Por David Lizoain, miembro de Economistas Frente a la Crisis – Cataluña
Alrededor de Europa, cada vez que aparece una buena noticia económica, existe la tendencia de proclamar el final de la crisis. José Manuel Barroso practica este arte de manera experta. Pero haber tocado fondo no es lo mismo que una recuperación autentica. El optimismo exagerado engendra complacencia con lo que sigue siendo un situación miserable. La Comisión Europea pronostica que en 2014 y 2015 aún tendremos una de las tasas de paro más elevadas desde la creación de la zona euro.
España no es una excepción en las declaraciones prematuras de victoria. En los últimos seis años, la Comisión Europea reiterado que España volvería a un crecimiento sólido en un plazo de dos años. Ahora pronostican una recuperación para 2014 y 2015 idéntica a la que pronosticaron en 2010 para 2011 y 2012.
La consolidación fiscal fue un lastre entonces, y ahora se corre el riesgo de repetir los mismos errores. La Comisión ha pronosticado que España tendrá el déficit fiscal estructural más elevado en la zona euro en 2015, un 5,8%.
Esto es extremadamente problemático, porque el balance estructural (también problemático como concepto) ha sido escogido como el objetivo principal de la política fiscal, igual que la política monetaria se centra en el IPC. El Tratado de Estabilidad, Coordinación, y Gobernanza en la Unión Económica y Monetaria (el pacto fiscal europeo) establece un límite de un 0,5% para el déficit estructural, y la regla española es aún más estricta. La Ley de Estabilidad Presupuestaria requiere un déficit estructural del 0 para 2020.
El déficit estructural – por definición – está diseñado para excluir los efectos del ciclo de negocios, de tal forma un retorno a un crecimiento modesto no lo puede corregir. O se tienen que subir los impuestos o recortar el gasto de manera significativa. Esto no se puede hacer sin dañar el crecimiento.
Es altamente improbable que el Partido Popular llevé a cabo una reforma fiscal en profundidad en lo que se les queda de su mandato. Mientras tanto, más recortes serían un desastre para la recuperación económica, un desastre para los servicios públicos, y un desastre para la cohesión social. Hasta el FMI ha reconocido que los recortes causaron más daño de lo esperado.
Cualquier partido que esté en el gobierno de 2015 a 2019 tendrá la obligación legal de llevar a cabo una consolidación fiscal de la misma magnitud de la que ya se hizo entre 2009 y 2014. El marco fiscal actual es por lo tanto una receta para un estancamiento perpetuo. Y en cuanto a la sostenibilidad de la deuda, la obsesión con el déficit estructural es contraproducente dado las circunstancias actuales. La aritmética es implacable.
El BCE, al aplicar una política monetaria que mantiene a la baja la inflación – al punto de llegar a la deflación – evita una reducción real de la carga de la deuda. La restricción (por tratado) en la compra directa de la deuda soberana y la monetización de la deuda, combinado con un rechazo político a la mutualización de la deuda, excluye una mejora significativa.
Mientras, el pacto fiscal garantiza una política fiscal permanentemente estricta, que permanentemente sofoca el crecimiento. Aún en tiempos de un boom hipotético, se tendrían que dedicar los superávits a pagar las deudas. En lugar de reducir la deuda por vía del crecimiento, España se encontrará con una crisis emergente de su deuda pública, que previsiblemente llegará a un 104,3% del PIB en 2015.
Las reglas del juego se tienen que cambiar al nivel europeo para acabar con este desastre a camera lenta. Una intensificación de los errores que han hundido Europa en crisis amenazan con descomponer no solo el estado de bienestar, sino también a la democracia liberal. Se agotan los plazos para los socialistas y socialdemócratas de Europa. La combinación de dos planes quinquenales de austeridad producirá sin lugar a duda una década perdida. Y para la gente joven, una generación perdida.
Aquí es donde las elecciones europeas que vienen son tan importantes. El electorado no estará escogiendo la composición del Consejo de Europa ni del Banco Central Europeo, que son actores decisivos. De todos modos, el Consejo estará obligado a tomar en cuenta los resultados de las elecciones europeas a la hora de proponer un presidente de la Comisión Europea.
No es lo mismo escoger a Martin Schulz que escoger un conservador a la hora de marcar la agenda. Un cambio de color en la presidencia de la Comisión puede ser insuficiente, pero es sin duda necesario.
Este artículo fue publicado el 16/01/2014 en Social Europe Journal,
¿Está la socialdemocracia europea preparada y dispuesta a asumir sus responsabilidades o presa del nacionalismo se dispone a una vejez precaria antes de morir y dejarnos huérfanos?
Porque el problema no es que todos seamos socialdemócratas y no sepamos, la cuestión es que ante el próximo quinquenio, que de acuerdo con el autor, será decisivo… No existe otra fuerza europea con suficiente desarrollo como para presentarse como alternativa, y …. en la espera… podemos asfixiarnos por lo menos los mas mayores, cercanos o ya en la jubilación, y cumplir la máxima de Keynes: A largo plazo todos calvos.
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