La Transición Energética en España…¿Para Cuándo?

Share

Natalia Fabra, Profesora Titular en el Departamento de Economía de la Universidad Carlos III de Madrid, es miembro de Economistas Frente a la Crisis

Los combustibles fósiles – petróleo, carbón y gas –representan más del 80% del consumo energético mundial. Las fuertes inversiones en energías renovables no han evitado que hoy el mundo sea más dependiente de los combustibles fósiles de lo que lo era a principios de siglo.

Tampoco la evidencia científica creciente – y contundente – sobre el avance del cambio climático ha sido suficiente para frenar el avance de los combustibles fósiles. Sus emisiones están causando el aumento en la concentración de carbono en la atmósfera, y con ello, están contribuyendo al calentamiento de los océanos, la disminución de los volúmenes de nieve y hielo, y la elevación del nivel del mar. Al daño medioambiental hay que sumar los efectos que los fenómenos atmosféricos extremos asociados al cambio climático – sequías, inundaciones, tifones – tienen sobre el aumento de la pobreza y los conflictos en las regiones menos desarrolladas del planeta.

Es por tanto urgente impulsar una transición energética a escala global que reduzca nuestra dependencia de los combustibles fósiles. Ello no implica renunciar al crecimiento económico. Muy al contrario, las inversiones que posibilitan la transición energética pueden constituir un fuerte estímulo económico que nos libere del estancamiento secular en el que parecen estar sumidas nuestras economías. ¿Qué otras actividades tienen el mismo potencial para estimular el crecimiento económico y la generación de empleo de forma sostenible?

La política, clave para la transición energética

Transiciones energéticas ha habido muchas a lo largo de la historia: de la biomasa al carbón, del carbón al petróleo, y del petróleo a la electrificación. Cada una de estas transiciones desencadenó importantes cambios en los sistemas productivos, de calefacción y de transporte, permitiendo la consecución de tasas de crecimiento y niveles de bienestar antes no conocidos.

Ahora estamos ante una transición energética de naturaleza distinta. El respeto al medioambiente es el mayor bien público que se pueda concebir: las emisiones de cada país afectan a todos los demás sin que ninguno de ellos de forma unilateral tenga incentivos a reducirlas. Por ello, y a diferencia de las anteriores, esta transición energética no se producirá de forma espontánea, o en cualquier caso, no al ritmo que exige la urgencia de frenar el cambio climático. Esta transición energética, a diferencia de las anteriores, sólo tendrá lugar si hay voluntad política a escala global y esfuerzos coordinados para que se lleve a cabo.

La transición energética en Europa… ¿y en España?

Históricamente, Europa ha sido pionera en la lucha contra el cambio climático. La estrategia Europa 2020 comprometía a los Estados Miembros con tres objetivos en materia de clima y energía: reducir en un 20% las emisiones de gases de efecto invernadero, aumentar el peso de las energías renovables al 20% del total del consumo energético, y mejorar la eficiencia energética en un 20% frente a los niveles de 1990. Los objetivos para 2030 recientemente aprobados – un 40% de reducción de emisiones y un peso del 27% para las energías renovables a escala europea – aunque defraudaron las ambiciones iniciales, mantienen a Europa a la cabeza de los compromisos frente al cambio climático. El objetivo de reducir en un 80-95% las emisiones en el horizonte 2050 sigue estando vigente. Europa debe seguir aportando su ejemplo para que el resto de regiones estén dispuestas a contribuir al bien público global que supone mitigar el calentamiento global.

España, como parte de Europa, no puede ni debe ser ajena a la transición energética. Otros países europeos ya han acometido profundas reformas que facilitarán su transición energética. En 2010, Alemania aprobó su Energiewende con medidas para llevar a cabo una reducción de emisiones del 40% a 2020 y del 80% a 2050, con desglose por sectores y con objetivos decenales. En 2011, el Reino Unido aprobó su Carbon Plan con compromisos similares a los alemanes, junto con una profunda reforma de su sector eléctrico. Más recientemente, en 2014, Francia ha aprobado su Transition Énergétique pour la Croissance Verte, calificada por su Ministra de Medio Ambiente como la “transición energética más ambiciosa en Europa”.

