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Mónica Melle es Profesora Titular en la Universidad Complutense de Madrid y miembro de Economistas Frente a la Crisis
Este artículo ha sido publicado en el blog Agenda Pública de el eldiario.es
Europa ha entrado en una segunda recesión tras la experimentada en 2009. El PIB de las 17 economías del euro no ha crecido durante los últimos cuatro trimestres. En el tercer trimestre de 2012 cayó el 0,1%, y en el anterior el 0,2%. España, según la Comisión Europea, será el último país europeo en salir de la crisis. Con una tasa actual de paro del 25% y más de la mitad de los jóvenes españoles en desempleo, destruirá unos 500.000 puestos de trabajo en 2013, y reducirá su PIB otro 1,4% más.
Equilibrar las finanzas públicas es necesario. Pero la austeridad no es déficit cero. Es eficiencia en la inversión y en el gasto público. Y los ajustes fiscales en plazos muy restrictivos y aplicados de forma simultánea en todos los países de la Unión Monetaria, sin discriminar entre los mismos según la situación de sus economías y sus dispares estructuras de deuda total, acentúan el estancamiento de la eurozona. Particularmente el de España, comprometiendo la recuperación de nuestros ingresos fiscales, muy necesarios para no deteriorar nuestra solvencia.
Pero más allá de las políticas de austeridad existen herramientas que deben ayudarnos a recuperar la senda del crecimiento. Veamos algunas de ellas:
- Los Estados con excedentes de su balanza de pagos, entre ellos Alemania cuyo excedente comercial será del 5,7% de su PIB en 2012, deberían estimular su demanda interna mediante incrementos salariales e inversiones públicas. Ello contribuiría a reducir los déficit comerciales de los países del Sur y corregir la divergencia en los costes laborales unitarios que se ha producido desde la introducción del euro. Pero no mediante el empobrecimiento de estos países del Sur, porque Europa no puede competir en costes laborales reducidos en un mercado globalizado.
- La competitividad de nuestra economía y de nuestras empresas se consigue invirtiendo en desarrollo y capital tecnológico ( Melle y Raymond, 2001), mejorando y reorganizando los procesos de producción. Invirtiendo en renovación de equipos que incorporen mayor capacidad y más tecnología. No sólo depende de los trabajadores, aunque se les quiera achacar ahora la reducida productividad de nuestra economía. La competitividad mejora con la formación del capital humano y con la inversión en investigación y desarrollo que permiten introducir innovaciones, sobre todo en sectores de alto valor añadido.
- Es necesario disponer de un potente sistema de crédito oficial –que podría articularse a través del Banco Europeo de Inversiones-, que sirva de palanca para desarrollar la política económica anti-cíclica y para financiar inversiones productivas y proyectos empresariales de PYMES y emprendedores, orientados especialmente a la innovación y a la exportación. Apostando por la economía social, que tiene un enorme potencial para el emprendimiento y para la creación de empleo estable y de calidad.
- Resulta rentable invertir en educación. En promedio en los países de la OCDE, entre el principio de la contracción en 2008 y el año de 2010, las tasas de desempleo general se dispararon del 8,8% al 12,5% para personas sin educación media superior. Pasando del 4,9% al 7,6% para aquellas con educación media superior ( Panorama de la educación , OCDE, 2012). Hace falta personal altamente cualificado y productivo que siente las bases de un modelo de crecimiento basado en el conocimiento.
- Es necesario obtener recursos para financiar investigación, desarrollo e innovación, que desde 2008 acumulan ya cinco años consecutivos de recortes en España. Hace falta más inversión privada (en España sólo representa el 40% del total, mientras que en la UE se acerca al 60%), pero también pública. En 2011 el gasto global en I+D+i representó el 1,38% del PIB en España, mientras que en la media de la Unión Europea fue del 2% y en Alemania se situó en el 2,88%. Y en 2012, con un recorte del 25%, hemos retrocedido aún más. En 2013 la reducción será de un 7,2% más. Estos ajustes están perjudicando la formación de personal investigador, en 2012 se adjudicaron 400 becas doctorales menos que 2011 y lo mismo ocurrirá en 2013.
- Políticas para impulsar la creación de empresas y empleo en el sector de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), que ya aporta el 6% del PIB y emplea a más de 386.000 personas en España. Su potencial capacidad para generar crecimiento, empleo y productividad parece no tener límites. A parte, se deben financiar proyectos de infraestructuras de transporte, energéticas y de banda ancha, que van a mejorar la competitividad de nuestras empresas. En definitiva, poner en marcha una renovada política industrial que identifique e impulse sectores emergentes, que favorezca la competitividad y la internacionalización de las empresas y que se nutra de la investigación, el desarrollo y la innovación. Porque el tiempo y la crisis nos han enseñado que la mejor política industrial es la que sí existe.
- Políticas activas de empleo y formación, destinadas tanto a las personas desempleadas como a las ocupadas, y especialmente a los más jóvenes. Incluyendo programas de cualificación profesional en las empresas y acciones que combinen formación y empleo.
Resulta urgente adoptar medidas que apuesten por estos factores para poder crecer y generar empleo. Alemania y Francia no han recortado en investigación y desarrollo, y aunque empiezan a perder fuelle, siguen siendo las dos locomotoras de Europa.
Pero las políticas de crecimiento requieren un mayor presupuesto comunitario financiado con verdaderos recursos propios de la Unión. ¿Dónde quedó el “Plan Marshall” de la UE de 120.000 millones de euros que propuso la Comisión Europea en el pasado mes de junio? Muy al contrario, se recortan los presupuestos de la UE y de España para 2013, hipotecando el llamado “Horizonte 2020”.