Potenciar la igualdad de género para contrarrestar el retroceso

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 Una agenda feminista para esta legislatura 2024-29

  El proceso de constitución del nuevo Colegio de Comisarias y Comisarios ha desatado una fuerte controversia por la falta de equilibrio de género. La presidenta de la Comisión, Úrsula von der Leyen, ha resuelto el asunto por los pelos, alcanzando un 40 % de representación femenina y compensando ese déficit democrático con la asignación de cuatro de las seis vicepresidencias a mujeres (incluida la vicepresidencia primera, a Teresa Ribera). Sin embargo, ahora comienza otra batalla diferente y más crucial: lograr que la igualdad de género y los derechos de las mujeres sean parte central de la acción del gobierno comunitario y del liderazgo regulatorio y político de la Unión Europea.

  En la distribución de carteras, igualdad ha sido asignada a la ministra de Relaciones Exteriores belga, Hadja Lahbib. Sin embargo, tanto el título de la cartera, “Preparación y gestión de crisis- Igualdad”, como la evidencia de que la parte de gestión de crisis está mucho más desarrollada que la de igualdad, hace que la “igualdad” parezca una competencia menor, subordinada. Además, y esto es muy importante, la igualdad de género no se ha integrado de manera transversal en las cartas o Mission Letters enviadas al resto de comisarios y comisarias nominadas, a pesar de que llevar la igualdad a todas las políticas y a todo el ciclo político debe ser clave en este mandato. Esta falta de compromiso explícito funciona como si se diera por descontado algo por lo que aún hay que pelear cada día, y más especialmente ahora que las fuerzas internacionales antidemocráticas tienen como punto común acabar con la agenda de igualdad y, sobre todo, con los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.

  En definitiva, si atendemos a la composición del Colegio de Comisarios y Comisarias y al contenido de los encargos que Úrsula Von der Leyen ha hecho a los comisarios en sus Mission Letters, la Comisión no parece reconocer plenamente ni el retroceso en materia de género en Europa y a nivel global, ni su centralidad en las fuerzas antidemocráticas y anti-europeístas.

  El feminismo fue el movimiento más profundamente democrático del siglo XX, y es ese poder transformador el que precisamente busca suprimir la reacción ultra-conservadora. Defender los derechos de las mujeres es crucial para proteger la democracia y los valores europeos en medio del creciente populismo y el resurgimiento de movimientos fascistas.

  Pero aún hay tiempo para corregir esta deficiencia por parte de la Comisión y en el Parlamento Europeo, cuya aprobación es necesaria para que se conforme la Comisión y pueda comenzar a funcionar lo antes posible. En el nuevo mandato de cinco años de la Unión Europea (UE), la agenda del Comité de Derechos de la Mujer e Igualdad de Género (FEMM) del Parlamento Europeo debería priorizar lo siguiente:

– avanzar en una agenda legislativa robusta;

– garantizar una verdadera integración de la perspectiva de género de manera transversal;

– asegurar la correcta implementación y evaluación de la legislación vigente y reciente, aplicando también el principio de interseccionalidad, y

– promover una alianza internacional para contrarrestar el retroceso en el compromiso por la igualdad de género que se observa en muchos países dentro y fuera de Europa, y de la mano de los movimientos antidemocráticos.

Agenda legislativa

  Según el índice del Instituto Europeo para la Igualdad de Género (EIGE), harán falta más de 60 años para alcanzar la igualdad plena entre hombres y mujeres en la UE. A pesar de los muchos logros conseguidos en el mandato anterior de la mano de una comisaria exclusiva para igualdad, Helena Dalli, aún queda mucho por hacer.

  Nuestro objetivo debería ser crear un marco sólido que garantice los derechos de las mujeres en toda Europa. Al igual que los logros del Pilar Europeo de Derechos Sociales de 2017, necesitamos una Carta Europea de Derechos de las Mujeres como elemento fundamental para lograr la igualdad de género. Esperamos que la hoja de ruta para los derechos de las mujeres que Von der Leyen ha anunciado para el próximo mes de marzo vaya en la dirección correcta.