¿Y España? El último dato que se conoce relativo al consumo de energía con origen renovable no alcanza el 15% de la energía primaria. Europa anuncia sanciones porque difícilmente cumpliremos nuestro compromiso de alcanzar el 20% durante los cinco años que restan para 2020. Los recortes retroactivos aplicados sobre las energías renovables ciertamente no contribuirán a cumplir el objetivo. [1] Poco se sabe sobre nuestros objetivos para 2030 – si es que los hay- pero en cualquier caso habrá que cumplir con los compromisos europeos. Es por tanto urgente definir ya una senda para la descarbonización, así como poner en marcha medidas que la hagan posible. Quince años pueden parecer muchos, pero la construcción de nuevas infraestructuras, la readaptación de las existentes y el cambio en las pautas de producción y consumo no se producen de la noche a la mañana.

La transición energética como oportunidad

Tiene que abordarse la transición energética, no sólo por obligación comunitaria, sino sobre todo como oportunidad para transformar nuestro modelo productivo hacia cotas sostenibles y de mayor calidad al que alimentó la burbuja previa a la crisis. La transición energética generaría externalidades positivas para el conjunto de la economía al permitir la generación de empleo cualificado y contribuir a la creación de tejido industrial y empresarial. El fomento de actividades tales como el desarrollo y despliegue de las energías renovables; la construcción y rehabilitación de viviendas más eficientes desde un punto de vista energético; el tratamiento y la gestión de residuos; la gestión forestal para el aprovechamiento de la biomasa y la prevención de incendios, serían – entre muchas otras – una fuente importante de nuevos puestos de trabajo.[2] Además, estas actividades serían un buen candidato para generar empleo en aquellas comarcas donde se concentra la extracción y combustión de combustibles fósiles, permitiendo un cambio gradual en su modelo productivo. El carácter distribuido de algunas de estas actividades – de forma significativa, el despliegue de las energías renovables o la gestión de los bosques – también favorecería el cambio estructural en zonas rurales donde hasta hace poco dominaban las actividades agrícolas.

El papel del sector eléctrico y de las energías renovables en la transición energética

El sector eléctrico está llamado a desempeñar un papel central en la transición energética por su potencial para reducir las emisiones de carbono. No sólo porque genere una importante parte de las emisiones totales y tenga por tanto recorrido para reducirlas, sino porque además es el único sector capaz de incorporar a las energías renovables en la dieta energética del país. La electricidad, al ser el vector común de todas las energías primarias, hace posible el uso de las energías renovables allí donde de otro modo su uso sería impensable: si bien un coche no puede propulsarse sólo por la fuerza del viento, sí lo puede hacer con la electricidad generada en parques eólicos. Por ello, las energías renovables no sólo contribuyen a la reducción de emisiones en la generación eléctrica, sino también en actividades tan contaminantes como el transporte o la calefacción. La contribución del sector eléctrico a la reducción global de emisiones se traducirá a su vez en un aumento en la demanda eléctrica, que habrá de ser cubierta con energías renovables y con mejoras en la eficiencia. La conclusión no tiene matices: sin el mantenimiento de la senda de inversión en energías renovables, no será posible profundizar en la transición energética en España.

Las energías renovables presentan una curva de aprendizaje con fuerte pendiente que está acercando sus costes a los de sus alternativas térmicas. Si bien la energía solar fotovoltaica lidera la bajada de costes, con una caída acumulada del 75% en el precio de los módulos desde finales de 2009, otras tecnologías – notablemente la eólica terrestre – ya han reducido sus costes medios incluso por debajo de los costes marginales (es decir, sin incluir los costes de inversión) de producir electricidad con gas en las centrales de ciclo combinado. Pero para que la pendiente de esta curva se consolide, consolidando la industria española y el tejido empresarial que la sustenta, es necesario mantener un ritmo de inversión mínimo que no frene la destrucción del tejido ya creado, del know-how, y del empleo asociado. Para ello es imprescindible restituir la seguridad jurídica de quienes invirtieron en las primeras generaciones de energías renovables en España, seguridad que han perdido tras los sucesivos recortes retroactivos aplicados sobre sus retribuciones. Sin esa restitución, será casi inviable retomar la senda de inversiones iniciada en España 2005.

