Reivindicando la Economía Social

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Los pasados ​​17 y 18 de septiembre tuvo lugar en el Tecnocampus de Mataró el XVIII Congreso Internacional de Investigadores en Economía Social y Cooperativismo del CIRIEC. Para los no familiarizados con el mundo de la investigación en economía social explicar que el CIRIEC es una organización científica internacional creada en 1947 con sede en la Universidad de Lieja (Bélgica) que tiene como principal objetivo promover la investigación en Economía Social. En 1986 se constituyó CIRIEC – España, con sede en la Universidad de Valencia, y es la entidad que aglutina el mayor número de investigadores en economía social en todo el Estado. Cada dos años CIRIEC – España celebra un congreso donde se discuten trabajos científicos y se reflexiona sobre las tendencias y el papel de la economía social.

Este año, la Cátedra de Economía Social del Tecnocampus (Universidad Pompeu Fabra) y la Fundación Roca i Galés hemos sido los organizadores del primer congreso de estas características que se ha celebrado en Cataluña. A pesar de las dificultades actuales, derivadas de la pandemia, se presentaron 84 trabajos y se inscribieron más de 100 personas. Durante el proceso de deliberación sobre cuál debía ser la temática principal del Congreso, el comité científico consideró adecuado abordar dos de las principales cuestiones que centran la preocupación ciudadana y el debate económico en la academia: las desigualdades y el cambio climático. Por eso, el título del Congreso fue «La Economía Social: Herramienta para el fomento del desarrollo sostenible y la reducción de las desigualdades». En el mes de Marzo, el Covid-19 confirmó que, efectivamente, la economía social debía valorizar su corpus teórico para ponerlo, con más fuerza, al servicio de la sociedad y dar respuesta a sus demandas.

El congreso también sirvió para reivindicar la economía como ciencia, que como tal incorpora modelos y formas de análisis que van más allá de la concepción impuesta por el mainstream académico, cada vez más dogmático y alejado de la realidad, como ha quedado demostrado en la poca capacidad creativa que ha tenido a la hora de desarrollar recetas útiles para, por ejemplo, salir de la Gran Recesión. En este sentido, la economía social es una corriente de la ciencia económica que rompe moldes respecto las predominantes, y lo hace por cuestiones como la de situar las necesidades humanas y el impacto sobre el conjunto de la sociedad como eje principal del análisis de los diferentes agentes, o el de incorporar preceptos democráticos e inclusivos en la concepción organizativa. No se trata de una corriente utópica, en España la economía social representa el 10% del PIB, es responsable del 13% del empleo en el que 80% de los contratos son indefinidos (CEPES), lo que nos sitúa como el noveno país del mundo que más empleados tiene en este ámbito.

El Congreso también sirvió para reivindicar un mayor peso de esta disciplina en los estudios universitarios y también en la captación de los fondos para la investigación. En tiempos de cálculos de todo tipo de balanzas, sería recomendable equiparar la relevancia académica al peso que representa la economía social en el PIB. A pesar de no cumplirse esa ratio, la fuerza de la economía social en la universidad va siendo cada vez mayor, como quedó demostrada en la capacidad movilizadora del Congreso.

La economía social nació para dar respuestas, de ahí su vigencia atemporal. Su origen se encuentra en las desigualdades inherentes que crea el capitalismo a partir de la Era Industrial. Unas desigualdades que, como explicó muy bien el profesor Antón Costas durante la conferencia inaugural, se incrementan sustancialmente en el momento que se rompe el contrato social entre el capital y el trabajo. El equilibrio entre economía y política como condición necesaria para un desarrollo inclusivo. La historia económica nos ha enseñado qué pasa cuando este equilibrio se rompe. Acostumbra a pasar que capital crece exponencialmente respecto el trabajo y las desigualdades se disparan. Las investigaciones de Madison o más recientemente de Pickkety o Milanovic así lo ponen de manifiesto para la economía mundial, y en nuestro país los datos elaborados por Leandro Prados o Maluquer y las investigaciones de Manera también lo constatan para la economía española.

En los ochenta, pero sobre todo en los noventa, ya sin el contrapoder geopolítico ruso, el desprestigio interesado del modelo keynesiano e impulsado por la inercia de una nueva revolución industrial y tecnológica, el modelo neoliberal se fue imponiendo hasta romper definitivamente ese contrato social en beneficio, básicamente, del capital. Y así hemos llegado hasta nuestros días. Rodeados de una globalización económica que no encuentra contrapoder en una inexistente globalización política. Las obras de Picketty o Milanovic nos explican muy bien, con cifras y análisis profundos, como las desigualdades vuelven a crecer de forma alarmante. Pero no sólo las desigualdades, también la aceleración del cambio climático o el aumento de las migraciones representan evidencias diáfanas sobre la pésima estructuración de la arquitectura económica y de la gobernanza política y empresarial que tenemos.

