La izquierda necesaria: mucho más que gasto social

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Los estragos de la crisis y cómo recuperar los déficits sociales que ha provocado siguen determinando, diez años después, las políticas de la izquierda. Ocurre que el momento actual no tiene esa única lectura, que prioriza la recuperación de las pérdidas en el gasto social como parámetro básico de referencia, sino que nos confronta tambien con una reconversión estratégica del capitalismo con convulsas consecuencias sobre el sistema productivo y las relaciones sociales.

La digitalización (precariedad, uberización), la crisis demográfica (inmigración, envejecimiento) y sus consecuencias sobre la igualdad de genero (crisis de los cuidados) o, por último, la descarbonización (cambio climático, fin de los combustibles fósiles), son cuatro tsunamis que muerden la realidad diaria y los comportamientos políticos de la ciudadanía cada vez más, tanto más que los déficits sociales que provocó la crisis.

Todo ello incita a un cambio cultural con la sensación creciente de fin de época que alimenta un imaginario de decadencia, de riesgos frecuentes, con un mundo que se aleja del sentido común y de la sensatez. Ese ambiente, convenientemente manipulado, moldea los miedos de los colectivos más apegados a las tradiciones, especialmente en entonos rurales pero tambien en capas urbanas centrales, que recelan de las múltiples demandas dispersas de otros grupos sociales que desean una adaptación rápida al nuevo entorno. Es en ese conflicto donde anidan los súbitos éxitos obtenidos por los marcos ideológicos de Vox en Andalucía, como antes lo fueron Trump en EEUU o Bolsonaro en Brasil.

La dispersión y volatilidad de posiciones que ello acarrea en sus aspectos ideológicos y sociales genera liderazgos efímeros y abona un escenario tremendamente difícil para las izquierdas: cuando en medio de una batalla cultural acelerada, asume las posiciones más avanzadas y vanguardistas de las nuevas demandas, corre el riesgo de caer en posturas elitistas o de contaminarse de gestos percibidos por ciertos grupos como extravagantes. Por otro, cuando vincula su seña de identidad al incremento del gasto social y la redistribución de rentas se enfrenta con una realidad tozuda: que la elusión fiscal de las grandes corporaciones y de las clases acomodadas que caracteriza la globalización neoliberal ha acentuado la capacidad del capitalismo para generar desigualdades mientas dificulta la capacidad para corregirlas vía políticas redistributivas.

De la batalla cultural al enfrentamiento interclasista.

En ese contexto, la capacidad de arañar recursos equivalentes a tres puntos de PIB a unas élites blindadas mediante relaciones de poder globales, que es de lo que se trata, requiere una alta determinación y una gran habilidad para concentrar fuerzas dispersas capaces de vencer resistencias. Pero, del mismo modo, el discurso distributivo de la izquierda se percibe como retórico y vacío, cuando se insiste en él mientras se evidencia que no dispone de fuerzas (o de voluntad) para el cambio. Es entonces, cuando aparece como buenista o falta de realismo.

Es sabido que el sistema impositivo ha virado en los países de la OCDE desde la fiscalidad a las empresas a la fiscalidad a las familias y, dentro de ellas, ha descargado a las grandes fortunas y desplazado sobre las rentas del trabajo de las clases medias el peso de la tributación. La redistribución de rentas desde las élites económicas hacia abajo se limita y sustituye por otra más horizontal, que favorece el enfrentamiento entre clases medias y trabajadoras en función de lo que perciben es su balance hacia lo público.

De un lado, las que agobiadas por la merma del poder adquisitivo, asumen un futuro de dependencia de las redes públicas y demandan más recursos en sanidad, en educación y dependencia; de otro, las que se sienten contribuyentes netos, porque no reciben contraprestaciones públicas suficientes en relación con los impuestos que pagan y sienten que el “ascenso de los otros” se hace a costa de su sacrificio.

