Qué hacer y qué no para crear empleo. El empleo como prioridad o como trampa

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Por Antonio González González, miembro de Economistas Frente a la Crisis (EFC),

Crear empleo y reducir el paro es objetivamente la prioridad. Dado que como resulta lógico es la principal preocupación de los ciudadanos, forma parte por lo tanto de todos los discursos, en la izquierda y en la derecha. Sin embargo, la experiencia nos enseña que bajo el paraguas político de la prioritaria reducción del paro se han defendido a lo largo de las últimas décadas todo tipo de actuaciones que, en último término, han tenido en su mayoría el denominador común de la desregulación laboral y la generación de las condiciones para la creación de subempleos[1] –por la duración, por la jornada, por el salario, por el tipo de trabajo-, que estadísticamente se homologan al resto de empleos lo que oculta su verdadera naturaleza.

No está en consecuencia de más aprovechar la oportunidad para reflexionar sobre los principales errores cometidos en el pasado en nombre de la creación de empleo, así como recordar las negativas implicaciones de distinto orden que se han derivado de los mismos. Lo cual podría resultar especialmente útil para aclarar ideas desde la izquierda y, si fuera posible, para evitar que en la próxima ocasión se cometa de nuevo la equivocación de, con la pretensión de crear empleo, aplicar las políticas de desregulación laboral que sistemáticamente propone la derecha.

La tímida reanimación del empleo facilita la utilización de tales resultados para legitimar esas políticas desreguladoras. Lo cual suscita la dificultad de hacer políticas de oposición si no se dispone de un robusto arsenal de ideas que permitan explicar a los ciudadanos que ni siquiera para crear empleo todo vale. Y no todo vale no solo porque esos empleos de tan mala calidad son una verdadera ‘trampa laboral’ de la que cada vez les resulta más difícil escapar a sus millones de víctimas, sino porque en realidad no solucionan el problema del desempleo y sus consecuencias son de tal magnitud que ocasionan además gravísimos problemas tanto sociales como económicos.

Por otro lado, acontecimientos pasados nos recuerdan que incluso gobernando la izquierda los réditos de presentar públicamente datos de grandes volúmenes de creación de empleo resultan tan tentadores que bloquean cualquier intento de abordar reformas que permitan superar la desregulación laboral que da lugar a ese subempleo tan precario. Todo ello, sin contar con que, en no pocas ocasiones, los responsables del área económica de tales gobiernos progresistas han sido tan convencidos partidarios de la necesidad de la desregulación laboral, como profundos desconocedores de la realidad del funcionamiento de nuestro mercado de trabajo. Baste en este aspecto recordar que cuentan con señalados seguidores en el entorno socialista los que, por ejemplo, defienden que la precariedad del empleo en España no se debe a la increíblemente abusiva utilización por los empresarios de una contratación temporal de facto desregulada, sino a la ‘excesiva’ protección de la que disfrutan los trabajadores con contrato indefinido, quienes se aprovechan de ella a costa de los trabajadores precarios[2].

En definitiva, por todo ello, y porque en este momento se ha producido una completa renovación en la dirección del Partido Socialista, parece oportuno aportar argumentos que permitan aclarar la cuestión de cómo crear empleo y de si para ello valdría todo, hasta llegar al punto de que la gente termine por hacer el chiste de que “solo hay algo peor que el paro en España…, el empleo”, parafraseando aquel otro tan agudo que se contaba en los años del periodo soviético (¿Qué hay más frío que el agua fría en Rumanía? El agua caliente). Dediquemos unas pocas páginas a intentarlo.

