Keynes redivivo

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KEYNES REDIVIVO:

INSUFICIENCIA DE INVERSION, DESEMPLEO Y DESIGUALDAD EN LA

 TEORÍA GENERAL[1]

Por Carles Manera, catedrático de Historia Económica UIB y miembro de Economistas Frente a la Crisis y José Pérez Montiel, profesor de Economía UIB

 

  1. Introducción

El recurso a Keynes suele ir emparejado a momentos de graves dificultades económicas. Y eso a pesar de que el relevo en el paradigma económico de postguerra se produjo a comienzos de la década de 1980, en un período de crisis económica derivado del incremento en los precios del petróleo en 1973 y 1979, y agravado por la caída en las tasas de beneficio desde, al menos, 1970 (un aspecto que muchas veces se olvida). El neoliberalismo se afianza entonces, y se resquebrajan los postulados keynesianos: éstos son enterrados, y la nueva ortodoxia genera otras regulaciones sustentadas sobre las liberalizaciones en los mercados y la observación del Estado como un problema económico. Se huía de los preceptos del economista de Cambridge y sus seguidores, y la curva de Philips era substituida por la de Laffer: un giro copernicano. Así, mientras la economía parece ir bien, el funeral de John Maynard prosigue; pero cuando de nuevo pintan bastos en el panorama económico, algunos –incluyendo los poderosos– vuelven la vista hacia lo que deducen del argumentario keynesiano: si los mercados se debilitan, si la inversión privada es anémica, los gobiernos deben actuar, esos mismos gobiernos que fueron denostados por despilfarradores e ineficaces en etapas de prosperidad. Esta situación, que simplemente hemos estilizado, se vivió a raíz de la Gran Recesión y, de hecho, sólo cuando se aligeran los corsés de la economía convencional en los gobiernos, se vuelve al crecimiento económico. El caso de España en 2015 ha sido ilustrativo: una mayor laxitud permitida por Bruselas en los requerimientos de déficit y deuda –a causa de las convocatorias electorales– ha facilitado la obtención de datos macroeconómicos mejores, pero con el incumplimiento en las cifras de déficit público.

En tal contexto, Keynes se ha convertido en un cadáver ideológico incómodo: no puede enterrarse del todo, mientras se asuma que la Economía sigue teniendo ciclos, está regida por procesos de inestabilidad y por un cuadro de decisiones individuales y colectivas que no siempre son razonables y que, en todo caso, están influenciadas por los entornos, las expectativas, las atmósferas (que diría Alfred Marshall). Es aquí donde situamos nuestra reflexión sobre inversión, desempleo y desigualdad, adoptando la Teoría General como guía.

  1. La insuficiencia de inversión como causa de la desocupación

La teoría económica predominante en la época de Keynes[2] establecía que el sistema económico basado en la propiedad privada de los medios de producción tiende permanentemente a la plena ocupación de los factores de producción. Debido a que tanto el mercado de bienes y servicios, a través del sistema de precios, como el de inversión, mediante el sistema de tipos de interés, se suponen eficientes, la causa de la desocupación debe buscarse en el mercado laboral, donde interactúan oferentes (trabajadores) y demandantes (empresas) de empleo. En estado de equilibrio, la cantidad de ocupación ofrecida es igual a la demandada, de modo que nadie que tenga voluntad de trabajar se queda sin empleo. Cuando el nivel de ocupación no tiende al pleno empleo, es debido a la existencia de una suerte de fuerzas anti mercado que distorsionan y manipulan la variable de ajuste del mercado laboral, el salario real, convirtiéndola en una variable rígida (que se resiste a descender), en lugar de ser flexible. De esto se deriva que la aceptación, por parte de los trabajadores, de salarios reales inferiores que se igualen a la productividad marginal del trabajo, crearía una mayor demanda de ocupación. Los responsables de generar esta distorsión en el mercado de trabajo son los propios trabajadores, quienes al organizarse impiden que los salarios reales tengan libertad para bajar hasta sus niveles de competencia (hasta igualarse a la productividad marginal del trabajo). Los fenómenos que principalmente entorpecen la operatividad de las fuerzas de la competencia en el mercado laboral son la negociación colectiva, las leyes de salario mínimo, los subsidios a los trabajadores y el seguro de desempleo. Estas fuerzas anti mercado han tendido a mantener los salarios reales en un nivel demasiado alto, por encima de la productividad del trabajo y, por lo tanto, sobre el nivel en el que la demanda de trabajo es satisfecha antes de que hayan encontrado trabajo todos los que están dispuestos a trabajar a cambio del nivel salarios predominante. La conclusión principal que se extrae de estas consideraciones –expuestas por Arthur Pigou– es que el desempleo lo generan voluntariamente los trabajadores a través de la acción colectiva, manteniendo los salarios en un nivel demasiado elevado.