Una izquierda doblemente “culpable”: por lo que hace mal y por lo que hace bien

Esa percepción hace que en Andalucía se haya reproducido el camino de otras realidades europeas o americanas, como la reciente de Brasil. Los recelos contra parados, pobres e inmigrantes que reclaman subsidio o derechos, son rasgos de la creciente radicalización y el desplazamiento hacia el autoritarismo de parte de las clases medias en todo el mundo. De modo que, mirando la distribución de la renta en clave de barrios, justifica, por ejemplo, que, en Sevilla, el gasto social que reclaman desde el marginado polígono Sur de las 3000 viviendas se sienta que procede no de las eléctricas ni de la banca sino de los vecinos de Los Remedios o del Casco Antiguo.

La paradoja del momento es que la izquierda es atacada no solo por lo que no hace o hace mal, sino por lo que intenta hacer o hace bien. Sufre el enfriamiento de sectores populares por su incapacidad para vencer resistencias de los lobbies poderosos mientras recibe, simultáneamente, ataques furibundos desde sectores de las clases medias por defender a los más débiles, por promover la justicia social. Y es que, a pesar de su retórica meritocrática, buena parte de esas clases medias están ya renegando de la igualdad de oportunidades porque entienden que les perjudica al capacitar a “los otros” para competir por los escasos puestos del ascensor social que el capitalismo actual deja vacantes.

La situación genera una batalla de todos contra todos: no solo de los penúltimos (trabajadores marginados) contra los últimos, (inmigrantes) sino de las clases medias contra los trabajadores dependientes de las redes públicas.

La necesidad de una nueva agenda reformista

Revertir esa situación mediante un programa que cohesione a los diferentes grupos de trabajadores exige una nueva agenda reformista que contemple tres tipos de medidas.

En primer lugar, hay que actualizar los programas básicos de gasto social para garantizar un soporte de mínimos a las poblaciones mientras se incorporan una nueva batería de servicios y transferencias de segunda generación más conectados con las demandadas por las capas profesionales medias: prestaciones familiares, guarderías decentes, alquileres accesibles, formación de calidad…

Hay que complementar las políticas redistributivas posibles con otras que aborden, en su origen, las crecientes desigualdades primarias que surgen de la relación entre trabajo y capital del nuevo sistema productivo del siglo XXI. Siguiendo a Corbyn, hay que abrir un nuevo camino hacia la democratización de las relaciones económicas a partir de iniciativas de participación del trabajo en el capital.

Por último, hay que impulsar una nueva Agenda Reformista que incluya un nuevo sentido común sobre las transiciones tecnológicas, energéticas y sociales en curso y elaborar un proyecto de sociedad que abra un nuevo horizonte de oportunidades para las empresas más dinámicas y para las clases medias, es decir, para las fuerzas del trabajo más cualificadas.

Las izquierdas deben ocupar esos espacios con realismo y alejarse del discurso recurrente del gasto social percibido como retórico. Dice Dany Rodrick que más que un listado de medidas específicas, lo importante en estos momentos es capacidad de crear un “estado de animo” una voluntad colectiva en torno a un horizonte deseable.

Es sin duda, una tarea difícil. Pero es la que nos toca.

About Ignacio Muro

Economista. Miembro de Economistas Frente a la Crisis. Experto en modelos productivos y en transiciones digitales. Profesor honorario de comunicación en la Universidad Carlos III, especializado en nuevas estructuras mediáticas e industrias culturales. Fue Director gerente de Agencia EFE (1989-93). @imuroben

17 Comments

  1. juan el enero 15, 2019 a las 9:48 am

    Si lo que costaron las entre 6,5 y 8,5 millones de segundas residencias ocasionales en manos de trabajadores y jubilados se hubiese dedicado a comprar acciones de las propias empresas ya se tendría la participación del factor trabajo en el accionariado resuelta. A lo mejor la defensa del puesto de trabajo requiere inversión propia en vez de calentar el mercado inmobiliario dificultando el acceso inmobilario a generaciones venideras, sobre el papel con más oportunidades educativas, pero en la práctica con mayor precariedad e incertidumbre laboral.

