Actuar ante la tercera oleada.

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Pese a los avisos de los especialistas y las llamadas a la prudencia, la tercera ola de la pandemia ya está entre nosotros, sin apenas habernos podido recuperar todavía de la segunda. El notable incremento de contagios en toda Europa, y, consecuentemente, de ingresos y de defunciones, ha puesto en jaque a toda la política económica de la Unión. En efecto, en estas fechas deberíamos estar lanzando ya las primeras inversiones del plan de recuperación y resiliencia, reconstruyendo de esta manera nuestras economías, y estableciendo el marco adecuado para la puesta en marcha de las tan anunciadas reformas.

Sin embargo, el fantasma de un nuevo confinamiento aparece sobre el horizonte, comprometiendo de esta manera los resultados del primer trimeste de 2021, año que se esperaba, hasta hace pocas fechas, un período de fuerte crecimiento de la actividad económica. Los estados miembros de la Unión Europea, incluyendo España, concentraron sus esfuerzos contracíclicos en 2020, esperando una crisis intensa pero breve, y poniendo todas las esperanzas en un rápido despliegue de la vacunación a lo largo del primer semestre de 2021. Sin embargo, la incertidumbre sigue siendo máxima, afectando de esta manera a las expectativas de los agentes económicos. Si las amenazas se materializan y tenemos un mal primer trimestre, las herramientas diseñadas para soportar la crisis del coronavirus serán claramente insuficientes.

De esta manera, las líneas de liquidez proporcionadas en 2020 no serán efectivas para paliar la crisis de solvencia que se avecina. Si se multiplican los impagos de estos créditos, el sector financiero endurecerá sus criterios para la concesión de nueva financiación, con el objetivo de evitar una nueva crisis financiera. El papel del ICO como garante puede verse comprometido cuando una parte importante de los préstamos avalados durante 2020 se conviertan en impagos. Las indicaciones de la Autoridad Bancaria Europea en octubre de 2020, que obligaban a provisionar las refinanciaciones de préstamos, puede incrementar el nivel de estress de un sector bancario que, de momento, no ha visto su solvencia comprometida, pero cuya capacidad de resistencia no es infinita.

Una nueva caída de la actividad económica repercutirá muy negativamente en los planes de controlar -al menos- el déficit público en 2021, obligando al Banco Central Europeo a intensificar sus programas de apoyo a la deuda pública, con el objetivo de evitar un nuevo incremento de las primas de riesgo, alertadas ya, en el Sur de Europa, por el susto que ofreció la inestabilidad en Italia esta misma semana. Así, la futura consolidación fiscal se volverá más difícil, durará más tiempo, y las presión para una consolidación precipitada, como la de 2011 y 2012, pueden ser mayores. .

En términos sociales, un incremento del desempleo puede volver a golpear a una población que ha vivido un año particularmente difícil, y si el escenario es incierto, puede de nuevo incidir negativamente en la confianza del consumidor, incrementando el ahorro y paralizando el consumo y la inversión, que es justo lo contrario de lo que debería ocurrir para relanzar la economía después de un año muy complicado.

En definitiva, hoy por hoy no se pueden hacer planes a largo plazo sin contar con las eventualidades de las diferentes oleadas de la pandemia, un factor que podría ser considerado exógeno a la economía a simple vista, pero que no lo es tanto. Si, como parece, el virus parece cebarse con las áreas más deprimidas económicamente -aquellos barrios con peores condiciones de habitabilidad, o aquellos sectores con peores condiciones laborales-, es hora de incorporarlo como parte de nuestro análisis económico. Y mientras no lo hagamos, estaremos dando palos de ciego en cuando a la formulación de las políticas económicas.

¿Debemos por lo tanto replantearnos nuestros instrumentos para hacer frente a la crisis? Con bastante probabilidad, sí. Si la tercera ola se consolidad y obliga a un nuevo cierre, los instrumentos de política fiscal y monetaria con los que contamos ahora mismo serán poco efectivos. Debemos reforzar la capacidad de garantizar la solvencia de las empresas viables, intensificar los programas de garantía de rentas, reforzar las inversiones en el sector sanitario y educativo, e impulsar el crecimiento a través de una mayor toma de riesgos por parte de las autoridades monetarias. Elementos que trascienden los instrumentos aprobados el año pasado en el Consejo de la Unión Europea, que, siendo positivos, pueden no ser suficientes para la nueva etapa que se abre.

Y deberíamos hacerlo con prestancia, antes de que la incertidumbre se instale en el inicio de 2021 y reduzca las expectativas de empresarios y consumidores, tan sensibles como son a las noticias que nos llegan. Un mensaje claro y contundente, como el emitido en la primavera de 2020, para evitar que los animal spirits campen a sus anchas empeorando todavía más la situación. Estamos a tiempo y debemos actuar.

About José Moisés Martín Carretero

Economista y consultor internacional. Dirige una firma de consultoría especializada en políticas públicas y desarrollo económico y social. Autor del libro: "España 2030: Gobernar el futuro". Miembro de Economistas Frente a la Crisis

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