Un Nobel 2024 para la Historia Económica

Share

                Peter Temin, un referente en la historia económica de la Gran Depresión, escribía en 2013 que “la historia económica fue central en el desarrollo de la economía a principios de siglo, pero perdió su posición principal rápidamente después de la Segunda Guerra Mundial, desapareciendo (…) a finales del siglo XX. Enseñé historia económica a estudiantes de posgrado del MIT en economía durante 45 años durante este largo declive y, en consecuencia, mi relato contiene un sesgo autobiográfico”. La queja de Temin es el arrinconamiento de la historia económica para el aprendizaje de los economistas en el Massachusetts Institute of Technology (MIT); de hecho, los estudiantes universitarios pueden tener una idea de la historia económica porque el departamento de historia del MIT tiene esa materia, que puede ser escogida por los alumnos de economía. Pero, dice Temin, los profesores y los estudiantes de posgrado están solos, y urge corregir ese desequilibrio. De entre esos profesores que cita Temin, está Daron Acemoglu, galardonado con el premio Nobel de Economía 2024 junto a sus colegas y coautores James Robinson y Simon Johnson. Los tres, historiadores económicos. Pareciera que el quejido justificado del maestro Temin ha dado algún resultado. Y el MIT, junto a la Universidad de Chicago, protagonizan el galardón.

                La historia económica, como parte esencial del conocimiento científico de la economía, está de enhorabuena. En 2022, el premio recayó en Ben Bernanke por sus investigaciones sobre las crisis financieras y, en particular, por su profundo conocimiento sobre el crac de 1929, que le supuso, por ejemplo, decidir mejor cuando se hallaba en el puente de mando de la FED en 2008, según él mismo ha confesado en unas memorias publicadas (Mis años en la Reserva Federal, Deusto, Barcelona). En 2023, Claudia Goldin, otra historiadora económica de la Universidad de Harvard y experta en la historia económica norteamericana (Understanding the Gender Gap. An Economic History of American Women, Oxford University Press, 1990), se alzó con el preciado premio, demostrando la evolución del trabajo de las mujeres casadas en las diferentes fases del crecimiento económico, desde la agricultura hasta la sociedad de servicios. Ahora, tres colegas de idéntico campo del conocimiento, alcanzan ese olimpo científico. Los trabajos de los tres expertos se condensan en múltiples aportaciones, de carácter más técnico (artículos en revistas de impacto, sobre temas variados; recientemente, muy centrados en el papel económico de la inteligencia artificial). Pero creo que son imprescindibles dos libros: uno editado en 2012 y firmado por Acemoglu y Robinson (¿Por qué fracasan los países?, Deusto, Barcelona); y otro publicado hace menos de un año, en 2023, de Acemoglu y Johnson (Poder y progreso, Deusto, Barcelona). En ambos trabajos, la característica central que los define es su profundidad cronológica: los autores se adentran en los temas que proponen –crecimiento económico, tecnología, cultura económica, etc.– utilizando potentes retrovisores. Escarbando en la historia económica, para entender mejor procesos actuales. Esto ha dotado estos dos libros de una erudición nada gratuita, con una profusión de argumentos, de narrativas y de conocimientos humanísticos que fortalecen las tesis que defienden.

                En el trabajo de Acemoglu y Robinson, se aporta la noción teórica de comportamientos económicos inclusivos y exclusivos, conceptos que han pasado a formar parte del acerbo no solo de los economistas, sino de los políticos. Se ha convertido esto, por tanto, en economía política. Los inclusivos son los que persiguen la eficiencia y la eficacia en un marco de colaboración y decisiones que persigan el bien común. Los exclusivos determinan visión egoísta de gobernantes y gestores, que buscan su enriquecimiento personal, sin pensar en el bien común. Acemoglu y Robinson plantean igualmente hipótesis de trabajo de por qué, por ejemplo, la revolución industrial británica se generó en Inglaterra y no en China, que tenía potentes condicionantes; o en Países Bajos, con un desarrollo económico muy avanzado. Y van desbrozando los argumentos de otros autores, descartando sus posturas para llegar a una conclusión que también se ha hecho extensiva: la importancia de poseer instituciones que generen crecimiento desde la inclusividad, de forma que rechazan las tesis weberianas y marxistas –que coincidían en algunos puntos en cuanto al atraso de determinadas geografías en el crecimiento económico–, muy centradas en el ámbito cultural.

