José Candela Ochotorena, economista y Doctor en Economia, es miembro de Economistas Frente a la Crisis
El asunto de la distribución de la riqueza es demasiado importante como para dejarlo solo en manos de los economistas, los sociólogos, los historiadores y demás filósofos. Atañe a todo el mundo, y más vale que así sea. (Thomas Piketty, “El Capital del Siglo XXI)
Hace poco más de un mes, la Cámara europea, puesta en pié, recibió el discurso del presidente de Francia, Sr. Macron. Desde la prensa democrática española sus argumentos recibieron todo tipo de loas pero nadie se detuvo en el análisis de sus propuestas. ¿No merece algo más esa llamada explicita a la Unión dirigida a los ciudadanos del continente por el primer mandatario de uno de los grandes estados europeos?
Desmenuzar el contenido de la Unión que pretende Monsieur le Président no es una cuestión baladí, como tampoco lo es el que Macron sea el resultado del hundimiento del Partido Socialista Francés, que no deja de dar tumbos desde su desgraciado posicionamiento en el referéndum de la Constitución europea. Imposible olvidar también que Macron es el continuador de los sueños bonapartistas de todos los presidentes de Francia, cultura presidencial que le ha llevado a bombardear Siria sin pedir permiso a sus colegas europeos, algo que, por sí, limita el alcance de su gesto europeísta y lo supedita al reconocimiento de Francia como gran potencia con intereses en Oriente Medio.
Pero, mejor centrarnos en lo sustancial: el presidente de uno de los tres grandes estados artífices de la Unión Europea ha abierto el melón de la unidad europea. Si hay izquierda en Europa, y si la hay en Francia, debería tomar esa oportunidad para impedir volver hacia atrás. ¡No se trata de un brindis al sol! Macron, liberal y francés, ha tocado la fibra de millones de demócratas europeístas, de todo el continente. ¡De ahí la importancia de su gesto! Ahora bien, ¿Que contiene el paquete liberal de la unidad europea?
Macron: la propuesta liberal hacia la Unión
Como buen liberal, Macron elude dos cuestiones críticas que impiden que su movimiento alcance una envergadura capaz de vencer las enormes inercias y resistencias que la unidad europea genera: por un lado, no propone ninguna fórmula política democrática para alcanzarla; por otro, no habla de la Europa social.
Su propuesta incluye fórmulas financieras para evitar otra convulsión como la de 2007, el desarrollo de la Unión Militar, un principio de Tesoro común, la profundización en la lucha contra el cambio climático, una política común universitaria que contemple la defensa de las culturas de los europeos, una política y un impuesto para reducir el atraso europeo en la revolución digital y una política unificada de inmigración, incluyendo en ella la solidaridad de la Unión con los países que acogen a los refugiados y, en un futuro, a todos los amparados por esa política migratoria común.
Todo ello magnífico, si se supiera quién y cómo lo va a implementar. Pero lo esencial es que, aunque sea una base insuficiente para conseguir la Unión, permite el inicio de un proceso que, si es verdaderamente democrático, podría ser capaz de movilizar a la opinión pública continental.
Una oportunidad para repensar la UE
Y ahí está la segunda parte de la propuesta: el Señor President afirmó desear un debate abierto, donde salgan claramente a la luz lo que une y lo que aún impide avanzar hacia la unidad, incluso lo que separa. Es la primera vez que se oye algo parecido e implica un compromiso muy serio. ¿Tenemos derecho a desconfiar de sus palabras? Torpes seríamos. Creo que los ciudadanos europeos tenemos la obligación de cogerle la palabra. Y de exigir a nuestros representantes que lo hagan.
Pero la política liberal, que niega el papel central de lo social en cualquier construcción política del siglo XXI, impide la Unión que pretende defender. Si lo social no es el objetivo de la Unión política de Europa, las masas trabajadoras europeas no lo apoyarán, acabarán sosteniendo a los populismos nacionalistas. Y Europa se verá abocada a una decadencia sin paliativos aunque, dada la riqueza que posee, sea una decadencia lenta, de jugador inoperante.
