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España 2050 y la enfermedad imaginaria: el paro no puede bajar del 17%[i]

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En su inicio, el documento ESPAÑA 2050. Fundamentos y propuestas para una Estrategia Nacional de Largo Plazo, incorpora una sabia cita de Séneca (“Ningún viento será bueno para quien no sabe a qué puerto se encamina”) que, sin embargo, no parece que responda suficientemente bien al contenido del capítulo 7 referido a las deficiencias de nuestro mercado de trabajo. Que obviamente las tiene.

Para saber a qué puerto nos encaminamos y cuál es la ruta necesaria hemos de saber de dónde partimos, qué etapas hemos realizado y si éstas han constituido un éxito o un fracaso y por qué: cuál es, en definitiva, nuestro puerto de destino. Y en este sentido, el documento carece en sus aspectos fundamentales de un diagnóstico sólido y certero. O más bien, lo sustituye por una afirmación cierta pero carente de un análisis que permita extraer las causas y orientar las respuestas.

Dice así: “Por un lado, España tiene una tasa de desempleo promedio muy superior a la de la mayoría de las economías desarrolladas (del 17% en las últimas cuatro décadas, frente al 8% de la UE-8 y el 9% de la UE-28); por otro, nuestro país crea más puestos de trabajo que ninguno en tiempos de bonanza económica, pero también destruye más en tiempos de crisis. El resultado de esta dinámica es que, en 14 de los últimos 39 años, nuestra tasa de paro ha superado el 20%, una proporción desorbitada, incluso si tenemos en cuenta que las cifras oficiales de desempleo esconden un segmento importante de población empleada en la economía sumergida. Solo en una ocasión (entre 2005 y 2007) nuestra tasa de desempleo se situó cerca del promedio de la UE-8 (9%), momento en el que nuestra economía crecía al 4% y de una forma desequilibrada”.

La afirmación es exactamente en la que se basan algunos conocidos economistas partidarios de la desregulación laboral que, amparándose en el elevado promedio de los últimos cuarenta años de la tasa de paro, consideran probado que nuestro mercado de trabajo padece una terrible “enfermedad”. Una enfermedad, en su opinión, naturalmente relacionada de forma directa con la supuesta rigidez laboral y con la necesidad de abordar de manera inevitable un proceso de desregulación y reducción de los derechos de los trabajadores en muchos órdenes y particularmente en el nivel de la protección del empleo.

Pero, ¿es cierto que la tasa de paro en España refleja una resistencia intrínseca a su reducción hasta los niveles europeos, y que por lo tanto “o se hace algo” (y ya hemos dicho a qué se refieren) o España no podrá reducir el gravísimo y estructural problema del desempleo? En este artículo pretendemos profundizar en las causas que explican esa evolución a lo largo de las cuatro últimas décadas que ha dado lugar a semejante tasa promedio, y comprobar si ello responde a una enfermedad y, en su caso, si esa es la rigidez u otra distinta. Intentaremos, por otra parte, hacerlo de la forma más sintética posible.

La tasa promedio de paro oculta los periodos económicos (crisis y expansiones)

El promedio, en efecto, oculta, por un lado, que la evolución de la tasa de paro es el resultado de tres periodos de crisis y otros tantos de crecimiento y expansión de la economía. Y, por otro, que es asimismo resultado de la evolución de las dos grandes variables que la determinan: el empleo y la población activa.

En el gráfico siguiente se refleja la evolución conjunta de esas dos variables y de su resultante en términos de desempleo.