    Es imposible generar ninguna lucha interclasista porque las clases como con cada vez más porosas y con más contradicciones.

  2. Ignacio Muro el enero 15, 2019 a las 10:38 am

    Gracias por el comentario. No se trata de que los trabajadores compren individualmente acciones de su propia empresa, sino que se les conceda el derecho colectivo a tenerlas y que de la distribución de los resultados se detraigan, año a año, un cupo de acciones liberadas a su favor. Esa es la primera parte del camino. Después, la tarea es definir en qué asuntos de la gestión a largo plazo se interviene (estrategias de producto, alianzas, externalizaciones…), de qué forma y en qué modo se plantean estrategias de control. Esa es mi posición, al menos.

    • juan el enero 15, 2019 a las 11:26 am

      Lo que se obtiene gratis por desgracia no se suele apreciar, por otra parte ¿quién representaría a los trabajadores? ¿los sindicatos con un número mínimo de afiliados?
      Y luego, ¿puede una pyme que sirve para generar unos pocos empleos en su pueblo y cuyo propietario difícilmente ganará más que un funcionario del grupo A ir cediendo el capital? Esto acabaría siendo una dualización más entre los trabajadores de pymes y los empresarios de pymes (que cederían lo que es suyo) en desventaja con los trabajadores de grandes empresas y exmonopolios con buenos salarios cuando las cosas van bien y prejubilaciones deluxe «ayudadas» cuando van mal.

      El reparto del capital implica el riesgo, eso pasa en startups con incertidumbre y que al principio a lo mejor pagan por debajo de mercado a sus primeros trabajdores que pasan a tener una condición mixta trabajador-capitalista y ligada a al permanencia en la empresa, y es sano. Ahí está Facebook que el día de su salida a bolsa convirtió en millonarios (al menos 1 M de u$) a más de 1000 trabajadores) en una forma sana de reparto de plusvalía. No veo tan sano que por el hecho de existir factor trabajo se liberen acciones que en todo caso sus derechos políticos puedan ser manejados por organizaciones sindicales y no por el trabajador directamente.
      Es precisamente la compra y la inversión del trabajador la que permitiría generar modelos capitalistas más «cooperativistas» aunque sin las limitaciones del cooperativismo puro y que ha generado pocas empresas grandes (con honrosas excepciones).

      A lo mejor la izquierda debería convencer a los trabajadores que su ahorro debe financiar el nuevo modelo productivo, y no el del ladrillo que periódicamente genera crisis, rescates y una elevación de precios de la vivienda que drena la renta disponible de los nuevos hogares de jóvenes. La idea es que haya capital para mejorar y ampliar empresas. No que que el ahorro nacional siga enladrillado pero que las empresas sin capitales adicionales deban liberar nuevas acciones diluyendo a los inversores previos no veo que pueda atraer inversiones ni generar un marco de negociación mejor.

      • Ignacio Muro el enero 15, 2019 a las 11:08 pm

        Quien dice gratis? La capacidad del sistema para socializar el riesgo (entre trabajadores, instituciones, proveedores) que era la razón de la mayor retribución y rendimiento del capital cambia la justificacion del capitalismo. Un trabajador de hoy sacrifica sueldo aunque asume riesgos crecientes. Ceder acciones para “pagarle” ese mayor riesgo es “justo”. E implica liberar gasto corriente mientras alineas objetivos e intereses a largo plazo de los factores productivos. Es una maxima que pretende acercar a los stake holders al gobierno empresarial. La cogestion sigue aportando ventajas al sistema productivo alemán; los suecos repartieron acciones liberadas a los trabajadores en los 80 mientras aumentaban competitividad.
        El manejo de organizaciones sindicales es un argumento frágil. Primero porque hay miles de formas de elección de los gestores de esos fondos y diferentes formas de compartir acciones sindicadas. Las diferencias entre microempresas y grandes corporaciones es obvia y requiere distinguirlas. En las microempresas el empresario es fuerza productiva directa, nadie lo discute. Pero aún así, la participación en beneficios alinea objetivos también aunque la gestión no convenga compartirla. Este capitalismo nos lleva al caos por desigualdad. Si no lo compartimos, es obvio que plantearemos soluciones diferentes.

