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Mónica Melle Hernández, Profesora Titular de Economía Financiera de la UCM, es miembro de Economistas Frente a la Crisis
El desastre que está ocurriendo con el rescate a Chipre pone, una vez más sobre la mesa, la urgente necesidad de avanzar en la gobernanza económica de la Eurozona.
Estamos asistiendo a un cúmulo de despropósitos, que más que generar confianza en la zona Euro, que permita la reactivación de las economías de los Estados miembros, están introduciendo más incertidumbre. El euro se ha depreciado y en España, la prima de riesgo se resiste a bajar de los 350 puntos.
En la madrugada del pasado sábado el Eurogrupo aprobó el rescate de Chipre, introduciendo un polémico programa de medidas que incluía una quita parcial para los ahorradores del país. Lo más grave de esta nueva fórmula utilizada por Bruselas con Chipre es el precedente que sienta introduciendo inseguridad jurídica que rompe con la legalidad vigente de que los depósitos de hasta 100.000 euros están 100% garantizados, cubiertos por el Fondo de Garantía de Depósitos, en caso de insolvencia bancaria.
El sistema financiero de la isla ha crecido de una forma desmedida, como también pasó en Islandia. De hecho los activos bancarios chipriotas se dispararon hasta los 126.400 millones de euros al cierre de enero, lo que supone siete veces la economía de la pequeña isla mediterránea. El país ha vivido en buena parte de un sistema financiero calificado casi de paraíso fiscal y con un volumen desmedidamente superior al de la economía que habría de financiar. Ello introduce unas características que no se dan en ningún otro de los sistemas bancarios europeos, salvo el islandés. Y de ahí lo atípico de las medidas que se tomaron y que se están tomando en ambos casos.
Es cierto que sin el rescate, el sistema bancario chipriota se colapsaría y el país quebraría. Pero ¿cómo se ha podido llegar hasta aquí? ¿Por qué la UE ha permitido durante años que Chipre actúe como paraíso fiscal? Y ¿Por qué, siendo un paraíso fiscal, se permitió el ingreso de Chipre en el euro?
Los que toman las decisiones de política económica en Europa están muy preocupados, incluso obsesionados, con el ajuste fiscal y el cumplimiento de los objetivos de déficit en plazos inasumibles. La unión fiscal no sólo es eso. Es avanzar hacia una imposición homogénea en la Unión. El Impuesto sobre Sociedades de Chipre está en el 10% y con el rescate se pasará al 12,5%. Los sacrificios deben ser repartidos. Los pequeños ahorradores depositantes no deben ser los que financien los desaguisados.
De los 15.800 millones de euros del rescate que necesita el sistema bancario chipriota, Chipre debe cofinanciar 5.800 millones. Esa es la condición impuesta por la Eurozona y el Fondo Monetario Internacional (FMI) que prestarán a Chipre 10.000 millones de euros.
Para recaudar esos 5.800 millones de euros, en un primer momento, el sábado se acordó la imposición de un impuesto puntual del 6,75% para los primeros 100.000 euros que los clientes tengan en depósitos y cuentas bancarias, y del 9,9% a partir de esa cantidad. Ante las críticas a la desprotección de los depósitos de menos de 100.000 euros por la quita impuesta a los ahorradores chipriotas y para no generar pánicos bancarios, el Eurogrupo decidió el domingo modificar su petición a Chipre y aceptar que los pequeños ahorradores sean protegidos de la quita. Finalmente, el Gobierno chipriota sometió al Parlamento una propuesta legislativa que preveía dejar exentos de gravamen los depósitos inferiores a 20.000 euros, gravar con un 6,75% el tramo entre esa cifra y los 100.000 euros y con un 9,9% los fondos que superasen esa cantidad. Pero el Parlamento de Chipre ha rechazado este proyecto de ley sobre la quita a los depósitos bancarios acordada con la ‘troika’.
A la espera de una negociación entre Chipre y la ‘troika’ que resuelva los términos definitivos del rescate, una vez se vuelvan a abrir los bancos es muy previsible una fuga de capitales del país. Se calcula que será cerca del 10% de los depósitos.
Todo un desgobierno que puede producir un efecto contagio en el resto de países de la Eurozona, ante la aparición de esta modalidad del “corralito” y al ver cómo se grava el dinero de los ahorradores (entre un tercio y la mitad, por cierto, extranjeros buscando alivio fiscal). Toda esta incertidumbre tampoco ayuda por supuesto a atraer inversión extranjera ni a la captación de financiación.
El “corralito” a los depósitos bancarios en Chipre dispara sin duda la incertidumbre y provoca una preferencia por la calidad de la inversión, de ahí la subida de la cotización del oro, cuyo precio supera los 1.200 euros.
La UE no puede seguir adoptando medidas ad hoc para afrontar las sucesivas crisis de los sistemas bancarios. Son urgentes reformas regulatorias del sector financiero de cara a restaurar su funcionamiento, y que pueda cumplir con su función de financiar la economía real y apoyar el crecimiento. Como bien se desde el FMI, el sistema financiero mundial está a medio construir y no es seguro.
Para esa necesaria construcción en Europa, resulta urgente adoptar decisiones que perfeccionen los mecanismos de solidaridad, pilar básico de nuestro proyecto europeo común, y que no está precisamente es su mejor momento.
Decisiones en claves políticas como la del rescate de Chipre no ayudan. Es cierto que la Señora Merkel tiene sus elecciones en otoño, y que los bonistas senior de la banca chipriota, que recuperarán el 100% de su inversión, son en su mayoría alemanes y franceses, mientras que muchos de los depósitos provienen de Rusia y Grecia. Pero, la solidaridad entre los Estados miembros de la UE ha de primar en la adopción de las decisiones, aun siendo Chipre un país que representa tan sólo el 0,2% del PIB de la Eurozona europea.
En definitiva, el problema chipriota plantea dos cuestiones que habrán de resolverse durante los próximos meses por los responsables de la UE:
¿Estamos ante el fracaso final de la política económica del “austericidio” de la Unión Europea y de sus subsiguientes planes de rescate?
Y sobre todo, los responsables de la Unión deben decidir hacia qué Europa vamos, ¿hacia una de dos velocidades? o ¿hacia una Europa fuerte solidaria y cohesionada que garantice el modelo social europeo?