Tasa de paro y nivel de empleo

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I.- Una tasa de dos dimensiones

En 2022, último año con datos de EUROSTAT, España ostentaba la tasa de paro más alta, 12,9%, de los 27 países de la Unión Europea. Considerando solo los hombres, era también la más alta (11,3%) y entre las mujeres (14,8%) solo era superada por la tasa de Grecia (16,4%). La inquietud por lo elevado de nuestras cifras de paro, en comparación con el resto de los países de la Unión Europea, lleva tiempo manifestándose y prácticamente todas las soluciones apuntadas consisten en aumentar la creación de empleo o frenar su destrucción en tiempos de crisis. Esto muestra que es todavía frecuente la creencia implícita, y errónea, en una relación directa entre tasa de paro y nivel de empleo. La relación existe, evidentemente, pero las diferencias entre las tasas de paro no se deben exclusivamente a diferencias en el nivel de empleo. Esto, tal vez, debería conducir a relativizar, como principal indicador del estado del mercado de trabajo, una tasa que sigue, trimestre tras trimestre, enturbiando, o alegrando, la vida de los políticos y alimentando con frecuencia las portadas de diarios y telediarios. Como muestra de la dificultad que entraña su correcta interpretación, consideremos que, entre los 26 países de la Unión Europea con menores tasas de paro que España, cuatro tienen una tasa de empleo[1] inferior a la nuestra, En el caso de las mujeres, entre los 25 países con menor tasa de paro, tres tienen también una tasa de empleo menor. En cuanto a los hombres, mientras todos los demás países de la UE tienen tasas de paro inferiores a la de España, dieciseis de ellos tienen un nivel de empleo inferior al nuestro. En general, para un mismo nivel de empleo, las tasas de paro varían mucho entre países y años, como muestra, para los países de la Eurozona, entre 2003 y 2022, el Gráfico 1. La relación que existe entre la tasa de paro y el nivel de empleo dista mucho de ser directa.

No basta con invocar diferencias en las tasas de actividad, porque la población activa es un concepto líquido, si no gaseoso. Se asimila, en principio, a la oferta de trabajo, cuyo equilibrio con la demanda que emana de los empleadores determina el salario, el precio de esa mercancia que se intercambia en el mercado de trabajo. Sorprende constatar que todavía se enseña de forma predominante en los departamentos
de economía de nuestras universidades, la teoría neoclásica de las preferencias entre ocio y trabajo, ilustradas mediante curvas de indiferencia (combinaciones de ocio y trabajo que procuran la misma satisfacción a los ciudanos que se presentan en el mercado de trabajo)[2]. Si este enfoque es conceptualmente difícil de admitir en una sociedad como la nuestra en la que la inmensa mayoría de los individuos no tiene más opción que trabajar, su traducción empiríca es simplemente imposible. De manera que, en la práctica, la población activa, u oferta de trabajo, acaba siendo, simplemente, lo que mide cada trimestre la Encuesta de Población Activa (EPA).

Esta encuesta, ciertamente la mejor fuente sobre la situación del mercado laboral es una gran operación estadística que realizan cada trimestre nuestro Instituto Nacional de Estadística (INE) y otros muchos institutos de países europeos con una metodología común, cuya información principal es la distribución de la población en edad de trabajar (16 o más años[3]) según la relación con la actividad: ocupados, parados e inactivos. El proceso seguido es señalar primero a los ocupados como aquellas personas que han trabajado al menos una hora, por cuenta ajena o por cuenta propia, durante la semana de referencia (la anterior a las fechas en que la encuesta se realiza). El resto, los no ocupados, se distribuye entre parados e inactivos.  Se clasifican como desempleados a los que cumplen un conjunto de requisitos relacionados con su disponibilidad para el trabajo y la intensidad con la que han buscado empleo durante la semana de referencia. Finalmente, las personas que no han sido consideradas ni ocupadas ni paradas figuran como inactivas, por oposición a los activos[4] (conjunto de ocupados y parados). El procedimiento anterior muestra que la población activa se determina realmente en el momento de clasificar a los que no han trabajado y depende directamente de la proporción de no ocupados que son considerados (o se consideran) parados, que, como veremos, varia en el tiempo y entre países, para un mismo nivel de empleo. A pesar de su importancia este indicador (el porcentaje de desempleados entre los no ocupados) al que, a partir de aquí, llamamos “propensión al paro”[5], no figura entre los que se analizan habitualmente.