        • juan el enero 15, 2019 a las 11:19 pm

          Al final esto sería como en todo un beneficio aparte de mejores condiciones laborales de por sí para un grupo de empresas fuertes generando aún más dualidad de trabajadores.

          Yo distingo entre el pago parcialmente en acciones por riesgo, sacrificio o coste de oportunidad (lo que pasa en startups) a ser un derecho adquirido teniendo ya unas buenas condiciones laborales. La participación en beneficios más lógica son variables altos, de forma que si las cosas van bien todos ganan más y si las cosas van regular se aligeren los costes sin recurrir a despidos ni a recortes salariales de la parte fija.

          En el caso sueco se hizo a cambio de un fuerte moderación salarial (en parte aceptada por el nivel impositivo), que en la práctica es lo mismo que sucede en startups. En todo caso habría que juzgar sobre un planteamiento concreto si surje.

  3. Paco Muñoz el enero 15, 2019 a las 11:04 am

    Me ha agradado mucho tu dosis de realismo, tan infrecuente en el turbulento fluir de opiniones del debate español, la referencia concreta a las 3000 viviendas como manifestación real de la fractura social española, tan presente en Sevilla como en toda la geografía social del país, es todo un baño de realismo que llama a los fundamentos de la ilustración que nunca experimento la España de la dictadura ni su transición actual.

    En su artículo «The left`s Choice» Dany Rodrick introduce el concepto de «prosperidad inclusiva» tras una idea de reintegración productiva de la economía doméstica que reconozca el papel de la comunidad sobre el individuo.

    Sin embargo, en mi opinión, el problema básico en España es doble; de un lado tenemos la carencia manifiesta de tejido productivo capaz de generar una mínima prosperidad, y de otro tenemos un Estado desarticulado cuya principal característica es la volatilidad de sus instituciones.

    Nuestro Estado es el único motor económico nacional y de él se nutren tanto las empresas como los subsidios. Y su principal punto de equilibrio es justo la desigualdad.

    Nuestra izquierda es académica, sin visión histórica, ni perspectiva de la situación, con muy mal conocimiento de los resortes reales del sistema económico. Ni siquiera es Keynesiana pues como mucho lee a Krugman o a Delong y siguen la ortodoxia neoliberal. Saben mover números y confeccionar presupuestos, pero desconocen el subsuelo y la sala de máquinas que los generan.

    Carecen de criterio para abordar las raíces de la desigualdad y por ello le crecen las burbujas. Además se asustan con los fantasmas de la derecha como VOX y se refugian en la elaboración de nuevos conceptos académicos emancipatorios de Patria (Clara Ramas) para conjurar al fantasma de la reconquista a caballo por las playas de Andalucía con patrocinio de la disidencia iraní. Nunca una sola imagen (ridícula) asustó tanto a una izquierda de aluvión.

    • Ignacio Muro el enero 15, 2019 a las 11:41 pm

      Gracias por tu comentario. Comparto la tristeza por nuestra izquierda alejada de la realidad. Pero desgraciadamente es similar a otras que también se encuentran despistadas por el momento, con modelos productivos muy diversos. La cosa se nos muestra cruda.

  4. Jesús Espín el enero 15, 2019 a las 2:42 pm

    «…un proyecto de sociedad que abra un nuevo horizonte de oportunidades para las empresas más dinámicas y para las clases medias, es decir, para las fuerzas del trabajo más cualificadas.»
    Esta es la piedra de toque que la izquierda ha dejado de lado en los ultimos tiempos. Es más yo le pondría fecha cuando Solbes lanzó el contrato temporal por obra o servicio. Esa fue la primera cuña para abrir brecha entre clases medias estables y clases bajas precarias. Fue como legalizar los esquiroles. Y hasta que no seamos más los «esquiroles» que los «estables» no parece que podamos sumar fuerza suficiente para cambiar esa dinámica. Cuando lleguemos al punto de inflexión nos llamarán los nuevos chalecos amarillos. No sé si será tarde pero habremos perdido mucho por el camino para beneficio de unos pocos.
    ¿Pero como consigue el capitalismo que los estables no se den por aludidos hasta que les hacen un ERE?¿Somos víctimas de nuestra propia autocomplacencia?¿O vemos en el mal de muchos el consuelo nuestro?

