Desahucios y ‘banco malo’: lecciones (ideológicas) del New Deal

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Ignacio Muro es miembro de Economistas Frente a la Crisis

Este artículo ha sido publicado en eldiario.es

¿Qué hay que abordar antes, la financiación de la actividad o el saneamiento del sistema financiero? ¿Salvar a la banca o a los desahuciados? ¿El crecimiento económico o el ajuste del sector público? 

O cañones o mantequilla, o armas o alimentos, así empezaba el libro de primer curso de Economía escrito por Samuelson. Esas son las decisiones que, aunque conectadas con la justicia, acaban justificando la economía, que es la ciencia social que establece los criterios de reparto desde una prioridad lógica. ¿Lógica? La crisis obliga a plantearse lo que esconde ese esquema de prioridad. Y a la propia economía que no es siempre la decision racional la que resuelve mejor la escasez de recursos, sino la que mejor justifica las opciones defendidas por los más poderosos, en este caso Alemania y los acreedores bancarios. No es ciencia, es pura justificación de intereses. Es pura ideología.

Las prioridades vienen justificadas por una relación causa-efecto que no existe, aunque se exprese como el “único camino” y, por eso, los ajustes fiscales no hacen más que aumentar el endeudamiento de los ajustados. También en los 90, cuando se iniciaba la época de las últimas burbujas, se puso de moda el acrónimo TINA, “There Is Not Alternative”, y así estamos. La dura realidad viene a demostrar justamente lo contrario: que es posible e imprescindible superar la linealidad del pensamiento neoliberal y desechar los términos deprimero saneamiento y luego crecimiento, porque ambas cosas están íntimamente relacionadas.O se abordan simultáneamente, como partes de un mismo proceso, o la crisis empeorará. Exige dibujar un nuevo tipo de acciones que aborden simultáneamente una cosa y la otra, que se centren en resolver problemas sociales o en financiar actividad, pero que contribuyan de paso al saneamiento.

Simplemente hay que aprender de la historia. Un elemento clave del éxito del New Deal fue el planteamiento del rescate bancario del plan Roosevelt, en 1933, articulado desde el Home Owners Loan Corporation (HOLC). Se trataba de un programa masivo que permitió a millones de familias evitar perder sus casas y que se ejecutaran sus hipotecas. El HOLC compró durante dos años hipotecas a la banca a valor de mercado, con el correspondiente descuento, y gestionó tales activos durante 18 años. Con esta medida se afrontaba directamente un problema social e, indirectamente, se aliviaban los problemas de liquidez e insolvencia bancarios. La medida permitía refinanciar a los hipotecados a punto de ejecutarles la hipoteca, ofreciéndoles nuevas hipotecas con menor valor facial y tipos hipotecarios más bajos.  

Recuperar un programa similar es fundamental en estos momentos. Cuando los recursos son tan escasos no puede entregarse ni un solo euro a la banca que no conlleve un incentivo directo a la actividad económica mediante un alivio para la demanda o un apoyo a la oferta.

Dotar en España cada año 3.000 millones de euros a un programa similar permitiría parar todas las ejecuciones de primera vivienda y, de paso, evitar que se sigan deteriorando los balances de nuestros bancos. Lo mismo ocurre con las más de 10.000 familias endeudadas en yenes (otro dato sagrado, opaco), que reclama una actuación pública que sanearía el balance de algunos bancos de postín cargados de ese activo tóxico con valores contables que casi triplican el de mercado: un producto de alto riesgo que nunca tuvo que permitirse. Hay que afrontar soluciones para los problemas sociales que, de paso, saneen a los bancos. Ese es el camino.

Incentivar el arranque del sector de la construcción es otra necesidad. ¿Hay que esperar a que se vendan todas las viviendas acabadas? No tiene por qué. Los activos catalogados como promoción en curso son, en realidad, un conjunto heterogéneo de obras paradas y abandonadas en un estado de progresivo deterioro, las mismas que suelen formar parte de los reportajes que las televisiones extranjeras dedican a nuestro país.

El Gobierno estudia derruirlas como ya hizo Irlanda. ¿Por qué no seleccionar 20.000 destinados a primera residencia para entregárselas a cooperativas que fueran capaces de acabar las obras en un plazo definido beneficiándose de viviendas a precio muy reducido? Se generaría actividad inmediata, nuevas viviendas baratas y se contribuiría a sanear a la banca. 

Otro asunto. Es esencial que el Gobierno consolide a largo plazo las deudas fiscales de las Pymes cuando mantienen empleo y no contribuir, como está haciendo, a la ejecución de los pocos activos sanos que quedan. 

Si la deuda pública tiene que crecer como efecto de la socialización de costes, al menos elijamos los programas que incentiven la actividad económica mediante un alivio de la demanda o un apoyo a la oferta. La opción primero sanear y luego crecer nos hunde cada vez más. Significa realmente: primero la banca (y antes que nadie la banca  alemana) y la estabilidad fiscal y luego… luego, ya veremos. Cualquier analista fija el momento en que “los mercados vendrán a ayudarnos” en un mínimo de 3 años y un máximo de 8.Un camino de desastre.

¿Por qué ocurre esto? Porque el Gobierno del PP cree que la economía son las empresas y los empresarios, que solo debemos mejorar la eficiencia de nuestra oferta. Se equivoca: la economía es también la demanda, y los ciudadanos trabajan por un salario que destinan al consumo en su casi totalidad. Sigan bajando los salarios y olvidándose de las familias y nuestra economía se hundirá irremisiblemente.

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