Es el mercado idiota, (y no los costes laborales)

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Por Ignacio Muro Benayas. miembro de Economistas Frente a la Crisis

La falta de demanda y no los costes laborales, es la causa de la falta de inversión en Europa. Esa podría ser la conclusión del Boletín Económico del BCE que analiza por qué la recuperación económica en la eurozona está lastrada por la baja inversión en relación con las crisis anteriores. Y es que, transcurridos 7 años desde el inicio de la crisis en 2008, la inversión se sigue situando un 15% por debajo del punto de partida, cuando en las crisis anteriores de 1973, 1980 o 1992, los países que hoy componen la eurozona , tardaron entre tres y cuatro años para recuperar el nivel de inicio. A qué se debe esta situación?

La ausencia de demanda, las pobres expectativas y la permanencia de una alta sobrecapacidad productiva son la causa de esa baja inversión, según recoge una encuesta entre las grandes empresas europeas que recoge el ultimo boletín del BCE. Por contra, la preocupación por los costes laborales que suele ser la cantinela repetida para justificar los ajustes sociales y la devaluación salarial, aparece relegada a la séptima posición y la preocupación por la regulación del mercado de trabajo, todavía más abajo, a la décima.

inversionEl informe resalta una singularidad. Las compañías más sensibles a la internacionalización, las que más invierten fuera de la eurozona, esencialmente en países emergentes, sí son sensibles a la regulación laboral (el segundo parámetro) aunque detrás de las expectativas negativas y la inseguridad jurídica mientras que no son sensibles a la caída de la demanda en esos mercados, entre otras razones porque los utilizan esencialmente como centros de producción.

El mundo parece adentrarse hacia un nuevo reequilibrio global que altera los paradigmas que han justificado en los últimos 30 años el acento en la competitividad y la economía de la oferta.

Venimos de una época marcada por el crecimiento extraordinario del mercado global

Thomás Friedman en «La tierra es plana» resaltaba una serie de cambios geoestratégicos que se situaron alrededor de 1985 y que alteraron la lógica económica. En aquellos momentos, el llamado mundo libre, el que intercambiaba bienes y servicios siguiendo una lógica capitalista, alcanzaba 2,500 millones de personas, alrededor del 42% del planeta.

La caída del muro y el derrumbe de los países socialistas de la Europa central, la descomposicion de la URSS y su enorme zona de influencia euroasiatica, la liberalización de China, el despertar de la India… fueron factores que, de golpe, abrieron enormes mercados exteriores hasta alcanzar a 6.000 millones de consumidores, es decir, al 86% del planeta.

Se iniciaba una época en la que la demanda agregada parecía estar asegurada por muchos años a través de la expansión exterior. La velocidad de crecimiento del comercio internacional se fue acelerando, pasando de duplicar al crecimiento del PIB mundial a casi cuadriplicarlo en el comienzo del milenio. Más deprisa aun se desarrolla el mercado de capitales a tasas que duplicaban el crecimiento del comercio.

En ese contexto, lo que tocaba, era competir por el nuevo pastel y ello exigía poner el acento en la competitividad de las economías preparándolas para disputar esos mercados. Lo que tocaba era centrarse en la oferta y en rebajar costes, deprimir sueldos, olvidarse de los mercados internos y preocuparse de ganar cuota en los externos.

El agotamiento del paradigma basado en la competitividad exterior

Lo que empieza aparecer evidente es que ese ciclo se ha ido agotando en la medida en que se han ido reconfigurando los nuevos equilibrios competitivos. O en la medida en que la globalización ha madurado. El crecimiento del mercado exterior es mucho menor y empieza a requerir arrebatar cuotas a otros competidores, pareciéndose cada vez más a un juego de gana-pierde.

Y ello pone los límites a un modelo basado en la competitividad exterior que no puede universalizarse ni es sostenible en el tiempo. Si toda Europa fuera tan competitiva como Alemania no habría posibilidad de encontrar compradores a nuestros productos. Un territorio equivalente al tamaño del mercado de Mexico debería de dejar de producir para dedicarse a comprar lo que otros producen.

Cada vez más voces autorizadas se manifiestan en el sentido que deprimiendo los sueldos nunca saldremos de ésta. Pasada esa coyuntura histórica excepcional hay que empezar a recordar que el consumo es la variable fundamental que tira de la demanda agregada. En España, representa alrededor del 60% del PIB, en EEUU casi un 70%, Y, conjuntamente Europa y EEUU representan más del 65% del consumo mundial.

Los principales sectores de la economía tienen muchos stocks y demasiada capacidad productiva inutilizada. Los empresarios miran pues hacia sus empresas y se preguntan: “¿Para qué invertir si en mi propia empresa tengo una enorme capacidad “durmiente” que no está efectivamente absorbida por la demanda?”.

Crear significa según el diccionario “dar existencia a una cosa a partir de la nada”. El mito de que los empresarios “crean” empleo (de la nada) se desvanece. La creación de empleo no es posible sin demanda.

 

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Asociación Economistas Frente a la Crisis

2 Comments

  1. golpedefecto el junio 7, 2016 a las 1:19 pm

    Muchas gracias por su interesante post. Indudablemente existe una demanda escasa y exceso de capacidad. Pero permítame alguna puntualización. A partir de 1985 se ampliaron los mercados, pero también la oferta de trabajo, que debido a la globalización provocó la deslocalización empresarial.
    El comercio internacional se incrementó como consecuencia de la ampliación de cadenas de valor internacionales en las que jugó un papel importante el comercio de bienes intermedios, hecho que ahora ha cambiado, siendo quizá el máximo exponente y un ejemplo China, que ahora produce domésticamente mucho de lo que antes importaba.
    Tiene razón al indicar en la incidencia que se hizo sobre rebajas salariales, especialmente en nuestro país con la devaluación salarial. Sin embargo, ello es fruto de malas políticas económicas que no se enfocaron sobre diferenciación y calidad, sino en competir en costes.
    Del post deduzco que usted no cree en la ventaja competitiva enunciada por David Ricardo, y quizá tenga razón en ello, pero quizá sea por las barreras impuestas al mercado internacional en algunos casos, quizá el más significativo la agricultura.
    Le doy la razón en que la demanda es fundamental y que no es conveniente la devaluación salarial, pero ello es fruto de la globalización y la falta de entendimiento entre países. Ya que la adopción unilateral de incrementos salariales da lugar a reducción de competitividad y al final pérdida de riqueza y de puestos de trabajo. Es algo semejante a lo ocurrido con la Smoot Hawley Act en USA en 1930. Es decir, o jugamos todos o rompemos la baraja.

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