Sin embargo, Keynes descubrió que la creencia de que el paro desaparecería si los trabajadores aceptaran salarios más bajos no era válida. Según Keynes, la solución de tipos de salarios flexibles sólo es viable en un mercado de trabajo de competencia perfecta o en una economía puramente autoritaria. En las sociedades modernas y desarrolladas no tiene cabida un mercado laboral totalmente flexible. La sindicalización, la organización de los trabajadores, las leyes de salarios mínimos o el seguro por desempleo no pueden ser eliminados, ya que son parte integrante fundamental de la economía de un régimen democrático y por lo tanto representativo de la sociedad. Así se defienden los intereses de la mayoría social. A parte de la inviolabilidad democrática de estas propuestas, los hechos demostraban que eran empíricamente erróneas, puesto que durante la década de 1930 los salarios y la ocupación habían descendido simultáneamente con gran frecuencia.

Keynes llegó a la conclusión de que el volumen de ocupación, lejos de depender exclusivamente del mercado de trabajo, está determinado por la demanda global efectiva, y que ésta se manifiesta en el gasto de la renta. De este modo, en la Teoría General la demanda efectiva, que es igual a la renta total de una comunidad (cerrada al exterior por simplificación), está conformada por la demanda de consumo y la demanda de inversión. Según Keynes, cuando aumenta la ocupación aumenta también el ingreso global real de la comunidad; sin embargo, la psicología de ésta es tal que cuando el ingreso real aumenta, el consumo total crece también, pero no tanto como el ingreso. En consecuencia, para justificar cualquier cantidad dada de ocupación, debe existir cierto volumen de inversión que alcance para cubrir la diferencia entre la producción total y lo que la comunidad decide consumir cuando la ocupación se encuentra a dicho nivel; porque a menos que exista tal volumen de inversión, los ingresos de los empresarios serán menores que los requeridos para inducirlos a ofrecer la cantidad de ocupación de que se trate. Se desprende, por tanto, que dado lo que Keynes llama propensión a consumir de la comunidad, el nivel de ocupación de equilibrio, es decir, el nivel que no induce a los empresarios a ampliar o contraer la ocupación, dependerá de la magnitud de la inversión corriente.[3]

En síntesis, si el aumento de la renta no va acompañado de un aumento de la inversión se produce una situación de desocupación. La existencia de desempleo en la Teoría General, por lo tanto, es debida a una insuficiencia en la inversión. ¿Por qué existe insuficiencia de inversión en una comunidad económica? Una primera respuesta parece obvia: porque no se destina a nueva inversión la totalidad de la parte del ingreso que no consume. Keynes sostiene que la producción de nuevos bienes de capital es escasa porque el ahorro no se canaliza a nuevas inversiones, sino que puede adoptar la forma de dinero (efectivo o bancario) y de sus sucedáneos (deudas a la vista, dinero extranjero, alhajas y metales preciosos en general)[4]. El dinero, por lo tanto, lejos de ser un mero medio de cambio, es un depósito de riqueza. Algo con valor intrínseco. Y la licitación por quedarse con él se resuelve a través de la formación de la tasa de interés, que debe ser entendida como una recompensa o remuneración por desprenderse del dinero en efectivo. Esto significa que, a diferencia de lo que afirma la ley de Say, sobre la que se fundamenta el aparato teórico marginalista, no todo el ingreso se convierte en gasto.[5]