Estamos en un momento disruptivo. Porque si la Primera Guerra Mundial representó  de facto el fin del siglo XIX, el Covid-19 ha puesto de manifiesto que las estructuras heredadas de siglo XX se antojan caducas para los retos que tenemos por delante y, estamos en términos reales, delante del verdadero cambio de siglo. Porque estamos inmersos en una nueva revolución tecnológica muy potente que remueve, como ya hemos visto en otros momentos de la historia, las relaciones políticas, económicas, sociales y ambientales (muy recomendable para dicho análisis la obra “La era del capitalismo de vigilancia” de Shoshana Zuboff). Una revolución de complejas implicaciones que todavía no sabemos interpretar, asimilar y conducir y que están desencadenando una gran confusión. Una gran confusión que puede ser aprovechada para aumentar unas relaciones económicas aún más extractivas y el desarrollo, como estamos viendo, del nacionalpopulismo.

La economía social representa una alternativa racional a los problemas del mundo contemporáneo. Ya lo han señalado autores como Milanovic, Picketty o Galbraith. La propiedad colectiva y de gestión democrática como condición necesaria para hacer frente a las injusticias presentes y en las que nos vienen encima si no reaccionamos. El cooperativismo, cooperar, trabajar juntos. El cooperativismo y la economía social como herramienta para resolver los dos problemas claves de este sistema: la fragmentación de la sociedad entre la gran masa de la población representada por trabajadores separados de sus instrumentos de trabajo y la cada vez más insignificante minoría poseedora del capital y del poder. Por eso hay que reivindicar una transformación de la economía no sólo desde el Estado, sino también desde la propia economía; y eso lo que representa la economía social. Una herramienta extraordinariamente valiosa que reduce de forma efectiva las desigualdades, capital y trabajo encarnados en la misma persona, el beneficio para quien la ha generado. Se articula a partir de instituciones democráticas, las decisiones no quedan subordinadas al capital, sino a la consideración humana y personal de sus integrantes. La preocupación por el impacto en el conjunto de la sociedad y el medio ambiente es inherente, la cooperativa o la empresa social como generadora no sólo de bienes y servicios sino también como vertebradora de una relación armónica con el entorno.

Normalmente el cooperativismo y la economía social han cobrado fuerza en épocas de crisis, ya sea por su efecto refugio como por el descubrimiento que otra manera de hacer es posible. Ahora, hay reivindicar la economía social como una herramienta extraordinariamente valiosa para hacer frente a los difíciles retos del siglo XXI, que han aflorado con mucha fuerza durante esta pandemia. Repensar el papel del trabajo, de los cuidados, de las relaciones económicas, de las estructuras políticas y organizativas, del propio concepto de democracia, de las relaciones con la naturaleza. En el Congreso también se presentó el Manifiesto Pacto por una Economía por la Vida, impulsado por el Pacto catalán para la Salud Colectiva, la Democracia Económica y la Justicia Socioambiental, los tres pilares del pacto como ejes vertebradores hacia una nueva arquitectura que sitúe el derecho a la felicidad ya la autorrealización como finalidad colectiva. Ya lo decía Camús «quizás lo que hacemos no nos lleve siempre la felicidad, pero si no hacemos nada, nunca la alcanzaremos». De todo ello fue el congreso, de ello va la Economía Social.

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Este articulo fue publicado en La Vanguardia, el 6 de octubre de 2020. Se reproduce en esta WEB con autorización de su autor

About Eloi Serrano i Robles

Eloi Serrano i Robles Miembro de Economistes Davant la Crisi (EFC Cataluña) Director de la Catedra de Economía Social del Tecnocampus (Universidad Pompeu Fabra)

1 Comments

  1. Valentin de Pablo el octubre 23, 2020 a las 5:18 pm

    Por mucho que escriban, por mucho que ganen dinero con conferencia, la economia social es y ha sido un rotundo fracaso.
    Eso si es un tema de los mas publicados, sin embargo todas las cooperativas de cualquier tamaño, en cualquier lugar del mundo, incluidos los populistas, de cualquier tipo de actividad, ha sido un completo fracaso.

    Y todo porque, pues por dos elementos la lucha contra el riesgo y la activación de la productividad.
    Lamentablemente a la hora de incurrir en riesgo y toda actividad febril o de servicio, lo tiene, no solo por lo financiero, sino por lo tecnológico, lo comercial y la contratación, el egoísmo humano, hace que níngun comunero deseo asumir, ni tan siquiera gestionar el riesgo.
    De la productividad, que voy a decir, primero es la envidia humana, si este no curra yo tampoco, es un elemento excluyente. Lo segundo es el debate de cara al futuro, todos los productos y servicios, tienen un ciclo de vida, y personas tecnológica o legalmente poco cualificada no saben gestionar un «ciclo de vida».
    Me dirán que esto también ocurre en las Sociedades Anónimas, les diré es cierto, siempre cuando una sociedad anónima se comporte como estas sociedades cooperativas. y etc.
    Cuando he ejercido un cargo `publico nunca contrate con unos comuneros todos eran problemas, siempre viniendo por detrás, a criticar un socio al otro.
    Dejaros de demagogias y escuchar a la experiencia y a la profesionalidad.

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