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Pasen y vean… ¿cambio de paradigma?

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  1. La metamorfosis

               Entren en el Financial Times https://www.ft.com/content/70e3fd73-6fb8-4363-8530-dee01665d978?sharetype=blocked y en el FMI (https://www.ft.com/stream/d2e88012-fab0-45cb-a90b-c50a5e854829). Y comprueben la metamorfosis de un pensamiento económico. Estamos en las entrañas de las biblias liberales. Y observamos el latido de sus, por fortuna, corazones cambiantes. Esperemos que dure esa nueva balada. Se nos explica que las crisis económicas más importantes, y las etapas políticas más convulsas, han cristalizado en una nueva orientación de la política económica. Lo sabemos por la historia económica; pero es una realidad que muchos economistas ignoraban. Como escribió muy acertadamente J. Bradford DeLong, urgen menos modelizadores y más historiadores económicos: se entienden mejor los procesos (véase: https://elpais.com/diario/2011/05/22/negocio/1306070070_850215.html) . Así, en el FT se expone que la Gran Depresión dio paso a la macroeconomía de Keynes; que el Estado del Bienestar surge en su más vigoroso desarrollo tras la Segunda Guerra Mundial; y que las llamadas crisis energéticas –con sus impactos inflacionarios– condujeron a lo que el FT denomina “ideas del libre mercado”. Esta importante cabecera defiende que el coronavirus ya está incidiendo en una visión distinta de la política económica a aplicar, a pesar de la resistencia, todavía, de muchos apóstoles de la austeridad expansiva y de conspicuos profetas que auguran desastres apocalípticos si no se aplican los recetarios neoliberales.

               Como explica Martin Sandbu, un reputado analista del FT, el guardián de la ortodoxia económica, el FMI, está reconsiderando sus argumentos en sus publicaciones más emblemáticas (véase por ejemplo: Fiscal Monitor, https://www.imf.org/en/Publications/FM, del 14 de octubre de 2020). Los economistas del FMI forman parte de mainstream, pero en la última década sus investigaciones han proporcionado otras bases explicativas para revisar el consenso preexistente, incluyendo sus propias opiniones precedentes. Así, se están minimizando las consecuencias de la elevada deuda pública, hasta el punto que se asevera que debe edificarse una nueva arquitectura internacional de la misma (¿condonaciones parciales?). Pero esto no acaba aquí: al abordar la cuestión de la inversión pública, observada con harta frecuencia como poco necesaria existiendo la privada, e incluso como un foco de incremento de deuda y déficit,  los investigadores del FMI dan un giro copernicano. Y encuentran –¡oh albricias!– que, siempre que esté bien enfocada, la inversión pública es determinante y poderosa en tiempos de incertidumbre. Expone Sandbu, recogiendo los datos del FMI: el efecto más sorprendente es el aumento de la voluntad de inversión de las empresas privadas, ya que aumentar la inversión pública en un 1% del PIB incrementa la inversión privada en más del 10% (de nuevo: https://www.imf.org/en/Publications/FM/Issues/2020/09/30/october-2020-fiscal-monitor).

¿A qué nos suena?: vean aquí los multiplicadores keynesianos, esos que se denostaban tras 2008, que siempre hemos defendido, desde nuestros orígenes, en Economistas Frente a la Crisis. Y que Olivier Blanchard tuvo que reconsiderar tras fallidos cálculos, que de alguna forma justificaron la austeridad expansiva, un aspecto sobre el que ya hemos incidido en otras entradas.

               Sólo con la revisión de estos dos aspectos, la inversión y la deuda, ya crujen las costuras de un neoliberalismo expuesto desde esas mismas palestras no hace mucho tiempo. Pero encontramos más razones en los recientes textos del FMI, divulgados a su vez en el FT. En concreto, las que atañen a la crisis de la COVID 19 y al cambio climático, temas esenciales. Vayamos por partes:

a)     Las palabras del FMI –que compila Martin Sandbu en el FT– son elocuentes:  “el levantamiento de los confinamientos solo puede conducir a un repunte parcial de la actividad económica si persisten los riesgos para la salud. Esta información advierte contra el levantamiento prematuro de los confinamientos con la esperanza de reactivar la actividad económica”. Y prosiguen los economistas del Fondo en una dirección clara: el beneficio para la salud pública de los confinamientos es mucho mayor cuando se introducen pronto, al tiempo que se endurecen rápidamente. En otras palabras: confinar con rapidez puede ser lo mejor para la economía. El contraste con lo que estamos viendo, por ejemplo, en la comunidad de Madrid –en cuyo gobierno parece que hay mucho liberal iletrado que no lee el FT ni los informes del FMI– es palmario.

