La Crónica de una Huelga anunciada

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Por Alfonso Prieto

El Presidente del Gobierno español acaba de ser ¿sorprendido?, durante el último Consejo Europeo, en una conversación supuestamente privada mantenida con algunos de sus colegas de la Unión Europea, por supuesto a través de interprete. En ella transmitía sus opiniones sobre las dificultades por las que atraviesa la economía y, muy especialmente, el mercado de trabajo español. Anunció, parece ser que al presidente del gobierno de Finlandia, que la reforma laboral que se propone aprobar en los próximos días va a «costar una huelga».

Por qué pudo decir eso Rajoy. Quizá para poner la venda antes de la herida o quizá porque considere que solo si la reforma provoca una huelga (se supone que quiere decir general) esa reforma merecerá la pena. Para los amigos del Gobierno, la CEOE, o los 100 economistas de FEDEA, la reforma tiene que ser «valiente» y definitiva. A estos grupos los resultados de la posible huelga, aunque alcanzase sus objetivos de movilización, no les merecen ninguna consideración de otro tipo, político, por ejemplo. En su concepción del mundo, los sindicatos son instituciones a destruir (siempre Thatcher como guía) que no tienen papel a desarrollar en el mundo actual.

¿Y qué se puede estar persiguiendo con la reforma que se anuncia tan trascendental? Por lo poco que se va sabiendo se van definiendo unos perfiles que caminan en línea con los planteamientos tan de moda en Alemania, que hoy es el arbitro de la elegancia en materia laboral europea. En el caso de España, las posibles propuestas que se avanzan por distintos portavoces del PP señalan claramente a los trabajadores como los verdaderos causantes y responsables de la crisis. El castigo: solo habrá empleos de bajos salarios, con pocos derechos; pero eso sí, todos los trabajadores que tengan la suerte de ocupar un puesto de trabajo con un contrato único en la España de Rajoy ya no serán trabajadores temporales. Lo que no parece que  vaya a ser anunciado, desde luego no por parte de nadie del PP, es  lo que ocurrirá con el contrato único: todos pasarán a ser temporales, con una indemnización mínima y creciente, pero no mucho, con el tiempo de permanencia en la empresa. Ya se encargarán las empresas de que ese tiempo sea el más corto posible. Es decir, se trata de reducir los costes del despido y con ello acabar con «los problemas» del empleo: los salarios y el coste de extinción del contrato, ¡¡¡¡viva la rotación laboral!!!!!

La actual segmentación del empleo en nuestro mercado de trabajo merece un tratamiento más riguroso y serio. Una concepción del problema que contemple el acercamiento de los costes del despido de temporales e indefinidos debe ir acompañada de una utilización justificada de la temporalidad que se aleje de los actuales abusos, pero que también prevea políticas activas para que los trabajadores no caigan en situaciones de rotación permanente.

Si el modelo es el que impone Alemania, donde más de 7,5 millones de trabajadores, especialmente, jóvenes, están trabajando por unos salarios entre los 250 y los 400 euros mensuales, ya sabemos a lo que nos encaminamos: a una economía europea basada en bajos salarios, con lo que se tratará de competir con los países emergentes. Un auténtico disparate, pero que parece ser la fórmula salvadora para las elites europeas del capitalismo financiero, por supuesto, sin ninguna responsabilidad en la actual situación.

Como se pone de manifiesto desde otros ámbitos, como es el caso del colectivo de Economistas Frente a la Crisis, estos ciegos planteamientos  llevan a Europa al desastre. Más en un contexto de políticas económicas centradas exclusivamente en los ajustes del gasto público. La caída en lo que no se puede dudar en calificar de indecencia, por parte de gobiernos locales y autonómicos en España, que están promoviendo la destrucción de todo lo público, la eliminación de servicios básicos públicos y de trabajadores públicos, para ser sustituidos por voluntarios, podría representar lo que el PP está proponiendo para que la desigualdad, eso que tanto le gustaba al Rajoy joven, siga aumentando en nuestro país. Hasta dónde, hasta cuándo. Otros abogamos por la defensa de lo público frente al individualismo que se pretende imponer.

Quizá todo esto termine efectivamente por provocar una huelga, un verdadero rechazo social, que no se quede en la magnitud que espera Rajoy, sino que vaya mucho más allá.

Alfonso Prieto

ECONOMISTAS FRENTE A LA CRISIS

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