  1. Para aumentar el empleo hace falta crecimiento económico[3]. Parece obvio, y sin embargo ha sido frecuente escuchar en cada recesión hablar de la necesidad de hacer más y más reformas (léase recortes) de la regulación laboral con el fin de crear empleo, en lugar de medidas para recuperar el crecimiento económico. Ningún mercado de trabajo, por más flexible que sea su regulación, crea empleo sin crecimiento económico. Por eso resulta ya de entrada tan llamativo que a la hora de crear empleo se mire tanto al mercado de trabajo y tan poco (y ahora sorprendentemente menos que nunca) hacia la necesidad de contar con una estrategia de política económica que permita asegurar un crecimiento robusto y sostenible a largo plazo para la economía española. Todos los países serios la tienen. Y puesto que la derecha neoliberal, con su ciega e infantil confianza en que el mercado solito se basta y se sobra (como si no hubiéramos visto a lo largo de tres décadas su incapacidad para asegurarnos una economía sólida), no lo va a hacer, alguien desde la izquierda debería comenzar a plantearlo.
  2. La intensidad de la creación de empleo, es decir, la cantidad de empleos que se crean dado un determinado crecimiento de la producción, depende por un lado de las características y composición de ese crecimiento, pero también por otro de las condiciones laborales y salariales que sean legalmente aplicables.En cuanto a la regulación de las condiciones laborales y los niveles salariales resultantes, a corto plazo se crearán más empleos para un mismo crecimiento del PIB si esas condiciones y salarios son peores[4][5]. Pero naturalmente eso determinará que serán las actividades económicas que utilizan empleos de peor calidad las que más crezcan y que aumenten su peso en la economía (exactamente lo sucedido durante tanto tiempo en la economía española). La evidencia comparada muestra que esas actividades no dan como resultado una economía sólida y competitiva, y que se destruyen y desvanecen muy rápido al primer síntoma de debilidad de la economía, por lo que, a largo plazo, es incierto que por esta vía aumente el nivel de empleo. Por otro lado, de la misma forma que esas peores condiciones laborales hacen que la economía cree más rápidamente empleo cuando crece, también hacen que lo destruya más rápido cuando entra en recesión. Es la principal razón por la que la economía española ha generado en todas las crisis más paro que las de nuestro entorno. En términos económicos, se dice que el empeoramiento de las condiciones laborales y salariales aumenta la elasticidad del empleo en relación al PIB, lo que no solamente actúa aumentando las tasas de incremento del empleo (aunque este sea de tan mala calidad) sino también, en sentido opuesto, reduciéndolo más rápidamente de lo que antes aumentó cuando la economía sufre una recaída. (En los puntos siguientes trataremos más en detalle algunos de estos aspectos).
  3. Así, en el primer caso, un mismo crecimiento del PIB conllevará una creación de empleos más elevada (y un incremento neto del empleo con un crecimiento más bajo del PIB) si, por ejemplo, se basa en mayor medida en un desarrollo de los servicios públicos y lo hará en menor grado si el crecimiento del PIB depende fundamentalmente de las exportaciones. Se puede lograr el crecimiento del PIB a través de diferentes estrategias de política económica, y cada una de ellas determinará una mayor o menor creación de empleo según el tipo de actividades que sustenten ese crecimiento.
  4. En España se han realizado continuas reformas de la regulación del mercado de trabajo y en la mayoría de las ocasiones (aunque no siempre) en la dirección de facilitar (flexibilizar) la contratación temporal y el despido. Una tras otra esas reformas han avanzado más y más en la dirección de un tipo de flexibilidad que es contrario a la productividad. Y han creado un mercado laboral que fomenta de manera altísima la rotación laboral y la volatilidad del empleo. Dos negativos aspectos en los que, aunque se quiera ocultarlo, los datos evidencian que estamos a la cabeza de Europa.Paradójicamente eso ha elevado la productividad aparente del factor trabajo puesto que la producción por ocupado ha aumentado debido a ese descenso mayor del empleo que del PIB. Pero es la peor de las formas imaginables de hacer crecer la productividad: destruyendo el capital humano y con costes económicos y sociales altísimos.La rotación del empleo se sitúa asimismo en los primeros puestos de la UE[6]. De lo cual deriva un bajísimo nivel de inversión empresarial en formación y la pervivencia de sistemas de organización del trabajo mayoritariamente anticuados. Los contratos temporales se suceden, los indefinidos cada vez duran menos, los trabajadores entran y salen, la producción es de baja calidad y la productividad escasa. De los dos parámetros que definen la competitividad del coste laboral, el salario y la productividad, en España las reformas laborales han optado a lo largo de tres décadas sistemáticamente por el primero y se ha arrinconado el segundo. Es la explicación de por qué, con niveles salariales mucho más elevados que los nuestros, los países del entorno son mucho más competitivos.