b)     Sobre el cambio climático, el FMI advierte –seguimos a Martin Sandbu– que “el objetivo de reducir las emisiones netas de carbono a cero para el año 2050 en cada país puede lograrse mediante un paquete de políticas que sea favorable al crecimiento (especialmente a corto plazo)”. Esto incluye, para el FMI, subsidios a las energías renovables, inversión pública ecológica, precios crecientes del carbono y transferencia directa de ingresos por impuestos al carbono. Sí, se ha entendido bien: aumento del gasto público. Hoy en día, este enfoque fiscal recibe apoyo de partidos verdes en muchos países, y se observa con atención en formaciones socialdemócratas y progresistas. ¿El FMI descubre la pólvora sorda? No: se hace eco de sendas situaciones. En primer lugar, del fracaso estrepitoso de sus otrora recetarios inamovibles –y cáusticos–; y de la necesidad imperiosa de variar el grueso del mensaje macroeconómico para encarar la nueva crisis, con más inversión en nichos que inciten la descarbonización de la economía y la transición energética. El desafío del cambio climático va a ser enorme.

  1. Claro y conciso: frente al neoliberalismo

Las informaciones expuestas, tan sólo telegrafiadas, ya deberían hacer repensar a esos profetas y apóstoles a los que nos referíamos de manera anónima. Pero, insistimos: tras el impacto del coronavirus, se habla de nuevo de una posible crisis de deuda soberana en los países de Europa más afectados por la pandemia. Ello lleva a que, inevitablemente, el debate sobre la política fiscal –a parte de la monetaria– vuelva a estar sobre la mesa. Sin embargo, tras semanas de desconcierto y mutismo, los economistas neoliberales vuelven a salir a la palestra y enfatizan los efectos negativos que una política fiscal expansiva desencadenaría para las economías europeas. ¿Leerán al FMI y al FT? Se habla de incremento enorme del déficit y de la deuda, lo cual es cierto. Pero recordemos que a principios de 2010 varios países de la zona Euro se vieron afectados por una crisis de deuda soberana y, con el objetivo de mantener su credibilidad financiera, tuvieron que adoptar medidas contractivas encaminadas a reducir sus déficits fiscales. ¿Y qué paso? Que estas políticas les sumergieron en una dura etapa de estagnación económica y elevadas tasas de desempleo que les acarrearon importantes costes en la esfera social y humanitaria, que todavía estamos arrastrando. Sin embargo, en muchas de estas economías la ratio deuda/PIB no cayó, sino que aumentó. Las cifras son demoledoras, y deberían hacer pensar a ese mainstream que, tal vez, se equivocaban. Pero la tozudez ideológica es aquí inamovible. Sin embargo, la contradicción alcanzó durante la Gran Recesión tal magnitud que el propio FMI, en el pasado el mayor exponente y defensor de las medidas de consolidación fiscal, tuvo que cuestionar la efectividad de éstas, como hemos ya recordado.

En el mundo académico existe una muy amplia literatura sobre este asunto. Los economistas Deleidi, Iafrate y Levrero, en un recientísimo trabajo de marzo de 2020, sugieren una vía distinta a la economía neoliberal: demuestran matemáticamente que el efecto de la inversión pública sobre la renta es positivo y permanente, tanto en el corto como en el largo plazo. De este modo, los incrementos de la inversión pública son capaces de elevar el nivel de PIB en una cantidad superior a la inicialmente invertida, generando así un efecto keynesiano sobre la renta. Vean: coincidencia plena con el Fiscal Monitor del FMI de octubre de 2020, cuyos economistas probablemente sí habrán leído el trabajo previo de Deleidi, Iafrate y Levrero. Estos resultados contrastan, por consiguiente, con las propuestas de la austeridad expansiva, la que se propuso en 2008 y que ahora, obstinadamente, siguen defendiendo importantes representantes de la economía ortodoxa. Por el contrario, se trata de apoyar medidas de inversión pública para afrontar la situación económica actual, aunque se incrementen déficit y deuda. Lo ha avalado hasta… ¡Ángela Merkel!