  La UE y sus Estados miembros deben fortalecer el marco institucional y legal para los derechos de las mujeres y la igualdad de género, algo que debe estar plenamente integrado en los tratados de la UE, y especialmente en lo que respecta a los derechos sexuales y reproductivos y la paridad. De hecho, necesitamos una directiva de paridad que garantice una representación equilibrada en el liderazgo de la UE, en lugar de que quede como un elemento a discreción de la presidenta de la Comisión o de los Estados miembros.

  Debemos seguir impulsando una agenda política y legislativa que mejore la vida y las oportunidades de las mujeres, con mayor bienestar y libertades para todas. Esto incluye finalizar la directiva revisada sobre los derechos de las víctimas, y la regulación aún pendiente sobre abuso infantil. Esta última se consideró que correspondía al comité de libertades civiles del Parlamento (LIBE). Sin embargo, la Comisión de Derechos de la Mujer e Igualdad de Género del Parlamento Europeo (FEMM) debe jugar un papel central en dar forma a su postura, dado que la mayoría de las víctimas son niñas, el 80 al 95 por ciento de los perpetradores son hombres, y muchos estudios muestran una fuerte correlación entre la violencia de género y el abuso sexual infantil.

  La Estrategia Europea de Cuidados debería evolucionar hacia un “Care Deal”. Un auténtico Pacto de cuidados que considere el trabajo remunerado y no remunerado, la provisión de servicios y bienes públicos, y la organización y cultura del trabajo en las empresas. Sólo de esa manera podremos entender las diferencias en las elecciones de mujeres y hombres y las diferencias en su disponibilidad de tiempo. Diferencias cuyo impacto es un factor diferencial en los mercados laborales, la creación cultural, y la generación de conocimiento, y que están a su vez asociadas con la subrepresentación de las mujeres en el poder y una mayor pobreza (particularmente, pobreza de tiempo). A medida que se discute la reducción del tiempo de trabajo en muchos países y en la UE avanzamos hacia la legislación sobre el “derecho a desconectar”, es crucial tener en consideración las vastas disparidades en cómo hombres y mujeres utilizan su tiempo.

  Ser conscientes de esas desigualdades y poner en marcha medidas para cerrar esas brechas es también esencial para impulsar la competitividad de forma genuina (un tema central en la agenda de la nueva Comisión, como se describe en el informe Draghi), impulsar unos mercados laborales menos discriminatorios y unas trayectorias educativas más inclusivas. Durante décadas, las mujeres hemos constituido la mayoría de las personas graduadas en las universidades, y somos, a su vez, la mayoría entre las personas en edad de trabajar con estudios superiores. Sin embargo, seguimos experimentando una menor tasa de actividad y de ocupación, y unas mayores tasas de desempleo, temporalidad y parcialidad, así como salarios, pensiones, e ingresos más bajos, que limitan nuestras opciones reales y acaban infrautilizando nuestros talentos.

  Por otro lado, los hombres también se ven afectados, ya que las tasas de abandono escolar de los niños son muy superiores a las de las niñas, lo que redunda también en menos opciones reales y una infrautilización de talentos. Esta infrautilización también afecta a su escasa participación en los cuidados, un recurso crítico en el contexto de una población que envejece. Debemos avanzar hacia un modelo de hogar de dos personas ganadoras de el pan y dos personas cuidadoras, en el que hombres y mujeres tengan de verdad la oportunidad de participar equitativamente en el trabajo remunerado y en los cuidados.

  Finalmente, también deberíamos avanzar en áreas que comenzamos a abordar en el mandato parlamentario anterior a través de iniciativas no legislativas, como la pobreza de las mujeres en Europa, la representación de las mujeres en las disciplinas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM) y, especialmente, la regulación de la prostitución en la UE—sus implicaciones transfronterizas y su impacto en la igualdad de género y los derechos de las mujeres. Junto con la gestación subrogada, estas prácticas representan la mercantilización y explotación de los cuerpos de las mujeres, a menudo justificadas por narrativas falsas de «libertad» y respaldadas por poderosos intereses económicos con poco respeto por los derechos humanos. Así lo señaló el Parlamento Europeo en relación con la directiva sobre trata de personas, también aprobada en la pasada legislatura.

La transversalidad de género. Llevar la igualdad a todas las políticas

  La integración de la perspectiva de género es esencial para incorporar la igualdad a todas las políticas y a todo el ciclo político, desde el diseño, la elaboración, los presupuestos, la implementación y la evaluación. Esto requiere instrumentos legales, instituciones y coordinación adecuadas, financiación, y experiencia. Pero, sobre todo, requiere voluntad política.