  1. Consumo, desempleo y distribución de la renta: la emergencia de la desigualdad

Una vez aclarado qué son el dinero y la tasa de interés en la Teoría General, Keynes explica que la insuficiencia en la inversión se produce cuando el nivel de rentabilidad esperada de una nueva inversión (a lo que se refiere como eficiencia marginal del capital) es menor que la tasa de interés real corriente. Cuando la lucratividad prevista de las nuevas inversiones es menor a la tasa de interés, el ahorro, en lugar de destinarse a inversión, se dirige hacia formas de acumulación de riqueza ociosas y se crea un volumen de inversiones artificialmente bajo que impide que la comunidad económica alcance el pleno empleo. En el sistema propuesto por Keynes, estas expectativas de ganancias futuras dependen no tanto de los animal spirits u otras exogeneidades de difícil captación ex ante, si no de la demanda de consumo corriente.[6] En la Teoría General es la propensión global al consumo lo que principalmente determina las decisiones de inversión.[7]

¿Qué determina una mayor o menor propensión global a consumir de la comunidad? El consumo es una función del ingreso real: dada una situación de la técnica, los gustos y las condiciones sociales que determinan la distribución del ingreso, el ingreso real de un individuo subirá o bajará en función de la cantidad de unidades de trabajo que pueda disponer; es decir, del monto de su ingreso medio en unidades de salario. Por consiguiente, si la unidad de salario varía, el gasto en consumo correspondiente a un nivel dado de ocupación cambiará, como los precios, en la misma dirección.[8] Por lo tanto, la suma que una comunidad gasta en consumo depende principalmente del peso que los salarios reales tienen sobre el ingreso global, es decir, de la distribución social de la renta. Esto nos lleva a sugerir que si el consumo, y por ende la inversión, se encuentran en un nivel por debajo del socialmente óptimo -el nivel de plena ocupación-, se debe, según Keynes, a una inadecuada distribución de la renta.[9] Cuanto más desigual es una sociedad, más limitada es su capacidad para consumir. Los ricos disponen de mucha más renta de la que necesitan consumir de ordinario, mientras que los pobres tienen tan poca que su capacidad de consumo está muy restringida. Por lo tanto, cuanto menos equitativamente esté repartida la riqueza de una comunidad, menos aumentará el consumo cuando aumente la renta. O sea: menor será la propensión global media al consumo. De este modo, Keynes se muestra contundente a la hora de señalar a la desigual distribución de la renta como uno de los principales problemas que afronta la viabilidad del sistema económico capitalista.[10] Una distribución de la renta socialmente más adecuada aumentaría la propensión al consumo presente y por ende el aliciente para producir, en el periodo t, bienes de capital que pasarían a formar parte del proceso productivo en el periodo t+j.[11] En conclusión, Keynes sostiene que, debido a la existencia del dinero (y sus sucedáneos) como forma de acumulación de riqueza alternativa a la adquisición de nuevos bienes de capital, los ahorros individuales pueden ser absorbidos tanto por la inversión como por las deudas, y no tenemos ninguna garantía de que encuentren salida en la primera sin una intervención estatal. La tarea del Estado, por lo tanto, deberá ser la de “ajustar la propensión a consumir con el aliciente para invertir”[12].

  1. Pruebas empíricas: distribución, consumo e inversión en Estados Unidos

En el presente apartado, con el propósito de comprobar la validez empírica de los postulados keynesianos anteriormente expuestos, analizaremos la evolución de determinadas regularidades empíricas de la economía estadounidense entre la década de 1930 y la actualidad. Para ello, se ha utilizado la base de datos de la Reserva Federal para medir la evolución anual de la inversión privada nacional y del consumo de los hogares; al tiempo, se observa la evolución del salario, que en nuestro análisis adopta el rol de variable distributiva. Para la teoría de la distribución, inaugurada por los fisiócratas y profundizada por los clásicos (especialmente, Ricardo y Marx), centrada en la concepción de excedente social apropiado por los capitalistas, una vez asegurada la reproducción de los bienes de consumo y de capital,[13] el salario (canasta salarial física) es la variable que indica la distribución del ingreso.[14] De este modo, se precipita la noción de ganancias, entendida como la parte del producto total apropiada por los propietarios de los bienes de capital (el producto total menos la masa salarial). Debemos aclarar que, en el sistema clásico, el salario (al igual que cualquier otra variable distributiva), viene exógenamente dado: sus oscilaciones están vinculadas a factores institucionales y políticos, y en ningún modo refleja la productividad marginal del trabajo. La distribución de la renta, por lo tanto, no se determina endógenamente y no depende del producto efectivo. Los gráficos 1, 2 y 3 estilizan este proceso.

