2] El autor recomienda leer el post al tiempo que se ve/escucha el siguiente video: http://www.coveralia.com/videoclips/las-hojas-verdes-duo-dinamico.php

2 Comments

  1. Cándido J. Toledano el octubre 15, 2013 a las 10:28 am

    Me parece un análisis muy acertado. Ójala y nuestros políticos se dejaran de tanta retórica barata y le dijeran al pueblo la verdad, no creo que vaya a pasar antes la crisis por hablar a diario de los brotes verdes. (La fábula del lobo me parece acertadísima)

  2. argumentos % attac BOLETIN Nº 64 | attac jerez el octubre 18, 2013 a las 11:23 am

    […] Santos Ruesga en Economistas contra la crisis […]

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