Trump y los paraísos fiscales

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Diego López Garrido, economista y Catedrático de Derecho Constitucional, es miembro de Economistas Frente a la Crisis

La victoria de Trump es una mala noticia por muchas razones. Ya se han explicitado algunas muy importantes: su desprecio a los valores democráticos, su apego al proteccionismo, al racismo, a la xenofobia y al machismo, lo que no se preocupa en ocultar. O su negacionismo del cambio climático.

Hay una razón más que a mí me parece fundamental. Trump es un señor que tiene tal aversión a pagar impuestos que, sencillamente, ha dejado de pagarlos. Por eso no ha sido capaz de enseñar su declaración de la renta. Ese dato es muy desalentador sobre la futura -en el pasado no hubo- colaboración de EEUU con Europa y la OCDE para combatir la gigantesca evasión fiscal que constituye una de las vergüenzas más notables del planeta en el que vivimos.

Se han producido algunos avances en Europa contra la elusión fiscal que practican las multinacionales con absoluta habitualidad. Los gigantes empresariales se aprovechan de dos hechos indeseables: que los Estados tienen sistemas fiscales diferentes, aunque la Unión se autodefina como «económica y monetaria», y que las corporaciones tienen subsidiarias en varios países. Así, pueden trasladar sus beneficios a aquella compañía subsidiaria que tenga su sede en el país con un impuesto de sociedades más bajo. El ahorro tributario de las multinacionales es enorme, y supone una competencia desleal con pequeñas y medianas empresas que actúan en un ámbito preferentemente nacional, como la Comisión Europea ha constatado al imponer a Apple una multa de 13.000 millones de euros por su inconfesable acuerdo con el Gobierno de Irlanda para no pagar impuestos

El ahorro de las multinacionales es enorme, y supone una competencia desleal con pequeñas empresas que actúan en un ámbito preferentemente nacional

La OCDE, que reúne a los países más desarrollados, ha desarrollado un programa para acordar la transparencia en la información sobre las multinacionales y para evitar la elusión fiscal. Algo que, se supone, estará completamente en vigor en 2018. Sin embargo, EEUU no participa de esa política, ni tampoco de la lucha contra la evasión fiscal a los célebres paraísos. La gran potencia económica estadounidense podría proporcionar datos de no residentes con cuentas en EEUU o con sociedades registradas allí. Pero no lo hace. Algo especialmente incomprensible cuando ha logrado que la Unión y otros países le comuniquen los datos financieros de los norteamericanos que tienen cuentas abiertas fuera de EEUU. Esa comunicación no se da en sentido contrario. Europa colabora con EEUU, pero EEUU no lo hace con Europa.

La causa de esa conducta es muy sencilla. EEUU adopta las características de un paraíso fiscal con el fin de atraer capitales y así sufragar el enorme déficit y deuda que soporta su economía. Esa ha sido la política de EEUU desde la guerra de Vietnam. EEUU tiene poderosos paraísos fiscales en algunos de sus Estados federados: Delaware, Wyoming, Dakota del Sur, etc. Es legal ahí que los no residentes registren sociedades opacas y que depositen dinero evadido en entidades financieras. Sociedades y fondos de los que no se puede saber su verdadero propietario.

La Unión tiene que demandar de EEUU que ayude eficazmente en la lucha contra la evasión y elusión fiscal. Es una de las medidas que propongo en mi reciente libro Paraísos Fiscales: 20 medidas para acabar con la gran evasión (Libros de la Catarata y Fundación Alternativas, 2016).

Pues bien, la llegada de Trump es decepcionante para ese objetivo universal del que depende el mantenimiento del estado de bienestar, entre otras cosas. Sin que EEUU se implique para informar a los demás países sobre los evasores fiscales, es muy difícil acabar con ellos. Sin embargo, lo que Donald Trump ha dicho en su campaña es que hay que bajar los impuestos a las grandes fortunas.

EEUU adopta las características de un paraíso fiscal con el fin de atraer capitales y así sufragar el enorme déficit y deuda que soporta su economía

El único debate que hay abierto ahora en EEUU es cómo repatriar los capitales obtenidos en Europa por las multinacionales norteamericanas. Para ello, lo único que se le ocurre a Trump es rebajar espectacularmente el tipo del impuesto de sociedades. Trump ha propuesto en su campaña bajar el tipo de ese impuesto que grava los beneficios, desde el actual 35%, al 15%, lo que es más propio de un paraíso fiscal que de un Estado serio.

¿Tendrá la Unión Europea la suficiente voluntad y decisión para enfrentarse al Gobierno estadounidense y exigirle su participación directa en la lucha para acabar con los paraísos fiscales, incluidos los que EEUU alberga en su territorio? Esa es la primera obligación de las instituciones europeas y de los Estados miembros de la Unión, de cara a la nueva Administración norteamericana.

Diego López Garrido es autor del libro ‘Paraísos fiscales: 20 medidas para acabar con la gran evasión’.

Este artículo ha sido publicado en el Blog de DLG en el Huffington Post 

 

 

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Asociación Economistas Frente a la Crisis

3 Comments

  1. carmen el noviembre 21, 2016 a las 10:55 pm

    creo que la victoria de este señor va a tener terribles consecuencias no solo para estados unidos, sino para el resto de paises. ya se vera….

  2. Alfonso Prieto el noviembre 22, 2016 a las 12:00 am

    Es el signo de este mundo, en el que solo pagan impuestos los que menos tienen, mientras las multinacionales «legalmente» no los pagan. La evasión fiscal socava los principios más elementales de la democracia y la convierte en una falsedad. Esto y las políticas de empleo que cada vez son más políticas para convertir en pobres a los nuevos empleados desvirtúan las bases de la convivencia en los países llamados desarrollados impregnando de desigualdad a sus ciudadanos. El famosos 1% de poderosos viven a costa del 99%. Hasta cuando situación. se va a soportar esta situación.

  3. Alfonso Prieto el noviembre 22, 2016 a las 12:02 am

    Es el signo de este mundo, en el que solo pagan impuestos los que menos tienen, mientras las multinacionales «legalmente» no los pagan. La evasión fiscal socava los principios más elementales de la democracia y la convierte en una falsedad. Esto y las políticas de empleo que cada vez son más políticas para convertir en pobres a los nuevos empleados desvirtúan las bases de la convivencia en los países llamados desarrollados, impregnando de desigualdad a sus ciudadanos. El famosos 1% de poderosos viven a costa del 99%. Hasta cuando se va a soportar esta situación.

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