  Es crucial que la nueva Estrategia de Igualdad de Género que Von der Leyen va a desarrollar en este mandato garantice que la igualdad llegue a todas las políticas. La igualdad de género debe estar plenamente consagrada en el Marco Financiero Plurianual (MFP) y cada dirección general dentro de la Comisión debe tener una «task force» para la igualdad de género, es decir, un grupo de trabajo dotado con presupuesto e idealmente, contratando personal especializado, y que estén coordinadas al más alto nivel. Las universidades europeas (excepto aquellas en países donde los estudios de género han sido lamentablemente prohibidos, como Hungría) continúan formando personas expertas en igualdad que deberían integrarse en la administración de la UE.

  La inclusión de la perspectiva de género en los estudios de prospectiva y en la evaluación de políticas públicas es esencial para desafiar el sesgo androcéntrico de nuestra legislación, administración y acción política, que hace que tomemos como universales las oportunidades, perspectivas y experiencias de los hombres. El conocimiento feminista es crucial y debe promoverse, especialmente en las Alianzas europeas de universidades y a través del programa marco de investigación Horizonte Europa y su sucesor . Del mismo modo, el EIGE y la Agencia de Derechos Fundamentales (FRA) deben contar con los recursos que necesitan para llevar adelante su trabajo. Igualmente, debería reforzarse la perspectiva de género en el trabajo de los think tanks de la UE, especialmente en el Centro Común de Investigación (JRC). También se requiere la homogenización de conceptos por parte de Eurostat y de los institutos de estadística de los Estados miembros, así como un mayor número de estadísticas desagregadas por sexo y encuestas específicas para comprender mejor las desigualdades de género, que deben contar con muestras suficientes para garantizar un análisis interseccional que también permita analizar las diferencias que existen entre los propios hombres y las propias mujeres.

  La transversalidad de género debe aplicarse en todas las políticas, pero existen algunas prioridades de cara al presente mandato, como son la salud, las transiciones (especialmente la transición digital) y la política exterior. Las brechas en salud son particularmente llamativas.

  Las disparidades relacionadas con la salud no solo se deben a sesgos en la investigación, sino también a sesgos en lo relativo a los ensayos clínicos, los diagnósticos y los tratamientos. También existe un cierto abandono de problemas de salud específicos de las mujeres o procesos específicos, como la endometriosis o la menopausia, que llevan a estigmas médicos, laborales y sociales. (La menopausia está recibiendo atención política a través de la legislación laboral en algunos países fuera de la UE). Los derechos sexuales y reproductivos, incluido el acceso a la anticoncepción y al aborto legal y seguro, deben considerarse derechos humanos y, por tanto, incluirse en la Carta de Derechos Fundamentales de la UE y considerarse una cuestión de salud pública y acceso a bienes y servicios dentro de la Unión. En este campo es donde podemos observar el mayor proceso que trae la ola ultraconservadora. Por ello hay que blindar la autonomía de las mujeres sobre su cuerpo y capacidad reproductiva.

  El uso excesivo de antidepresivos, analgésicos y somníferos por parte de las mujeres refleja no solo la falta de investigación y perspectiva de género en salud, sino también el agotamiento social de las mujeres no reconocido por sus múltiples roles. A la vez, las políticas deflacionistas erosionan tanto los servicios públicos como su capacidad de aliviar la carga de los cuidados. Los problemas que experimentamos las mujeres de manera diferente no pueden volver a considerarse menores, sobremedicarse o asociarse con problemas de salud mental, locura o «histeria»: etiquetas históricas y aún vinculadas a las mujeres que se salían de la norma.

  Las transiciones verde, digital y demográfica que estamos experimentando deben lograrse y perseguirse con justicia social, territorial y de género. El fondo NextGenerationEU, uno de los logros más significativos de la legislatura anterior, se dirigió en gran medida a transformar las economías de Europa mediante la descarbonización y la digitalización. Aunque la igualdad fue una prioridad declarada, pocos países la incorporaron en sus planes, entre ellos, aquellos con marcos de igualdad de género más avanzados, como España.

