PSOE, socialismo utópico y energía política

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Por Ignacio Muro Benayas (@IMuroBen), miembro de Economistas Frente a la Crisis

Una izquierda necesitada de utopías observaría con sorpresa que una persona de la entidad humana y coherencia política de Vázquez Montalban, del que celebramos los 10 años de su defunción, se presentara en vida como «socialista científico» una denominación que Engels, en 1876, la utilizara en oposición a la del «socialista utópico».

El rechazo a lo utópico no era entonces ni ahora rechazo a la transformación social, sino todo lo contrario. Era la oposición a un idealismo buenista que pensaba que basta con desear la verdad, la razón y la justicia «para que por su propia virtud conquiste el mundo». O, puestos a comentar la actualidad de la Conferencia Política del pasado fin de semana, creer «que el PSOE ha vuelto» como una alternativa sólida por el mero hecho de consensuar algunas medidas reformistas, por muy adecuadas que sean, en un documento. Se necesita algo más para anticiparse y evitar lo que empieza a ser habitual: las sucesivas frustraciones que genera la izquierda cuando accede al gobierno en Francia, Grecia, Italia o España en una coyuntura como la actual.

Felipe dijo en 1993 que «he tomado nota de los mensajes de los electores» pero no las tomó, Zapatero se presentó en 2004 con un «no os defraudaré» pero defraudó. Elena Valenciano, acaba de decir en la Conferencia Política que “entendimos el mensaje, nunca podrá volver a tocarse a los más débiles”. Demasiadas disculpas.

Dice Soledad Gallego que es necesario convertir las 385 páginas, en un «dificilísimo discurso de 10 minutos en el que llegue a un diagnóstico radical de lo ocurrido y a una propuesta sustancial de compromisos políticos». Efectivamente: una declaración extensa «que recoja todo» puede hacer las veces de dibujo utópico de la realidad. Tiene de atractivo que permite modelizar el armazón de las políticas públicas de izquierda, anticipar la coherencia interna de las diversas propuestas. Pero a la vez, no deja de ser progresismo de salón. Los documentos programáticos siempre cuidaron un lenguaje y un tono adecuado pero pocas veces sirvieron de referencia de gobierno cuando tocaba medir los apoyos reales y enfrentarse a las resistencias existentes en la sociedad. Ocurre que esas circunstancias eran perfectamente previsibles cuando se realizaron los programas, que alejados de la realidad, acabaron convertidos en un ejercicio de simulación.

Cuanto mayor sea la debilidad de las fuerzas progresistas más necesario es una jerarquía en el diagnóstico y en los objetivos si se desea evitar la frustración temprana y mantener el poder. Hay elementos centrales que reúnen un amplio consenso entre las bases sociales de la izquierda, sean cuales sean las resistencias que generen, y otras que son más discutibles socialmente y recaban menos apoyos. Entre las primeras, existe unanimidad en dar un giro completo a la política enérgetica para fomentar las renovables; también en impulsar una fiscalidad que grave a las grandes corporaciones como a cualquier otra empresa y que aumente la operatividad y los recursos de la lucha contra el fraude. Solo esas dos medidas concitarían amplísimas resistencias en lobbys muy poderosos con amplias conexiones mediaticas. Y hay que saber vencerlas.

Lo que Engels denominaba «socialismo científico» partía del reconocimiento que las leyes económicas acaban configurando la realidad social. Hoy hay que saber, por ejemplo, que no es posible confiar todo a la capacidad de redistribución del Estado para hacer frente a las inequidades que provoca el sistema productivo. La globalización hace que la capacidad de redistribuir sea menor mientras las injusticias son mayores. No queda más remedio que cuestionarse las entrañas del sistema desde planteamientos predistributivos.