  5. Para aumentar la productividad hay que reducir la inestabilidad del empleo, disminuyendo la rotación y la volatilidad del empleo. Para eso tendríamos que habernos centrado en la flexibilidad interna y haber reducido (mucho) la externa. Pero casi todas las reformas han hecho lo contrario, han exacerbado la flexibilidad de la contratación (primero, la temporal, después la indefinida, y finalmente la de tiempo parcial) y del despido (fomentándolo hasta el punto de establecer causas ridículas para despedir, y reduciendo su coste). En la última reforma laboral, en 2012, aparte de haber reducido el coste del despido (y no solo una vez más, sino la vez que más), incluso las medidas de flexibilidad interna se dirigen también a bajar los salarios y no a impulsar los factores que incrementan la productividad[7].
  6. Y realmente la economía española está enferma y muy enferma. La productividad no aumenta, como en los demás países, cuando crece la economía sino cuando se hunde. Es un comportamiento anómalo y enfermizo derivado de la medicina aplicada a lo largo de veinticinco años: el tipo de reformas laborales realizadas, porque los datos evidencian que no cabe duda alguna, el problema está en el funcionamiento del mercado laboral, en su enorme volatilidad.
  7. Empecemos por la volatilidad del empleo. España es la única de las principales economías de la UE en la que el empleo ha caído mucho más que el PIB en esta crisis. Diez puntos porcentuales más: menos de seis ha caído el PIB y más de dieciséis el empleo. Esto no ha ocurrido en los demás países donde el empleo ha descendido menos que el PIB. Algo huele a podrido en el empleo en España.
  8. ¿Entonces, tras tantas reformas, cuál es la situación actual de las instituciones laborales en España? La contratación temporal está, como decíamos, de facto desregulada. Y lo está desde que en 1984 se estableció un contrato que era temporal independientemente de si el trabajo lo era. Lógicamente las empresas lo usaron masivamente. Cuando una década más tarde (¡!) se suprimió, ya había contaminado todo el sistema. Desde entonces todos los contratos han sido utilizados como aquel, es decir, sin atender para nada a la causa permitida por la ley. Nadie se ha preocupado de establecer medidas eficaces (que las hay) para volver al cumplimiento de la legalidad. Por eso desde hace ya treinta años tenemos la más alta e injustificada tasa de temporalidad del empleo de la UE. Incumplir la ley no es flexibilidad laboral. Y los contratos temporales son necesarios, pero su uso inadecuado y abusivo ocasiona enormes daños económicos (los que hemos mencionado y algunos más) y sociales (de los que no hemos hablado, pero que son muy graves).Las causas de despido establecidas en esta reforma son ridículas. ¿Cómo se puede despedir a la inmensa mayoría de los trabajadores de la empresa solo porque los ingresos se han reducido algo en los últimos nueve meses (¡!)? Se trataba, es muy evidente, de anteponer el despido a cualquier otra medida. Es una desregulación del despido. Y además persiste la fórmula autóctona de despido a la española, que consiste en que el empresario sin posibilidad práctica de intervención de un juez decide unilateralmente los despidos sin necesidad de causa ni justificación ante nadie: es el llamado despido improcedente. Lo que es improcedente es que exista un despido así. Y por si fuera poco, la reforma laboral ha reducido su coste alrededor de un sesenta por ciento. No hay pues que sorprenderse de que nuestra tasa de paro más que duplique la de los demás países porque desde el inicio de la crisis se ha producido la friolera de más de cinco millones de despidos de trabajadores indefinidos[8]. Seis de cada diez carecen de causa justificada: son improcedentes.