La crisis del COVID-19 ha puesto de manifiesto la debilidad de nuestra economía y el sistema de protección social; superar esto necesitará de la acción colectiva planificada, solidaria y en cooperación con el resto del mundo. Frente a ello, las medidas de consolidación fiscal exacerbarán la crisis y serán más contradictorias en los países del sur, entre los más afectados por la pandemia. Esto es también lo que se desprende de los profusos documentos del FMI, los más recientes: se refuta lo que solía ser un lugar común, a saber, que la intervención del gobierno en la economía, aunque fuera por buenas causas, tenía costes por la pérdida de eficiencia y crecimiento. El giro: los sectores público y privado tienen intereses menos opuestos de lo que se asumió durante décadas en la formulación de políticas económicas, siempre que exista –y esto lo decimos nosotros, no el FMI– una capacidad de liderazgo, de emprendimiento de lo público, que marque en gobernanza, con agentes económicos y sociales, la política económica. Dice Martin Sandbu que estamos ante una cosmovisión económica basada en encontrar formas en las que la intervención del gobierno pueda guiar al sector privado a desempeñarse mejor. Y añadimos: en tal sentido, la planificación económica y el estado activista están de vuelta, el Estado emprendedor que necesitamos, junto a una nueva epistemología económica.

   

About Carles Manera

Catedrático de Historia e Instituciones Económicas, en el departamento de Economía Aplicada de la Universitat de les Illes Balears. Doctor en Historia por la Universitat de les Illes Balears y doctor en Ciencias Económicas por la Universitat de Barcelona. Consejero del Banco de España. Consejero de Economía, Hacienda e Innovación (desde julio de 2007 hasta septiembre de 2009); y Consejero de Economía y Hacienda (desde septiembre de 2009 hasta junio de 2011), del Govern de les Illes Balears. Presidente del Consejo Económico y Social de Baleares. Miembro de Economistas Frente a la Crisis Blog: http://carlesmanera.com

4 Comments

  1. Marcos el octubre 22, 2020 a las 6:41 pm

    Buen día,

    Perfecto Sr. Manera !!, opino que es una difusión muy apropiada acerca de dos soportes clave de ‘ una economía social para la sociedad’, a saber:
    Condonación total de la deuda soberana y de la privada, así eliminaremos el lastre que supone devolver capital y cuantiosos intereses, aunque ahora están a cero o en negativo. Otra parte es la de exigir las responsabilidades a todos los niveles por la mala gestión de esos capitales prestados, los que en suma siempre paga Pueblo Soberano.
    Inversión pública y protección social y la otra parte es la misma de la anterior propuesta

    Muchas gracias por su tiempo
    Un saludo

  2. copitodenieve el octubre 23, 2020 a las 3:21 pm

    El mejor comentario es recalcar lo de iletrados y la escasa fuerza de los historiadores económicos frente a los teóricos.
    El último número de F&G del FMI pone negro sobre blanco lo explicado en este artículo. Falta que los diseñadores de políticas lean, comparen, compren y se atrevan a poner en duda sus creencias.

  3. Juan Morales Montesdeoca el octubre 23, 2020 a las 10:13 pm

    Leyendo este artículo, parece que es posible explicar una situación como la que vivimos, de fracaso de una economía NEOLIBERAL y de claro cambio de paradigma universal, sin que nos ahoguen a gráficos, curvas y demás, nada objetivos, y que acompañan a una serie de «ideas» de la realidad, torticeras y engañosas. A los economistas es posible entenderlos, sobre todo, cuando tienen las ideas claras y son honestos con sus congéneres.

  4. rojas pedro el octubre 24, 2020 a las 12:26 am

    Es difícil, para alguien que no es economista, entender a un economista keynesiano como Carles Manera. Parece no sentir ningún respecto por las personas que dirigen el Fondo Monetario Internacional (FMI) y así lo deja muy claro en su comentario, pero no nos explica, a las personas que no somos economistas, quién elige a los que van a dirigir el FMI. ¿No los eligen otros economistas? ¿Quién lo elige entonces?

    (¿Por qué los economistas utilizan la palabra «renta» en vez de la palabra «ingresos» para referirse a los ingresos de los trabajadores?)

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