La de Macron no es la única propuesta existente. Existen también otras fuerzas europeas significativas, aunque alejadas del poder actual en la Unión Europea, que plantean en serio el tema de la unidad continental. Desde luego, se encuentra la de los Verdes Europeos, el único partido europeo existente, hoy por hoy, con una visión confederal de la construcción de Europa. Aunque la fortaleza principal de su programa sea la política medioambiental, posee, además, una visión de la construcción democrática de un espacio del “bien común” europeo, que supone una base sólida y democrática para la regulación de la economía del continente.
Frente a esa propuesta confederal, las formaciones socialdemócratas y populares europeas, dominadas por la interpretación que cada una de ellas hace del “interés nacional”, se muestran incapaces de diseñar un proyecto común– y lamento coincidir con la interpretación del señor Presidente de Francia- todo apunta a que serán superadas por la historia.
En cuanto a la izquierda no socialdemócrata, Macron la coloca en el saco común de los populismos nacionalistas y lo peor es que, desgraciadamente, ahí es donde posiblemente derive si no es capaz de ver los retos que la sociedad y la economía del siglo XXI imponen a los ciudadanos y a sus representantes políticos.
La izquierda confederal, una opción necesaria
Pero la izquierda es necesaria, toda ella en su conjunto. Frente al Gobierno de los expertos liberales, que constituye la esencia de la Comisión en Bruselas y del actual Gobierno de Europa, se debe afirmar el principio democrático que defiende como esencial el apoyo activo de los ciudadanos articulada desde partidos políticos de ámbito confederal.
Frente a la Europa tecnocrática y culturalmente inviable del liberalismo, el camino confederal supone la vía democrática para la construcción política de Europa. A pesar de las enormes resistencias que va a encontrar, su operatividad, unida a la visión de Europa a varias velocidades que ya inició el “euro”, es la que ofrece el camino más rodado y el que deja más espacio y tiempo para los debates nacionales.
Lo esencial es que la izquierda se prepare para incluir, desde el inicio, la discusión sobre la Europa Social, es decir, la convergencia en legislación laboral, sistemas de seguridad social, pensiones, seguros de desempleo. Pero no solo eso. La propuesta de Macron de financiar mediante un impuesto el impulso a la transformación digital de la economía, implica crear un fondo para amortiguar el impacto social de esa transformación en la administración y en la producción y distribución de bienes y servicios.
Lo cual supone rediseñar el perímetro del Estado del Bienestar del siglo XXI incorporando la cultura, la educación y la capacitación profesional como parte esencial de la política social. Y lo mismo con la política fiscal, incluida la necesaria persecución, siempre dejada para pasado mañana, de la evasión y los paraísos fiscales.
¿Una Europa confederal?. No estaría demás que el articulista concretase lo que entiende por confederal y como la Confederación Europea permitiría romper con los -digámoslo así- egoísmos nacionales y superar los intereses de quiénes los manejan.
Considero el máximo posible para Europa, su gran su conversión en un Estado Confederal. En el momento que, además de los Verdes, fuerza política desgraciadamente marginal en la mayoría de Europa, existieran partidos que se propusieran la Unión Europea, tendrían que ejercer una pedagogía europeista, única manera de empezar a crear una solidaridad, si queremos que Europa sea algo más que el «Erasmus».
Confederal es conseguir un gobierno efectivo de la Unión, responsable ante una representación de los ciudadanos europeos, y con órganos de representación de los estados, cuya misión es evitar que los conflictos de identidad dinamiten el conjunto.
Ir más allá en este pequeño formato sería farragos e inútil, gracias.
Gracias por la respuesta aunque no deja claro el porqué de Confederal y no Federal sobretodo cuando se trata de alumbrar más y mejor Europa, y más y mejor control de los ciudadanos de la UE sobre los objetivos, las políticas, las instituciones y la articulación de todas unas y otras.
Entiendo que el post no da para más pero también entiendo que el concepto Confederal es básico en el artículo y debe solicitarse.
En todo caso, vuelvo a darte las gracias por tu respuesta.