En el mundo se está dedicando una cantidad creciente de recursos a la inversión en energías renovables. Según IRENA, en 2014 se invirtieron 264.000M$ en energías renovables, 50.000M$ más que en el año anterior. Esto ha abierto un gran mercado para las empresas españolas que, gracias al esfuerzo inversor realizado en España, han adquirido una ventaja competitiva, situándose en la vanguardia mundial. Desmantelar la industria renovable en España tendría como otro de sus costes irreparables la pérdida de esta oportunidad de negocio y de creación de empleo para nuestras empresas.

Pero los altos precios que actualmente se pagan por la electricidad en España no dejan mucho hueco para nuevas inversiones. Por ello, para profundizar en la transición energética, resulta indispensable realizar una auditoría regulatoria del sector para identificar aquellas partidas de costes no justificadas. No cabe alargar aquí la discusión pero sí mencionar, por su importancia, un hecho: la regulación vigente en el mercado eléctrico español sobre-retribuye la electricidad generada en las centrales nucleares e hidroeléctricas. De restituirse el marco jurídico en el que se llevaron a cabo las inversiones en estas centrales, se liberarían entre 2.000-3.000M€ anuales que permitirían retomar las inversiones necesarias para llevar a cabo la transición energética sin presionar al alza el coste de la electricidad para hogares e industria.[3]

El mayor peso de las renovables en el mix eléctrico exige un cambio de paradigma regulatorio en el sector. Bajo un mix con más del 40% renovable en 2020 y creciente en años siguientes, el precio del mercado eléctrico – a cero la mayor parte de las horas y seguramente muy elevado durante unas pocas – poco o nada tendrá que ver con los costes de las distintas tecnologías que concurren en el suministro eléctrico. Además, los incentivos para las inversiones tanto en nueva potencia renovable, como en centrales térmicas, necesarias como capacidad de respaldo, serán nulos o escasos. La transición energética en España exige, no ya una transición regulatoria en el sector eléctrico, sino un auténtico golpe de timón.

***

[1] 2014 ha sido testigo del parón de las inversiones renovables en España: sólo se instalaron 7MW fotovoltaicos y 30MW eólicos.

[2] Los informes del IDAE “Empleo asociado a las energías renovables 2011-2020” y de la Fundación Biodiversidad “Estudio empleo verde en una economía sostenible” cuantifican, respectivamente, el empleo generado en el sector de las energías renovables, y más en general, en los sectores relacionados con el medioambiente.

[3] Véase Fabra, N. and J. Fabra Utray (2009) “Un Diseño de Mercado para el Sector Eléctrico Español” Papeles de Economía Española 121, 141-158.

About Natalia Fabra

Catedrática de Fundamentos del Análisis Económico en la Universidad Carlos III de Madrid, Doctora en economía por el Instituto Universitario Internacional de Florencia; Miembro de Economistas Frente a la Crisis EFC; Premio European Association of Environmental and Resource Economics (EAERE); ERC Laureates (2018); Premio de Excelencia Investigadora Consejo Social, Univ. Carlos III (2015); Premio Sabadell Herrero a la Investigación Económica (2014); Premio Julián Marías para investigadores jóvenes en el área de Ciencias Sociales en la Comunidad de Madrid (2014). Natalia Fabra es investigadora principal del proyecto ERC Consolidator Electric Challenges; investigadora del Centro de Investigación de Política Económica; miembro asociado de la Escuela de Economía de Toulouse e investigadora del Grupo de Investigación de Política Energética de la Universidad de Cambridge. natalia.fabra@uc3m.es / Web personal / Google Scholar

