NO TODOS LOS ECONOMISTAS PENSAMOS ASÍ

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La austeridad forzada tiene un nombre: se llama pobreza. ¿Es sólo esto lo que la ciencia económica puede ofrecer? Si la economía no se pone al servicio de los ciudadanos, la economía deja de ser ciencia.

La ciudadanía y la opinión pública miran a los economistas y encuentran a un colectivo que, fruto de la desesperanza, o de un mal entendido concepto de sí mismos, vaticinan terribles consecuencias en un vano intento de engrandecer su valía haciendo predicciones más grandes que ellos mismos. Incansablemente nos repiten que los niveles de bienestar que hemos logrado no son sostenibles y que es necesario que recibamos menos prestaciones, peor educación, peor cobertura en caso de desempleo, peor salario, peor atención sanitaria. La austeridad forzada tiene un nombre: se llama pobreza. Alegan que, para ser competitivos, tenemos que ser más austeros, esto es, más pobres. Y proponen reformas que se concretan en reflotar la banca privada con fondos públicos, rebajar más si cabe la progresividad de nuestro sistema fiscal, reducir pensiones y prestaciones por desempleo, y privatizar ¡qué ridículo! lo  poco que queda del sector público empresarial cuando realmente lo que pretenden es privatizar la sanidad y la enseñanza. Y presentan sus reformas como la única salida a la crisis. Lógicamente la ciudadanía va perdiendo la fe en lo que la ciencia económica puede ofrecer si es sólo eso lo que ofrece.

Pero no todos los economistas pensamos así. Frente a la devaluación interna, hay economistas que pensamos que es posible salir de la crisis reforzando los vínculos solidarios de nuestra sociedad. Que un pacto social por el crecimiento y las reformas dará mejores resultados que los recortes que se nos imponen. Que España cuenta, todavía hoy, con sectores industriales punteros que hay que promover e internacionalizar. Que la inversión en I+D+i es nuestro pasaporte hacia la economía del conocimiento. Que los fondos estructurales y el Banco Europeo de Inversiones pueden movilizar recursos en sectores productivos clave. Que las reformas fiscales deben ser progresivas para proteger a los más débiles. Que el Banco Central Europeo debe asumir un papel de prestamista de último recurso. Que la racionalización no está reñida con la prestación de servicios públicos de calidad. En definitiva, que la austeridad, esa pobreza inducida, es mera ideología elevada falsariamente a la categoría de ciencia.

La ciencia, si no está al servicio de los ciudadanos y del progreso no es ciencia, y la economía es ciencia. Los economistas que la degradan no son economistas. Son voceros de poderosos intereses que pretenden acabar con el modelo de convivencia social europeo, con el Estado de Bienestar.

ECONOMISTAS FRENTE A LA CRISIS

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