José Moises Martin Carretero, economista y especialista en cooperación para el desarrollo, es miembro de ECONOMISTAS FRENTE A LA CRISIS
La economía del desarrollo estuvo, como disciplina científica, a punto de desaparecer a finales de los años 80. El nivel de formalización teórica y sus principales paradigmas, quedaron “fuera de juego” cuando se terminó imponiendo, durante aquella década,la Economíadesdela Ofertade Lucas y compañía.
La irrupción de las nuevas teorías del Crecimiento Endógeno –muy impulsadas a principios de los noventa a partir de los hallazgos teóricos de Romer- prácticamente situaron la teoría del desarrollo en la segunda fila de las bibliotecas académicas de medio mundo. Tal es así, que Paul Krugman le dedicó a su “archivo” uno de sus principales discursos –editado en Español por Antoni Bosch, como el libro “Desarrollo, Geografía y Teoría Económica” en 1997.
Sin embargo, el devenir de la ciencia económica no es lineal y la evolución tomada por los modelos de crecimiento económico endógeno ha terminado por llegar, desde la formalización matemática de los modelos dinámicos, a conclusiones y debates que, en su mayoría, estaban ya presentes en la vieja y old fashioned teoría económica del desarrollo. A ello dedica cientos de páginas Jaime Ros, en su obra “La Teoría del Desarrollo y el Crecimiento Económico” (publicada en castellano por Fondo de Cultura Económica en 2004).
Pero aunque abandonara la escena académica durante dos décadas, la teoría económica del desarrollo ha estado muy presente en la cabeza y apuntos de aquellos que se definen como practicioners, es decir, los que se enfrentan con los dilemas de la lucha contra la pobreza y el subdesarrollo económico y social desde la realidad de su práctica profesional. El impulso logrado por los análisis de Paul Collier, William Easterly, el giro producido sobre todo en el Banco Mundial (donde se vuelve a hablar de economía estructuralista, gracias a su economista jefe, Justin Yifu Lin), han vuelto a situar a la disciplina, no ya a la altura de conseguir –no de momento- algún premio Nobel, pero sí de reflejar correctamente algunos debates. Cabe reseñar el trabajo de Daron Acemoglu, quien, a partir del crecimiento económico endógeno, termina concluyendo, con un altísimo nivel de formalización matemática, propia de los “especialistas en equilibrio general”, que la cuestión del crecimiento económico está relacionada directamente con la calidad institucional y con –sorpresa- la relación de poder económico y político entre los que lo tienen todo y los que no tienen nada.
Podemos extraer algunas conclusiones válidas para la situación de España desde la economía del desarrollo. Por supuesto, España no es un país subdesarrollado, aunque hay quien afirma –no sin razón- que nos estamos convirtiendo en un país “sumergente”[1]. Pero si tomamos distancia y miramos a largo plazo las conclusiones básicas de la economía del desarrollo, algunas pueden ser de utilidad para el caso Español.
En primer lugar, España, como muchos países en desarrollo en los ochenta y noventa, se enfrenta al dilema de optar entre el ajuste estructural y el crecimiento, en una situación de endeudamiento masivo y desequilibrios macroeconómicos. Agenor y Montiel dedicaron más de mil páginas a explicar cómo estructurar un programa de ajuste para economías desequilibradas, justificando teóricamente los programas que el Fondo Monetario Internacional aplicó en medio tercer mundo durante los año 80 y 90 (La Macroeconomíadel Desarrollo. Fondo de Cultura Económica, 2000). Leyendo este libro uno parece estar leyendo el manual de políticas dela ComisiónEuropeay del Banco Central Europeo para afrontar la crisis enla EuropaPeriférica.Pero a resulta más interesante echar un vistazo al informe SAPRI, publicado por Intermón Oxfam en 2005, sobre los resultados sociales y económicos del ajuste estructural en África y América Latina. En especial en América Latina, los resultados en materia de desempeño social y económico fueron muy pobres, y la región ha vuelto a comenzar a crecer cuando ha abandonado dichas prácticas. Por lo tanto, primera conclusión: el ajuste no traerá crecimiento robusto ni en el corto, ni en el medio plazo, sino en el muy largo plazo, quizá más de una década. El Fondo Monetario Internacional acaba de publicar que España alcanzará en 2017 el mismo nivel de renta que tenía en 2008. Una década perdida. Algunos opinan que es lo que tardan en hacer efecto estas medidas, otros opinamos que es lo que tarda una economía en recuperarse del ajuste.