5 Comments

  1. José Anastasio Urra Urbieta el marzo 13, 2015 a las 8:01 pm

    Estimada Natalia,

    la transición que planteas presenta numerosos problemas físicos y termodinámicos profundos que invalidan algunos de tus supuestos, desde la necesidad, no la elección, de decrecer hasta las tasas de sustitución que propones, pasando por la base energética necesaria para toda esa magnífica transición que propones en un horizonte de descenso energético continuado. Te dejo un par de artículos que quizás sean de tu interés, uno de ellos una entrevista que me hicieron hace tiempo, y el otro de un compañero, Pedro Prieto, donde perfila sistemáticamente las restricciones de la transición fotovoltaica que propones en un extenso debate con destacados representantes del Círculo de Energía de Podemos…

    http://www.lacalamanda.com/activisme/137/urra-urbieta-la-crisis-energetica-se-encuentra-en-el-fondo-de-la-actual-situacion-de-crisis

    http://www.colectivoburbuja.org/index.php/juan-carlos-barba/nueva-respuesta-a/

    Cada vez resulta más evidente que el sistema industrial que hemos desarrollado, el Capitalismo, nos ha servido mientras la cornucopia ha funcionado sin problema aparente, pero se convirtió en el problema en el momento en que empezamos a alcanzar los límites planetarios, desde 1980, momento en que superamos la capacidad de carga del planeta. Según datos del Banco Mundial, desde antes de 1965 la tasa de crecimiento del PIB mundial se encuentra en claro descenso progresivo, lo que indica que nos aproximamos rápidamente al punto de pendiente 0 de la curva de ciclo de vida del sistema…

    Un cordial saludo,

    Tasio Urra.-

  2. Jordi Llanos el marzo 13, 2015 a las 10:02 pm

    Después de leer el artículo me deja un regusto amargo la profunda incomprensión que desde la economía académica dominante se tiene de la complejidad de los sistemas.
    El artículo habla de transición entre petróleo, un fuente de energía y electricidad, un vector de consumo, lo que no tiene sentido.
    Por otra parte, algo habitual entre los colegas economistas se ignoran las interrelaciones que existen en un abuso del pensamiento lineal que se da de bruces con la realidad.
    Un primer paso necesario es tener en cuenta lo que nos dicen las diferentes disciplinas científicas sobre nuestra realidad, antes de como le ocurre a Natalia Fabra cree que vive en el Jardín del Edén, parafraseando al gran economista Nicholas Georgescu-Roegen. No existen externalidades, existe una definición errónea de la producción que no es más que un proceso de transformación de recursos naturales (limitados) en bienes y servicios y residuos que debe ser absorbidos por los sumideros que son sistemas ecológicos complejos, no permiten las intervenciones naíf debido a las iatrogenias, que son saturables y que además proporcionan el sustento para la vida.
    La letanía de crecimiento ilimitado, sobre la piedra del progreso tecnológico (que por otra parte tiende a tener rendimientos claramente decrecientes) es la esencia de la síntesis neoclásica y no permite reconocer nuestra realidad, ni afrontar los problemas. Aunque se puede intuir que se habla de ese crecimiento desacoplado de la exergía también llamado crecimiento verde o sostenible, no son más que narrativas que se contradicen con los datos económicos que vinculan de forma necesaria exergía con aumento del flujo.
    Se habla en el artículo de bienes públicos, aquellos no rivales y en los que son difíciles o imposibles imponer derechos de propiedad que permitan la exclusión, en otras palabras un fallo de mercado catastrófico que sólo podría solucionar un planificador omnisciente que está totalmente fuera de nuestro alcance, aunque algunos pecan de excesivo optimismo. Aunque se señala que tenemos un problema global se da un enfoque local a nivel europeo y español, sobre la base de una transición hacia el vector eléctrico alimentado por fuentes primarias renovables. Con un pase mágico, ya no tenemos un problema global sino unos objetivos locales y una contabilidad parcial que no nos da cuenta de los efectos globales que son nuestro real objetivo.
    En los tecnooptimistas es habitual estos saltos en el vacío, el siguiente paso el descenso del coste de las placas fotovoltáicas y la mano negra que nos impide el desarrollo. Pero las cosas son bastante más complejas. En primer lugar, contabilizamos lo que nos da la gana para obtener los resultados que queremos. Deslocalizamos producción a países con más bajos estándares medioambientales que producen más barato externalizando más costes aún pero no registramos esa contaminación importada. Sería perfecto si fueran de otro planeta, pero me temo que no es así. Un ejemplo paradigmático son las placas fotovoltaicas chinas fabricadas quemando carbón. Pero no acaba aquí, el vector eléctrico no representa más allá de un cuarto del total de consumo energético en países desarrollados (en el mundo mucho menos), pero requiere una infraestructura que es dependiente en su construcción y mantenimiento de los combustibles fósiles. Las renovable, tal como están concebidas no son más que fuel-extenders sin los cuales no pueden sobrevivir. Gran parte de los minerales necesarios para la construcción de los soportes para el aprovechamiento de las energías renovables, tierras raras especialmente, requieren gran energía fósil para su obtención y transformación. Lo que se hace es ignorar esos costes y empezar el registro por donde me cuadran los números.
    Nos enfrentamos a un problema de descenso de potencia y de complejidad por la caída de la TRE que las renovables sólo acentúan. Pretender que todo siga igual (BAU) es ignorar deliberadamente las leyes de la física. Por un lado, el descenso de la potencia (exergía por unidad de tiempo) es inevitable por el lado de los recursos energéticos que son un prerequisito para la economía, sólo si su peso relativo es bajo, como ocurre con la agricultura, una compleja sociedad industrial puede sostenerse. Hemos vivido en un lo que Boulding denominó economía cowboy, ahora hemos de vivir en una economía astronauta (es como un sistema ecológico maduro), donde nuestro objetivo es la reducción del flujo y al conservación del capital natural y el capital hecho por el hombre, que son complementarios y no sustitutivos como la economía neoclásica postula. http://autonomiaybienvivir.blogspot.com.es/2015/02/el-petroleo-la-deuda-y-el-cenit-de-la.html