  No obstante, los sectores vinculados a la energía o el ámbito digital están fuertemente masculinizados. Esto puede implicar que el empleo y la mejora de las habilidades y oportunidades que estos fondos han traído hayan beneficiado principalmente a los trabajadores varones. Si no promovemos las políticas y estrategias correctas con perspectiva de género, las mujeres y las niñas seguirán enfrentándose a una falta de estímulo para estudiar carreras STEM, mientras que las profesiones vinculadas con los cuidados continuarán estando subvaloradas y mal remuneradas, lo que las hará poco atractivas para los hombres y, por tanto, mantendrá la segregación existente.

  Necesitamos urgentemente incluir la transversalidad de género en la legislación y políticas digitales, donde los algoritmos, la inteligencia artificial y el diseño de las redes sociales están dando forma al presente y al futuro. En este dominio público, donde la información y el conocimiento van de la mano con el prestigio y la autoridad, la construcción, y el refuerzo de los estereotipos, no se debe volver a excluir a las mujeres del diseño y la generación de nuestro marco de conocimiento, nuestra cosmovisión, como ocurrió durante el desarrollo de las disciplinas científicas en el siglo XIX y gran parte del XX. Esto es especialmente relevante, también porque el espacio digital es un campo de batalla para la violencia, donde las mujeres y las niñas son objeto de sexualización, acoso y esfuerzos por disciplinarnos y silenciar nuestras voces.

  También es esencial avanzar en una política exterior feminista y asegurar que se apliquen explícitamente las herramientas de la diplomacia feminista. La deshumanización de las mujeres en Afganistán e Irán habla por sí misma.

  La violencia extrema, el feminicidio, la violación y el asalto sexual masivo, junto con la falta de derechos sexuales y reproductivos, afectan a las mujeres y niñas en zonas de guerra y conflictos, así como a las solicitantes de asilo que llegan a la UE. Existen, además, informes que alertan de que algunos proveedores de servicios que operan bajo protocolos de la UE han cometido o permitido agresiones sexuales que no solo violan a las mujeres y a las niñas, sino que también les impiden o dificultan el llegar a pedir refugio o asilo.

Implementación e interseccionalidad

  El mandato de la UE 2019-2024, con una Comisaria, Helena Dalli, dedicada exclusivamente a la igualdad, marcó un progreso significativo en la agenda de igualdad. Se aprobaron directivas clave, entre ellas, las de violencia de género, trata de personas, transparencia salarial, organismos de igualdad y mujeres en los consejos de administración (Women on Boards). También se adoptaron estrategias sobre igualdad, derechos LGTBIAQ+ y cuidados, que deben retomarse en esta nueva legislatura con los recursos adecuados.

  En particular, la estrategia de cuidados debe transformarse en un auténtico pacto de cuidados para garantizar que ese trabajo, el de los cuidados, que aún recae predominantemente en las mujeres —y que no está reconocido, está infravalorado y mal remunerado—, sea debidamente reconocido y compartido. Un pacto de cuidados amplio debería incluir servicios sociales, bienes públicos y cómo se organiza y valora el trabajo en las empresas y en la sociedad en general.

  Es igualmente importante asegurar la implementación de esta nueva legislación. Es urgente hacer un seguimiento de la directiva sobre violencia de género en todos los Estados miembros para asegurarse de que ninguna mujer corra el riesgo de sufrirla o de no tener acceso a apoyo si la sufre. Las mujeres seguimos siendo asesinadas, violadas y agredidas por el simple hecho de ser mujeres. Seguiremos presionando para que la violencia de género se clasifique como un eurodelito y para que la violación (definida por la ausencia de consentimiento) sea reconocida en la directiva.

  Al implementar estas políticas, es crucial mantener el principio de interseccionalidad, reconociendo cómo se entrelazan los distintos ejes de desigualdad, pero sin caer en la trampa patriarcal de tratar a las mujeres como un «grupo minoritario». Hay diez millones más de mujeres que de hombres en la UE; sin embargo, a veces la legislación utiliza un lenguaje como «con particular atención a las mujeres, minorías étnicas, personas LGBTIQ+ y personas con discapacidad», como si las mujeres no pertenecieran a grupos étnicos, religiosos, de orientación sexual o de identidad de género, o no sufrieran discapacidades, igual que los hombres.