El gráfico y la tabla que lo acompaña ya permiten observar con más claridad los fenómenos ocurridos a lo largo del tiempo que explican la evolución del desempleo:

  1. A lo largo del periodo tanto el empleo como la población activa han venido creciendo de forma considerable.
  2. Sin embargo, el empleo ha venido registrando altibajos importantes de acuerdo con los ciclos económicos.
  3. Pero no así, la población activa que, hasta la última crisis y su posterior expansión, ha venido creciendo de forma intensa y acelerada en el tiempo.
  4. La tabla anexa al gráfico permite comprobar las magnitudes de la evolución del empleo: fuertes descensos en el primer y el tercer periodo de crisis (la de los años 70-80, y la crisis financiera 2007-2014), y aún más intensos crecimientos durante las subsiguientes expansiones (la de los años 80, la de 1994 a 2007, y la posterior a la crisis financiera de 2014 a 2019).
  5. De la evolución conjunta de esos altibajos del empleo y de la evolución permanentemente creciente de la población activa durante la mayor parte de esos cuarenta años se deducen las oscilaciones en el número de personas desempleadas.
  6. Todo lo cual permite constatar varias cuestiones:
    1. El mercado de trabajo español registra una muy robusta capacidad de creación de empleo, muy superior a la de los países de nuestro entorno, en los periodos de crecimiento económico. No hay, pues, una ‘enfermedad’ que explique el mantenimiento de una alta tasa de paro debida a la incapacidad para crear empleo.
    2. Pero, al igual que se crea mucho empleo, asimismo registra una fortísima tendencia a destruir empleo cuando llegan las crisis (debido a la fragilidad, temporalidad y precariedad de una parte de ese empleo), que es también mucho mayor a la de los países de nuestro entorno (y que da lugar al conocido comportamiento anómalo de la productividad por ocupado respecto a nuestros socios: en ellos cae porque destruyen poco empleo respecto a las contracciones del PIB en las crisis, aquí -al contrario- aumenta velozmente porque destruimos mucho más empleo que las caídas de la producción). Aquí sí que se evidencia una grave enfermedad. Señalaremos cuál es y porqué se ha ido agravando con las sucesivas reformas.
    3. Lo que ganamos por un lado, lo perdemos por el otro. Precisamente porque son las dos caras de la misma moneda: no puede existir la una sin la otra. Tan altísima creación de empleo conlleva una parte considerable de empleo precario, inestable, falsamente temporal en los contratos de trabajo, que acaba pereciendo rápidamente al primer síntoma de debilidad de la economía. Y como consecuencia, la destrucción de empleo en las crisis es también excesiva, irracional, y ocasiona fuertes aumentos del paro, que resultan posteriormente muy costosos de reducir y asimilar. La enfermedad está precisamente aquí: en un exceso de elasticidad del empleo debido a su precariedad laboral y mala calidad productiva (van de la mano), que exige una corrección, una ‘europeización’ de las normas laborales, que dé lugar a la creación de empleos estables y no precarios, que reduzcan el sobreajuste de la ocupación por parte de las empresas durante los periodos de crisis.
    4. El otro fenómeno que ha contrarrestado la capacidad de crecimiento del empleo ha sido el considerable y sostenido crecimiento de la población activa, dando lugar a una fuerte resistencia a la aminoración de los descensos del paro.

La tasa promedio de paro oculta el comportamiento del empleo y de los activos

En el conjunto del periodo de esas cuatro décadas, ¿qué ha sucedido?:

  • El empleo, más allá de las bajadas y subidas, ha crecido en 7.200.000 personas, un nada despreciable 57%, pasando de los 12 millones ochocientos mil ocupados de 1976 a los más de 19 millones novecientos mil de 2019. Más allá de los vaivenes ocasionados por la reacción del empleo precario a las crisis, se registra un notable crecimiento estructural.

En las crisis se han perdido, en suma, casi 6.400.000 empleos de los 13.700.000 creados en las expansiones (un registro incomparablemente más elevado que el de los demás países del entorno).

Lo que permite concluir que tal vez habría sido más útil y mucho más eficiente y eficaz haber creado algo menos de empleo pero de mejor calidad y más estable y resiliente. Y haber dispuesto de unas condiciones y un entorno normativo laboral más parecido al de nuestros vecinos, que hubiera limitado a una mínima parte las pérdidas durante las crisis.

Este es el primer factor que explica por qué se ha mantenido tan elevada en promedio la tasa de paro.