 1 23FUENTE: elaboración personal a partir de los datos de la FED:

https://www.federalreserve.gov/econresdata/economic-history-f.htm.

Nótese que el salario, el consumo de los hogares y la inversión siguen una tendencia similar en el largo plazo. Se puede apreciar claramente cómo a partir de la década de los años 1980 la evolución anual del salario inicia una tendencia descendente. Tanto la evolución anual del consumo, que en la Teoría General está correlacionada positivamente con la variación de los salarios, como la de la inversión, que según Keynes está inducida por el consumo, también comienzan a desacelerarse en esa etapa. Aunque la inversión es considerablemente más volátil que el consumo, es fácil ver que las dos variables siguen tendencias similares, y que ambas presentan tasas de crecimiento anual considerablemente inferiores a partir de los años 1980 (gráfico 3). A continuación, mediante la aplicación econométrica de los tests de Granger, de Dicky-Fuller y de Johansen, se puede inferir la validez empírica de la relación causal entre variables económicas que sostiene Keynes. Esta relación causal puede resumirse en que:

  • Disminuciones (aumentos) de la tasa de crecimiento de los salarios provocan caídas (incrementos) de la tasa de crecimiento anual del consumo de los hogares;
  • Disminuciones (aumentos) de la tasa de crecimiento anual del consumo de los hogares causan caídas (incrementos) de la tasa de crecimiento de la inversión, y no a la inversa.

Se coteja, por lo tanto, una relación causal entre variables que va de la distribución determinando el consumo y del consumo afectando la inversión. En otras palabras:

  • Consumo e inversión están asociados a largo plazo: es el primero el que causa la segunda.
  • Los salarios causan el consumo, de forma que ambos están asociados en el largo plazo.

En síntesis: se certifica la relación causal propuesta por Keynes, en la que la distribución determina el consumo y éste la inversión. La evidencia empírica da la razón al Maestro, al menos en el caso de la economía estadounidense.

  1. Algunas propuestas de política económica de Keynes

Según Keynes, la inversión está refrenada por la tasa monetaria de interés, por lo que una política monetaria destinada a reducir la tasa de interés a cero aparece como una posibilidad de política económica de cara a proveer al sistema productivo de abundancia de capital. Ahora bien, el Estado debe ir más allá, y debe complementar la política monetaria con la política fiscal. Porque el principal problema reside en la existencia de un desajuste entre la propensión a consumir y el aliciente a invertir. Para reajustar las propensiones a consumir y a invertir, Keynes subraya que el Estado deberá redistribuir la renta hasta que la propensión a consumir infiera una propensión a invertir socialmente óptima, un nivel de inversión que cubra la brecha entre la renta y el consumo agregados, alcanzándose así el pleno empleo.[15] La política fiscal, por un lado, al gravar el ingreso, reduce la renta disponible de las personas, por lo que debería tener un efecto negativo sobre el consumo; sin embargo, prosigue Keynes, si la política fiscal se usa como instrumento deliberado para conseguir mayor igualdad en la distribución de los ingresos, su efecto sobre el aumento de la propensión a consumir es, por supuesto, tanto mayor.[16] Es decir, una política fiscal redistributiva, a través de transferencias, favorece la propensión a consumir, mientras que una política fiscal regresiva tiene el efecto contrario. Por otro lado, Keynes también alerta del efecto sobre la propensión global a consumir cuando el gobierno reserva fondos de los impuestos recaudados para satisfacer el pago de futuras deudas; porque eso representa una especie de ahorro social, de modo que una política fiscal que tiende a crear grandes fondos de reserva debe considerarse también como reductora de la propensión a consumir. Por el contrario, ante una situación de desigual distribución de la renta, el Estado se convierte en una fuente de demanda de consumo alternativa. El gasto en consumo final del gobierno se suma al consumo agregado de una comunidad económica.

