Los partidos conservadores siguen prometiendo reducción de impuestos. Este es un reclamo electoral de primer orden; y lo saben. A pesar de que, en la práctica, cuando esos mismos partidos conservadores han llegado al poder, acaban por subir la tributación, con argumentos muchas veces peregrinos (herencias recibidas, facturas en los cajones, etc.: todo de manual). Esto se ve tanto en escenarios internacionales como en los más próximos. Lo hicieron Ronald Reagan en Estados Unidos, Margaret Thatcher en Reino Unido, Ángela Merkel en Alemania y Mariano Rajoy en España. En todos estos ejemplos –podrían sumarse algunos más–, el conservadurismo político y económico promulgó, antes de los comicios, generosas bajadas fiscales que, sin embargo, no iban a generar ni déficit, ni deuda, ni menoscabos en la economía pública. Los resultados empíricos son bien distintos. En todos los ejemplos que se han indicado, los ingresos cayeron en picado, los gastos no solo se redujeron en capítulos como la sanidad y la educación, sino que se incrementaron en partidas como las asignadas a la industria militar –esto es particularmente evidente en Estados Unidos–, de tal manera que la plasmación fue clara: déficits gemelos, público y de balanza de pagos.
- Reduciendo impuestos nos irá mejor: las evidencias lo desmienten
Es cansina esta monserga de la reducción de impuestos, como gran panacea económica. Porque es falsa, y existe una bibliografía abundante que lo ratifica. Fijémonos que las promesas que se van conociendo por parte de los partidos conservadores –sobre vivienda, por ejemplo– significan un incremento del gasto público en el marco de una reducción de los ingresos públicos al bajar los impuestos: algo que es matemáticamente imposible, y que forma parte más bien de principios teológicos y dogmáticos que de la observación de los casos científicos. A título de muestra: en un reciente estudio de David Hope y Julian Limberg, “The economic consequences of major tax cuts for the rich”, publicado en el prestigioso Socio-Economic Review de Oxford (vol. 20, abril 2022, pp. 539-559, con amplia bibliografía de apoyo: https://doi.org/10.1093/ser/mwab061) se analizan, para un período que va de 1965 a 2015 (¡cincuenta años, nada menos!), el impacto de las bajadas de impuestos a 18 países de la OCDE. Tres son las importantes conclusiones, entre otras, que se desprenden de la investigación: la renta per cápita no aumenta con esa política tributaria, el desempleo no se reduce y lo que se sí se incrementa es la desigualdad de renta.
- El mosaico español
Pero en el caso de España, los datos son igualmente contundentes. Las comunidades gobernadas por los conservadores, fervientes admiradoras de la reducción de impuestos y de su aplicación, no han aumentado su recaudación tributaria. Las cifras de la Agencia Tributaria (IRPF, Sociedades, IVA e Impuestos Especiales) son ilustrativas y demoledoras al respecto: en 2022, los ingresos tributarios totales aumentaron un 14,4%. Pero vemos como en Andalucía esa cifra es del 12,2%; Castilla y León, un 9,7%; Galicia, un 12,2%; Murcia, un 3,1%; solo Madrid se situó en la media nacional. Cantabria (48,3%) y Balears (47,5%), encabezaron la subida de recaudación, sin promocionar reducciones drásticas en los ingresos tributarios, sin hacer de esto un conflicto de Estado. Un análisis sobre los impuestos cedidos a las comunidades autónomas resume resultados parecidos (sobre esto, véase el completo trabajo de Begoña Ramírez: “Suspenso al ‘dumping fiscal’…”, Infolibre, 11 de abril 2023). Por nuestra parte, realizamos un estudio exhaustivo sobre las 17 comunidades autónomas para el periodo 2010-2019, con análisis matemático de diferentes variables tanto macroeconómicas como sanitarias (Manera-Navinés-Quetglas: “Recortar servicios pasa factura. Un análisis de urgencia para las diecisiete comunidades autónomas”, https://economistasfrentealacrisis.com/recortar-servicios-pasa-factura/, febrero de 2022). El trabajo aporta unas conclusiones clave, en consonancia con los datos apuntados más arriba y con las aportaciones de los profesores Hope y Limberg; recordamos tres, sintéticamente, a continuación:
- Bajar los impuestos no incrementa el crecimiento económico de una región, ni eleva necesariamente la recaudación tributaria. La insistencia en este punto, por parte de las opciones conservadoras, vuelve a instalarse en el terreno de una fe que ellos dicen creer, pero que la tozuda realidad les niega.