Gracias por su comentario. Pero las cosas son siempre el resultado de su historia previa y, con todo, la historia de Europa, hasta aquí, y en comparación con el mundo realmente existente, es una esperanza para muchos millones de personas. Mi opinión, y los economistas, a pesar de lo arrogantes que a veces somos con los números, solo opinamos, ¡Gracias a …! Mi opinión es que sin Europa social no habrá Europa política, porque los trabajadores, amenazados por todos los lados, apoyarán soluciones populistas, cada vez mas cercanas al fascismo.
También opino que la historia de Europa ha creado culturas nacionales y políticas muy idiosincrásicas a la geografía, por eso creo que lo máximo a lo que aspirar es la Europa confederal.
No considero a Tziriza, ni a Podemos, ni al The Linke populistas; pero si al 5 Estrellas, Marine LE PEN, La Liga Norte, el nacionalismo de Puigdemont, Orban, los gobiernos polaco y checo, todos ellos apoyados desde la desesperación de una clase obrera europea que ha visto desmantelar su forma tradicional de influencia política y social…, y a todos los que apelan al nacionalismo contra la Union Europea, para fomentar el odio al extranjero, o simplemente pretenden que los procesos actuales de internacionalización de la producción son reducibles desde la esfera de los pequeños estados… Todos esos son populismo.
la esncia del artículo está bien, pues como dice y después aclara el señor Ochotorena lo que pretende con su opinión en que los ciudadanos europeos tomen las decisiones en la conxtrucción de un espacio (Europa) social. Lo que enreda un poco, y ha sido motivo de contraargumentaciones acertadas por el señor copitodenieve, es justamente el utilizar unas etiquetas cuyo significado, en el mejor de los casos, es diferente para cada cual. Confederal, federal, nacional, nación de naciones, etc…, no significan nada sino no se les concreta a cada etiqueta los contenidos concretos, y valga la redundancia. En estos casos, y aunque sea mas tedioso, para entendernos es mejor especificar que tipo de representación política se propone, quien gobernará y por qué, hablar de fiscalidad, de protección social concreta, de derechos cívicos concretos, etc.., porque todo eso es lo que configura un estado de derecho concreto y no solamente un estado de derecho, pues hay muchos y diferentes.
En cuanto a la dificultad de hacer confluir culturas y comportamientos no tan diferentes, eso no tendría ningún problema si el capital no estuviera detrás azuzando, sobre todo manteniendo a la fuerza derechos laborales, fiscalidad y protección social diferentes. Cuando el gobierno de un país, pongamos España por ejemplo, decreta el tipo de impuesto a pagar en cualquier año, casi todo el mundo protesta, pero todo el mundo lo acata. Es decir, que si un gobierno europeo decretara una fiscalidad común, por ejemplo, no nabría otra que aceptarla; lo mismo con las pensiones, vacaciones, educación, sanidad, etc. Y de inmediato, los que dejarian de estar discriminados, que no son los paises sino ciudadanos europeos de cualquier pais, se sentirían a gusto con un bien común europeo. pobres hay en todas partes, miseria, también, y explotadores también. Es justamente la Europa actual, la que actúa como un club mafioso, tipo Al Capone, en cuyo club el «capo dei capi» pide su parte y les dice a los otros que se apañen en su territorio, lo que está produciendo un «primero yo» en el sentir de mucha gente, es decir nacionalismo, es decir, facismo puro.
No se trata de hacer pedagogía lírica para cambiar sentimientos, sino de ejecutar hechos concretos de igualdad y justicia social común. Eso es lo que enamoraría a le gente, y más rapido de lo que se piensa.
Irlanda ha practicado competencia desleal fiscal; y Londres encubre la fuga de capitales; Junker fue presidente de Luxemburgo y protegía a Google o Microsoft cuando practaban ingeniería fiscal…, todo eso sólo se puede evitar con un gobierno común, con legislación homologable y responsable ante los ciudadanos.
La alternativa es la salida de la Unión, lo cual convierte al país que lo intente en un paria. El problema es que ya no existen las economías nacionales. No veo otro camino que la Unioun y que la izquierda se ponga las pilas y que los ciudadanos exijamos que esa Unión incorpore la garantía del Estado del bienestar y que persiga el dumping fiscal y social.