  3. Francisco el marzo 14, 2015 a las 1:55 pm

    Tanta vuelta ,tanta retorica ,tantas excusas se le esta poniendo al cambio de sistema energetico que: Habrá que esperar para hacer cambios en esta materia como es la energía a que haya efectos o consecuencias que perjudique a los intereses del gran capitalismo?

  4. francisco el marzo 18, 2015 a las 11:24 am

    De la forma que sea, estamos en manos de unos pocos que hace pasar a la ciudadanía por el embudo donde hay que pagar como se pagaba al Sr. feudal con el derecho de pernada. En los tiempos en que estamos debería ser algo superado, pero lamentablemente estamos donde estamos….

  5. Jordi Ortega el julio 27, 2015 a las 11:03 am

    Schumpeter descubrió hace décadas la mano negra que hay ante cualquier relevo tecnológico que, por cierto, no son lineales, sino rupturas de todo un entramado de dependencias, que el relevo tecnológico pone en riesgo el valor del capital (aquí la burbuja de carbono del sector financiero, estrategia de EON que saca de sus activos toda la producción fósil). La larga cadena fósil en el momento que una parte de la industria deserte,se pase a usar recursos renovables, materiales orgánicos, tendría problemas para abastecer toda la economía fósil (no solo energía, química y farmacéutica verde).
    La curva de aprendizaje de las fotovoltaica desde hace décadas se sabe que cada vez que se doble la producción los costes descienden un 20%. La presión de la demanda en 2008 sobre la oferta supuso incremento de precios, en años siguientes la presión de caída de precios sobre oferta está expulsando, y frenando la penetración de fotovoltaica, dejando solo aquellas tecnologías más eficientes. Estados Unidos ni incrementando aranceles a la fotovoltaica logra subir precios, tiene lugar reducción de costes en supresión de barreras regulatorias (FiT reduce el coste financiero).
    Sobre TRE que se calcula en 1/2, instalar 7 GW anuales, con 20 TWh anual x 25 años, no da el triple del consumo energético alemán. Mucho carbón deberia de quemar China para producir la fotovotaica del mundo a esas tasas de retorno.
    Alemania cierra el ultimo años 35 GW de gas y carbón. Más fotovoltaica deberia esta provocando abrir nuevas centrales de carbón no su cierre.
    El aire como el sol es un bien que su acceso no es restrictivo, esa renovables con comunismo de guerra, ¿tambien se aplica al aire que habrá un planificador central que organice la respiración del oxigeno y nitrógeno por la humanidad?
    si estás son las discusiones internas de la energía en podemos no está mecho mejor que las tesis de UNESA en defensa de las inversiones equivocadas y el valor del capital, sacrificando beneficios.

Deja un comentario