Izquierda, derecha, arriba, abajo

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Por Josep Borrell,  catedrático de economía, ex-Presidente del Parlamento Europeo y miembro de Economistas Frente a la Crisis EFC.

La escena europea vuelve a estar dominada por el antiguo choque entre las élites oligarcas y el pueblo

Determinadas palabras han moldeado tanto nuestro pensamiento que nos parece que hayan existido siempre. Pero en realidad son conceptos bastante recientes. Antes de 1789 no existía el concepto de nación como ahora lo entendemos. Izquierda y derecha eran la referencia a la posición de los diputados en los escaños de la Convención francesa. Estos conceptos son hijos de la Revolución francesa, de la primavera de los pueblos en la Europa de 1848 y de la Revolución Industrial. Antes, en el Antiguo Régimen, lo que había eran los de abajo y los de arriba, el pueblo oprimido y las élites y oligarquías dominantes, básicamente la nobleza. Después vino el proletariado industrial y los trabajadores asalariados organizados que debían guiar a la sociedad, la democracia y la redistribución fiscal y la alternancia pacífica de los grandes partidos de la izquierda y la derecha. Las estructuras sociológicas se correspondían con las afiliaciones políticas, los de arriba, clases dominantes, eran naturalmente de derechas y los de abajo, las clases trabajadoras, eran de izquierdas.

Después han ocurrido muchas cosas. La globalización, que puso en competencia a los trabajadores y a los sistemas sociales de unos países contra otros. La caída del muro de Berlín, la construcción europea y la crisis del euro. La confluencia hacia el centro de izquierda y derecha, una se hacía liberal-social y la otra social-liberal. La corrupción, que ha afectado demasiadas veces a unos y a otros (las black cards de Caja Madrid son una caricatura de la casta). Y la financiarizacion de la economía, que creó una nueva polaridad que no se reduce a la izquierda y a la derecha.

El proletariado ha sido sustituido por el precariado y los votos de los de abajo no van necesariamente a la izquierda; por ejemplo, el Frente Nacional francés es el primer partido obrero de Francia. Hasta hace poco los únicos movimientos políticos que tenían el viento en popa eran los populistas de la extrema derecha. Pero ahora han emergido otros movimientos político-sociales a los que también llamamos populistas que no diríamos que son de derechas, aunque ellos no quieran llamarse de izquierdas, por no utilizar una nomenclatura gastada, como el Movimiento Cinque Stelle en Italia o Podemos en España.

La socialdemocracia se derrumba en sus feudos clásicos porque no ha logrado contactar ni representar el descontento por las políticas de austeridad. Y esta mudanza conceptual, o este deseo de cambiar de marca, también la interpretan Valls en Francia y Renzi en Italia. Interpretando esta situación oía decir, en un seminario en Harvard, que la escena política europea ya no es la del tradicional choque entre derecha e izquierda, sino entre las élites oligarcas y el pueblo. Es decir, los de arriba y los de abajo. Como si hubiésemos regresado al Antiguo Régimen.

Es lo que proclaman con igual énfasis Grillo en Italia, Podemos en España o la señora Le Pen en Francia, hechas todas las salvedades entre unos y otros. Hasta Jean Luc Melenchon, exmilitante del partido socialista francés y fundador del nuevo partido Front de Gauche, lo teoriza en su reciente libro La Era del pueblo.

Según Melenchon las categorías derecha/izquierda ya no son pertinentes porque la gente, el pueblo ha visto demasiadas colisiones y renunciaciones de los gobiernos de izquierdas con el sistema financiero y productivista. No han sido capaces de tomar el liderazgo de la transformación ecológica posindustrial. Y los partidos de la izquierda clásica aparecen convertidos en iglesias jerarquizadas, profesionalizadas, y reticentes a la participación y las iniciativas ciudadanas. En suma, no han sido capaces de socializar la política.

¿El pueblo sería así el nuevo actor de la historia? No es la primera vez que se proclama. Pero, ¿quién es el pueblo? ¿Son las masas urbanizadas en las que han nacido nuevas demandas sociales y formas de conciencia política en el combate contra las élites extractivas al servicio de la oligarquía? ¿Es un colectivo definido por su identidad nacional, a cuya voluntad apelaba el señor Mas desde los carteles electorales? ¿Los problemas del pueblo se resuelven mejor reduciendo el ámbito geográfico del conflicto? Hay gente de Podemos en Catalunya que no lo cree y por eso, siendo contrarios al sistema, no están a favor de la independencia.

Pero unos y otros están convencidos de que son los únicos y genuinos representantes del pueblo contra las oligarquías de dentro o de fuera. Y por eso comparten el deseo de crear otra Arcadia, la ilusión de un país nou, o de una nueva sociedad, libre de las corrupciones de la actual. Hay en ello una parte de ilusión colectiva, en los dos sentidos, el positivo y el negativo, de la palabra ilusión. Pero es seguro que es el nuevo escenario de la política.