La definición operativa del parado ha variado en el tiempo, mediante reformas que, en general, han introducido condiciones más restrictivas para que una persona que no trabaja pueda ser considerada parada. Por otra parte, la recogida de la información por los institutos nacionales de estadística que realizan las encuestas puede provocar diferencias entre países, aunque éstos apliquen una metodología común. Finalmente, no se puede descartar que los no ocupados manifiesten, en momentos y en países distintos, una disposición variable a considerarse y a actuar como parado. En todo caso, la variabilidad de la propensión al paro refleja el hecho de que lo que llamamos paro está sujeto también a otros determinantes sociales. Lo muestra el propio funcionamiento del mercado de trabajo a través de las llamadas “estadísticas de flujos”, derivadas de la EPA, que publica con regularidad el INE y, más recientemente EUROSTAT. Las variaciones netas de ocupados, desempleados o inactivos observadas de un trimestre a otro, representan el simple saldo de importantes flujos entre las tres categorías en todos los sentidos. Los que pierden su empleo pueden pasar a ser parados o inactivos y se accede al empleo tanto desde el paro como desde la inactividad. Por ejemplo, entre el tercer y el cuarto trimestre de 2023, en el grupo de 25-54 años, el número de ocupados aumentó en 100.000 personas, como resultado de 763.000 salidas y 863.000 entradas. El 41% de los que dejaron el empleo fueron a la inactividad (313.000) el resto al paro, y un 37% de los que consiguieron un empleo eran inactivos (313.000). El 36% de los que salieron del paro fueron a la inactividad.[6]

Estas categorías, lejos de ser estancas, pueden considerarse, a la vista de los datos anteriores, como dos formas alternativas por las que transitan los no ocupados.

Recientemente, se ha producido un cierto reconocimiento de la permeabilidad de las diferentes categorías en relación con la actividad. Se ha ampliado el concepto de oferta de trabajo, incluyendo a las personas que trabajan menos horas de las que desearían (subempleados no voluntarios, que figuran como ocupados), y a las personas “desanimadas”, que se consideran inactivas, porque buscan trabajo sin estar disponibles o están disponibles, pero no buscan activamente. El resultado se conoce como holgura del mercado de trabajo, un vocablo que remite a la comodidad que supone, para los empleadores, un mercado holgado, porque implica una menor presión salarial y un conocimiento de la oferta potencial no satisfecha, sin que esta presione la tasa de paro. No es el único sesgo a favor del punto de vista empresarial de las encuestas sobre fuerza de trabajo. El concepto de holgura nos parece al menos insuficiente y pensamos que plantear la tasa de paro como el resultado de combinar la proporción de no ocupados y la propensión al paro refleja mejor los cambios en el papel que desempeña cada categoría.  La tasa de no ocupados (TNO) depende directamente del nivel de empleo, puesto que es, sin más, el complemento a uno de la tasa de empleo. En cuanto a la propensión al paro (PP), sus determinantes son complejos y no todos reflejan la situación del mercado de trabajo. En primer lugar, este indicador variará, en situaciones normales, inversamente al nivel de empleo, ya que cuando el empleo disminuye, aumenta la proporción de personas aptas y disponibles para trabajar entre los que no tienen empleo y, con el máximo nivel de empleo, solo quedarían sin ocupación los que no pueden trabajar o pueden permitirse no trabajar o, en el caso sobre todo de mujeres con carga de cuidados, las que no pueden permitirse trabajar. Sin embargo, constatamos que, para un mismo nivel de empleo, la propensión al paro varía según el país y el año, en algunos casos fuertemente, como ilustra el Gráfico 2, en el que se ha representado el valor de la PP en

función de la TNO para los países de la Eurozona en el período 2003-2022.

La variabilidad de la propensión al paro se justifica mejor para ciertos grupos de edad. Entre los jóvenes, la proporción de estudiantes, que se consideran inactivos, puede ser muy distinta de un país a otro, como puede ser la proporción de inactivos entre los mayores de 55, porque varía la edad legal o la edad efectiva de jubilación. Para evitar la distorsión que introducen estas diferencias, que pueden calificarse de “institucionales”, nos centramos, en esta primera etapa del trabajo, en el grupo de 25 a 55 años, edades de máxima actividad, en las que, en principio, salvo un pequeño porcentaje de personas no aptas para el trabajo o que pueden permitirse no trabajar, todas están o pueden estar en el mercado de trabajo. La propensión al paro nos va a permitir indagar en todo lo que, además del nivel de empleo, influye sobre la tasa de paro. También en esta etapa, nos limitaremos al ámbito de la Eurozona a la hora de comparar, y, dentro de esta, a los ocho países más poblados, que representan más del 86% de la población total. En el Cuadro 1, recordamos los principales indicadores para estos países en 2022 (último añodisponible en EUROSTAT).

