Bergoglio: Sobre la superioridad moral de la austeridad

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Jorge Blázquez Lidoy es Doctor en Economía

Hace unos días el diario El País publicó un articulo llamado “La Leyenda del Papa Francisco”. En dicho artículo podía leerse: “se ensalza su figura de hombre humilde y austero”. Y, además, se destacaba que “se fue a Roma en clase turista y cruzó la plaza del Vaticano caminando, con un maletín y sin custodia”. Un Papa austero es algo bueno para la Iglesia y, seguramente, para el mundo.

La austeridad, el sacrificio, la privación, el ayuno y la penitencia son comportamientos bien vistos por la religión cristiana y, más en particular, por la católica. Y no olvidemos que España sigue siendo un país profundamente marcado por esta religión. Y, en consecuencia, muchos ciudadanos consideran estas actitudes y comportamientos como virtudes. Las personas austeras y de comportamientos sencillos son mostrados como modelos en nuestra sociedad.  Tal y como se está haciendo con el Papa Francisco, que -por ejemplo- renuncia a un Anillo del Pescador de oro por otro de plata más barato o incluso más cutre. Esto aparece en la televisión como algo muy positivo y a destacar.

Yo me he educado también con esta idea: la austeridad es una virtud, es algo bueno. Y reconozco que me cuesta ver las cosas de otra forma.

La idea religiosa de fondo es sencilla: los hombres -y las mujeres- somos pecadores. Dios nos pide sacrificios y arrepentimiento para limpiar nuestros pecados. Sólo así podremos alcanzar el cielo… eso sí, en el futuro. La austeridad y las privaciones, lejos de ser una desgracia, son una forma de alcanzar una vida mejor.

Creo que el actual Gobierno del Partido Popular comparte esta visión cuasi-religiosa de la crisis económica. Tal vez influya el hecho de que muchos de sus miembros son profundamente religiosos. Puede parecer que este articulo está escrito en tono broma. Pero no lo está. Si una persona está totalmente convencida que la austeridad en la vida privada es algo positivo, ¿por qué iba ser diferente en el ámbito público? ¿Por qué algo que es bueno para una persona no lo iba a ser para la sociedad?

El problema es que la austeridad, el sacrificio, la mortificación, etc. en economía no tienen ningún sentido. Desde un punto de vista teórico una persona sólo renunciará al consumo presente si puede obtener más consumo futuro y mientras esté vivo, además. El individuo satisface sus necesidades consumiendo y la austeridad, es decir la ausencia de consumo, genera insatisfacción. O si se prefiere: es una desgracia, un mal. No hay nada con menos sentido religioso que una función de consumo, donde el bienestar tiene que ver con lo que eres capaz de consumir y, además, cuanto antes mejor.

Pero es difícil que se pueda afrontar la crisis actual con una política económica diferente por dos motivos. El primer motivo es que el Gobierno de Rajoy tiene una visión más religiosa que económica de la actual crisis, y cree que la mortificación de los ciudadanos ahora tendrá beneficios en el futuro, una vez hayamos expiado nuestros pecados derivados del endeudamiento excesivo.

El segundo motivo es que la señora Merkel, que en la práctica domina el Banco Central Europeo y Bruselas, comparte la misma visión de la economía. La austeridad es la solución a los problemas de la periferia europea. Los europeos del sur hemos derrochado y vivido por encima de nuestras posibilidades y, ahora, debemos pagar nuestros pecados y excesos. Por cierto, la señora Merkel es hija de un pastor luterano. ¿Creen que su amor por la austeridad es solo fruto de la reflexión intelectual o le fue inculcada desde niña? Me parece una interesante pregunta.

El convencimiento alemán a favor de la austeridad deja con pocas alternativas al Gobierno de España y demás gobiernos del sur de Europa. Hay que ser conscientes que no hay apenas financiación para el Estado ni para las empresas españolas en los mercados internacionales. El acceso a la financiación exterior es caro y complicado. No nos dejemos engañar. La reducción de la prima de riesgo no es fruto de una mayor confianza internacional en las políticas de austeridad actuales. Dicha reducción se debe a las expectativas de un rescate -que se da como cierto si hay problemas, aunque se desconoce cuándo se producirá- con la consecuente intervención por parte del Banco Central Europeo. Al menos que el chapucero recate de Chipre nos haga entrar en un nuevo escenario más caótico. Algo que no podemos descartar a la vista de los acontecimientos actuales.

La política económica actual ha metido a la economía española en un círculo vicioso. La austeridad pública a ultranza conlleva una menor demanda interna y, por tanto, un menor crecimiento. Sin crecimiento,  las cuentas del sector público -y del sector privado, no nos olvidemos de él- se deterioran. Los mercados internacionales penalizan dicho deterioro y ello dificulta el acceso a la financiación exterior. Y, entonces, como es más complicado acceder a financiación exterior, el Gobierno debe reducir aún más la demanda interna para ir cerrando la brecha. Si se prefiere: los mercados nos exigen una mayor penitencia. Esta política ha llevado a la economía a una situación de “respiración asistida” de la que ahora es muy difícil salir.

Pero no seamos excesivamente duros con nuestros políticos. La austeridad vende a nivel de opinión pública. Si usted le pregunta a cualquiera: “¿estás a favor de que el Gobierno sea austero y gaste poco?” ¿Qué respuesta cree que obtendrá? A pesar de ello, los economistas debemos insistir que problemas económicos hay que abordarlos con un enfoque económico y no cuasi-religioso o si se prefiere ideológico.

Ahora Europa no necesita austeridad. Es un error de política económica. Necesita una política monetaria expansiva y también fiscal, al menos en los países del norte de Europa. Esta política está acentuando la crisis mucho más allá de lo que es necesario. Y si no me creen comparen la evolución económica de Estados Unidos y de Europa desde que estalló la crisis, cuyo epicentro estaba en Estados Unidos, por cierto.

Pero hablando de religión, los cristianos –católicos, luteranos, españoles, alemanes o argentinos- no deben olvidar que hacer ostentación de humildad es un pecado de soberbia. La austeridad forzada – o Austeridad Expansiva como la intentaron calificar- aquella que destruye fuerza de trabajo, la que deja en paro a los trabajadores y a las empresas, la que nos hunde más en esta crisis, no es austeridad, es como la ostentación papal de humildad, un despilfarro contractivo. Un pecado mortal para la economía como ciencia.

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