- El gasto corriente y las inversiones públicas han incidido positivamente en el bienestar social: ayudaron a la contención del exceso de mortalidad que provocó la COVID-19. Esta afirmación ha sido refrendada por organismos internacionales. En esta relación, la comunidad de Madrid, puesta siempre como modelo para los conservadores, es un caso particular, puesto que tuvo una ratio de defunciones muy superior al resto del territorio español. Además, la inequidad social entre diferentes barrios de la ciudad remite a diferencias en la esperanza de vida y otros indicadores de bienestar (véase: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0213911121001424).
3. Cuando políticos de derecha y extrema derecha dicen que el éxito del crecimiento económico se debe a una menor carga fiscal, estamos ante una afirmación falsa. Esto no se aviene con un análisis de la realidad, que siempre es más compleja que una simple aseveración vacía de contenido, formulado para un consumo electoralista (véanse los cálculos en el link de EFC mencionado arriba).
- Reflexiones finales
La gran cantidad de datos y estudios disponibles –remitimos, por ser muy reciente, a la bibliografía citada en el trabajo de Hope y Limberg– indican que los países con fiscalidad digamos que “normal” –en función de los diferentes tramos de renta, lo cual infiere un aumento en la capacidad recaudatoria de la hacienda pública– desarrollan estados del bienestar más vigorosos. Y ello impacta sobre un incremento de la renta per cápita. Precisamente, la evasión fiscal que promueven otros países (y también empresas; sobre esto, otro estudio muy reciente de: Thomas Torslov-Ludvig Wier-Gabriel Zucman: “The Missing Profuts of Nations”, The Review of Economic Studies, https://doi.org/10.1093/restud/rdac049, julio de 2022), y que suele ser ignorada cuando no aplaudida por determinadas formaciones políticas, acaba por inferir problemas a los países con fiscalidades –como decíamos– “normales”. De hecho, el 36% de las ganancias multinacionales se trasladan a paraísos fiscales a nivel mundial. Las multinacionales estadounidenses transfieren el doble de ganancias que otras multinacionales en relación con el tamaño de sus ganancias extranjeras. Si las ganancias transferidas se reasignaran a sus países de origen, los beneficios internos aumentarían alrededor de un 20 % en los países de la Unión Europea con impuestos altos, un 10 % en Estados Unidos y un 5 % en los países en desarrollo, mientras que caerían un 55 % en los paraísos fiscales. Este coste de oportunidad, calculado por Torslov, Wier y Zucman es brutal, y constituye una pieza más, de gran relevancia, sobre las promesas fiscales y las facilidades elusivas gracias a las mayores laxitudes en las medidas de control tributario.
Pensamos que es caer en una trampa que los partidos progresistas invoquen la reducción de impuestos, para competir en ese dumping fiscal con los conservadores. Ese no es el camino. La pedagogía fiscal debe focalizarse en dar a entender a la población qué se hace con los impuestos que devenga: qué servicios, infraestructuras e inversiones se sufragan con las declaraciones fiscales (sobre esto, consúltese nuestra entrada de abril de 2022: “Inflación y gasto público: ¿a dónde van nuestros impuestos?”, https://economistasfrentealacrisis.com/inflacion-gasto-publico-a-donde-van-nuestros-impuestos/). El debate de mantenimiento, aumento o reducción de impuestos debería situarse en ese escenario, con cuestiones esenciales: ¿para qué sirve la tributación? ¿hacia qué apartados se canaliza? ¿qué coste de oportunidad tienen las decisiones? Éste y no otro es el tema, arrinconando la ideologización de los mensajes y la utilización populista de la cuestión.