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Vientos favorables en el mercado laboral: aumenta la inmigración

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En la EPA se detecta que la población activa (quienes tienen edad de trabajar y están en disposición de hacerlo) crece sostenidamente desde el tercer trimestre de 2018 (ver G.1). Como los activos son la suma de los ocupados y los parados, cuando sube la población activa el aumento de los ocupados refleja una disminución de parados de inferior magnitud. En el último trimestre de 2019 se crearon 402.300 puestos de trabajo, pero la caída del paro sólo alcanzó a 112.400 personas porque los activos aumentaron en 290.000.

En el cuarto trimestre de 2019 había 402.300 ocupados más que un año antes. Fue un buen dato, porque la creación de empleo venía ralentizándose entre el primer trimestre de 2019, con una cifra espectacular cercana a los seiscientos mil ocupados, y el tercero, cuando el crecimiento anual había bajado a 346.300, cifra todavía buena, pero en preocupante descenso para un nivel de paro tan alto. El repunte del empleo del cuarto trimestre fue suficiente para evitar que el crecimiento de la población activa arrojase peores cifras de paro. De haber continuado la tendencia anterior, el paro habría subido por primera vez desde el inicio de la recuperación.

En suma, el empleo crece en cifras muy positivas y ha vuelto a repuntar, la población activa sigue creciendo y la disminución del paro se ha estabilizado. Son vientos favorables. España sigue liderando la creación de empleo en la UE. Según los últimos datos de EUROSTAT, en el tercer trimestre de 2019 España contribuyó con el 31,6% de todo el empleo que se creó en la UE-27 (calculado respecto al año anterior, sobre la población entre 15 y 64 años y excluido el Reino Unido). Respecto a los 19 miembros de la Eurozona, España aportó el 34,8% del crecimiento anual de los ocupados (gráfico G.2). Entre los grandes Estados miembros, Francia perdió 145.900 ocupados y aportó en negativo (restó un -15,7% a la subida del empleo).

       

Los datos del paro fueron también favorables para España. En el tercer trimestre de 2019, aportó el 16,1% de la reducción anual del paro en la Eurozona y el 12,6% de la UE-27. Francia contribuyó con más porcentaje (el 25,8% de la reducción en la Eurozona, muy buen dato por sí solo), pero esto, combinado con su caída del empleo comentada anteriormente, significa que la población activa debió decrecer (lo hizo en -328.000 activos entre 15 y 64 años, mientras que la española creció en 209.700). Con menos activos cuesta más sostener las pensiones, y en cómo hacerlo anda ahora la discusión y la conflictividad en Francia.

Los datos en bruto, sin embargo, no reflejan la precariedad del empleo en España, muy preocupante según otros indicadores, ni implican que haya que dejar sin tocar la legislación laboral. Como explicaba este post, el mercado laboral español tiene importantes reformas pendientes (alta temporalidad, bajos salarios, mucho trabajo a tiempo parcial indeseado, brecha salarial de mujeres y de jóvenes…) que se están demorando demasiado y que conviene acometer en tiempos de bonanza. Y si continúa subiendo la población activa, el entorno de esas reformas podría ser una ralentización de la caída del paro o incluso un aumento, para satisfacción de Casado, que podrá predicar a placer el apocalipsis sanchista, y de Abascal, que agregará su ingrediente xenófobo. Porque es evidente que la población activa no crece por otra cosa que la inmigración (no tuvimos un aumento de nacimientos hace quince o veinte años que justifique el actual incremento) como puede medirse con datos extraídos de la EPA y representados en G.3.

Las variaciones anuales muestran que, efectivamente, el crecimiento de la población activa se produce por los que vienen de fuera, no por jóvenes de dentro que cumplan la edad de trabajar. De hecho, en los tres primeros trimestres de 2019 la aportación de activos españoles fue negativa (hasta 56.300 menos en el primer trimestre). En proporción a su peso, la aportación de activos extranjeros y con doble nacionalidad resultó en 2019 espectacular, pues la gran mayoría de los activos no son extranjeros (en el cuarto trimestre el 83,1% eran españoles, el 13,3% extranjeros y el 3,6% de otra nacionalidad además de la española).