 

Este artículo fue publicado por El Periódico 25 de noviembre de 2014

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4 Comments

  1. juan el diciembre 20, 2014 a las 7:21 pm

    El cambio de izquierda/derecha por arriba/abajo es totalmente acertado. Vemos a sindicatos que llevan la palabra izquierda todo el día en la boca aprobar dobles convenios salariales, para que los mayores que tienen vivienda y ahorros mantengan una posición de privilegio respecto a los jóvenes que lo tienen todo por obtener, vemos a partidos que se llaman de izquierda gobernar para las grandes empresas que tras los favores prestados les obsequiarán con puestos para los que no han tenido ningún bagaje profesional o académico previo.

    En ese «abajo» hay autónomos, pequeños empresarios, a los que el despectivo «capitalista o empresario» despectivo que tanto emplea la izquierda con los también trabajadores que arriesgan por crear su puesto de trabajo y unos cuantos más les dejaba sin opción de voto. Muchos pequeños generadores de empleo, que peleaban por mantener cada empleo, por crear uno más, jamás se reconocieron en la derecha tampoco.

  2. Jose Candela el diciembre 22, 2014 a las 12:02 pm

    Ok. Ya era hora que alguien de la genuina socialdemocracia empezara a detectar el problema cuyo síntoma es Podemos, y se dejara de viejos clichés de hace un siglo. Ahora solo falta afinar mas el tiro y ponernos en el escenario de la impotencia del Estado Nacional frente a la economía, y la necesidad de un referente europeo de la política transformadora para que volvamos al nunca envejecido «Viejo Topo».

  3. Pedro Gonzalez el diciembre 27, 2014 a las 8:09 pm

    Qué buenas cabezas ha desperdiciado la izquierda con la militancia de personas inteligentes y honestas como el Sr. Borrell en un partido que, prácticamente desde que se aupó al poder, empezó a anteponer sus conveniencias partidarias a la ideología de la que venían y decían representar.
    Es una pena que ese partido les haya segado la hierba bajo los pies casi sistemáticamente y que ellos no hayan tenido el coraje de “plantar cara”.
    Coincido con lo que cuenta este artículo salvo en una cosa (Y que me perdone Mr. Melenchon):
    No ha habido “renunciaciones de los gobiernos de izquierdas con el sistema financiero y productivista”
    Simplemente esos partidos dejaron de ser de izquierdas desde el mismo momento en que aceptaron algunas de esas renuncias simplemente para conservar el poder.
    Y, en mi opinión, la gente no está harta de gobiernos de izquierdas (desde hace mucho tiempo no los ha habido), sino de suplantadores.
    Y es en ese caldo de cultivo en el que prosperan iniciativas que viniendo de intentar aflojarse el corsé de una izquierda (más o menos real) que por su rigidez burocrática (No exenta de ansias de inmortalidad en el cargo) se les había quedado “estrecha” les obligó a dar ese paso que personas como el Sr. Borrell o la Sra. Narbona (entre otras) no llegaron a dar.
    Ahora falta por ver que harán “unos”, “otros” y los “otros”.
    Y el pronóstico resulta de momento incierto; Porque los unos (PSOE) se alejaron tanto del camino y dejaron tantas estafas (políticas) a su paso que les costará recuperar el buen nombre (Si es que son capaces de deshacerse de la mercancía averiada que andaban vendiendo).
    Pero, aunque sea un ejercicio duro y prolongado en el tiempo, algún día tendrán que empezar a hacerlo si no quieren acabar como sus homónimos italianos y griegos.
    Los otros (IU, Equo, y demás “partidejos” de Izquierda) además del lastre del anticomunismo sociológico de este país y el fuego graneado de gran parte los medios de (des)información, tendrán que superar su habitual instinto cainita y ofrecer un imagen de unidad detrás de un programa común.
    Y en cuanto a los otros (Podemos) habrá que esperar a que les baje la fiebre “adánica” y una vez sus simpatizantes descubran que el mundo ya existía antes de inscribir sus siglas en el Ministerio del Interior (Los fundadores lo saben de sobra) y que la Ley Electoral es un peligroso “invento del demonio”, aclaren si lo que pretenden es ayudar a cambiar la relación de fuerzas o, simplemente, quitarles el sitio (la militancia y los votos) tanto al PSOE como a la izquierda. En cuyo caso volveremos a la casilla de salida (Y, la verdad, la cosa no está para bromas).
    Las próximas municipales nos aclararán algunas dudas.
    Saludos.

    • juan el diciembre 28, 2014 a las 6:51 pm

      La ley electoral es un «invento del demonio» creado para primar el bipartidismo y que destroza cualquier partido nacional que saque menos de un 10%…pero si una llega al 20% comienza a ser muy favorable, ya que sus posibilidades de tener por lo menos un escaño en cada distrito pequeño y un equivalente proporcional en las grandes. Es decir sobreproporción.
      A la izquierda no le viene mal que provincias que eran 2-1 para el PP sean 1-1-1.
      El problema es si el PSOE va a preferir aliarse con el PP como hasta ahora (políticas económicas, ley de partidos, etc) y no contra quienes quieren unir a los países del sur de Europa para reclamar otra política a la UE.

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