  • Junto a ello, es preciso tener en cuenta el segundo factor que explica la elevada tasa de paro promedio: el enorme crecimiento de la población activa.

A pesar de los más de siete millones de empleos netos creados en las cuatro últimas décadas, esa fuerte capacidad de creación de empleo ha tenido que hacer frente a un incremento de la población activa de nada menos que prácticamente 9.800.000 personas.

Se trata, como veremos, de un enormemente positivo e intenso proceso de incorporación de la mujer al mercado laboral a lo largo de estas cuatro décadas, junto a un segundo de crecimiento considerable de los flujos migratorios hacia el interior, especialmente desde la segunda mitad de los años noventa.

En la tabla siguiente se resumen ambos factores y la evolución de las tres variables (empleo, actividad y paro):

No se puede desdeñar en modo alguno la incidencia de la presión de la población activa sobre la considerable capacidad de creación de empleo registrada en estas décadas. Ningún país cercano se ha tenido que enfrentar a nada semejante.

Para comprenderlo adecuadamente veamos en el gráfico siguiente la evolución comparada de los activos en España respecto a las principales economías europeas. El crecimiento de los activos en España más que duplica en unos casos, y cuadruplica en otros, el registrado en las grandes economías europeas y la media de los Quince (para los que los datos están más accesibles).

Especialmente durante el periodo de expansión y considerable crecimiento del empleo entre 1994 y 2007, el crecimiento de los ocupados, en torno a ocho millones y medio, tuvo que hacer frente a un incremento de seis millones y medio de activos, por lo que en definitiva el desempleo se redujo en unos dos millones.

Para que se perciba con toda intensidad el fenómeno, cabe hacer el ejercicio puramente teórico de lo que habría sucedido si la capacidad de creación de empleo hubiera debido enfrentarse a un crecimiento de la población activa proporcionalmente similar al del promedio de la UE-15 (algo inferior a la mitad del nuestro).

En ese supuesto, los 3.700.000 desempleados de 1995 habrían sido no solo absorbidos en su totalidad (reducido a cero el paro), sino que aún habrían hecho falta casi 2.700.000 activos más para satisfacer la creación de empleo.

En suma, el mantenimiento de una tasa de paro tan elevada como la que muestra el promedio de cuatro décadas está obviando un segundo fenómeno como el del enorme crecimiento de la población activa en España, de una envergadura desconocida en nuestro entorno.

Conclusión: enfermedades imaginarias y verdaderas dolencias

El somero análisis realizado no permite identificar empíricamente ningún tipo de enfermedad que impida reducir la tasa de desempleo por debajo del 17%, ni alcanzar los inferiores promedios europeos.

Al contrario, permite mostrar como las dificultades para reducir las tasas de paro provienen de dos factores puestos de manifiesto: la excesiva destrucción de empleo durante los periodos de crisis, y el crecimiento incomparablemente intenso de la población activa durante la mayor parte del periodo.

El primero de esos factores ha reducido casi a la mitad en el conjunto del periodo los volúmenes de empleo creados debido a los fuertes ajustes de empleo (también incomparables con los de nuestros vecinos) durante las crisis. Y el segundo explica las dificultades para reducir la tasa de paro, en un contexto de enorme expansión de la población activa, pese a los fuertes crecimientos del empleo.

De acuerdo con ello, y a la vista de las evidencias que trataremos en un próximo trabajo, el primero de esos factores requiere para su superación un conjunto de reformas dirigidas, por un lado, a reducir los elevados niveles de temporalidad (los mayores de la UE), causados diferencialmente por el abuso y el fraude de los contratos temporales respecto a la racionalidad productiva y a la legislación.

Por otro, un cambio profundo en los sistemas de ajuste a las crisis, que impida la utilización de los despidos tanto colectivos como individuales (especialmente los improcedentes y los objetivos) cuando no existen causas estructurales probadas, y el uso obligatorio de los mecanismos de ajuste temporal, transitorio y reversible, bien regulados en las instituciones de ajuste tanto de empleo como de salarios, otorgándoles la debida prelación y control con una nueva regulación equivalente a la de los países de nuestro entorno.

