Más allá de Doha

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Por Cristina Narbona, Ex ministra de Medio Ambiente y miembro de ECONOMISTAS FRENTE A LA CRISIS

Publicado en La Vanguardia el 08/12/2012

El combate contra el cambio climático coincide,  cada vez más, con la urgente transformación tanto del modelo energético como del  modelo alimentario

Al finalizar la Cumbre  del Clima, tras mas de 24 horas de retraso, se consolida la impresión de  que, una vez mas, los resultados quedan lejos de lo necesario. El  establecimiento de un segundo periodo del protocolo de Kioto (aceptado por la UE  y otros países, que emiten en conjunto tan solo el 15% del CO2 supone  sin duda un pequeño paso hacia adelante. Pero es un paso claramente  insuficiente, teniendo en cuenta que la velocidad del calentamiento global se ha  acelerado: precisamente en estos días conocíamos las conclusiones de un amplio  estudio científico sobre el rápido deshielo de los polos, en el que se  confirmaba que la Antártida sigue los pasos del Ártico, contribuyendo ambos  casquetes polares, de forma creciente, a la elevación del nivel del mar.
Sin embargo, no cabe quedarse en la frustración, ni mucho menos en la  resignación, porque hay avances puntuales que marcan una tendencia de fondo, y,  sobre todo, porque el combate contra el cambio climático coincide, cada vez más,  con la urgente transformación tanto del modelo energético como del modelo  alimentario. Aunque no existiera el cambio climático, el acceso de una población  creciente (y crecientemente movilizada) a la energía, al agua y a los alimentos  requiere nuevas pautas de producción y de consumo, basadas en mayor equidad,  máxima eficiencia y desarrollo tecnológico sostenible.
La negociación  internacional sobre el clima es forzosamente compleja, porque compleja es la  realidad de casi doscientos países con circunstancias y características muy  diferentes, y también porque los respectivos gobiernos- todos sometidos a la tiranía del corto plazo – están representados por los ministros de  medio ambiente, normalmente poco capacitados para tomar decisiones de política  económica o presupuestaria. Intereses locales, visión segmentada y cortoplacista  y políticos escasamente influyentes… Exactamente lo contrario de lo que se  necesitaría: una gobernanza global, concebida desde un enfoque integral y de  largo plazo, y una profunda reconversión del modelo económico dominante,  impulsada desde nuevos liderazgos.
Cada vez que la negociación encalla  por falta de compromiso (de los países más ricos) en cuanto a la financiación  para las medidas (de los países más pobres) contra el cambio climático, hay que  recordar que hablamos de cifras ridículas en comparación con las ya  desembolsadas para «rescatar» al sector financiero, principal causante de la  actual crisis.
Cada vez que la insuficiente promoción de las energías  renovables se pretende justificar con su «elevado coste», hay que recordar que,  según la Agencia Internacional de la Energía -en absoluto sospechosa de  ecologismo radical- las subvencione publicas a los combustibles fósiles alcanzan  los 400.000 millones de dólares a nivel mundial, unas cinco veces el importe  total de las subvenciones a las energías renovables.
Si dinero, haberlo,  haylo… Por no mencionar los inmensos agujeros negros de los paraísos fiscales,  a donde van a parar muchos mas recursos de los que se necesitarían para combatir  el cambio climático y, además, erradicar el hambre y la pobreza en el planeta.  El principal problema esta en el paradigma consumista generalizado, que resiste,  a pesar de la evidencia de su insostenibilidad, gracias a potentes intereses  empresariales y a la miopía, debilidad o complicidad de los gobiernos.
España es, lamentablemente, un buen ejemplo del cinismo y la incapacidad  desplegados en la Cumbre de Doha por demasiados gobiernos. Mientras el ministro  Cañete se ufanaba allí de que «gracias al enorme esfuerzo de los últimos diez  meses, España cumplirá con el protocolo de Kioto», el Senado culminaba la  tramitación de la ley sobre sostenibilidad energética que supondrá la ruina de  la enorme mayoría de las empresas españolas de energías renovables y de  cogeneración, y con ello, la imposibilidad de que nuestro país cumpla con los  objetivos establecidos por la UE en el horizonte 2020.Precisamente hace unos  días, desde la Plataforma para un nuevo modelo energético , hemos denunciado  ante la Comisión Europea el incumplimiento por parte de España de varias  directivas en materia de energía, todas ellas imprescindibles para reducir  emisiones y dependencia del exterior y para aumentar la eficiencia energética de  nuestro sistema productivo, todavía muy intensivo en energía.
España  también ha asumido en Doha una tarea muy relevante- en particular para los  países de América Latina-: nuestro país presidirá, en 2013, el programa REDD+,  orientado a frenar la reforestación y la degradación de los bosques. Sin  embargo, en el ámbito nacional, se han reducido las aportaciones públicas en las  políticas de prevención y extinción de incendios, así como, en general, en la  preservación de nuestros espacios naturales. Un retroceso de alto riesgo,  teniendo en cuenta la mayor frecuencia e intensidad de olas de calor que ya  padece España. Y sin olvidar, desde luego, la nefasta reforma de la ley de  costas, que – de no modificarse radicalmente en el trámite parlamentario- comportara el mantenimiento durante 75 años de los inmuebles edificados en  playas y dunas antes de la entrada en vigor ce la ley de 1988. El Ministerio »  no contempla» riesgo alguno para los titulares de dichas concesiones, como si  las consecuencias ya visibles del cambio climático no afectaran a nuestro  litoral.
España no ha cumplido tampoco este con el compromiso de aportar  otros 140 millones de euro a la financiación temprana del previsto Fondo Verde  del Clima, destinado a proyectos de mitigación y adaptación al cambio climático  en los países en desarrollo, en línea con el brutal recorte de todas las  partidas dedicadas a la cooperación en los PGE. Se pierden así oportunidades  ciertas para nuestras empresas y nuestros profesionales, a la vista del  dinamismo de determinadas actividades verdes en aquellos países.
Pero el problema no es solo la falta de visión -y de compromiso efectivo  de España-. La UE podría haber jugado un papel mucho mas determinante, asumiendo  un objetivo mas ambicioso de reducción de emisiones del 30% en el horizonte de  2020, -absolutamente viable y a un coste asumible- , en lugar de mantener el  objetivo del 20%, que esta ya prácticamente alcanzado… Esa falta de ambición  de la UE en su conjunto lastra, en particular, a los países, que, como España,  aceptan a regañadientes los compromisos europeos, en lugar de considerarlos como  un mínimo que vale la pena superar.
La Cumbre de Doha se ha celebrado  sin que los ciudadanos de Nueva York se hayan repuesto aun del paso devastador  del huracán Sandy -131 fallecidos y perdidas por valor de 60.000  millones de dólares-, y mientras Filipinas sufría los efectos aun mas dramáticos  del tifón Bopha: casi 500 muertos, más de cinco millones de  afectados… En ese contexto, es inevitable lamentar la escasa implicación, por  ejemplo, de Estados Unidos, cuyo gobierno parece cada vez mas deslumbrado por  sus reservas de gas no convencional, una circunstancia que debilita el apoyo de  Obama a las energías renovables.
Mas allá de los insuficientes  resultados de Doha, sin embargo, se intuye la existencia de una conciencia  creciente sobre los riesgos asociados al cambio climático. La lucha contra el  calentamiento global va integrándose progresivamente en la exigencia ciudadana  de otro modelo de desarrollo, de otra forma de hacer política para garantizar  más seguridad y más bienestar de forma duradera, con menores  desigualdades.

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