Para ilustrar el enfoque de la propensión al paro vamos a representar en el gráfico siguiente (Gráfico 3) la posición de cada país en 2022 en el espacio de dos dimensiones

definido por la TNO y la PP. Trazamos las curvas de isonivel de tasa de paro, es decir las curvas que representan combinaciones de la TNO y de la PP que conducen a la misma tasa de paro.[7] Aquí se han representado las curvas para las tasas del 2%, 3%, 5%, 7,5%, 10% y 15%.  En ese espacio se sitúa cada país como un punto que tiene como coordenadas la TNO (en horizontal) y la PP (en vertical). Se ha representado también el promedio de los ocho países y la recta de regresión de la propensión al paro sobre la tasa de no ocupación para estos países.La primera observación es que el punto que representa la alta tasa de paro en España se sitúa en un nivel alto de la TNO, es decir que se explica en buena parte por un bajo nivel de empleo, y algo por encima de la curva de regresión, es decir que la propensión al paro es, en España, más elevada que la media de la Eurozona, lo que refuerza el factor anterior. Algo parecido ocurre en Grecia, que tiene la misma tasa de paro que España, con un nivel de empleo ligeramente inferior, compensado por una menor propensión al paro. Lo más significativo es la situación de Italia cuya tasa de paro es muy inferior a la española (7,9% frente a 11,7%) a pesar de que el nivel de empleo en ese país es inferior al de España, lo que se explica por una propensión al paro de 22,4% frente al 44,9% en España. Se dan igualmente otros casos: Alemania y Portugal tienen niveles de empleo muy parecidos pero el segundo casi duplica la tasa de paro alemana.

Se pueden clasificar estos países en función de su distancia al punto promedio. Por una parte, tenemos a los países por debajo de la media tanto en no ocupación como en propensión al paro: Países Bajos, Alemania, Bélgica, que son los que presentan las

tasas de paro más reducidas. En la situación opuesta están Grecia y España, con menos ocupación y mayor propensión al paro que la media y, consiguientemente, las tasas de paro más elevadas. Existen dos países en los que los componentes de la tasa de paro se compensan entre ellos: Portugal que, pese a un alto nivel de empleo (comparable al de Alemania), presenta una tasa netamente superior a la media porque la propensión al paro es elevada, e Italia que, a pesar de tener el nivel de empleo más bajo de los ocho países aquí analizados, presenta una tasa de paro inferiror a la de Grecia y España porque la propensión al paro en ese país es muy inferior a la que le correspondería (distancia a la recta de regresión). Así, dos países, España e Italia, próximos en muchos aspectos (también en el nivel de empleo) acaban teniendo tasas de paro muy alejadas.

En materia de paro, la introducción del género en el análisis resulta imprescindible.

En el gráfico siguiente (Gráfico 4), se ha representado, en el plano de las curvas de isonivel, las tasas de paro de los ocho países para hombres y mujeres, así como el punto promedio de estos países y la recta de regresión para cada sexo por separado.

En cuanto a los hombres, vemos que España y Grecia se sitúan muy cerca de la recta de regresión, o sea que la propensión masculina al paro no se aleja de la media que corresponde a su nivel de empleo. La alta tasa de paro de los hombres se explica totalmente por la debilidad del empleo en nuestro país. Lo mismo ocurre con Grecia. No es el caso de Italia que, también entre los hombres, exhibe una menor ocupación que España, pero que, gracias a una propensión al paro muy inferior a la media, consigue una tasa de paro del 6,6% (cercana al promedio de los ocho países) frente al 9,9% de España.

No sorprenderá constatar que buena parte de las diferencias del conjunto se deben a las que se observan entre las tasas de paro femeninas. Solo después de Grecia, España presenta la tasa de paro entre mujeres más elevada en este grupo de países. En parte, debido a la mayor proporción de personas sin empleo (28,2% frente a una media de 24,5%) pero sobre todo porque el porcentaje de las que se declaran paradas es mucho más elevado (40,6%) que la media (24,2%). De hecho, la propensión al paro de las mujeres en España es la más elevada entre los ocho países examinados (incluyendo Grecia), entre todos los de la Eurozona e incluso de la Unión Europea. Una característica que nos proponemos examinar más a fondo en un próximo artículo. El contraste con Italia es muy notable: solo el 17,1% de las mujeres que carecen de empleo remunerado figuran como paradas, frente al ya citado 40,6% de las españolas. Esto explica que, pese a un nivel de empleo femenino casi 10 puntos inferior al de España, Italia solo tenga una tasa de paro femenino del 9,5%, siendo del 13,8% la de España. Grecia, con una tasa de empleo levemente superior a la de Italia tiene, con el 16,1%, casi el doble de paro que Italia.