Es decir, exactamente lo contrario de lo que ha venido haciéndose en las reformas laborales desde comienzos de los años noventa, que han creado un mercado laboral que sobredimensiona injustificadamente los despidos y que es profundamente destructor de empleo.

Respecto al fenómeno del crecimiento de la población activa, sus fundamentales indican que los crecimientos serán mucho más moderados que el pasado. Las tasas de actividad femenina deben continuar creciendo, si bien a un ritmo que será mucho más moderado que en el pasado, compensando en parte el descenso previsto de la población residente en edad de trabajar durante las próximas décadas.

Los flujos migratorios, por otro lado, deberían continuar creciendo a un ritmo suficiente para evitar los cuellos de botella del empleo, por la caída de la población en edad de trabajar, y el desafío pendiente consiste en desarrollar nuevos y más eficaces mecanismos para adaptar cuantitativa y cualitativamente esos flujos a las necesidades reales del mercado laboral, sin obviar la necesaria incorporación al empleo de las personas desempleadas.

En estas condiciones, y manteniendo el perfil de crecimiento económico, la tasa de paro no tardará treinta años en alcanzar el 7%, como absurdamente señalan algunas proyecciones, sino que, siguiendo los ritmos de los últimos años (doce puntos menos en cinco años), podríamos alcanzar niveles europeos en tan solo cinco años.

Todo ello no solo es posible, sino que es necesario. Y podrá realizarse a condición de que la orientación de las reformas sea la adecuada. Desterrando para ello la concepción de modernos espartanos cuya obsesión es mantener la ineficiencia del pernicioso statu quo actual que contempla a los trabajadores como aquellos lo hacían con los ilotas, es decir, como condenados a trabajar sin derechos.

[i] Nuestra intención es hacer una serie de varios artículos a lo largo de los próximos meses en torno a la cuestión del diagnóstico de los (a nuestro juicio) verdaderos problemas o deficiencias del mercado de trabajo, que permitan modestamente contribuir a darle un enfoque más adecuado a los planteamientos y soluciones contempladas en el informe ESPAÑA 2050. De ahí que hayamos anotado este como el primero de esa serie.

 

NOTA: los datos utilizados provienen de la EPA, del INE, y de la EFT de Eurostat.

About Antonio González

Antonio González, economista y miembro de Economistas Frente a la Crisis (EFC), fue Secretario General de Empleo en el periodo 2006 – 2008 @AntonioGnlzG

10 Comments

  1. ANTONIO GARCIA SIGUENZA el junio 7, 2021 a las 7:38 am

    todo ello tiene una comprensión facil. pero ¿donde están los datos de la corrupción laboral por parte de la empresa y el trabajador? porque es de todos sabido que las empresas hacen contratos de 4 horas (por ejemplo) y en realidad se trabaja 10, y porque las empresas obligan a los trabajadores a firmar el finiquito a al mismo tiempo que entran al puesto de trabajo? además hay muchisimos trabajadores en todos los sectores que trabajan ilegalmente, incluso cobrando el desempleo, de manera que la mayoria de ellos no pide legalizar su situación por miedo al despido y por otra parte por la conveniencia de ganar dos sueldos, uno trabajando y otro del desempleo, con lo que ello conlleva de peso economico para el sistema, además los trabajadores del sector estatal que incluyo a los municipios, trabajan en empleos extra ilegales, quitando la posibilidad de empleo para otros, por otra parte la inmigración aporta una carga al sistema desestabilizandolo. un saludo

    • Antonio González el junio 8, 2021 a las 7:17 am

      Muchas gracias por su comentario.
      Aunque a lo que Usted se refiere no es el asunto que he pretendido tratar en el artículo publicado, comparto sus preocupaciones, que entiendo derivadas de los problemas de un mercado laboral que necesita cambios profundos que tienen causas que hemos en parte abordado en algunos otros publicados anteriormente y que espero volver a tratar en ocasiones sucesivas. Saludos.

