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Resulta ineludible un nuevo contrato social

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Se impone establecer unas nuevas reglas

Las perspectivas de la COVID no resultan, hoy en día, nada optimistas. Lo que debía ser una posible tercera ola los próximos meses ya se ha iniciado mucho antes de tiempo y la variante del virus que ha emergido en Gran Bretaña ha encendido todas las alarmas por su mayor capacidad de contagio además de proporcionar a ese país, de facto, un Brexit duro con el que no contaba. Siempre se ha dicho que hay que ser cauto con lo que se desea ya que corres el riesgo de que te sea concedido. En todo caso no ha habido tregua navideña de la pandemia. Más aislamiento y soledad para las personas y más depresión para una economía que, aparte de los contados sectores que lo perciben como una oportunidad, está inmersa en un bache profundo de difícil y larga salida. Estamos todavía en una fase de contención en la que mantener el tejido productivo resulta crucial. El proceso de vacunación nos abre a la esperanza, pero de momento solo es esto. Serán necesarios más programas de ajuste temporal del empleo, aplazamiento de impuestos, ayuda directa a autónomos y pequeñas empresas y proporcionar liquidez con líneas de avales y créditos. Y, lógicamente, ayuda directa a las personas que han perdido o se les disiparán sus ingresos y corren el riesgo de aumentar la ya muy poblada zona de exclusión social.

Habrá que articular después la fase de recuperación la que, en el mejor de los casos, se alargará más de tres años. Se tratará de recuperar la actividad económica y el empleo de cara a restablecer también el consumo. Habría que poner en práctica políticas económicas tendentes a transformar estructuralmente la economía, tema que en España resulta del todo imprescindible e inaplazable. Los importantes fondos provenientes del Next Generation instrumentados por la Unión Europea deberían servir para cambiar profundamente una economía de bajos niveles de productividad y demasiada dependencia del turismo, hacia una economía más competitiva, tecnológica y sostenible. Mudar de una economía marrón a una economía verde es ya inexorable, como lo es un proceso reindustrialitzador inteligente, asumir la transición energética hacia las renovables, digitalizar las pymes, aumentar la dotación en investigación y desarrollo en los presupuestos públicos o bien invertir mucho más en salud pública. Se debe estimular la innovación, garantizar la producción más estratégica en el propio país y evolucionar hacia una economía de tipo circular que no genere residuos y con una huella de carbono reducida.

La financiación de todo esto, aparte de los fondos europeos, se hará en buena parte endeudándose, pero se debería optar, también, por sanear un ineficiente y desfasado sistema tributario. Con prudencia, la deuda no es hoy un mal recurso teniendo en cuenta que el precio del dinero está en tasas negativas. Ahora bien, como a pesar de todo se tiene que devolver, ciertamente que lo que se hace se diferir la carga hacia las generaciones futuras. En parte, parece bastante lógico teniendo en cuenta que, justamente, lo que se trata es de hacer inversiones que posibiliten un futuro digno. Ahora bien, lo que hay que revisar en profundidad es un sistema tributario lleno de agujeros que lo convierten en insuficiente y poco equitativo. Multitud de mecanismos de fraude fiscal que se calcula se aproximan a los 60.000milions de euros anuales y formas de elusión fiscal que llevan, por ejemplo, que las empresas del Ibex liquiden una media del 6% en Impuesto de Sociedades cuando el valor nominal es del 30%. Todo ello explica bastante la debilidad de los ingresos tributarios del Estado como, también, la incapacidad para hacer cotizar de alguna manera las incontrolables plataformas digitales o las grandes corporaciones que operan en muchos países a la vez, especulan con sus precios de transferencia para que los beneficios terminen recalando en paraísos fiscales. Apple centraliza su negocio europeo en Irlanda, donde tiene pactado un tipo impositivo del 0,005%.

Más allá de la deficiente gestión del sistema fiscal, hay un problema con su naturaleza. Los sistemas tributarios actuales descansan sobre las rentas del trabajo mucho más que sobre las rentas de capital. Resulta injusto y tiene bastante ver con la creciente y acumulativa desigualdad social acentuada en los últimos tiempos. Pero, además, resulta ineficaz cuando los salarios tienen un peso cada vez menor en el PIB de los países. Son los efectos inherentes a unos salarios medios en declinación y en una sociedad con cada vez más gente sin trabajo o brutalmente precarizada. Se impone establecer unas nuevas reglas. Resulta justo y necesario.