Por eso, es de agradecer que el PSOE se plantee dar un giro a las relaciones laborales, pero habrá que ver si se dispone realmente a acabar con las raíces de las políticas de devaluación que residen en la unilateralidad del poder del primer ejecutivo y se recupera hasta sus últimas consecuencias el principio de la negociación colectiva. Es ahí, venciendo todas las resistencias y favoreciendo los consensos internos y la participación de los trabajadores en el gobierno de las empresas y en sus beneficios, en el sentido de Alemania (Consejos de Vigilancia), Suecia (Fondos de Asalariados), Austria (Cámaras de Trabajadores), donde nos jugamos realmente el principio de la predistribucion y el éxito de las políticas progresistas. Solo desde esa posición será posible ganar simultáneamente en competitividad y equidad.

Saber qué fuerza material se dispone (medida en la capacidad de movilización en la calle pero también en apoyos sociales e institucionales, votos, dineros, recursos mediáticos, poderes territoriales) es determinante para definir los objetivos reales de gobierno. Mucho más si, como repite Josep Ramoneda, “las élites económicas no ven necesidad alguna de hacer concesiones» porque «las clases populares han perdido capacidad de intimidación«. Parte de la debilidad de la izquierda procede de que no quiere reconocerse en ese reto.

Lo esencial no son los programas coherentes sino la construcción de una nueva energía política suficiente para vencer las resistencias de un poder compacto y agresivo al que hay que disputar, como reclamaba Gramsci, “la hegemonía, los consensos, el sentido común” en religión, justicia, educación o medios de comunicación. Si la disputa del poder es necesaria en todos esos ámbitos lo es, especialmente, en economía que es la asignatura pendiente de la socialdemocracia como nos recuerda el hecho de que el 50% de los ciudanos no aprecian apenas diferencias entre los discursos del PP y el PSOE en materia económica.

¿Cómo se construye esa energía política? Recuperar credibilidad es esencial y, en ese sentido, los pasos dados por el PSOE para la democratización de los candidatos son muy importantes. Pero la experiencia de Italia y Francia demuestra que una amplia participación en primarias no es un activo duradero. Un debate interno entre los miembros del colectivo Economistas Frente a la Crisis nos llevaba a reclamar que cada candidato a primarias hiciera visible su equipo económico, que el debate político incluyera los acentos y matices sobre determinadas medidas económicas. Se trata, en mi opinión, de un paso imprescindible para hacer más dificil que, en el último momento, los grupos de presión coloquen determinadas personas en el gobierno, menos dañinas o más cercanas a determinados planteamientos. La transparencia en ese paso es fundamental para evitar los efectos de las puertas giratorias.

No olvidemos tampoco que si las primarias democratizan el acceso de los nuevos lideres, no modifican el control posterior sobre sus actuaciones. ¿Puede un presidente de gobierno, con el apoyo incluso de los órganos ejecutivos de su partido, poner en marcha medidas que confrontan radicalmente con su programa electoral? En ese sentido, Odon Elorza y el grupo Foro Ético, reclamaban que, para evitar giros como el realizado por Zapatero en mayo del 2010, o la sinrazón del comportamiento de Rajoy, haciendo desde el primer momento lo contrario de su programa, se debe instaurar un procedimiento de consulta urgente a sus militantes/ simpatizantes.

La energía política requiere también la cohesión de los cuadros partidarios de una idea. En ese sentido nadie puede ignorar que la claridad de mensajes es el sustento de una mayor fuerza material, y que la Conferencia Política ha contribuido a elevar la moral del PSOE. Compartir emociones es también hacer política: es estúpida la izquierda que se limita al discurso frío y racional olvidando que sentir el calor de verse juntos y unidos, gritar contras las mismas injusticias, es también un requisito para convertir en fuerza colectiva positiva las posiciones individuales dispersas. Debatir francamente con otros colectivos, abrirse a los discursos e interrogantes de otras fuerzas de izquierda es también una condición para hacer converger diversas energías.

Señala Soledad Gallego citando a Jorge Guillén, que, al final, todo se resume en saber si la injusticia se traga o no se traga. Casi sí. Pero habría que añadir que se necesita también habilidad y energía para ganar batallas y no sólo sinceridad para pedir disculpas por perderlas.