  9. De la negociación colectiva podríamos hablar mucho, pero resumamos diciendo que ha sido también desregulada, entendiendo por tal que se ha dotado al empresario de la capacidad para decidir dónde, cómo y si habrá o no convenio colectivo e imponer con ello las condiciones del mismo. A lo cual se han sumado mecanismos directos e indirectos para que las empresas rebajen condiciones laborales y salariales incluso de los convenios al más mínimo indicio de debilidad (si los ingresos de la empresa bajan en dos trimestres) y sin reversibilidad. No cabe duda de que todas las condiciones del empleo van a sufrir una considerable rebaja, como así está sucediendo: es lo que se ha llamado la devaluación de los salarios.
  10. Hablar de la contratación indefinida es hablar del despido. Es lo único que preocupa. No los empleados y su capacidad, ni qué trabajo van a hacer y cómo se organiza eficientemente. Sino si se les puede despedir cuándo y cómo se quiera y al mínimo coste. Se repite tanto con desconocimiento como con mendacidad que en España el despido es muy rígido. Es falso. OCDE dispone de indicadores homologados para la comparación: somos uno de los países de la UE donde despedir es más fácil, y donde la protección frente al despido (sumando incluso indemnizaciones) es más baja. Ahora la OCDE tiene que revisar los indicadores para incorporar la reforma laboral de 2012: aún bajaremos más en el despido.
  11. El mercado laboral español está, pues, muy desregulado (destrozado): empleo temporal injustificado, despidos masivos sin causa, procedimientos para reducir reiteradamente salarios y condiciones laborales. Y lo último, empleos a tiempo parcial con horario y duración cambiantes e inestables. Triturado en nombre de la creación de empleo para hoy y paro para mañana. Este empleo no es para durar. Es frágil e insostenible. Al primer indicio de debilidad de la economía, volverán la destrucción de empleo y las caídas de salarios. Con más intensidad, tras la última reforma laboral. Los problemas que han lastrado el funcionamiento del mercado laboral serán mayores: temporalidad, inestabilidad, rotación del empleo, escasa inversión en formación, condiciones laborales degradadas. La productividad no podrá avanzar. Con este mercado laboral, España continuará siendo el país de los Veintiocho de la UE con mayor tasa de pobreza entre la población con empleo. Todo un orgullo. Porque nuestra desigualdad, la más alta de la Unión, proviene sobre todo del mercado laboral. Así lo muestran todos los indicadores europeos. La desregulación laboral es el motor de la desigualdad. Fracaso económico y fracaso social.
  12. Las estadísticas sin embargo darán ahora una imagen contraria. Hablarán cada mes de miles de nuevos empleos y todo quedará tapado, justificado, silenciado. Hasta la siguiente crisis en que la tasa de paro alcanzará un nuevo record y se dirá que es imprescindible una nueva reforma laboral que rebaje aún más las condiciones laborales.
  13. Hay otra alternativa: corregir todo esto. Un cambio completo en la regulación laboral. Aprender de los errores. Parecernos a los países europeos más desarrollados y no estar a la cabeza de los más atrasados y precarizados. Terminar con la negativa singularidad del mercado de trabajo español: impedir los contratos temporales injustificados, hacer que el despido solo sea la última opción de ajuste, centrar la flexibilidad y la productividad en la elevada formación y el incremento del capital humano, y permitir que los salarios crezcan de acuerdo con ello, mediante la estabilidad de los convenios colectivos.Junto a ello hay que hacer más cosas (que hay que dejar para otros artículos): un sistema financiero que facilite crédito -y más asequible- a la economía real; una regulación de los mercados energéticos y de productos que cancele los privilegios de los grandes grupos económicos, y controle la utilización inflacionista de sus precios; un sistema fiscal que recaude y redistribuya mucho más; y un impulso sustancial para completar el Estado de Bienestar, creando empleo de calidad. Es el esfuerzo de progreso y modernización que necesita la economía española. Y es la gran tarea pendiente.
  14. E impulsar otra política de creación de empleo: crecimiento económico con innovación y tecnología; una política económica plenamente volcada a favor de la industria y el medioambiente; un ingente y sostenido esfuerzo en formación, en educación y en políticas activas de empleo; y un mercado laboral con una regulación dirigida a aprovechar todo ello, capaz de convertirlo en productividad y no en inestabilidad y precariedad. Ese empleo no será subempleo, tendrá estabilidad y productividad y perdurará.