En segundo lugar, la economía del desarrollo nos explica que la caída puede no tener suelo y la crisis convertirse en crónica. Después de ser la gran sensación en los años ochenta, Japón se mantuvo prácticamente estancada desde1990 a2003. Argentina era la séptima economía del mundo en el período de entreguerras. La falta de capacidad de innovación, la patrimonialización de las relaciones económicas internas, y un cúmulo de malas decisiones, convirtieron a Argentina en un país cuya economía gozó, durante casi un siglo ya, de una mala salud de hierro de la que todavía no se ha recuperado del todo, pese a los logros de la última década. Daron Acemoglu, en “Why Nations Fail” (Crown, 2012), explica adecuadamente cuáles son los condicionantes institucionales para el crecimiento y la falta del mismo. El entorno institucional, la ausencia de corrupción generalizada, y un marco regulatorio propio son claves para evitar abusos y pérdidas de crecimiento potencial.
En tercer lugar, ningún país ha logrado el desarrollo cediendo soberanía económica. Este es quizá el aspecto más peliagudo para un país tan integrado internacionalmente como lo está España. Los casos de rápido crecimiento económico, como el caso de Corea, Taiwan o Singapur, se han basado en un proceso de apertura internacional, sí, pero al mismo tiempo, con un fuerte liderazgo público, capaz de movilizar los recursos financieros, industriales y humanos del país. Precisamente un Coreano, Han Joon-Chang, escribe profusamente sobre ello en “Qué fue del Mal Samaritano”, también publicado por Intermón Oxfam. Esta realidad se vuelve todavía más determinante en el nuevo mundo que se avecina, donde el capitalismo de Estado gana peso frente al neoliberalismo, a tenor de los resultados obtenidos en los mercados mundiales por las compañías multinacionales emergentes –muchas de ellas, simplemente, públicas o semipúblicas. No abogamos por la nacionalización, pero sí por el impulso público para que el modelo productivo español se redirija hacia sectores con importancia estratégica en el medio y largo plazo.
En cuarto lugar, la mejor inversión es la inversión en capital humano, en educación y salud. Son las inversiones más correlacionadas con el crecimiento incluyente, más que la inversión en tecnología. Acemoglu demostró hace tiempo que basar el crecimiento en el progreso estrictamente tecnológico lleva consigo un incremento de la desigualdad social, mientras que hacerlo en la educación y en la formación del capital humano lleva consigo un modelo de crecimiento más incluyente[2]. Por supuesto que las infraestructuras y el capital físico son importantes. Una de las principales amenazas al crecimiento económico en África se debe a la falta de adecuadas infraestructuras de transporte, que den salida a sus productos a los mercados internacionales. Pero en la base del desarrollo se encuentra la educación y la salud.
En quinto lugar, conviene recordar que el crecimiento económico no es equivalente al desarrollo humano. Lograr tasas importantes de crecimiento económico sin una adecuada redistribución es tanto como lograr muy poco. Cualquier estudiante de economía sabe que la famosa frase de “hacer crecer la tarta para luego repartirla” sólo se sostiene si la utilidad marginal de un euro de crecimiento es constante para cualquiera de los actores que intervienen en el proceso económico. Basta con echar un vistazo a nuestro alrededor para darnos cuenta de que quizá la utilidad marginal del dinero sea constante, pero no lo es la de los bienes a los que se puede tener acceso con el mismo. Cien euros no tienen la misma utilidad para un parado sin prestación que para el presidente de una multinacional. Con las mismas tasas de crecimiento, de renta y de riqueza, se pueden lograr resultados muy dispares en materia de desarrollo humano. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, en sus informes de 1996 y2010, hainsistido en ello.
En conclusión, España no se encuentra en un momento delicado del ciclo económico, sino en un punto de inflexión en su modelo de desarrollo. Desde esta realidad, evaluar las condiciones del ajuste, atender a la calidad institucional y democrática, recuperar el liderazgo del proceso económico hacia nuevos sectores estratégicos, invertir en educación y salud, y fortalecer las políticas redistributivas deberían ser factores que ayudasen a reformular nuestro modelo económico, hacia un desarrollo humano más sostenible y equitativo. En ese camino, la experiencia de la economía del desarrollo puede aportar elementos que, desde la lógica cortoplacista de las políticas de ajuste, corremos el riesgo de dejar de lado.
[1] Le agradezco a Hugo Martínez Abarca su post sobre el particular, en el que define a España como país sumergente. http://blogs.tercerainformacion.es/iiirepublica/2012/04/20/en-vias-de-subdesarrollo/