  Debemos luchar contra todas las formas de discriminación, y abordar cómo las distintas desigualdades se refuerzan mutuamente. Pero presuponer que el hombre heterosexual blanco es el estándar diluye la desigualdad de género sistémica, y trata al resto —incluidas las mujeres—como ‘otros’. Comprender y actuar sobre las realidades de mujeres, hombres y personas no binarias en toda su diversidad, trabajo que comenzó en la legislatura anterior, debe ser un enfoque clave también en esta legislatura.

Reacción antidemocrática y  anti “género”

  En este momento populista, la política anti-género es central. La movilización ultraconservadora contra lo que ellos denominan, a pesar de muchas contradicciones, «ideología de género», que comenzó en la década de 2010, no es una mera continuación de las reacciones que han ido ocurriendo cada vez que las mujeres han avanzado, especialmente desde la década de 1970. Por el contrario, representa una nueva configuración política coordinada y estratégica que coloca las opiniones anti-género en el centro del ataque a la democracia, con el patriarcado reconfigurado a través de sinergias oportunistas y temores amplificados en un ciclo que se refuerza mutuamente.

  Si el ultraconservadurismo internacional tiene como objetivo desmantelar las democracias liberales y el proyecto europeo con la oposición a la igualdad y a los derechos sexuales y reproductivos como principio fundamental, quienes defendemos la democracia y el proyecto europeo debemos hacer de la agenda de igualdad el centro de nuestros esfuerzos. Y no podemos permitir que se redefina la igualdad para fines ajenos a los derechos de las mujeres y a la igualdad de género.

  Y es que, como ejemplo de ello, durante la reciente sesión plenaria del Parlamento Europeo en Estrasburgo del pasado septiembre, en la que se debatió la situación de las mujeres en Afganistán, varios eurodiputados y eurodiputadas condenaron la deshumanización de las mujeres afganas solo para usarlo como plataforma para difundir a continuación discursos de odio, insinuando que la violencia de género en Europa era cometida principalmente por extranjeros, especialmente «musulmanes». Como si en Europa no hubiera violencia de género cometida por hombres a los que los ultra sí consideran europeos. Hay que recordar que en paralelo a la sesión se estaba desarrollando el juicio del caso Pelicot en Francia, que cuenta una historia muy diferente: más de 50 hombres están supuestamente implicados en un horrendo episodio de violencia, que muestra la normalización de la cultura de la violación y la violencia de género dentro de la sociedad europea. Normalización que se concreta cada día con cada feminicidio y con cada mujer que sufre violencia de género por parte de hombres con ADN muy “Europeo” también.

  En definitiva, podríamos tomarlo con humor y decir que incluir la cartera de igualdad en una cartera de ‘gestión de crisis’ puede no ser tan mala idea después de todo. ¿No que deberíamos tratar como una crisis la desigualdad que siguen sufriendo las mujeres, la violencia que no cesa, o los ataques a nuestros derechos que está provocando la reacción patriarcal en Europa y en todo el mundo? Se trata, de hecho, de una crisis que debe ser gestionada con urgencia en Europa y a nivel global. Si Igualdad se ha incluido en esta cartera con esa intención, bienvenida sea, pero en ese caso necesitaríamos invertir el orden de las prioridades de la cartera, colocando la igualdad en primer puesto.

  Le deseo a Lahbib el mayor de los éxitos en la gestión de estas carteras, especialmente en este contexto complicado, y después de una legislatura tan prolífica en políticas de igualdad como fue la anterior, y le ofrezco, por supuesto, todo mi apoyo en esta labor.

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Este artículo fue publicado en Social Europe el pasado 30 09 2024. Se reproduce, traducido del inglés, en esta WEB con  autorización de su autora.

About Lina Galvez Muñoz

Lina Gálvez Muñoz, Catedrática de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla, Doctora por el Instituto Universitario Europeo de Florencia, dirige el observatorio de igualdad GEP&DO, es miembro de Economistas Frente a la Crisis. Su investigación se ha centrado en el análisis de las desigualdades, especialmente las de género; el análisis de los tiempos y los trabajos en los mercados y las familias; así como los efectos de género de las crisis económicas y las políticas de austeridad. Lina Galvez es, desde 2019, eurodiputada por el Grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (S&D) en el Parlamento Europeo.

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