About Josep Burgaya

Decano de la Facultad de Empresa y Comunicación de la Universidad de Vic-UCC, de la cual es profesors desde 1986. Doctor en Historia Contemporánea por la Universidad Autónoma de Barcelona. Entre el 2003 y 2011, fue concejal del Ayuntamiento de Vic en representación del PSC, donde ejerció de teniente de alcalde de Economía y Hacienda y responsable de promoción económica. Autor de “El Estado de bienestar y sus detractores” (Octaedro, 2014), fue Premio Joan Fuster de ensayo por “Economia del Absurdo” (Deusto, 2015). También ha publicado "Adiós a la soberanía política" (Ediciones Invisibles, 2017), "La política malgrat tot" (EUMO, 2019) y, elúltimo, "Populismo y relato independentista en Cataluña" (El Viejo Topo, 2020). Josep Burgaya es miembro de Economistes Davant la Crisi (EFC Cataluña).

2 Comments

  1. copitodenieve el enero 18, 2021 a las 10:56 pm

    Un artículo bien estructurado y que pone el acento en los problemas más graves de nuestra sociedad y del tejido productivo en que se sustenta. A pesar de todo el autor toca cuestiones muy manidas que dejan un sabor amargo por lo poco que aportan a la solución de los problemas que enumera, todo sabiendo que es un articulo y en tan corto espacio de exposición poco se le puede pedir al autor.
    Un pero grande y acabo, la cita tan manida y tan falsa de que «La financiación [….] se hará en buena parte endeudándose.[…]. la deuda no es hoy un mal recurso teniendo en cuenta que el precio del dinero está en tasas negativas. Ahora bien, como a pesar de todo se tiene que devolver, ciertamente que lo que se hace se diferir la carga hacia las generaciones futuras. En parte, parece bastante lógico teniendo en cuenta que, justamente, lo que se trata es de hacer inversiones que posibiliten un futuro digno». Resulta duro el recurrir a lo que habrán de soportar las generaciones futuras (¿cuáles son esas cohorte?) porque como se ha demostrado hace escasamente diez años los platos rotosclos pagamos todos y entre más se aleje el futuro menos se paga, que se lo pregunten a los griegos y, sin ir más lejos a mí que ha tiempo que pase los 70 años.
    Se trata de construir una sociedad buena y es implica tomar medidas cuyo coste y consiguiente beneficio nos toca a todos, no hay costes diferidos porque quien no come o pasa frío hoy no lo recupera mañana. Por contrarrestar la balanza a las futuras generaciones decir que las aportaciones a la SS que se han escapado desde 1978bpueden ascender a 100.000 millones de € y que los 60.000 millones de € de fraude fiscal se nos van de las manos cada año. No es un problema de generaciones presentes va generaciones futuras, sino que responde a estructuras de poder muy establecidas y fortalecidas en España.

  2. Francisco Muñoz Gutiérrez el enero 19, 2021 a las 10:59 am

    En un Estado cuyos tres poderes supuestamente “independientes” –aunque marcadamente dependientes de un cuarto poder fáctico de naturaleza mayoritariamente rentista; el económico–, permanecen claramente saturados por el enfrentamiento político (el legislativo), el conflicto de intereses (el ejecutivo) y por el derecho «amigo» (el judicial), resulta muy difícil si quiera suponer idealmente que exista ningún contrato social. Hablar, pues, de un «nuevo contrato social» se acerca mucho a la epifanía de los brindis al sol, incluso con un cielo plagado de nubarrones.

    No obstante, el artículo plantea aspectos singulares sobre el uso eficiente de los fondos europeos del Next Generation. Uso «eficiente» que tendría que superar dos escollos relevantes. Uno externo expresado claramente por la advertencia de los países frugales de la Unión Europea consistente en su sustancia en que esos fondos no puedan usarse para modificar el estatus quo del diseño económico e industrial de la Unión. El segundo escollo, de carácter interno, tiene que ver con la «burbuja económica» del hiper inflado sector turístico español y sus satélites colaterales del ladrillo, alimentación, comercio, etc, etc.

    El sistema fiscal español ni es, ni nunca ha sido, locomotora del Estado; sino su vagón de cola, especializado en cobrar billete a los que viajan en segunda y tercera, nunca a los que van en el vagón deluxe, y en primera clase. Y ciertamente nuestro sistema fiscal tiene un problema consistente en que cuanto más ricos son los que viajan en primera clase, más pobres son los que van en los vagones de segunda y tercera categoría.

    Pero en España viajamos permanentemente en el tren de «desigualdad express», y de revisores tenemos al cuerpo de los togados; los garantes de la inmutabilidad de las reglas. No lo digo yo, también lo dice, más sesudamente Katharina Pistor; «No hay capital sin ley».

    Y ¿quién cambia esto; los que van bajo palio, las beatas de la iglesia, o los que están en el bar de enfrente?… Desde luego Dios no lo hace. ¡Brindemos al Sol!

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