El mayor riesgo es ser demasiado conservador

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Ni la oferta ni la demanda son el origen de la situación; lo es la paralización de todas las cadenas de valor

Llevamos días intensos en la preparación apresurada de la respuesta económica frente a la crisis del coronavirus: iniciando con la reunión del Consejo de Ministros que decretó el estado de alarma, el lunes el Eurogrupo estableció el marco general de respuesta de los países afectados, señalando la conveniencia de utilizar las reglas de flexibilidad ofrecidas por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la Unión Europea, la propia iniciativa de la Comisión Europea, y la posibilidad de plantear medidas de liquidez vinculadas a la acción del Banco Europeo de Inversiones. Un día más tarde, el propio Gobierno de España presentaba su paquete de medidas, movilizando más de 200.000 millones de euros. Las medidas, vinculadas a mitigar los efectos de una crisis económica caracterizada como temporal, ofrecen liquidez y garantías a las empresas afectadas por la paralización económica, así como flexibilizan el marco para actuar en caso de expedientes temporales de regulación de empleo, al tiempo que proporcionan un paquete de medidas sociales destinadas a evitar desahucios o cortes de suministros básicos tales como el gas o la electricidad, y a amortiguar las pérdidas de rentas derivadas de la falta de empleo.

Pese a los estímulos anunciados, los mercados han mantenido su tendencia a la baja, en unas cifras que superan ya al famoso pánico de 2008, y las primas de riesgo de los países periféricos han crecido hasta el miércoles, día del anuncio realizado por el Banco Central Europeo de inyectar 700.000 millones a través de nuevas compras de activos. Los mercados, temerosos como suelen ser, descuentan un largo período de inactividad económica en el que a fecha de hoy es prácticamente imposible prever la duración y profundidad.

Se trata de una extraña crisis: pese a las señales de desaceleración de los últimos trimestres, la posibilidad de recesión solo aparecía en los escenarios más extremos, prácticamente descartados a principios de año. Pese a algunas alarmas en materia de deuda corporativa, lo cierto es que nada hacía prever una crisis de estas características, donde no es ni la demanda ni la oferta el origen de la crisis, sino la propia paralización de las cadenas de valor. Es toda la economía, y no sólo unos sectores específicos, los que se van a terminar paralizando.

Las medidas puestas en marcha van en la buena dirección: proporcionar liquidez y garantías prácticamente ilimitadas, y favorecer la expansión de los estabilizadores automáticos, es lo que se puede hacer en estos momentos. Pero habrá que avanzar también en el diseño del plan de recuperación. Cuando la crisis sanitaria haya pasado, sea en unas semanas o meses, los Gobiernos de la Unión Europea se encontrarán con un panorama económico devastado por la paralización, un alto nivel de deuda pública acumulada y un déficit público disparado por los efectos de la crisis.

Ninguno de los factores de esta crisis responde a una mala asignación del riesgo, a una gestión económica imprudente, o a una acumulación de desequilibrios macroeconómicos. No es fruto del riesgo moral. Pero a no ser que se produzca una revisión en profundidad de las herramientas de las que dispone el euro para salir adelante, el escenario del año 2021 no será halagüeño: España se verá sometida a un esfuerzo notable de consolidación fiscal, con una economía que tardará en volver a generar todo el empleo perdido, y con un alto nivel de desigualdad. Contaremos, eso sí, con la ayuda del Banco Central Europeo, que se ha comprometido a mantener las primas de riesgo lejos de los registros de la anterior crisis.

En este contexto, lo más probable es que las medidas económicas de esta semana no sean sino las primeras de una larga serie de novedades. Para la Eurozona, el punto de partida es mejor que el de 2010: contamos con el Mecanismo Europeo de Estabilidad, los avances en la Unión Bancaria y las herramientas del Banco Central Europeo, como su programa de compra de activos y el programa OMT de 2012. Son herramientas que tendremos que aplicar en toda su extensión, y que requerirán, adicionalmente, de nuevas iniciativas innovadoras que tendremos que diseñar buscando una nueva política económica donde, como señalaba Ángel Ubide, el mayor riesgo consistirá en ser demasiado conservador.

