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Ben Bernanke o la complicidad de la Historia Económica

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“Las ciencias económicas deberían ser una ciencia social fundamentada en la historia”. La frase, escueta, contundente, es de Robert Skidelsky, el biógrafo más reconocido de John Maynard Keynes (R. Skidelsky, ¿Qué falla con la economía?, Deusto, Barcelona, 2022, p. 174). J. Bradford DeLong, exsecretario adjunto del Tesoro de Estados Unidos, afirma, por su parte: “necesitamos más historiadores de la economía y menos constructores de modelos” (https://elpais.com/diario/2011/05/22/negocio/1306070070_850215.html). Estas ideas de Skidelsky y de Bradford DeLong no son nuevas. Como ejemplo, dos grandes, John Hicks y Joseph Allois Schumpeter, revelaron siempre sus preferencias por la historia económica como herramienta esencial para los economistas, como condensadora de conocimientos sobre trayectorias estudiadas, que facilitan transitar por la economía presente. Hicks, el creador del modelo IS/LM –equilibrio en tres mercados: dinero, bienes y bonos–, preludio de una síntesis keynesiana, escribió profusamente sobre historia económica y reconoció la contribución decisiva del conocimiento histórico-económico para los diagnósticos actuales (J. Hicks, Una teoría de la historia económica, Orbis, Barcelona, 1988). Schumpeter rubricó su gran preferencia por la historia económica en su famoso discurso ante la Asociación de Economistas Americanos, afirmando que, si volviera a estudiar Economía, se decantaría sin lugar a dudas por la Historia Económica como disciplina más completa (J. Schumpeter, Ciclos económicos. Análisis teórico, histórico y estadístico del proceso capitalista, Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 2002). Robert Solow, premio Nobel de Economía, también ha advertido de la significación de la historia económica, incluso criticando las aplicaciones econométricas “ciegas” –textualmente–, sin tener en cuenta los contextos, los entornos, los escenarios cambiantes (R. Solow, “Economic History and Economics”, American Economic Review, 75, 2, 1985). Las citas podrían prodigarse más; pensamos que las expuestas son suficientemente representativas.

            Esta reivindicación de la Historia Económica viene a colación tras la concesión del premio Nobel de Economía 2022 a Ben Bernanke (republicano, conservador), que fue presidente de la Reserva Federal en un período particularmente convulso (2006-2014), durante la Gran Recesión. Interesa remarcar que Bernanke es, en puridad, un historiador económico, un economista especializado en historia económica tras sus investigaciones académicas sobre el crack de 1929, un tema que le sirvió para obtener su doctorado (a título indicativo: B. Bernanke, Essays of the Great Depression, Princenton Paperbacks, Princenton, 2021; “Nonmonetary Effects of the Financial Crisis in the Propagation of the Great Depression”, American Economic Review, 73, 3, 1983), independientemente de sus trabajos posteriores sobre economía financiera. Las aportaciones económicas de este economista se encuentran frecuentemente trufadas de ejemplos históricos, de referencias a ese pasado que debe ser necesariamente conocido para aprender de él. Y corregir, si es posible, errores y desviaciones.

            En sus confesiones como Presidente de la Reserva Federal, Bernanke recoge una serie de conferencias impartidas en las que expone cómo vivió, en el puente de mando, la situación de la crisis financiera (véase: B. Bernanke, Mis años en la Reserva Federal. Un análisis de la Fed y las crisis financieras, Deusto, Barcelona, 2014). El libro se abre justamente con una primera exposición en la que se exponen los problemas derivados de la caída de Wall Street en 1929, y las medidas adoptadas entonces por los banqueros. El conocimiento histórico de Bernanke es, en este sentido, prolijo. Su análisis sobre la crisis de los años 1930 enlaza la evolución de la economía norteamericana en un contexto que, aparentemente, era de enorme crecimiento y estabilidad, con las reminiscencias existentes todavía del sistema monetario del patrón-oro –dinamitado tras la consecución de la Primera Guerra Mundial y la pérdida financiera de la City de Londres–. Bernanke se fija de manera contundente en la actitud, en los movimientos, en las diagnosis que tiene el banquero central en ese momento de gran convulsión: ese es un modelo del que aprender o del que renegar. La ortodoxia del patrón-oro seguía dominando, y las medidas se regían por una cadena causal que imponía, para el banco regulador, la subida de tipos de interés con el fin de explotar burbujas económicas y devolver la serenidad a unos mercados desbocados.