[1] Hace treinta años se les denominaba, bastante justificadamente, empleos basura.

[2] Son los que defienden un contrato único que sustituya tanto a los contratos indefinidos como a los temporales. El contrato único que se propone plantea unas indemnizaciones por despido similares durante los primeros años a las de los actuales temporales, y menores después a las de los actuales indefinidos. De tal forma que 1) no aumenta la estabilidad en el empleo de la que actualmente carecen los temporales, y 2) reduce considerablemente la estabilidad en el empleo de los indefinidos.

[3] La única forma de ofrecer más empleo sin que este responda a un crecimiento de la producción son las políticas de “reparto del trabajo”.

Por otro lado, la recuperación del crecimiento necesita a corto plazo un cambio de orientación en la política económica europea que destierre las políticas de austeridad, basando los ajustes fiscales en la recuperación económica, y apueste por un gran programa de impulso a las inversiones europeas y por el crecimiento en las economías más saneadas de la UE. No puede haber creación de empleo en un contexto en el que permanentemente se busca la contracción de la demanda.

A largo plazo, es evidente que un crecimiento económico permanente no es medioambientalmente sostenible, por lo que es ineludible apostar por un progresivo cambio de paradigma hacia otro no basado en el productivismo.

[4] Es exactamente lo que dice el Partido Popular: que su reforma laboral ha reducido el umbral de crecimiento del PIB que produce creación neta de empleo. El famoso umbral que, en realidad, no existe, porque el punto de inicio de la creación de empleo depende sobre todo, como hemos dicho, de la composición del crecimiento económico.

[5] Es preciso no obstante aclarar que en la mayoría de los casos los empleos que se crean como resultado de la degradación de las condiciones laborales, como se dijo al comienzo, no son verdaderos empleos sino subempleos. Es exactamente lo que está sucediendo ahora, tras la reforma laboral de 2012. Además, el subempleo adopta cada vez mayor tipo de formas. Aunque las estadísticas contabilizan de la misma manera los empleos de mala calidad que los demás, ocultando su verdadera naturaleza, lo cierto es que, en sentido estricto, no son en absoluto iguales: los empleos a tiempo parcial y a salario parcial, con muy pocas horas de trabajo y salarios inferiores al umbral de la pobreza son cada vez una proporción mayor de los nuevos empleos creados, especialmente en España. Lo mismo sucede con los empleos temporales de corta duración y alta rotación, que son fragmentos de un empleo anual pleno. O, en otro orden, con la creciente contratación de trabajadores sobre cualificados para subocupaciones.

[6] Los informes sobre el empleo de la Comisión Europea, OCDE y OIT lo han ido poniendo en evidencia.

[7] Según la Comisión Europea (CE), la productividad está íntimamente relacionada con la innovación. Los factores que de acuerdo con la CE determinan esta son antagónicos con la inestabilidad del empleo (véase el reciente informe Member States’ Competitiveness Report 2014: Reindustrialising Europe. http://ec.europa.eu/enterprise/policies/industrial-competitiveness/monitoring-member-states/index_en.htm).

[8] Ver Estadística de Prestaciones por Desempleo. Cuadro PRD-15. Altas Iniciales de beneficiarios de prestaciones de nivel contributivo, según causa del derecho. Periodo 2008-junio 2014 (http://www.empleo.gob.es/estadisticas/bel/PRD/index.htm ).

