Sobre dependencia y ratios

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Juan Antonio Fernández Cordón, economista y demógrafo, es miembro de Economistas Frente a la Crisis

 La demografía, en su versión “el futuro es muy oscuro”, es el gran argumento de los que están empeñados en recortar las pensiones y desacreditar al sistema público, sin duda para potenciar el enorme negocio que suponen, para bancos y aseguradoras, los planes privados de pensiones. Inicio aquí una serie de apuntes sobre aspectos destacados del discurso dominante sobre la sostenibilidad de las pensiones, muy especialmente en lo que se refiere al futuro demográfico, para intentar mostrar la mucha falacia que contienen.

LA LLAMADA “RATIO DE DEPENDENCIA”

Dos son los principales indicadores demográficos, cuya evolución futura sirve para justificar la alarma sobre la posible quiebra del sistema público. Se utiliza habitualmente la proporción de personas de 65 o más años en la población para medir el grado de envejecimiento demográfico (aunque el fenómeno afecta, en realidad, todas las edades). Sin embargo, el indicador que más gusta a los recortadores es el que llaman “ratio de dependencia”, que expresa el número de personas mayores por cada persona de 15 a 65 años (en edad de trabajar). En el gráfico 1 figura la evolución proyectada, para los próximos cincuenta años, de los dos indicadores. Cómo se ve, la ratio amplifica considerablemente el movimiento al alza del índice de envejecimiento.

Las proyecciones demográficas no son una verdad revelada. Por ejemplo, las proyecciones del INE de 2014 difieren en mucho de las que publicó EUROSTAT sólo un año antes. El propio INE ha rebajado de forma notable sus estimaciones para el futuro entre 2014 y 2016. Así que, entre la proyección EUROSTAT de 2013, que estima la “ratio de dependencia” en 54% para 2060 y la del INE de 2014, que sube a 75% (un 50% más que EUROSTAT), hay donde elegir. La conclusión es que las proyecciones a largo plazo no deberían justificar reformas que afectan muy negativamente la vida de mucha gente desde el mismo momento en que se aplican. Pero, al ser más llamativa, la proyección a largo plazo tiene mayor difusión entre los que promueven los recortes y en la prensa.

La variabilidad de las proyecciones se explica sobre todo por la dificultad, y la mayor libertad, a la hora de anticipar la población en edad de trabajar. El aumento de la población de 65 o más años depende solo de la mortalidad puesto que todos los que llegarán a esa edad en los próximos 50 años han nacido ya y que las migraciones son muy escasas a esas edades. Salvo sorpresa en la evolución de la esperanza de vida, que sube en todas las proyecciones, las cifras proyectadas son razonablemente fiables. Por el contrario, la población de 15-64 depende de la fecundidad futura y de la inmigración, que varían mucho más que la mortalidad. La última proyección del INE (2016) proyecta a largo plazo una fecundidad de 1,36 hijos por mujer, prácticamente idéntica a la actual de 1,33, mientras que la de EUROSTAT la sitúa en 1,53. Es muy difícil sostener que, a cincuenta años vista, no se va a producir ningún cambio notable en ese importante parámetro. Por otra parte, la baja fecundidad no se traslada necesariamente a una disminución de la población en edad de trabajar. España lleva 35 años con una fecundidad inferior al nivel de remplazo y esto no ha producido ningún impacto demográfico porque el déficit de nacimientos ha sido compensado, casi matemáticamente, por la inmigración. En cuanto a esta última, el problema es que las proyecciones se realizan sin tener en cuenta las previsiones de empleo, de cuyo nivel depende, en buena parte, la inmigración.

Gráfico 1

 jafc-1

 Por esta razón, las proyecciones de EUROSTAT o del INE subestiman la inmigración y por tanto acentúan la caída de la población en edad de trabajar.

Preferimos escribir “ratio de dependencia” entre comillas, porque se trata de un indicador que no mide lo que su nombre da a entender. Aunque es muy utilizado por los partidarios de recortar las pensiones, no sirve para medir la dependencia real. Hay otros dependientes, además de los mayores de 65 años: los niños de menos de 15 y los adultos entre 15 y 65 años que no trabajan, que son muchos en la España actual. Y precisamente por eso, utilizar como soporte de la carga de dependientes a toda la población de 15-64 años no es correcto. Sólo los ocupados, los que tienen trabajo, pueden contribuir al mantenimiento de los demás. Es preferible utilizar un indicador en el que figuren como dependientes los niños, los adultos parados o inactivos y los mayores de 65 años y como soporte sólo los ocupados (gráfico 2). Para distinguirlo claramente, lo llamamos ratio de dependencia total (RDT).

El interés de este indicador es que, en las proyecciones utilizadas, a medida que aumenta el número de personas mayores, y por las mismas razones, disminuye el de niños. Además, es muy probable que disminuya también el número de personas que, estando en edad de trabajar, no tienen un empleo. El gráfico siguiente muestra la distribución actual de la población y la que el INE proyecta para 2053. En ese año, la “ratio de dependencia” alcanzará su valor máximo (de 28,3% actual a 67,4%) y la población habrá disminuido ligeramente (de 46,4 a 43,8 millones). Para entonces, el número de personas mayores se habrá casi duplicado (de 8,7 a 15,5millones), pero, al mismo tiempo, habrá disminuido el número de niños (de 7 millones a 5,2 millones). En el ejemplo representado en el gráfico hemos considerado que se puede mantener el nivel de empleo actual, a pesar de que la población en edad de trabajar ha descendido fuertemente (de 30,7 millones a 23 millones), con la condición de que la tasa de empleo pase del 58% actual al 77%, de aquí al 2053, apenas por encima del nivel actual en Alemania o Suecia (75%). Si se cumplen estas hipótesis, se producirá una importante disminución de las personas sin empleo (por tanto, también dependientes).

