Análisis de los datos de la EPA del primer trimestre de 2016

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El empleo de baja calidad se extiende

El cambio de políticas económicas es imprescindible

Los datos de la Encuesta de Población Activa reflejan que en el primer trimestre del año cayó el empleo en 64.600 personas y aumentó el paro en 11.900.

El empleo en los primeros trimestres siempre se ha reducido desde 2008, y esta es la menor de las caídas en este período. Ahora bien, lo preocupante es que, a pesar de que ahora no estamos en recesión, sino en plena expansión, con el PIB creciendo con fuerza (por encima del 3%), la pauta de comportamiento del empleo sea parecida a la de la etapa de crisis, es decir, que se destruya empleo, algo que no ocurría en la fase de expansión anterior 1995-2007, cuando siempre aumentó el número de ocupados en los primeros trimestres.

evolución trimestral desempleo

Por otro lado, resulta algo chocante que, pese a esta caída trimestral, la EPA recoja un repunte de la tasa anual de creación de empleo, que pasa del 3% al 3,3%, cuando los indicadores de coyuntura y los avances de estimaciones sobre el comportamiento de la producción señalan a una desaceleración del ritmo de crecimiento del PIB en el primer trimestre. Y también con los datos de afiliación a la Seguridad Social, que han mostrado en los tres primeros meses del año una moderación del ritmo de aumento de los ocupados.

En este sentido, los datos de la EPA pueden estar reflejando un aumento del empleo sumergido o informal (de ahí que no siga la línea del empleo que cotiza) y, en todo caso, supone que la productividad aparente del trabajo (la diferencia entre lo que crece el PIB y el empleo) es ínfima, incluso negativa, como resultado de una creación de empleo de muy baja calidad, esencialmente en puestos y ocupaciones de escasa aportación al valor de producción final.

Como siempre sucede en los primeros trimestres, se ha perdido empleo temporal (-106.000 personas), como consecuencia de la finalización de contratos eventuales propiciados por la temporada navideña, y en esta ocasión ha aumentado el indefinido (52.400 personas), lo que sin duda resulta positivo. Pero, el análisis con una perspectiva temporal mayor muestra la fuerte expansión relativa del empleo temporal frente al indefinido: mientras en el último año el primero crece a un ritmo del 10,1%, el segundo lo hace solo al 1,8%. Aunque la tasa de temporalidad se ha reducido en el trimestre en siete décimas, hasta el 25%, este su nivel más elevado en un primer trimestre desde 2009.

por tipo de contrato

En cuanto el empleo por tipo de jornada, en el trimestre cae tanto el de tiempo completo (-51.700) como el de tiempo parcial (-12.900). Pero resulta más interesante la evolución anual, según la cual el empleo parcial cae un 0,2%, continuando con una evolución muy fluctuante iniciada en 2014, mientras que el de tiempo completo recupera un elevado crecimiento del 4%. Tras unos años en los que el empleo a jornada parcial era el único que crecía, convertido en instrumento de ajuste y de abaratamiento del empleo, parece que el de tiempo completo se consolida, seguramente recogiendo en buena medida el trasvase de esos trabajadores que durante la etapa de crisis habían visto reducida su jornada, y que ahora, con el crecimiento de la actividad, recuperan su jornada habitual.

En todo caso, sigue siendo llamativo el hecho de que en España el empleo a tiempo parcial es mayoritariamente involuntario, a diferencia de lo que sucede en la mayor parte de países de la UE: seis de cada diez trabajadores a tiempo parcial poseen este tipo de contrato porque no encuentran uno a jornada completa, el doble que la media de la UE.

En conjunto, parece estarse produciendo una mayor volatilidad del empleo en la etapa actual, como consecuencia de las reformas laborales producidas desde 2010, y en especial de la aprobada en 2012 por el Gobierno del PP. Se crea un empleo de peor calidad, y por tanto más volátil y menos productivo. En definitiva, empleo más precario.

Por su parte, el desempleo ha aumentado, mientras que en el mismo trimestre del año anterior bajó en 13.100 personas. El número total de desempleados asciende a 4.791.400, y la tasa de paro sube una décima, hasta el 21%, como consecuencia también del nuevo descenso del número de activos totales en 52.700 personas. Seguimos perdiendo fuerza laboral, como consecuencia conjunta del progresivo envejecimiento de la población, de la marcha de trabajadores a otros países y de su salida a la inactividad como consecuencia del desánimo que genera la imposibilidad de encontrar un empleo. España ha perdido 78.400 activos en el último año, y 612.000 desde el primer trimestre de 2012 (un 2,6%).

Especialmente preocupante es el hecho de que haya aumentado en el trimestre el número de hogares con todos sus miembros en paro en 54.300, hasta alcanzar 1.610.900.

Todo ello muestra que el desempleo sigue siendo el principal desequilibrio de nuestra economía, y las políticas económicas aplicadas, ni en Europa ni a nivel nacional, parecen tener esto en cuenta. La prioridad sigue siendo reducir el déficit, con ritmos inadecuados y medidas empobrecedoras.

Por eso debe preocupar mucho el escenario venidero, puesto que todas las estimaciones apuntan a una desaceleración del crecimiento económico debida al agotamiento del impacto de los factores externos que han propiciado en los últimos dos años la incipiente recuperación: la depreciación del euro, la caída de los precios del crudo, la expansión de la liquidez generada por el Banco Central Europeo y una cierta relajación del ajuste exigido desde Bruselas.

El impulso monetario ha exprimido ya casi toda su potencialidad, y si no acude en su ayuda la política fiscal a nivel europeo (lo que no parece probable), la zona no despegará, y puede caer en una tercera recesión. Además, tras una relativa distensión de las directrices europeas en materia presupuestaria, se avecina de nuevo un nuevo toque de atención a nuestro país para que mantenga la tensión recortadora, la misma que, no hay que olvidar, nos hundió de nuevo en la peor de las crisis hace apenas seis años. Así parecen anticiparlo las recientes declaraciones provenientes en fechas recientes tanto del FMI como de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), en el sentido de que España deberá recortar su gasto para cumplir con los objetivos de déficit comprometidos.

De hacerse realidad este escenario, y con la mencionada volatilidad mostrada por el empleo en nuestro país, cada vez más precario, el impacto puede ser de nuevo terrible en términos de aumento del paro y de las situaciones de insuficiencia de ingresos y de exclusión social, ya en niveles insostenibles.

En definitiva, y más allá de los datos puntuales del trimestre, la tendencia muestra una creación de empleo muy importante, algo incoherente de hecho con las estimaciones de crecimiento de la actividad, y que se basa en empleo de baja calidad, eminentemente precario. El paro se reduce a un ritmo muy insuficiente, a pesar de la negativa pérdida de activos, que no para. En este escenario, los previsibles nuevos recortes podrían tener un impacto demoledor sobre las familias, que aún están sufriendo el impacto de la crisis iniciada en 2008, que no ha pasado en absoluto.

Por todo ello, desde EFC reclamamos un giro en las políticas económicas tanto en España como en Europa, para que pongan el acento en impulsar una reactivación económica sostenible y duradera, en el cambio de nuestro modelo productivo, para dirigirlo hacia actividades generadoras de empleo de más calidad, y en el reforzamiento de los mecanismos de protección social, tan dañados con los recortes desde 2010, y quye tanto sufrimiento inútil han generado en la ciudadanía. Solo así será posible construir una nueva senda de desarrollo económico y social que redunde en una mejor calidad de vida para todas y todos.

 

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