About Antonio González

Antonio González, economista y miembro de Economistas Frente a la Crisis (EFC), fue Secretario General de Empleo en el periodo 2006 – 2008 @AntonioGnlzG

6 Comments

  1. txano el octubre 26, 2014 a las 7:52 pm

    En primer lugar quiero manifestar mi acuerdo con el contenido desarrollado por el autor-contenido ni revolucionario, ni novedoso, ni siquiera heterodoxo-a lo largo del artículo dado.
    Lo que me produce estupor es que alguien que tuvo responsabilidades en el gobierno de Rodríguez Zapatero no viese estas perversiones que afectan al mercado laboral español y si las vió no se opusiese a su implantación, y si lo hizo no dimitiese por coherencia personal y por la buena salud pública.

    • Antonio González el octubre 27, 2014 a las 11:25 am

      Quiero darle las gracias por su comentario.
      Cuando me decidí a escribir ese texto fui consciente de que eso precisamente que Usted dice es lo primero que se me podría objetar. Y sin embargo me decidí a escribir y a señalar en la firma del artículo mis responsabilidades políticas y técnicas durante los años anteriores a la crisis. Y lo hice exactamente porque pensaba que, junto al contenido del artículo, se debía saber que no pretendo hablar desde un punto de vista «académico» o doctrinal sino también desde mi experiencia en la toma de decisiones en el campo de la política. Y que esa perspectiva, desde la que tan poco se habla, es especialmente relevante en un momento como el actual en que nuevamente se tiene la tentación de cometer el error de plantear que para crear empleo vale todo. Y también me parecía interesante para los lectores de la revista «Argumentos Socialistas» (para la que redacté originalmente el artículo) a la vista del cambio en la dirección del Partido Socialista y del, en mi opinión, necesario debate que en el mismo se debería abrir sobre la estrategia adecuada para crear empleo y cómo esta se debe inscribir en un planteamiento económico muy diferente (de una vez) del que se ha seguido en nuestro país en el último cuarto de siglo.
      En relación a por qué hice o no hice cuando estuve en esa responsabilidad, quisiera dar una explicación. No en mi descargo porque uno ha de asumir todas las contradicciones que los puestos de responsabilidad, en todos los ámbitos de la vida, conllevan (y muchísimo más los de carácter político). Y lo debe asumir con todas sus consecuencias si siente un compromiso social, si quiere comprometerse a hacer algo en lo que cree y con la vista puesta en contribuir con lo que pueda en el avance y mejora de su sociedad.
      Algunas de las razones de por qué no hice lo que no hice están en el artículo y pretenden ser una lección (porque hay que sacarlas a la luz): el enfrentamiento entre puntos de vista muy diferentes dentro de un mismo gobierno, y la limitación que desde arriba (porque uno siempre, nuevamente en todos los ámbitos de la vida, está sometido a jerarquías) viene impuesta cuando se pretende reducir algo la creación cuantitativa de empleo a cambio de mejorar su calidad.
      Junto a estas cuestiones hay otras no mencionadas en el artículo (porque no son centrales en cuanto al objeto del mismo). Todo mi equipo en el ministerio y lógicamente yo mismo estábamos convencidos de la necesidad de cambiar el funcionamiento del mercado de trabajo. Teníamos, pues, la intención, sí, pero creíamos que debían hacerse por acuerdo, mediante el diálogo social entre empresarios y trabajadores (lo que no siempre es rápido o viable). Explorar una vía que no fuera el ordeno y mando tan querido en nuestro país, e intentar otro método más propio de los países más avanzados de nuestro entorno. Se lograron algunas cosas, pero el método como digo es más lento (hay que tener el arte de crear consensos y condiciones, lo cual requiere mucho tiempo y esfuerzo), y no dio tiempo para más.
      Y tan solo quiero aportar ahora mis conocimientos y mi experiencia (y mi revisión crítica del pasado) para contribuir a que las cosas se hagan de la mejor manera posible. Es por lo que muchos estamos en EFC: para poner el pensamiento económico al servicio de los ciudadanos.