Las variaciones de la ocupación registran datos más favorables a los españoles que las de la actividad, sobre todo en el último trimestre de 2019, cuando la creación de empleo en ese grupo dejó de caer. Aunque la actual variación del empleo también está lejos de representar la estructura de la ocupación por nacionalidad (similar a la de la actividad, con un 84% de españoles en el cuarto trimestre de 2019), los españoles parecen encontrar empleo más fácilmente que los nuevos extranjeros. Y respecto al paro, la ventaja de los españoles es todavía más clara. El incremento de los ocupados españoles (137.000 más) se reflejó automáticamente en la disminución del paro (121.000 parados menos), porque los nuevos activos españoles tuvieron muy escasa variación teniendo en cuenta su volumen (16.000 más). En cambio, los parados extranjeros, a pesar de que este colectivo registró la mayor creación de empleo en el último trimestre, 182.000 ocupados más, no bajaron, sino que subieron en 17.100 personas, porque su población activa creció en 199.000.

La composición del empleo por sexo registró también notables movimientos en 2019, muy visibles cuando se cruzan los datos de actividad, empleo y paro con los de nacionalidad (en G.4 y G.5). Si el paro de españoles disminuyó por sexo en una dimensión más o menos similar, el empleo de los varones no subió, sino que incluso bajó en el último trimestre de 2019, lo que significa que toda la reducción de ese paro lo fue por una reducción de españoles varones activos.

Por el contrario, las mujeres españolas vieron crecer su número de activas, también de ocupadas; su disminución del paro fue similar a la de los hombres, y no fue mayor porque las activas, a diferencia de los varones activos, crecieron (76.900 más).

Es buena noticia que el mercado laboral español, pese a los vientos de recesión europea y mundial, esté absorbiendo un flujo creciente de inmigración. Como se observa en G.6, España sigue convergiendo con los grandes EEMM de la Eurozona en tasas de ocupación (porcentaje de ocupados sobre la población en determinado tramo de edad) y de paro (porcentaje de parados sobre los activos). Todavía estamos lejos de digerir la catastrófica situación provocada por el brusco despertar en 2008 del España va bien y el coste social añadido por la austeridad que impuso la troika después, pero desde 2014 la tendencia es favorable.

Lo más importante del ciclo que arranca en 2019 es que el flujo migratorio está compensando un desequilibrio demográfico que se arrastra desde antes de la gran recesión, y cuya gravedad se observa en G.7. En los últimos 15 años la población de españoles mayores crece sin tregua ni descanso (se jubila el baby boom) y la de los más jóvenes disminuye (por si había pocos, muchos emigraron en lo peor de la crisis). El pronóstico es a peor por la precariedad laboral y la escasez de medidas de fomento de la maternidad, pero aunque se recondujesen estas políticas, sus efectos se empezarían a notar de aquí a veinte años en el mercado laboral. Así que la única forma de sostener hoy un mercado de trabajo dinámico que pueda tapar las grietas del sistema público de pensiones es incorporar inmigrantes al mercado laboral –auténtico maná para un país en proceso de envejecimiento rápido como es España- y mejorar las condiciones para que vuelvan cuanto antes los españoles que se tuvieron que ir, que el tiempo vuela y se les pasa la juventud.

De confirmarse el aumento de la inmigración en próximos trimestres, los diseñadores de la política económica deberán considerar la mayor propensión al ahorro de los migrantes, que puede amortiguar el aumento del consumo de los hogares por subidas de salarios. Efectos, por cierto, que no han sido negativos, como auguraban quienes se oponen sistemáticamente a cualquier medida que pueda revertir la desigualdad (el Banco de España no falla en eso), porque tras los fuertes aumentos del SMI, en 2019 la oferta de empleo repuntó. O sea, que igual es verdad que los trabajadores explotados son un lastre para la empresa (baja productividad, desmotivación, alta rotación) y que tenerlos contentos es su mejor activo (iniciativa, laboriosidad, eficacia). O que más alto precio, del trabajo en este caso, supone un bien de más valor. Nada hay más valioso en cualquier economía que su fuerza de trabajo.

Fomentar trabajos-basura es negativo. No es mejor tener un trabajo de m… que no tenerlo, porque esa política conlleva costes sociales per se y, por contagio, sobre el resto de los contratos. En todo caso, no hay otro camino que desinflar la burbuja de trabajos precarios. Para frenar los precios en un país con alarmantes tasas de pobreza y precariedad, visibles en todos los indicadores y testimoniadas in situ por un relator de NNUU, la receta no es seguir exprimiendo al trabajador sino fomentar la competencia, donde se dispone de un amplio potencial de actuación. Tenemos verdadera inflación de buitres, especuladores, oportunistas y evasores operando a sus anchas en mercados cautivos.