                El libro de Acemoglu y Johnson es otro monumento a la erudición plenamente justificada. La investigación ahonda en los factores que caracterizan las economías orgánicas, remontándose hasta la época medieval, tras haber abordado, igualmente, elementos básicos de la revolución neolítica –con un conocimiento preciso de las contribuciones de Gordon Childe–, hasta transitar, tras detenerse en diferentes estaciones, en la revolución industrial 4.0. Acemoglu y Johnson son críticos con la evolución de un crecimiento económico observado generalmente en clave tecnológica. Incluso reivindican un posicionamiento más igualitario de sociedades menos avanzadas tecnológicamente –como algunas civilizaciones antiguas– con afirmaciones contundentes: “[en las civilizaciones] que se dedicaban al cultivo del cereal, la mayoría de la población vivía peor que sus antepasados cazadores-recolectores. Las élites mejoraron su posición gracias al nuevo sistema de agricultura sedentaria”. Este axioma nos recuerda al Sapiens de Harari, cuando realiza afirmaciones muy parecidas. Acemoglu y Johnson colocan la economía en un plano dialéctico, histórico, contrastado, evolutivo, en el que no aparecen individuos solos con informaciones simétricas y perfectas. Por el contrario, lo que se nos brinda es un análisis exhaustivo y desequilibrado que va desde el Neolítico hasta la robotización presente; un estudio que tiene clases sociales en su interior, con sus contradicciones y sus luchas. Y con las desigualdades como corolarios explícitos a la mayor parte de los crecimientos económicos analizados, en los que, de nuevo, Acemoglu recuerda su libro anterior –el firmado con Robinson– y vuelve a enaltecer la importancia de las instituciones inclusivas para mantener un desarrollo económico que extienda mayores cotas de bienestar. De ahí que este segundo libro sea crítico con la inteligencia artificial (o, mejor dicho, no es tan condescendiente con ella), al señalar que las nuevas tecnologías digitales han creado grandes fortunas, pero el salario real de la mayoría de trabajadores apenas ha aumentado. O que los robots no aportan ningún beneficio, o escaso a los trabajadores si no vienen acompañados de otras tecnologías que creen nuevas oportunidades para la mano de obra humana.

                Resulta imposible sintetizar en pocas cuartillas lo que ofrecen estos dos trabajos. Lo que sí es relevante subrayar es que este premio Nobel –como el del año pasado– da un espaldarazo a la historia económica, una parte central de la economía bastante ignorada en los planes de estudio universitarios y en la formación continua de los economistas. Nos equivocaríamos menos todos los economistas si supiéramos más historia económica. Por ello, debemos agradecer a estos colegas agraciados con el preciado premio sus grandes aportaciones. Estoy seguro que Peter Temin, a sus 86 años, hoy, descorchará una botella de champán, y brindará con Acemoglu, ambos emocionados, en algún despacho del MIT. Un triunfo de los historiadores económicos.

About Carles Manera

Catedrático de Historia e Instituciones Económicas, en el departamento de Economía Aplicada de la Universitat de les Illes Balears. Doctor en Historia por la Universitat de les Illes Balears y doctor en Ciencias Económicas por la Universitat de Barcelona. Consejero del Banco de España. Consejero de Economía, Hacienda e Innovación (desde julio de 2007 hasta septiembre de 2009); y Consejero de Economía y Hacienda (desde septiembre de 2009 hasta junio de 2011), del Govern de les Illes Balears. Presidente del Consejo Económico y Social de Baleares. Miembro de Economistas Frente a la Crisis Blog: http://carlesmanera.com

1 Comments

  1. Roberto el octubre 15, 2024 a las 10:39 am

    Solo he leído «¿Por que fracasan los países?» y no comparto la opinión del autor. Las clases sociales – al contrario de lo que se afirma sobre el libro en el artículo -«…tiene las clases sociales en su interior, con sus contradicciónes y sus luchas.»- , solo son un telón de fondo de los conflictos de las élites -comerciantes, terratenientes, industriales…- en China o en Gran Bretaña. Las clases trabajadores, la mayoría social, está ausente.
    Por otra parte, me resulta sorprendente que el imperialismo en cualquiera de sus formas aparezca en esta obra como algo tangencial, casi diría irrelevante, al éxito o fracaso económico de los países.
    En fin y por último, me sorprende que se afirme que las explicaciones marxistas sobre el crecimiento económico, que se equiparan a las weberianas, están muy centradas en el ámbito cultural. Es, sin duda, una crítica innovadora al marxismo.

Deja un comentario





Share
Scroll To Top