  5. Jesús Espín el enero 15, 2019 a las 2:54 pm

    Bueno lo de participar al empleado en la toma de decisiones de la empresa me parece genial como idea de fondo pero conociendo la realidad de la especie humana en su actual estadio evolutivo no puede generalizarse. ¿Acaso hemos olvidado como actuan la mayoría de mortales cuando tienen en su mano algo de poder? ya sea una acción o un voto. Son carnaza para los tiburones de la confusión, el clientelismo, etc. Y una empresa no es un pais. Al fracasar no sólo perderían el puesto de trabajo también el valor de la acción.

  6. Ignacio Muro el enero 15, 2019 a las 11:14 pm

    Estamos en medio de un capitalismo que nos lleva al caos por la vía d ela desigualdad creciente. Es la muestra del egoísmo y la avaricia en la que la acumulación de poder en cada vez menos manos supone la apropiación creciente del excedente en esas manos. Nadie habla de perfección, hablemos de repartir poder (y egoísmos, si quieres) como forma de repartir excedentes y salvar esto. La Democracia Económica es simplemente aceptar contrapesos para acercarnos a la una retribución más justa en relación a la apropiacion de valor.

    • juan el enero 15, 2019 a las 11:26 pm

      Ignacio, si hablamos de poder de control lo que habría que reformar es el gobierno corporativo y acabar con la cooptación en los consejos de administración, y que haya un accionariado combativo. No nos equivoquemos, hoy las grandes empresas se controlan muchas veces entre unos pocos con 10 % del capital porque el resto está diluido entre decenas de miles de micro-accionistas y de cientos de miles de partícipes en fondos de inversión o pensiones cuyos gestores no suelen intevenir en las juntas criticando la gestión. A lo mejor menos pisitos y apartamentos y más tener unas pocas acciones e ir a las juntas ayudarían a acabar con los desmanes retributivos y actitudes obscenas como las de las eléctricas. Telefónica, Repsol, etc no son de 4 señores o señoras, son de muchísima gente, y lo que es de muchos sin voz, el directivo se cree que es suyo y de ahí las escaladas retributivas y las aventuras con mucho riesgo por mero ego.

      • Ignacio Muro el enero 15, 2019 a las 11:34 pm

        Juan, participo en una Plataforma por la Democracia Económica http://DemocraciaEconomica.es que pretende actualizar ese objetivo. Y colocarlo en la agenda social y económica. Quizás te interese conocer nuestro manifiesto o incluso participar en la iniciativa. Un saludo.

        • juan el enero 16, 2019 a las 12:40 pm

          Ignacio, lo he leido y solo estoy parcialmente de acuerdo. Yo creo que se apuesta en exceso por la retórica y no suele entrarse en el fondo en el análisis antes-ahora. La acumulación de capital, representación del capital (mejor dicho) y poder empresarial es algo cada vez más reciente y se debe al desempoderamiento tanto inversor como creador de la gente corriente.

          El tejido industrial del franquismo, mucha gente empezó de cero, sin capital y hasta siendo de los perdedores de la guerra, y emplearon a sus vecinos, y sin sindicatos libres, cuando la cosa fue bien la clase obrera después de pagar su piso fueron a por la casa en el campo o el apartamento en la playa, y todo ello con un modelo familiar de 1 solo sueldo en casa. En aquel momento muchas provincias no se despoblaban y su participación en el PIB era más alta de lo que es ahora.