 

Una versión de este artículo se publicó en InfoLibre.es

About Ignacio Muro

Economista. Miembro de Economistas Frente a la Crisis. Experto en modelos productivos y en transiciones digitales. Profesor honorario de comunicación en la Universidad Carlos III, especializado en nuevas estructuras mediáticas e industrias culturales. Fue Director gerente de Agencia EFE (1989-93). @imuroben

7 Comments

  1. Gustavo A. Medina el noviembre 19, 2013 a las 8:52 am

    Magnífica reflexión llena de matices, vericuetos a explorar y detalles… Lo insustancial, que se hable del psoe en concreto. Creo que hubiera sido mejor obviarlo y el artículo habría ganado en carga de profundidad (perdóneseme la crítica)… Lo demás para enmarcar…y eso que lo dice un socialista utópico irredento. Mis felicitaciones al autor

  2. robertoviera1 el noviembre 19, 2013 a las 2:45 pm

    Los socialistas creen en un sistema capitalista hecho por la agregación de pequeños capitalismos, pero este es un sistema mundial integrado, de transaccio9nes económicas y de poder estatal militar y no desde ahora, ya lo era en los siglos xviii y xix, y existió como sistema mundial en la época de Venecia. Felipe Gonzalez obedeciendo a ese sistema mundial privatizó la telefónica con un poquito de ingenuidad y mucho de intimidación por varias vías, por politicos internos que obedecen a las transnacionales (PP) y por presiones internacionales.
    De esta manera España perdió consecutivamente dos puntos de su PIB y las transnacionales muestran un crecimiento, pero es la parte del León que usufructúan desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La presión en este momento sobre los políticos para que desmejoren las condiciones de trabajo son parte de ese dominio de los capitalistas mundiales.

    Marx se emborrachó con el discurso de Adam Smith y dejó a sus discipulos sin entender lo que pasa. Lenin hizo una corrección al ver en lo que el llamó el imperialismo, lo que siempre habían hecho los círculos capitalistas dominantes. Pero sin entender el capitalismo, es decir no superó losa errores de Marx. Fernand Braudel logra un entendimiento del capitalismo, pero no logra vencer la inercia de la caparazón coherente del marxismo.
    Para salir adelante, la izquierda debe aceptar que en la dirección de la empresa hay que reconocer una parte del producto y una remuneración correspondiente, Teniendo el Estado la parte del León puede dejar a los empresarios disfrutar de lo que no tome el Estado.
    Las leyes que protegen la salud y el medio ambiente son suficientes para garantizar que las empresas no caigan en la codicia.
    Como el sistema es mundial, el capitalismo que toma la delantera crea problemas nuevos que deben ser estudiados por la izaquierda. Hoy vemos con Snowden que esta area de la informática esta siendo usada para la guerra económica de las principales corporaciones capitalistas mundiales para sacarle plusvalía a cada uno de los países.
    Estas son algunos cambios de mentalidad que no sabemos si los socialistas podrán lograr.

  3. Ramón R. el noviembre 20, 2013 a las 4:50 pm

    Excelente articulo.
    ¿Ha vuelto el PSOE? Se supone que de una posición anterior errónea… pero ¿ésto es así? ¿Ha reconocido algún error? ¿Cuál? Fué el propio Sr. Rubalcaba quien pactó con el Sr. Rajoy el texto de la reforma constitucional de 2011: déficit cero, prioridad absoluta del pago de la carga de la deuda pública, prohibición de aumentar el gasto público por encima de la tasa de crecimiento del PIB, destino integro de todo superavit que se produzca a la reducción del nivel de deuda… No he visto ninguna crítica a esta posición en la Conferencia Política, ninguna explicación de cómo con ese corsé se va a conseguir hacer otra política distinta a la que ya se está haciendo…

  4. pau el noviembre 21, 2013 a las 12:09 am

    Los partidos políticos se han convertido en empresas cuyos gerentes han blindado sus puestos, por inútiles que sean, por pérdidas que produzcan o por desastres que provoquen. Los partidos políticos son como grupos mafiosos o terroristas, los primeros solo saben robar y los segundos matar; es su oficio y no conocen otro. De eso que defiendan el terruño a sangre y fuego como si fuera de su propiedad.
    Dicho esto, ya empiezo a estar harto que se hable del PSOE como izquierda, cuando está más a la derecha que el partido de Sarkozi. A la altura en que nos encontramos, deberíamos empezar a olvidar las siglas. Ni el PSOE es socialista ni el PP popular y, por descontado, ni el partido Pirata es pirata, y UPyD progresista y demócrata sino todo lo contrario.
    Las palabras se demuestran con hechos y de eso vamos sobrados. ¿O es que habremos de tirar de hemeroteca?