En la Teoría General se aboga por una reacción contra el laissez faire edificada sobre bases teóricas totalmente distintas a las de Marx. Keynes consideraba que debían existir desigualdades en el ingreso, ya que el ingenio, la creatividad, etc., en general, las valiosas actividades humanas, requieren de la existencia del estímulo de hacer dinero y la atmósfera de la propiedad privada de riqueza. Pero el economista de Cambridge afirmaba que la desigualdad había alcanzado niveles demasiado altos y se había convertido en un problema: Por mi parte, creo que hay justificación social y psicológica de grandes desigualdades en los ingresos y en la riqueza, pero no para tan grandes disparidades como existen en la actualidad.[17] ¿Cómo de grandes pueden ser las desigualdades en una comunidad económica? Puede existir desigualdad en una comunidad económica hasta el punto en que la propensión a consumir sea tal que la lucratividad prevista de una nueva inversión sea igual (o mayor) a la tasa de interés. Keynes cree en la libertad de elección, en la propiedad privada, en el lucro, en las diferencias sociales, etc., en definitiva, cree en los beneficios que el individualismo aporta al bienestar colectivo, siempre y cuando este individualismo pueda ser purgado de sus defectos y abusos mediante controles centrales destinados a establecer un volumen global de producción correspondiente al pleno empleo; véase como “no se aboga francamente por un sistema de socialismo de estado que abarque la mayor parte de la vida económica de la comunidad. No es la propiedad de los medios de producción la que conviene al estado asumir. Si éste es capaz de determinar el monto global de los recursos destinados a aumentar esos medios y la tasa básica de remuneración de quienes los poseen, habrá realizado todo lo que le corresponde.[18]

  1. Comentario final

            Los argumentos expuestos, que enfatizan aspectos clave en la Gran Recesión, como el desempleo, la inversión, el consumo y la desigualdad, demuestran que lo expuesto por John Maynard Keynes en su Teoría General permite una relectura actual, como suele suceder en todas las contribuciones científicas seminales. Las prevenciones ideológicas y los dominios estrictos del mainstream en cátedras y palestras universitarias e institucionales, no deberían bloquear la posibilidad de que alumnos e investigadores conozcan a Keynes de primera mano, sin interpretaciones a veces interesadas. Conocer a Keynes para criticarlo es un buen ejercicio; pero primero se debe leer y analizar. Y esto último es lo que permite descubrir que aspectos que ahora sacuden las economías más avanzadas –y que pueden parecer inéditos–, ya fueron expuestos en 1936 por Keynes, tras su auscultación profunda de los impactos de la Gran Depresión. Esta es la virtud de sus trabajos señeros; y es esto lo que, a nuestro juicio, le da todavía una vigencia que, no obstante, algunos se obstinan en ignorar.

[1] Este texto se inscribe en el proyecto de investigación competitivo Crisis industrial y recuperación productiva en la historia de España, 1686-2018, HAR2015-64769-P, Ministerio de Economía y Competitividad, dirigido por el Dr. Jordi Catalan Vidal, de la Universitat de Barcelona. Hemos trabajado con la edición de la Teoría General de la editorial Planeta Agostini, 1993, Barcelona. Traducción de Eduardo Hornedo.

[2] A la cual Keynes se refiere como teoría clásica, pero que posteriormente la literatura ha consensuado denominar marginalista o neoclásica.

[3] Keynes (1993[1936]): 35.

[4] Keynes (1993[1936]): 316.

[5]Keynes (1993[1936]): 189.

[6] Keynes (1993[1936]): 101.

[7] Keynes (1993[1936]): 327.

[8] Keynes (1993[1936]): 89.

[9] Keynes (1993[1936]): 321.

[10] Keynes (1993[1936]): 328.

[11] Keynes (1993[1936]): 329.

[12] Keynes (1993[1936]): 335.

[13] Esta perspectiva, conocida como Enfoque Clásico del Excedente fue sistematizada en David Ricardo, privilegiando la rigurosidad lógica y despertando tanto críticas como fascinación.

[14] los economistas clásicos contemporáneos utilizan también la tasa de interés básica, que al ser el límite inferior de la tasa de ganancia, constituye también una variable indicativa de la distribución de la renta.

[15] Keynes (1993[1936]): 332.

[16] Keynes (1993[1936]): 91.

[17] Keynes (1993[1936]): 329.

[18] Keynes (1993[1936]): 333-334.