          Una de las cosas positivas del inicio de la transición que fue el acceso masivo a la universidad de la clase obrera generó un problema que trata de evadirse…el ascensor social vía estudios con pasaporte al funcionariado del grupo A o a buenos puestos en empresas grandes y multinacionales donde ir subiendo «sin asumir riesgo» ha drenado de emprendedores industriales muchas provincias de España, el tener una posibilidad (cada vez para menos y cada vez con más periodo precario) de prosperar vía «empleo» ha restado empleadores de los que conocen a sus empleados, que son su familia, sus vecinos, sus amigos y sus conocidos y donde al final en las relaciones laborales buscaban un win-win.

          El hecho de que cada vez primen más multinacionales y grandes empresas con directivos «que no han creado nada», carne de escuela de negocios, que no conocen a sus empleados, que para ellos son recursos, y donde los EREs o medidas de abaratamiento son lineas en un documento de ordenador totalmente frías es lo que está destrozando el capitalismo. Pero difícilmente puede salir un nuevo capitalismo si sobre cualquier nuevo empresario siempre aparece la sospecha de explotador, neoliberal, etc etc.

  7. XHC el enero 17, 2019 a las 11:45 am

    Para mi se deja los dos elementos principales(Aunque están incluidos en parte en algunos que cita).

    La Globalización y que la mayoría de Sectores Económicos ya son de Demanda Madura(Incrementos de Productividad por encima de Incrementos de Demanda).

    El problema de la izquierda no es tan diferente a los problemas de la derecha, que consiste en hacer análisis incorrectos sobre la realidad o peor intentar hacerse trampas al solitario para que la realidad cuadre con sus ideas y no al revés.

    El progresismo papanatas sigue empeñado en vender que todo es un problema de distribución de la riqueza. Y con poco más de 10 mil $/año por persona a nivel mundial no hay ni Estado del Bienestar ni siquiera vida digna, necesitas incrementar muchísimo la creación de riqueza, además de garantizar un reparto más equitativo.

    Y la derecha sigue vendiendo que el mercado garantiza la creación de riqueza. Y precisamente las últimas grandes crisis mundiales vienen provocadas por la necesidad de muchos sectores de convertirse en especuladores-troleros pq su mercado no daba para más beneficios de forma continua. Eso sin tener en cuenta que los Oligopolios, ni son eficientes ni absorben como costes propios todas las externalidades sociales que generan.

    Y el pueblo. El pueblo jodido, pq no parece que ni unos ni otros se atrevan a afrontar los problemas reales, proponer soluciones(Si las hay, pq hay cosas que tienen muy mala solución a C/P- M/P) y sobre todo a explicarle que si queremos(Y aunque no queramos pq la Globalización no es una opción es una realidad), que los 4-5 mil millones de personas que siguen viviendo en la miseria, salgan de ella, sera «en parte» a costa del bienestar de los que algún día salimos de ella.

  8. […] Solo podremos salir de ella superando la contradicción en el terreno fiscal y aumentando tan pronto como sea posible los recursos hasta alcanzar los estándares europeos. Este es el desafío. La única forma de escapar del “todos contra todos” que instituye esta fase del capitalismo y que tan certeramente analiza hace solo unos días Ignacio Muro en La izquierda necesaria: mucho más que gasto social https://economistasfrentealacrisis.com/la-izquierda-necesaria-mucho-mas-que-gasto-social/ […]

  9. alexandra zuluaga cardona el marzo 23, 2019 a las 10:22 pm

    buenas noches ignacio Muro , he leído tus comentarios en este artículo y veo que eres una persona humana y que cree que las cosas se pueden hacer si hay voluntad ,me alegra saber que hay muchas personas preocupadas por el como se puede mejorar la forma de crear empleo y que sea de una forma digna para el trabajador ojala y nuestros políticos tuvieran en cuenta estos artículos que se escriben y que al menos intentaran poner en practica algún que otra sugerencia.

  10. Ignacio Muro el marzo 24, 2019 a las 2:00 am

    Gracias Alexandra. Me producen rubor los comentarios positivos. No lo puedo evitar. Pero se agradece que a uno le percibamos como humano. Es simplemente lo que uno pretende.

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