Con mejores salarios más españoles estarán dispuestos a trabajar o a regresar de la emigración. Además, mayores salarios pueden atraer inmigrantes ya bregados en otros países (en la estadística de Eurostat se percibe un flujo inverso de migración entre Francia y España en 2019). Y esos inmigrantes podrían ser necesarios en sectores estratégicos que no encuentran la mano de obra joven o especializada que necesitan (la industria registró en el cuarto trimestre de 2019 un descenso respecto a las cifras del año anterior de 55.200 varones españoles, pero un aumento de 49.200 varones extranjeros).

No estaría mal que algunos de tantos expertos, que se rompen la cabeza pensando en los posibles efectos de las subidas del SMI sin encontrar grandes cosas, echasen un ojo a los flujos migratorios, porque el aumento de inmigrantes en 2019 coincide con la mayor subida del SMI de la historia. Y si el mercado laboral los está absorbiendo, igual es que hacían falta por la estructura demográfica. Eso explicaría la queja de algunos empresarios de que a pesar de la tasa de paro no encuentran los trabajadores que necesitan, y desmontaría el cansino argumento de la vagancia crónica de los parados.

Sería deseable que las subidas del SMI no quedasen sólo abajo y se trasladasen hacia arriba, porque el precariado español tiene una dimensión colosal. Y hay que contar con que la base del precariado aumentará en proporción de extranjeros, por lo que arreciará la campaña del vienen a robarnos el trabajo y el pan, que con tanto éxito maneja la ultraderecha en redes sociales, a mayor gloria de su lucrativo chiringuito particular, único proyecto detrás de tantas y tan grandes banderas.

Además de los cambios de tendencia en la ocupación, el paro y la actividad, en la EPA de 2019 se detectan otras novedades sustanciosas. La ocupación de inmigrantes creció notablemente entre los trabajadores asalariados y también entre los autónomos. La variación del empleo fue muy positiva para los extranjeros en Cataluña (más madera, para un argumentario nacionalista o xenófobo). Los ocupados en la industria están cambiando su composición por nacionalidad, como se ha comentado, pero también hay cambios apreciables en la creación de empleo sectorial por sexo. La diferencia entre el número de parados de la EPA y los registrados por el SEPE, que a primeros de 2015 era próxima al millón ¡casi desapareció en el último trimestre de 2019! …

En fin, que, sin ser un experto, el nuevo ciclo del mercado laboral da para mucho pensar. De continuar el aumento en la ocupación por los inmigrantes sería excelente noticia, porque, según se deduce de sus tasas de empleo, muy superiores a las de los españoles (ver G.8) parece que vienen a trabajar. Habrá seguro excepciones, gentes de baja conducta, torpe neurona o nula empatía, como también hay aquí, hasta en la arena política. Pero más inteligente que insultarles en grupo sería acudir a puertos y aeropuertos para hacerles la ola, tañer repique de fiesta hasta donde aguante el último campanario de la España vaciada y organizarles una estancia agradable a ellos y sus familias, si son extensas mejor. No por una cuestión ideológica, que también, sino de pura lógica. En ello nos va el sostenimiento del sistema público de pensiones a corto y medio plazo.

About Luis Molina Temboury

Economista especializado en el análisis estadístico de la desigualdad. Convencido de que para revertir la escalada de la desigualdad extrema tendremos que acordar un límite al patrimonio. Cuanto antes mejor. Miembro de Economistas Frente a la Crisis

4 Comments

  1. Enrique Gancedo Nieto el febrero 29, 2020 a las 9:02 am

    Un buen artículo, lo que no comparto es la elección de las fotografías que lo acompañan, creo que no son las más adecuadas.

  2. Carlos el febrero 29, 2020 a las 10:56 pm

    Que pena un país que fíe su futuro a la generosidad de unos emigrantes.
    Que tiempo as triste nos ha tocado vivir. La historia hablará mal de nuestros gobernantes.

    • Luis Molina Temboury el marzo 1, 2020 a las 10:26 am

      ¡Qué pena un país que olvide que salió adelante gracias a sus emigrantes! Qué alegría cuando se derribe la última frontera y la Historia la escriban también quienes estaban detrás de los muros! Más allá de sentimientos y deseos, si piensa que la economía española no necesita hoy inmigración me encantaría conocer sus argumentos.

  3. ANTONIO GARCIA SIGUENZA el marzo 1, 2020 a las 11:01 am

    nunca estuvo tan complicado lo del empleo y no hay que confundir culturas con empleo

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