About Carles Manera

Catedrático de Historia e Instituciones Económicas, en el departamento de Economía Aplicada de la Universitat de les Illes Balears. Doctor en Historia por la Universitat de les Illes Balears y doctor en Ciencias Económicas por la Universitat de Barcelona. Consejero del Banco de España. Consejero de Economía, Hacienda e Innovación (desde julio de 2007 hasta septiembre de 2009); y Consejero de Economía y Hacienda (desde septiembre de 2009 hasta junio de 2011), del Govern de les Illes Balears. Presidente del Consejo Económico y Social de Baleares. Miembro de Economistas Frente a la Crisis Blog: http://carlesmanera.com

3 Comments

  1. golpedefecto el diciembre 9, 2016 a las 2:36 pm

    Muchas gracias. Muy interesante. Pero creo que las gráficas 1 y 2 son idénticas.

  2. XAVIER HOMS el diciembre 10, 2016 a las 11:43 am

    Mira que empieza bien, por primera vez en este hilo veo a alguien no echarle la culpa de todo a Thatcher-Reagan, sino reconocer lo obvio.

    Ambos son resultado de una crisis económica previa. Mucho mayor(Al menos en UK-USA), que la actual. Por tanto el mal llamado neoliberalismo(Que en el fondo es mucho menos liberal, vamos Reagan era intervencionista a tope, como por otro lado lo es el PP en España), es consecuencia de una crisis del Estado del Bienestar en algunos países occidentales cuando se suben los costes de producción.

    Pero después ya volvemos a las andadas. Falta de Inversión?

    El país, España, que más invirtió en infraestructuras en % de PIB(AVE’s, Aeropuertos, Autovias, metros, etc, etc), de toda la OCDE en los años previos a la crisis, es curiosamente el país con una tasa de paro más alta de la OCDE, tras la crisis.

    Como explicaría eso Keynes?(En realidad no tendría que explicar nada, pq él no tiene ninguna culpa de que algunos pongan según que cosas en su nombre).

    La deuda pública esta en topes mundiales(90% del PIB global). Luego es dificil vender que es por falta de Inversión o de Gasto Público.

    Igual tiene más que ver con la Eficacia marginal decreciente del capital, por mucho que los nuevos paradigmas tecnológicos logren a veces «ampliar» ese margen.

    O con la globalización, que ha trasladado buena parte de la riqueza concentrada en los países de la OCDE a los BRICS(Por mucho que ahora algunos esten tb en crisis. Por cierto, casi todos ellos con políticas públicas muy expansionistas).

    O con el incremento de la productividad, que baja costes, pero a la vez implica rebajar la necesidad de mano de obra.

    Los avances tecnológicos por una parte son los que frenan la bajada de rentabilidad de las inversiones. Pero a la vez son los que hacen más prescindible la mano de obra. Al menos la no cualificada, que queramos o no, es la mayoritaria.

    Evidentemente la desigualdad, no sólo es un problema social, tb es un problema económico en si mismo.

    La frenada del ascensor social desmotiva a buena parte de la población, la marginaliza, la convierte en carne de delincuencia(Tasas de presos en sociedades occidentales en incremento permanente) y lo que es peor, impide que el conjunto de la sociedad se beneficie de las capacidades que sin duda tienen en buena parte esos individuos marginados.

    Pero la solución es compleja, pq juegan muchas variables en contra.

    No hay posibilidades de incrementar las inversiones y el Gasto Público, con Estados megaendeudados. No sin armonizar las políticas fiscales de forma regional primero y global después.

    Armonización que es complicado que compren países en desarrollo, que necesitan primero primar el crecimiento por encima de la distribución del mismo.

    Tampoco es sencillo luchar contra los incrementos continuos de productividad. Que son los que permiten salvar los beneficios a las empresas, pero a la vez condenan a muchos empleados al paro. Y sino incrementan esa productividad, pierden competitividad y al paro irían todos.

    Eso vale para una empresa o para un país. No en vano, la crisis en España se ceba con más fuerza que en ninguna parte de la OCDE, pq nosotros por estar demasiado focalizados en el tocho y el turismo, dos sectores intensivos en mano de obra, pero de muy baja productividad, nos hacía débiles como país a la hora de competir externamente. De ahí la imprescindible devaluación salarial para poder dedicarse a exportar(Algo que Stiglitz dijo al inicio de la crisis. Que eso es algo que nunca nadie recuerda de él, sólo lo del Gasto Público. Y que hizo Letonia y fué de las que más rápido salieron de la crisis).