Como hemos visto, las diferencias en como se reparten los no ocupados entre parados e inactivos pueden ser cuantiosas, sobre todo entre las mujeres, a pesar de que nos hemos limitado al grupo de edad más claramente orientado al mercado de trabajo: los de 25-54 años. Lo que hemos llamado propensión al paro resulta ser un componente esencial de la tasa de paro, que explica buena parte de las diferencias observadas entre países. En particular, las altas tasas de paro en España están muy ligadas a este factor. Es cierto que, en este grupo de edad, la debilidad del empleo – figura como ocupada a una proporción menor de personas en edad de trabajar que en la mayoría de los países circundantes- explica casi todo el exceso entre los hombres, pero solo una parte entre las mujeres.

Conclusión (provisional)

En las encuestas sobre mercado de trabajo subyace un modelo que corresponde al de los hombres de un período ya pretérito: ellos iniciaban la actividad remunerada inmediatamente después del período de formación y se mantenían en el o los empleos hasta la hora de la jubilación. Quedaban fuera del mercado de trabajo solo los no aptos por incapacidad y los muy escasos que podían vivir sin trabajar. En ese modelo, los períodos de desempleo responden a los cambios, voluntarios o no, de empleo y, por esa misma razón, son moderados, salvo en los momentos de crisis. La tasa de paro depende enteramente del nivel de empleo. Entonces, la participación de las mujeres en el trabajo remunerado, escasa, no coincidía con sus obligaciones familiares de esposa y madre, que las tenían confinadas en el hogar, cuidando a los demás. La irrupción de las madres trabajadoras en el mercado laboral, con vocación de permanencia, que en España se inició tardíamente, en torno a 1985, rompe el modelo anterior. Otros cambios, tecnológicos y en la estrategia de los empleadores, han contribuído también a transformar un mercado de trabajo que, hoy, las encuestas tradicionales no consiguen describir correctamente y en las que se difumina, en particular, toda la dimensión social de la actividad económica, de creciente importancia. La condición de inactivo, por ejemplo, no es ya una situación definitiva. La tasa de paro se ha analizado aquí como la resultante de un factor ligado al ámbito de la producción para el mercado (la proporción de no ocupados) y de otro factor ligado a comportamientos sociales, como las estructuras familiares y la situación de las mujeres (la propensión al paro). Con ello se pretende ir más allá del determinismo estrictamente económico del mercado de trabajo. En un próximo artículo, nos proponemos cuantificar la parte de cada componente en las diferencias de tasa de paro, así como las características de las personas según su propensión al paro y el papel que desempeña la tendencia a mantenerse en paro (paro de larga duración).

[1] La tasa de empleo se obtiene dividiendo el número de ocupados por la población total del grupo considerado.

[2] El imperecedero manual de McConnel, Brue y Macpherson “Economía laboral”, que va ya por su septima edición, es la referencia obligada en esta materia.

[3] 15 y más, en los datos de EUROSTAT

[4] Recientemente, EUROSTAT ha cambiado estas apelaciones. Los activos son ahora “personas en el mercado de trabajo” y los inactivos “personas fuera del mercado de trabajo”.

[5] La palabra propensión no implica orientación subjetiva de los encuestados sino constatación de un hecho social que será necesario explicar.

[6] https://www.ine.es/jaxiT3/Tabla.htm?t=8116
Los datos de las estadísticas de flujos no coinciden exactamente con los que publica la EPA, debido a la metodología de seguimiento de un trimestre a otro. Las diferencias son pequeñas.

[7] Para las curvas de isonivel se ha utilizado la relación siguiente: para una tasa de paro dada  

 

About Juan Antonio Fernández Cordón

Juan Antonio Fernández Cordón es Doctor en Ciencias Económicas y Experto-Demógrafo por la Universidad de París. Ha sido Profesor de las Universidades de Argel y de Montreal e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en el que fue Director del Instituto de Demografía. Ha ejercido también como Director de Estudios y Estadísticas del Ayuntamiento de Madrid y Director del Instituto de Estadística de la Junta de Andalucía. Ha sido miembro, como experto independiente del Grupo de Expertos sobre demografía y familia de la Comisión Europea y miembro del Consejo Científico del Instituto Nacional de Estudios Demográficos de Francia. Miembro de Economistas Frente a la Crisis

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