Josep Borrell es ex-Presidente del Parlamento Europeo y miembro de Economistas Frente a la Crisis.
Obama puede ser un Presidente impopular y su partido perder las elecciones, pero en EE.UU. el crecimiento económico acelera y deja detrás a una renqueante Europa. En efecto, en los dos primeros trimestres de este año el crecimiento del PIB de los EE.UU ha sido el 4,6% y el 3,9 % (los dos mejores trimestres seguidos desde el 2003). Mientras, en la zona euro se ha limitado al 0,1 y el 0,2 %.
Cada vez esta mas claro que la “vieja Europa”, como la ha calificado el Papa en Estrasburgo, se hunde en lo que ahora se llama “estagnación secular”, victima de un paro masivo y de un endeudamiento elevado y creciente. El “plan Juncker”, anunciado recientemente, trata de dinamizar la inversión dentro de las restricciones impuestas por las políticas de austeridad. Pero es muy dudoso que con un capital inicial de 5.000 millones de euros se consiga catalizar una inversión de 315.000 millones en los próximos 3 años.
Dejando el análisis de este Plan para cuando se conozcan mas detalles acerca de su diseño y funcionamiento, lo que a estas alturas es ya evidente es que la divergencia de las economías americana y europea es una de las características más importantes de la salida de la crisis. Hasta finales del 2010 las economías de ambas macro-regiones se habían comportado de forma más o menos paralela en el marco de la economía global. Pero desde entonces su divergencia ha ido en aumento y, según las previsiones de todos los organismos internacionales, se va a acelerar en los próximos años. En el 2013 la liebre americana creció el 2,2 y la tortuga europea retrocedió el 0,4 %. Las previsiones son que entre el 2014 y el 2016 la liebre crezca el 8,3 % y la tortuga solo el 3,6 %.
¿Qué le ocurre a Europa? ¿Dónde esta “su vigor”?, como ha preguntado retóricamente el Papa Francisco a los eurodiputados. Su crítica al funcionamiento de las instituciones europeas ha sido dura pero la solución propuesta, “construir Europa sobre la sacralidad de la persona humana”, aunque interesante para la reflexión, no va a resolver, a corto plazo, los problemas de la economía europea.
¿Cuáles son esos problemas? ¿Vienen del lado de la oferta o de la demanda? Es un debate que apasiona a los economistas y que encuentra respuestas diferentes según los países y los enfoques políticos de cada cual. En Francia, Hollande asegura que el problema es la oferta y que la solución son las reformas estructurales. Pero para la OCDE, Europa entera sufre de un problema de debilidad de la demanda. Y las cifras parecen confirmarlo: en el segundo trimestre la inversión ha disminuido un 0,3 % y el consumo de las familias, a pesar de los aumentos salariales en Alemania, solo ha crecido un 0,3 %.
Existe un cierto consenso sobre que las grandes economías de la OCDE, EE.UU. la eurozona, Japón y el Reino Unido, han sufrido una insuficiencia crónica de demanda (Martin Wolf, FT 26 de noviembre). Pero los EE.UU. se han enfrentado a este problema mucho mejor que los demás, con políticas monetarias y fiscales más decididamente expansivas. Como siempre, el problema o la culpa no esta 100% de un solo lado. También hay problemas del lado de la oferta que deben ser solucionados mediante reformas estructurales que impulsen la productividad y la innovación.
El problema es que las reformas que traten de impulsar la oferta no deben a la vez debilitar la demanda. Y es lo que ocurre con muchas de las reformas, especialmente en el mercado de trabajo, que se suelen citar como el bálsamo que cura todos los males. Esas reformas puede que tengan efectos expansivos en el medio plazo, pero es seguro que a corto plazo son contractivas porque bajar los salarios y aumentar las facilidades de despido implica, al menos a corto plazo, disminuir la renta disponible y aumentar la incertidumbre, y por lo tanto disminuyen la demanda de consumo. Es lo que le ocurrió a Alemania en la primera década de este siglo con las tan alabadas reformas Schroeder. Si Alemania superó la crisis fue porque la demanda exterior de sus socios del euro, entonces en expansión, compenso la debilidad de su demanda interna. Si todos hubiésemos hecho como los alemanes entonces, Europa entera se hubiera hundido en la recesión. Mal que le pese a Frau Merkel, todos no podemos ser alemanes al mismo tiempo.