    No hay soluciones mágicas. Ni neokeynessianismo ni neoliberalismo ni movimientos antiglobalización.

    Ni siquiera los anticapitalistas, que en el fondo tampoco tienen ninguna solución a los problémicas sistémicos que tiene el capitalismo.

    P.D: Se le atribuye a FD Rooselvelt y sus políticas keynesianas el salvar america de la gran depresión. Pero si algo tenía Rooselvelt era el pragmatismo. De hecho la Presa Hoover, se llamaba así por el inclito presidente anterior. Y en cambio la primera política que aplico Rooselvelt fué intentar salvar al mayor número de bancos de la quiebra. Que era lo que más estaba hundiendo a la Economía norteamericana.

    Algo que suele pasarse por alto.

  3. LETO MARTÍN PÉREZ el septiembre 18, 2018 a las 7:49 pm

    ECONOMISTAS NEOLIBERALES RECONOCEN QUE EL SECTOR DE LA CONSTRUCCIÓN PASÓ DE 1,4 MILLONES EN 2007 A TAN SÓLO SETENTA MIL TRABAJADORES, DIRECTOS E INDIRECTOS, EN 2013, Y VIERTEN A RENGLÓN SEGUIDO TAMAÑA PANDERADA COMO QUE «EL MULTIPLICADOR NO EXISTE»; LO QUE ES RENEGAR DE LA QUINTA Y SEXTA MARCHAS EN LOS VEHÍCULOS. SEGÚN EL TAMAÑO DE LOS PIÑONES ENGRANADOS, AUMENTAN POR DESMULTIPLICACIÓN LAS REVOLUCIONES DEL EJE DEL MOTOR O, EN SU LUGAR, ACELERAN LAS RUEDAS MOTRICES, MEDIANTE MULTIPLICACIÓN DE LA CUARTA O DIRECTA. ESPAÑA RECLAMA EL TRASVASE EBRO-SEGURA, CENTRALES NUCLEARES (DE REACTOR CON LECHO DE GUIJARROS) Y UNA F. P. ACORDE CON LA 4.ª REVOLUCIÓN INDUSTRIAL. QUE LAS INVERSIONES PÚBLICAS HAYAN DE CONTRAPESAR TODOS LOS AHORROS NO EQUIVALE A SOLICITAR CRÉDITO UNA BUROCRACIA Y EJÉRCITO DE CESARISTAS, QUIENES REDUCEN TAL DEUDA A BASE DE HIPERINFLACIÓN, CAYENDO EN PICADO EL VALOR DE SU MONEDA, PARA RESTRINGIR LA OFERTA DE DINERO, AL FIN, VENDIENDO UN ORO QUE RECUPERAR DEPRECIADÍSIMO. SE RECAUDARÍAN DE PERSONAL COTIZADO LOS IMPUESTOS CON QUE REACTIVAR LA ECONOMÍA Y, AMPLIADA LA OFERTA DE ACTIVOS SEGUROS, REEMBOLSAR LA DEUDA PÚBLICA.

    LA MINISTRA DE ECONOMÍA DICE QUE NO VAN A ENDEUDARSE MÁS. ¿A QUIÉN PRETENDEN ENGAÑAR TRAS CREAR DINERO «DE LA NADA» PARA RESCATAR BANKIA, LAS CAIXAS CATALANA Y GALLEGA, EL BANCO VALENCIANO. . .? NOS GOBIERNA UNA BANCA DESGAJADA DE LA ECONOMÍA PRODUCTIVA, EN LA SOMBRA, QUE ESPECULA CON DERIVADOS COMPRADOS Y VENDIDOS POR FONDOS DE ALTO RIESGO ASENTADOS, EN SU GRAN MAYORÍA, EN LONDRES; MOTIVO POR EL CUAL REINO UNIDO, QUE MANIPULA SU MONEDA PARA ESQUILMAR SUS ANTIGUAS COLONIAS, RECHAZA LA UE. SÓLO A LOS CAUSANTES DE LA CRISIS, POSEEDORES DEL MAYOR NÚMERO DE ACTIVOS SEGUROS, LES INTERESA QUE SUBA LA LUZ, SE DISPAREN LOS ALQUILERES Y SOBREABUNDE LA MANO DE OBRA BARATA.

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