  2. Jose Candela Ochotorena el junio 7, 2021 a las 10:25 am

    Las cuentas concuerdan, pero no analizan lo que parece determinar mejor las condiciones del mercado de trabajo, la propia estructura del empleo por sectores y competencias necesarias para desempeñarlo: hostelería (turismo y ocio) y construcción. Desindustrialización entre 1978 y 1996; escasa o nula atención y estímulo a lar reindustrialización tecnológicamente avanzada, y una reforma laboral ad-hoc para la política inversora de los empresarios españoles, poco dado a correr riesgos y aprender nuevas habilidades.
    Además, Aznar contó con el impagable apoyo del socialdemócrata Blanchard del FMI (varios artículos, incluidos el firmado para FEDEA con Juan F. Jimeno en 1999, sobre un presunto modelo econométrico del mercado de trabajo español, 1998, 2006 y 2007) que, en realidad decían que se detectaba una variable genérica diferencial para el caso español, y que el confirmante español se apresuró a achacar al Estatuto del Trabajo español. Más tarde, en 2006, en una comparativa de España, Portugal y Alemania, el economista jefe del FMI rectificaba su opinión de 1999, y achacaba al mal diseño del euro y el sistema monetario europeo (disfuncional) las diferencias de comportamiento de los mercados nacionales: como no!, mercados nacionales de empleo con un sistema monetario común, menuda incongruencia, que aún sufrimos!

    • Antonio González el junio 8, 2021 a las 7:53 am

      Muchas gracias, José, por tu comentario que comparto plenamente. Por los habituales problemas de espacio, no he podido analizar en el artículo otros factores que se encuentran detrás de la evolución del empleo, el desempleo y la población activa, como los que, en mi opinión, acertadamente señalas, y que son de importancia para comprender las causas de las diferentes crisis y las características de las expansiones. Todo lo cual tiene una importancia considerable, desde luego, para explicar el mantenimiento de niveles elevados de la tasa de paro. En esta ocasión, me he limitado a poner de manifiesto una vez más que no hay evidencias de que la persistencia de la elevada tasa de paro española responda a razones que muestren, como se insiste, en una rigidez del funcionamiento de las instituciones laborales. Más bien lo contrario: la tasa de paro ha sido la resultante de un mercado laboral bastante desregulado y mal regulado que crea con ello empleo frágil y de escasa calidad, que se pierde ‘a chorros’ al primer atisbo de crisis. Junto a la incomparablemente elevada presión de la población activa durante las últimas cuatro décadas.
      La insistencia, además, de determinadas visiones, como las que señalas, ha tenido una gran responsabilidad en que las sucesivas reformas laborales (1984, 1994, 1997, 2002, 2011 y 2012) hayan agudizado, y no lo contrario, los diferenciales problemas de funcionamiento del mercado laboral español (respecto a los restantes países de nuestro entorno) y, con ello, han contribuido precisamente a mantener elevada la tasa de paro durante largos periodos. En este aspecto, las rectificaciones de algunos destacados economistas no han resultado eficaces para modificar ni un ápice la postura de toda esa corriente de pensamiento económico que obtiene en España injustificados niveles de atención política.
      Saludos.

  3. Nacho Domínguez el junio 9, 2021 a las 3:36 pm

    Criticas las reformas labores que a tu parecer han destruido y precarizado el empleo, sin embargo, concluyes que en 5 años podemos llegar a una tasa de desempleo similar a la media europea siguiendo los datos de los últimos años (12 puntos menos). Este argumento es notablemente contradictorio ya que se puede argumentar que la liberalización del mercado de trabajo en el gobierno de Rajoy fue la causa de la creación de empleo de los últimos 5 años. Por tanto, en tu conclusión destruyes todo tu argumentario previo. Es una inclinación típica de la izquierda que hace un profundo análisis de las situaciones de vulnerabilidad y como solución solo expresa el deseo de crear mucho empleo de calidad mas no profundiza en las medidas para lograr ese objetivo. Solo hay que estudiar las regulaciones laborales de otros países occidentales y observaremos que liberalizar el mercado de trabajo fomenta la inversión, por tanto la creación de empleo. Estudia en esta materia a países como Reino Unido, Dinamarca, Austria, Finlandia o EEUU y encontrarás soluciones.