La divergencia de la economía americana y de la eurozona se debe también a los diferentes análisis y diagnósticos que desde un principio, se hicieron de las causas de la crisis. Y, en consecuencia, de las diferentes terapias que se aplicaron.
Las diferencias de análisis fueron profundas. A finales del 2008, cuando en Europa todavía pensábamos que esa era un crisis localizada del sistema financiero americano y que con nosotros no iba la cosa, los consejeros de Obama ya diagnosticaban una crisis violenta que podía ser de igual intensidad que la de 1930. Y que no había que repetir los errores de entonces. Para ello, inyectaron rápidamente 770.000 millones de dólares para mantener la actividad y tomaron medidas monetarias, fiscales y financieras para reconstituir la renta y el valor del patrimonio de las familias.
Los europeos no hicimos nada de eso. Cortamos los estímulos fiscales demasiado pronto, asustados por el aumento del déficit. La FED bajaba sus tipos en el 2008 mientras el BCE los subía…porque veía venir tensiones inflacionistas ¡!. Que Dios les conserve la vista a los de Frankfurt…
La rápida reacción de la FED bajando los tipos más rápido que el BCE contribuyó a debilitar el dólar frente al euro y a reforzar así la competitividad-coste de las empresas americanas. Por el lado fiscal, los EE.UU. no tenían que someterse a nada parecido al Pacto de Estabilidad y dejaron correr sus déficits sin imponer políticas de austeridad a su población. En su conjunto, las políticas americanas sostuvieron la demanda y las europeas provocaron su hundimiento.
La BCE siguió a la FED en sus políticas monetarias no convencionales, pero sigue sin poder llevar a cabo compras masivas de Deuda pública. Y los esfuerzos de Draghi para hacer bajar el euro no dan todo el resultado necesario para que las exportaciones compensen la caída de la demanda interna. De todas maneras, la eurozona tiene ya un superávit comercial exterior de 350.000 millones de euros y no parece que el comercio internacional vaya a crecer sino todo lo contrario
Los EE.UU llevaron a cabo un saneamiento enérgico de su sistema bancario después de la quiebra de L&B en septiembre del 2008 (hace ya 6 años) y consiguieron que el crédito volviese a fluir rápidamente. Nosotros seguíamos presumiendo de la solidez de nuestros bancos (y Cajas) cuando el olor de podrido empezaba a ser insoportable.
Se puede argumentar también que los EE.UU. han tenido la suerte del shale gas y la rebaja en su factura energética. Es cierto. Y que no es oro todo lo que brilla porque la exclusión social ha crecido y a pesar de tanto crecimiento la tasa de empleo americana (59,2 %) es menor que antes de la crisis (63 %). Pero tomándolo todo en consideración, hay más buenas noticias en ese lado del Atlántico que en el nuestro. Nuestra gestión de la crisis ha sido notablemente peor que la suya.
¿Qué hay que hacer para mejorarla? Las propuestas más radicales pasan por un aumento de la inversión publica y una reestructuración de las deudas. Ambas están fuera de la pantalla radar en Bruselas-Berlín- Franckfurt. Podríamos conformarnos quizás con una mejor combinación de reformas estructurales en países como Francia e Italia, una reducción más lenta de los déficits públicos, una estimulo pan europeo a la inversión y una política decidida de quantitative easing de parte del BCE. ¿Pero como convencer a Alemania que eso es también lo que le conviene?