EPA del 3º Trimestre de 2019: Es el tiempo de actuar

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ECONOMISTAS FRENTE A LA CRISIS PIDE AL PRÓXIMO GOBIERNO QUE REACCIONE Y QUE ACOMETA LAS REFORMAS NECESARIAS ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE

Los datos de la EPA del Tercer Trimestre de este año ponen de manifiesto la profundidad y velocidad de la desaceleración de la economía y de su repercusión sobre el empleo. El mínimo crecimiento del empleo en tasas trimestrales desestacionalizadas y, sobre todo, la tendencia de ese crecimiento muestra, incluso más claramente que las tasas interanuales, que salvo que se produzca una rápida e imprevista recuperación del crecimiento económico el empleo comenzará a registrar tasas negativas en un periodo de tiempo realmente breve (uno o dos trimestres).

Poco se puede hacer a corto plazo ante la transmisión a la economía de factores coyunturales de debilidad internacional y de la economía europea -con Alemania a la cabeza- que inevitablemente nos arrastran. Lo que sí podemos y deberíamos hacer es tomar las medidas necesarias para limitar lo más posible la destrucción masiva de empleo, la sobre reacción que caracteriza el mercado laboral español ante cualquier debilitamiento en la coyuntura económica, evitando que se repita una debacle laboral como la registrada en la pasada crisis.

En aquella, que fue una crisis de una profundidad sin comparación posible con la –hasta el momento- desaceleración económica, la inmensa mayoría de los países europeos registraron, con unas caídas del PIB similares a las españolas, niveles muy bajos de destrucción de empleo. Mientras tanto, en nuestro país la tasa de paro crecía en más de dieciocho puntos (del 8 al 26%) debido a la destrucción de centenares de miles de empleos temporales (muchos de ellos en fraude) y a la explosión de millones de despidos (ocasionada por la liberalización y la reducción de precio de los mismos).

La repetición de un comportamiento tan anómalo y tan grave, que podría reproducir una masiva destrucción de empleo a través de la capacidad otorgada a las empresas para amplificar los ajustes, y que alimentaría una espiral depresiva convirtiendo una desaceleración en una recesión, debería ser por todos los medios evitada[i]. Esto podría hundir los ingresos públicos, disparar los estabilizadores automáticos del gasto en desempleo, e invertir con toda velocidad el proceso de consolidación fiscal, volviendo a elevar los niveles de deuda y situando a la economía española ante la desconfianza de los mercados. Un escenario que la política económica debería evitar a cualquier precio.

Para ello hay que adoptar medidas y reformas para las que hay tiempo, pero poco. El próximo Gobierno debería poner manos a la obra para sustituir rápidamente los actuales mecanismos de ajuste de las empresas (los millones de falsos contratos temporales y los despidos injustificados y cada vez más baratos) por otros que, facilitándolas ajustarse a la desaceleración y al ciclo, eviten que se haga mediante destrucción y pérdida permanente de empleo. Esos mecanismos existen en los países de nuestro entorno: hay poco que inventar, lo que allí funciona aquí también lo hará, a condición de que la regulación de esos mecanismos sea precisa y eficaz, y que sea la vía obligada y no opcional para efectuar ajustes coyunturales de las empresas.

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Es más que importante, es imperativo realizar esas reformas. Los datos de esta EPA lo están anunciando.

1.- La tendencia de debilitamiento de la creación de empleo conduce a corto plazo a crecimientos cercanos a cero o negativos.

La ocupación ha crecido este trimestre en 69.000 personas, lo que significa que ha retrocedido a los niveles de seis años atrás.

El debilitamiento se ha producido tanto en el sector privado como en el público, si bien es mucho más importante el del primero debido a su mayor tamaño y al superior efecto arrastre sobre el empleo total.

Esa desaceleración tiene como principales raíces a factores sobre todo internacionales que se transmiten a la economía española debilitando su crecimiento, aunque también domésticos.

El mercado laboral español, muy volátil debido a su regulación, reacciona rápidamente a la debilidad del crecimiento económico, deteniendo la creación neta de empleo y, de mantenerse ese funcionamiento, provocando a continuación considerables destrucciones de empleo.

En dos trimestres la tasa de variación interanual del empleo ha reducido su crecimiento ya casi a la mitad, del 3,2% en el primer trimestre de este año al 1,8% en este tercero.

Peor es la tendencia que marcan las tasas trimestrales desestacionalizadas (que a diferencia de las interanuales no incluyen en su medición trimestres del pasado), que muestran una caída pronunciada que ya casi toca el cero, aproximándose a las registradas en 2014, anteriores a la recuperación económica.