    • Antonio González el junio 9, 2021 a las 9:16 pm

      Muchas gracias por el comentario. Me ratifico en que hay evidencia clara de que las reformas laborales de todo el periodo (temporalidad exacerbada y despido cada vez más fácil y discrecional) han dado lugar a los problemas y (junto a la evolución de la población activa) explican que, a pesar de la enorme creación de empleo, no se ha conseguido mantener la tasa de paro a niveles europeos. Las cifras lo demuestran.
      Pero, mantener que la tasa de paro no bajará hasta el 7% hasta que no pasen 30 años, con todos mis respetos, carece de racionalidad, salvo que se disponga de datos que prueben tal incoherencia. No se trata, por lo tanto, de que la «liberalización» de la reforma de 2012 sea la responsable de una creación de empleo que, por otro lado, tiene antecedentes constatables: con regulaciones previas del mercado laboral se crearon muchos empleos, incluso más. Esa reforma, entre otras muchas cosas, agudiza los problemas como desgraciadamente se verá si llega otra crisis. En esta nos hemos salvado porque se han adoptado medidas inéditas que suspenden de facto los peores mecanismos de aquella reforma y del marco laboral precedente.

  4. Antonio González el junio 9, 2021 a las 8:52 pm

    Muchas gracias.

  5. Manipulador de alimentos carnet el junio 23, 2021 a las 10:26 pm

    Deberían buscar soluciones para no tener tanto paro en España, para mí es brutal que la juventud se vaya por falta de trabajo… Excelente post, felicidades.

    • Antonio González el junio 24, 2021 a las 7:48 am

      Mis sinceras gracias por su comentario. Esa que Usted dice es nuestra intención: hacer análisis y propuestas que permitan superar problemas en los que, a la vista de su permanencia durante décadas, parece claro que las respuestas no han sido las más adecuadas y eficaces, por lo que resulta necesario repasar la evidencia, reconocer los errores, y volver a poner en claro las causas y factores que explican cómo una y otra vez se ha desenfocado, a veces interesadamente, el problema.
      De ahí que nos hagamos la pregunta de si tiene sentido que planteemos de nuevo para 2050, a treinta años vista, lo que echando la vista treinta años atrás ha fracasado. Ese es el sentido último del post.
      Si no estuviéramos equivocados en el análisis, del mismo se derivan una buena parte de los problemas y también la orientación de las respuestas válidas. ¿Conseguiremos hacer las cosas de otra forma? Porque solo si las hacemos de otra forma evitaremos obtener los mismos resultados.
      No hay un problema intrínseco de incapacidad para reducir el paro. Lo que hay es, primero, un problema para ‘mantener’ el empleo creado, para no destruirlo rápida e inútilmente. Y necesitamos para ello una respuesta en un doble ámbito: lo productivo y lo laboral, ambos interrelacionados. Por otro lado, las indubitables perspectivas demográficas muestran que el panorama ha cambiado ciento ochenta grados respecto a las décadas precedentes y nos enfrentamos a una reducción de la fuerza de trabajo potencial (población en edad de trabajar) que debemos compensar plenamente para no estrangular la economía, pero que debemos ajustar a la necesidad primaria y prioritaria de reducir el desempleo.
      Mejorar, y mucho, el tipo de empleo que se crea, y evitar el desastre y despilfarro inaceptable e inútil de su destrucción constituyen los objetivos sobre los que deberíamos trabajar para hacer las reformas que cambien las cosas y que favorecerán a todos, pero especialmente a los jóvenes.

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