  5. Eduardo Hernandez. el noviembre 22, 2013 a las 11:24 am

    Permítame que le felicite por su artículo. Creo que acierta usted con sus apreciaciones sobre la credibilidad de un discurso que contrastado con épocas anteriores, y con la realidad de la praxis, deja muchas dudas sobre si cuando acceda al poder el partido Socialista, llevarán a cabo lo prometido.

  6. F de Miguel el diciembre 2, 2013 a las 8:34 pm

    El posible carácter de dibujo utópico del documento recientemente aprobado en la Conferencia política del PSOE, que el autor llega a temer que pueda quedarse en mero progresismo de salón, no son dudas gratuitas.
    Duda que no solo se extiende a la voluntad real de vencer las enormes resistencias que cualquier programa progresista provoca, sino también, en parte anticipando esta falta de determinación, por la inconcreción en las opciones planteadas y el carácter poco o nada verificables de las propuestas, especialmente en las opciones de política económica (Pag. 129 a 172 sobre Estrategia general de recuperación y Política industrial) que se convierten en una batería de buenas intenciones de nivel general y de largo plazo. Sin conexión con medidas concretas, para iniciar su puesta en marcha desde el momento de disponer de capacidad de gobierno, máxime por quien se proclama como alternativa real y no como mero ejercicio de oposición. La única excepción se refiere al sector eléctrico, donde de desarrolla una propuesta concreta en línea con lo publicado en varias ocasiones en este blog de EFC.
    En estas circunstancias cobra mayor sentido la parte final del artículo, pues parece evidente que, la recuperación de la credibilidad que puede significar el proceso de ampliación de la participación en la elección de los candidatos, solo puede ser solida si es el resultado de exponer y comprometerse con objetivos programáticos, entre otros, en los de materia económica, definidos y verificables y con el establecimiento de mecanismos de participación posteriores amplios al tiempo que por los órganos regulares de la organización.

  7. get smart el diciembre 3, 2013 a las 7:04 pm

    Punto 2. Capacitación para puestos de responsabilidad: Al igual que las empresas privadas eligen a sus empleados de acuerdo a una capacidad profesional, el estado debe gestionarse de igual manera. Los ciudadanos tienen un poder muy restringido, en el que eligen mediante sufragio universal a los dirigentes del país durante los próximos 4 años. Pero al igual que las empresas, pueden tener un presidente, fundador o dueño, lo que elegimos en las elecciones es básicamente al presidente del gobierno y los miembros de las cámaras alta y baja, debemos entender que este presidente no tenga una formación específica, pero si su junta directiva, sus cargos de confianza en definitiva. Entonces ¿Cómo elegir esos cargos de confianza? Igual que las empresas privadas, mediante una selección de personal gestionada por una empresa externa. No tiene sentido que una persona sin idea, por ejemplo de sanidad, dirija el ministerio de sanidad, que una persona sin una licenciatura en economía o empresariales, sea quien dirige el ministerio de economía… Y por último, si alguno de estos empleados no cumple con su cometido correctamente, es decir si no hay beneficio, definamos beneficio como beneficio social, como mejora, o como los objetivos marcados en el programa de gobierno, esa persona será despedido. Lo mismo podríamos aplicar al presidente del gobierno. Si la empresa, es decir el estado, no mejora, no consigue los objetivos marcados por el programa, definidos en este mediante HITOS, igual que se hace en la empresa privada, el gobierno en pleno será destituido y convocadas nuevas elecciones generales. De esta manera nos aseguramos de que quienes nos dirigen se esforzarán al máximo por conseguir lo les ha sido encomendado.

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