Gráfico 2

 jafc-2

En 2016, cada trabajador debe mantener, además de a sí mismo, a 1,62 personas en promedio (viejos, niños y no ocupados). Las vías para que cada habitante acceda a los bienes y servicios que le permiten sobrevivir y desarrollarse son muy diversas, pero todas se nutren de lo producido en cada momento. La familia principalmente con los salarios, el Estado a través del gasto público (tras recaudar impuestos) o los rendimientos de inversiones, son algunos de los mecanismos que contribuyen a distribuir lo producido entre todos. En 2053, en el escenario contemplado, el número medio de dependientes pasaría a 1,47, algo menos que en 2016. Puede sorprender constatar que la carga de dependientes, no solo no va a aumentar en la medida anunciada, sino que puede disminuir ligeramente. Lo que cambiará es la composición interna: habrá menos desocupados y más gente mayor. Hemos desarrollado un ejemplo muy sencillo que solo puede ofrecer una aproximación, aunque el escenario se puede calificar de conservador: el empleo puede crecer con la llegada inmigrantes adicionales y esto mejorará aún más la ratio de dependencia total. Así y todo, nos lleva a conclusiones importantes, sin negar que quedan problemas por resolver. Pero estos no son los que nos dicen y las soluciones pasan por la redistribución y no por el recorte.

About Juan Antonio Fernández Cordón

Juan Antonio Fernández Cordón es Doctor en Ciencias Económicas y Experto-Demógrafo por la Universidad de París. Ha sido Profesor de las Universidades de Argel y de Montreal e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en el que fue Director del Instituto de Demografía. Ha ejercido también como Director de Estudios y Estadísticas del Ayuntamiento de Madrid y Director del Instituto de Estadística de la Junta de Andalucía. Ha sido miembro, como experto independiente del Grupo de Expertos sobre demografía y familia de la Comisión Europea y miembro del Consejo Científico del Instituto Nacional de Estudios Demográficos de Francia. Miembro de Economistas Frente a la Crisis

3 Comments

  1. victor diaz el diciembre 16, 2016 a las 9:32 am

    Gracias por el post, es una visión interesante del problema. Aunque discrepo en bastantes cosas de sus apreciaciones. Indudablemente, como indica, la tasa de dependencia aumentará, siendo este el hecho importante, ya que la cuantía del incremento puede ser bastante subjetiva dependiendo de la tasa de natalidad e inmigración.
    En cuanto a la indicación de una mejor utilización del que denomina ratio de dependencia total, es correcto desde el punto de vista demográfico, pero no desde el punto de vista del gasto, ya que lo que importa es el gasto público, sobre todo en pensiones, dado que el gasto público en ayudas a las familias es ínfimo, y el que se podría considerar ahorro al reducir el gasto en educación se puede ver más que compensado por el incremento de gasto sanitario del incremento de población de mayor edad.
    Por otra parte, creo equivocadas sus proyecciones sobre una posible solución del problema mediante la inmigración, ya que actualmente se tiende a la automatización y menor necesidad del factor trabajo, reduciéndose la necesidad de este; y adicionalmente, deberíamos recordar que este proceso requerirá de personal cualificado y actualmente la inmigración es este país es esencialmente de baja cualificación. Dando por tanto lugar a que el incremento del grado de automatización reduzca el número de ocupados contribuyendo a elevar el ratio de dependencia total.

  2. Juan Antonio Fernández Cordón el diciembre 16, 2016 a las 11:03 am

    En respuesta a Victor Díaz.
    Su comentario me parece interesante en los dos temas que plantea. En primer lugar porque abre un debate sobre qué gastos pueden compensar otros gastos. No necesitamos estar de acuerdo para admitir que ya estamos hablando de cómo se va a distribuir el producto en el futuro: esa es efectivamente la cuestión y habrá que analizar y debatir mucho para llegar a encontrar soluciones en ese ámbito. El recorte no puede ser algo automático que impida explorar otras soluciones.
    En cuanto a la inmigración, tiene razón cuando dice que la automatización puede no hacerla necesaria. Pero entonces, la demografía nos ha conducido a un problema global que es cómo se distribuye el producto en una sociedad que produce con cada vez menos trabajadores. Porque la automatización aumenta la productividad por ocupado, es decir, el producto. Los recursos no van a disminuir y sí, probablemente, aumentar. A pesar de lo cual ¿se pretende que los trabajadores que la robotización deja sin trabajo, no coman? ¿Aumentarán entonces los rendimientos del capital de forma ilimitada? entonces, como se puede ver, el problema sigue siendo el de la distribución.

    • victor diaz el diciembre 16, 2016 a las 8:40 pm

      Muchas gracias por su contestación, pero inicialmente el post se refería al tema de las pensiones, que está relacionado pero es distinto al de la distribución de la riqueza en su conjunto.
      Indudablemente existe un problema de reparto de riqueza a nivel global e internamente dentro de los países, y hay muchos modos de solucionarlo: impositivo, reparto del trabajo, formación, capitalismo social. Pero estas soluciones son políticas, y deberían ser globales, ambos motivos que me hacen desconfiar de su correcta implementación en el caso de que esta llegue a producirse.

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