Este artículo ha sido publicado en El País de los Negocios el 22 de marzo de 20202. Se publica en esta WEB con autorización del autor.

About José Moisés Martín Carretero

Economista y consultor internacional. Dirige una firma de consultoría especializada en políticas públicas y desarrollo económico y social. Autor del libro: "España 2030: Gobernar el futuro". Miembro de Economistas Frente a la Crisis

2 Comments

  1. Demetrio Vert el marzo 22, 2020 a las 7:54 pm

    Es curioso cómo todos los economistas que analizan esta crisis, y otros aspectos fundamentales del sustema actual occidental, tengan un oemsamiento más progrsista o más conservador, siempre emiten sus dictámenes desde el mismo punto de vista; es decir. la peroectiva sociológica de la sociedad en la que vivimos. Y es obvio. ¿Cómo ver las cosas desde otro ángulo impensable. Acabo de leer el atículo deldilósofo surcoreano Byung-Chul Han y me ha resultado curioso y reconfortante. Curioso porque, evidentemente,nos describe un ser humano de la lejana Asia con valores y costumbres impensables para nosotros (lo mismo les pasa a ellos), y que dada su idiosincrasia nada individualista y de colectivización completamente interiorizada y su concepto autoritarista ancestral (lo contrario de nosostros), para combatir ciertas situaciones de emergencia como la actual son una ventaja (una desventaja para nosotros). No entro a juzgar si esa forma de vida da más o menos felicidad, que es de lo que se trata. Pero queda claro, que al margen de los cuatro capullos que no queren entender ni la situación ni lo que es una sociedad organizada, la Red Pública, la Jerarquía en el Mando, y el Principio de Acatamiento de la Leyes Vigentes, es algo que ciertos responsables políticos y de los medios no se debía ni de cuestionar, salvo que sean idiotas de remate.
    Otra cuestión que me ha sorprendido del artículo del surcoreano ha sido el concepto de la liminación inmunológica respecto del otro. Todo es positivo en lo desconocido, y por lo tanto al no percibir nada negativo no ponemos nuestro sistema inmune en marcha. Pero ¿cómo se expresa esta falsa percepción de riesgo nulo si todo lo exterior es positivo? Pues , según él, a traves de una globalización que se expresa como exceso del rendimiento, de producción y de comunicación, y por lo tanto es incapaz depercibir la negatividad del desconocido o del enemigo. Entonces, dice él, la represión que ejercen necesariamente otros a traves de los mecanismos anteriores se manifiesta en depresión, la explotación por otros deja paso a la autoexplotación voluntaria y a la autooptimización. Y añade. en la sociedad del rendimiento uno guerrea sobre todo contra sí mismo.

    No soy filósofo, y estos razonamientos me quedan grandes, pero si que he podido sacar un par de conclusiones (algunas me las decían mis mayoeres de pequeño). Quien no sabe obedecer, luego no sabrá mandar. Y la otra (una máxima griega), no es lo mismo competir que emular. El que compite, necesariamente debe machacar a su enemigo; el que emula, aprende de su maestro.

  2. Jose Candela Ochotorena el marzo 22, 2020 a las 8:48 pm

    Cambiar Europa, y mientras tanto los afectados por el parón generando deuda pública. Hay que ser más ambiciosos, tener la visión del New Deal para el siglo XXII. Cambiar el paradigma empresarial con las infraestructuras necesarias para el cambio hacia una energía sin carbón y construir viviendas públicas sociales en alquiler. Ambas inversiones públicas que tengan retorno con el que hacer frente a la deuda inevitable incluso si el BCE hace lo que debe.., y presionar, no tener miedo al frente común con Italia, Francia y luchar en Bruselas por una fiscalidad y un presupuesto europeo.

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