            Sabemos por el propio Bernanke y, además, por las contribuciones de otros importantes historiadores económicos como Hyman Minsky (H. Minsky, Estabilizando una economía inestable, Profit, Barcelona, 2020) o Peter Temin (P. Temin, Lecciones de la Gran Depresión, Alianza, Madrid, 2007), que la estructura económica de Estados Unidos asistía ya a procesos de sobreacumulación de stocks de mercancías y de gradual caída de precios, desde prácticamente fines de 1927. Y que eso afectaba tanto a la agricultura como a la industria. Pero la salida adoptada por la Reserva Federal estaba presidida por la más estricta de la ortodoxia, sin atender a los problemas económicos que iban más allá del parqué del mercado de valores. Roy A. Young, presidente del banco central, tiró los tipos de interés hacia arriba. Y, en efecto, lo pinchó todo. Absolutamente todo. Se iniciaba así la Gran Depresión que supuso corolarios dramáticos: la desaparición de la mitad de la masa monetaria, el aumento del paro hasta cotas del 33%, la caída del PIB en más del 25%, una deflación galopante, la contracción del comercio y las migraciones interiores en la vasta geografía americana (recordemos a John Steinbeck y Las uvas de la ira).

            Todo este bagaje de conocimiento tiene Bernanke con la presentación de su tesis doctoral y de los trabajos que se derivaron de ella cuando, relevando décadas más tarde a Young, se halla en 2007-2008 ante una crisis económica brutal, de consecuencias difíciles de predecir. Un recordatorio al pánico de 1929. Y en un contexto en el que la ortodoxia neoliberal era la práctica corriente en el mundo de la macroeconomía y, por extensión, de la economía financiera. La crisis norteamericana –como aconteció en 1929– se extendió por todo el mundo, agravándose en aquellos países que, además, tenían condicionantes endógenos –como por ejemplo burbujas inmobiliarias propias–. En la Unión Europea, el Presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, actuó con presteza subiendo los tipos de interés, al tiempo que se decretaba la sequía del crédito y el cierre de las líneas de liquidez monetaria. Por su parte, las instituciones políticas europeas abrazaban fervorosamente los recortes, inspiradas por las premisas del duro ministro de Finanzas alemán, Wolgang Schäuble. Los equilibrios presupuestarios renacían tras un brevísimo intervalo de pulsión keynesiana –entre 2009 y 2010–. El dominio de la ortodoxia a ultranza, de la austeridad mal entendida: el pórtico del fracaso.

            Pero, en paralelo, ¿qué hizo el Presidente de la Reserva Federal? Su actuación es diametralmente opuesta a la de su colega europeo: baja los tipos de interés y genera, a su vez, la inyección monetaria más importante que se ha conocido en la historia económica reciente. Un torrente de liquidez que, en muchas ocasiones, se ha criticado como activador de inflación, pero que sin lugar a dudas contribuyó a no despeñar el país en una nueva Gran Depresión. Las cifras de recuperación de Estados Unidos se dieron ya en 2009; en la Unión Europea, en su conjunto, se tuvo que llegar prácticamente a 2014, con un abultado sufrimiento para los países de la Europa del Sur, siendo Grecia el más afectado. Bernanke ha explicado, en reiteradas ocasiones, que sus conocimientos de historia económica fueron determinantes para evitar equivocarse: la senda histórica conocida por el economista, que había analizado académicamente y con detenimiento la estrategia de la Reserva Federal en 1929 y 1930, aquilató sus decisiones. Hizo todo lo contrario que Roy A. Young y, con todas las críticas que pueden verterse en las sombras que sin duda tiene Bernanke, saber historia económica fue crucial para no errar el camino y evitar que la economía norteamericana fluyese hacia el precipicio. Esto es lo que me interesa subrayar.

            Las economías dependen de sus trayectorias. El presente se hereda del pasado. El premio Nobel concedido a Ben Bernanke, historiador económico, elimina en este caso lo que podríamos calificar como amnesia histórica: el estudio de las crisis, en particular la de 1929, fue capital para reconducir la recesión de 2008. Como dice Robert Solow, no podemos caer, los economistas, en creernos los físicos de las ciencias sociales, como si tuviéramos un solo modelo válido, de aplicación universal. Como si la historia económica no contara: tan solo el desarrollo de nuestras ecuaciones, sin un contexto preciso en el que encuadrarlas. Es este el preludio de grandes errores.

            Bernanke, como contrapartida, ha ofrecido análisis relevantes para entender mejor la crisis de 1929 y, al mismo tiempo, ha podido desplegar, como economista aplicado, sus conocimientos científicos en el curso de un proceso similar al que él estudió. Esta complementariedad académica y práctica aporta un gran activo a la contribución de este autor, y da un valor añadido a la enseñanza e investigación en historia económica, como útil herramienta para aprender de lo hecho. Y saber entonces qué hacer.

About Carles Manera

Catedrático de Historia e Instituciones Económicas, en el departamento de Economía Aplicada de la Universitat de les Illes Balears. Doctor en Historia por la Universitat de les Illes Balears y doctor en Ciencias Económicas por la Universitat de Barcelona. Consejero del Banco de España. Consejero de Economía, Hacienda e Innovación (desde julio de 2007 hasta septiembre de 2009); y Consejero de Economía y Hacienda (desde septiembre de 2009 hasta junio de 2011), del Govern de les Illes Balears. Presidente del Consejo Económico y Social de Baleares. Miembro de Economistas Frente a la Crisis Blog: http://carlesmanera.com

1 Comment

  1. Joseba Arza el octubre 16, 2022 a las 8:08 pm

    Gracias por su trabajo.

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