Los peligros de la desregulación

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Jaime Bravo es estudiante y editor de Economía Plus

Uno de los problemas de nuestro país son, a día de hoy, los mercados. Esta afirmación no quiere decir en absoluto que tengamos que eliminarlos. Esta afirmación hace referencia a su comportamiento. Los mercados están medio-regulados con tendencia a una desregulación propia de lo que las voces neo-liberales claman. De hecho, estas políticas han sido las que han provocado diferentes crisis económicas a lo largo y ancho del mundo. Por citar dos: la actual y el Efecto Tequila mexicano. (Como el lector sabrá, el gobierno mexicano decidió llevar a cabo medidas liberales para poder atraer mucho más capital extranjero. Tras una serie de situaciones, la economía mexicana se quedó sin reservas y tuvo que ser intervenida por el FMI, por Argentina y Brasil e incluso por Estados Unidos). Los peligros de la desregulación acechan por doquier. Tras las diferentes situaciones por las que nuestra economía ha pasado, hemos vuelto a dar la razón a Keynes cuando decía que los mercados son inestables e ineficaces a largo plazo y, por lo tanto, habrían de ser regulados. Pero claro, regular muchas veces supone una pérdida para determinadas entidades. No para el ciudadano de a pie, claro. Los efectos de la desregulación son temibles. Si no hay nada ni nadie que se encargue de “parar los pies” a los especuladores, la economía se habría ido al garete hace mucho. Los hay que defienden al especulador porque se “arriesga” – ojo, esto es verídico – y porque no hace daño a nadie. Cuando Soros hundió el Banco de Inglaterra haciendo que este tuviese que imprimir más libras para no quedarse sin reservas nacionales, ¿produjo un beneficio? Realmente sí: solo ese día él ganó más de mil millones de dólares. Por el contrario, el ciudadano de a pie sufrió la repercusión de esa acción. Libertad, claro…

Por supuesto que la regulación financiera ha sido insuficiente. En este ámbito también hay una brecha clara. Unos dicen que ha habido demasiada regulación y otros que ha habido poca. Soy partidario de la segunda. Si los mercados financieros hubiesen estado “atados” no se habrían “escapado” y no tendríamos que haber corrido detrás de ellos. También tenemos el problema de la deuda pública versus la deuda privada. Los detractores de la regulación dicen que esta produce mucho gasto público que, finalmente, es pagado por el contribuyente. Sin embargo, esta afirmación es también falsa. Mientras que la deuda pública se ha mantenido relativamente baja, la privada ascendía hasta límites insospechados. De hecho, es esa deuda privada la que trae a España de cabeza. El dinero público ha tenido que ser canalizado hacia esa deuda privada y no hacia otros propósitos. En definitiva: lo que hemos hecho ha sido “pagar sin preguntar; preguntar sin  solucionar” No hemos regulado suficientemente nuestros mercados. Hemos practicado un ejercicio de confianza y les hemos permitido vivir sin preguntas.

Pero si hablamos desde cualquier punto más técnico, también podríamos decir que la regulación financiera ha sido insuficiente: la Administración de Mariano Rajoy ha presentado un anteproyecto de ley para la fusión de todos los organismos reguladores en uno solo. Es decir, la fusión entre empresas de diferentes ámbitos – porque corresponde a los sectores de telecomunicaciones, energía, competencia, ferroviario, aeropuertos y medios audivisuales – solo corresponderá a una sola persona. (Este super-regulador estará acompañado de diferentes consejeros cuya intención será velar por la seguridad de la economía y prevenir posibles atisbos de quiebra de las diferentes entidades financieras). Ya pasó en Estados Unidos cuando la Administración con tintes neo-liberales de Reagan llevó a cabo la ley Graham-Leach-Biley act que derogaba la ley Glass-Steagall – impuesta por el demócrata Roosevelt que pretendía corregir los errores cometidos durante la Gran Depresión – y que causó fusiones irreversibles y la creación de productos financieros que se dedicaban a desestabilizar los mercados.*

Derivados, hipotecas basura, swaps, CDOs etc. son algunos de los productos que componen una lista interminable de productos que enriquecían a bancos de inversión, a hedge-funds y a demás especuladores. Pero esta no es la realidad que puebla el mundo. Necesitamos llevar a cabo un proceso de regulación de los mercados para prevenir lo que nos pasó. No podemos consentir que la banca de inversión eche a perder los ahorros de miles de personas. Solo podemos solucionar esto llevando a cabo una mayor regulación. Una regulación, urgente.

*La información corresponde al reportaje Leyes al servicio del capital que apareció en La Marea y fue escrito por Thilo Schäfer.

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