En suma, el empleo a pesar del buen comportamiento neto del sector industrial da señales inequívocas de fin de ciclo. A partir de este momento, si el debilitamiento continúa, la reacción del empleo (su sostenimiento o su hundimiento) dependerán de los cambios que se haya producido o no en la regulación de los sistemas de ajuste de las empresas.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que la temporalidad del empleo asalariado ha alcanzado máximos en este ciclo. La tasa de temporalidad ha subido en este trimestre al 26,7% y hay un número muy próximo a los 4,5 millones de trabajadores con contrato temporal. Lo que no quiere decir necesariamente con empleo temporal, porque dada la extensión del fraude en los contratos temporales en muchos casos solo significa lisa y llanamente que sus contratos pueden ser rescindidos de un día para otro y sin justificación (a un coste indemnizatorio muy bajo: 12 días por año o su parte proporcional).

Si la mitad de estos trabajadores temporales perdiera su contrato en un corto periodo de tiempo (lo que no es aventurado, teniendo en cuenta el fácil y económico mecanismo de ajuste empresarial que ello supone), el desempleo crecería en un 70% y la tasa de paro ascendería del 13,9% al 23,4%. Eso sin contar con los despidos a los que anteriormente nos hemos referido.

De lo que se concluye la urgente necesidad de adoptar medidas que eviten un desmesurado ajuste laboral a través de estos mecanismos.

2.- La reducción del paro que se viene produciendo desde hace unos años parece detenerse.

El paro, como consecuencia de la débil creación de empleo y debido solo a los factores estacionales del tercer trimestre, aunque todavía se ha reducido, lo ha hecho en una cantidad muy escasa, hasta quedar en 3,2 millones el número de desempleados y por debajo del 14% la tasa de paro (13,9%).

Lamentablemente, la variación desestacionalizada del paro es creciente por segundo trimestre consecutivo. Y, coherentemente con la tendencia del empleo, indica que el desempleo comienza ya a crecer.

3.- El favorable comportamiento de la actividad y participación laboral apoya un mayor crecimiento del desempleo.

Por el momento, el crecimiento desestacionalizado del desempleo viene explicado sobre todo por el aumento de la población activa unido a la debilidad de la creación de empleo (tras eliminar de la misma los factores estacionales).

La población activa, que ha tardado años en crecer (hasta el año 2018), ha iniciado su recuperación, mostrando crecimientos que, aunque moderados, alcanzan ya una tasa del 1% anual.

Lo que indica que a la debilidad de la creación de empleo se podría añadir el crecimiento de las personas que buscan empleo, dando lugar a incrementos mayores del paro en los trimestres subsiguientes (suma de los nuevos activos y de las pérdidas de empleo).

4.- La estrategia de precarizar el empleo y aumentar su inestabilidad fue equivocada.

La reforma laboral de 2012 pretendió responder al enorme desempleo, provocado en una parte significativa por la reacción de la precariedad e inestabilidad laboral ante la crisis, con más precariedad.

Fue una estrategia totalmente errónea. Creó durante unos años la ficción de que esto funcionaba (al crear mucho empleo de mala calidad), pero ahora –de no corregirse- producirá el efecto contrario. El pan para hoy de entonces se puede convertir en el hambre de mañana mismo: con intensos crecimientos del paro.

Las críticas sobre la mala calidad del empleo fueron sistemáticamente tapadas, mientras crecía a buen ritmo la economía, por unas elevadas tasas de crecimiento del empleo, como si la mala calidad laboral fuera una condición inevitable o indispensable para la creación de empleo.

Pero, cuando llega la desaceleración económica, el peligro es evidente: el empleo de mala calidad, volátil, inestable y precario desaparecerá en muy poco tiempo, ocasionando intensos crecimientos del paro.

Queda poco tiempo para evitar otra debacle del empleo, pero debería ser aprovechado adoptando para ello las reformas necesarias. Sin olvidar la necesidad de aprender para el futuro y no volver a cometer los mismos errores.

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[i] Ver recientes artículos en la web de EFC sobre el particular: https://economistasfrentealacrisis.com/sentados-sobre-un-barril-de-polvora/

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Asociación Economistas Frente a la Crisis

1 Comment

  1. E. de la Orden el octubre 24, 2019 a las 7:46 pm

    ¿Qué medidas consideran adecuadas para evitar la debacle del empleo que pronostican en su estudio?

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