      • txano el octubre 27, 2014 a las 9:11 pm

        Gracias por responder a mis preguntas.
        Entiendo sus argumentos, aunque no los comparto, porque, siempre desde mi punto de vista, cuando se desempeñan cargos de responsabilidad y las decisiones que se toman son transcendentales para la (buena) vida de la inmensa mayoría de los ciudadanos el recurso a «la jerarquía», es cuando menos débil.
        No obstante, bienvenida sea su aportación, aunque un poco más profunda en lo relativo a lo que juegan los intereses de grupo de quienes determinan de manera tan contundente nuestro presente y nuestro futuro sería más concluyente y provechosa para todos.
        En cualquier caso, reciba mi agradecimiento por las explicaciones dadas.
        Un cordial saludo, y siga Ud. explicándose que no lo hace nada mal.

  2. garxal el octubre 27, 2014 a las 9:12 am

    Efectivamente el problema es que es insostenible crear empleo basá,dose en el continuo crecimiento y en el continuo no parar de comprar y comprar.
    El problema de raíz es la avaricia de no sólo unos pocos sino de todos, aunque finalmente sólo unos pocos consiguen acumular la riqueza suficiente como para saciar sus ansias.

    La única solución, no hay otra, es reconocer que LA ACUMULACIÓN DE RECURSOS Y RIQUEZAS TERMINA DONDE EMPIEZA LA ESCASEZ DE LOS DEMÁS, y en este «LOS DEMÁS» hay que incluir a todos los seres vivos y no sólo al ser humano.

    Reconociendo esto es fácil poner una solución: Limitar por ley los salarios y los patrimonios personales.

    Bien fácil. Sólo queda coger al gato.

  3. Jesús Falcón el noviembre 4, 2014 a las 12:53 pm

    Antonio, mi más sincera enhorabuena por este artículo. No soy economista, pero he dedicado parte de mi trayectoria profesional al empleo y al emprendimiento, y eso me ha permitido manejar los indicadores necesarios para entender el mercado de trabajo.
    El contenido del punto 14 es mi «bandera de combate». Me explico, creo que es fundamental el impulso de una economía del conocimiento, para generar empleo cualificado y de calidad, además de un tejido empresarial resistente. Este impulso, opino, debe llevar aparejado una modificación de las políticas activas de empleo, de impulso de la actividad empresarial, y un cambio de paradigmas económicos en las Universidades y Escuelas de Negocios, y por supuesto en los partidos políticos y entidades representativas de la sociedad.
    ¿Qué opinas sobre esto último?
    Saludos.

    • Antonio González el noviembre 5, 2014 a las 11:06 am

      Muchas gracias por tu comentario. Coincido plenamente, por supuesto. Se trataría de hacer de ello una estrategia de país, algo que -de verdad- no se ha hecho nunca. Debería ser el elemento central de la política económica, orientando recursos y reformas. Si queremos tener alguna oportunidad de ser una sociedad próspera y con altos niveles de bienestar, es preciso -en un contexto de caída de la población- que dirijamos todas nuestras fuerzas a incrementar la productividad. Y eso, hoy en día y en esta parte del mundo, requiere conocimiento (básico y aplicado). Apuntar en esa dirección significa reconocer que la respuesta no está en la desregulación del mercado de trabajo. Aunque paralelamente es inexcusable «arreglar» el mercado de trabajo: porque el empleo más cualificado y productivo puede tener unas condiciones deplorables e indignas (no hay más que mirar actualmente a los ingenieros más jóvenes). Y junto a ello, una regulación de los mercados que impida que unos pocos sectores y actividades se apropien de la productividad creada por los demás. Y un sistema tributario que la redistribuya para reforzar paulatinamente nuestro Estado de Bienestar, aumentar la cohesión y reducir las desigualdades. Todo un programa político de modernización del país. Claro que sí.

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