En más del 60% de los 719 sectores de la economía de los EE. UU, la cuota de mercado combinada de las 8 empresas más grandes aumentó entre 2002 y 2012 un promedio cercano al 7%, no lejos de un 1% anual. El 10% de las empresas cotizadas no financieras más rentables tiene rendimientos del capital invertido cinco veces más altos que los de promedio de sus sectores y la brecha crece año a año. Entre 1980 a 2015, los beneficios de las grandes corporaciones han pasado de aportar 6% a un 10% a PIB.
Son referencias de EEUU, pero extrapolables a todo el mundo, datos impresionantes que parece darse por asumidos, como si fueran neutrales y no nos afectaran. Sufrimos la desigualdad creciente y nos quejamos de ella; percibimos el desprecio al trabajo que rezuma de la precariedad y nos indigna; sentimos el achicamiento de lo público en sanidad, educación o servicios sociales y nos prestamos a luchar para revertirlo. Pero no pasa lo mismo cuando nos referimos a la aceleración de la concentración empresarial.
Sin embargo, es el principal indicador del futuro, nos dibuja el anticipo de lo que nos espera. Mas concentración de poder privado significa un futuro con más precariedad, más desigualdad y menos Estado. Por eso es tan peligroso que queden fuera de foco del main stream académico. Por ello es de agradecer que constituyan el principal objeto de estudio de Sophie Gilloux-Nefussi, economista del Banco Central de Francia.
Es un tendencia global pero también local. Si nos referimos a España, ahora que se implanta un gobierno progresista, conviene que vigilemos el comportamiento de los organismos reguladores, aquellos en los que se condensan las claves del futuro. Es el momento de vigilar su autonomía y revertir su captura por las grandes corporaciones.
La contribución de las grandes tecnológicas a la concentración del poder global
Lo que es evidente es que la creciente concentración de poder en compañías globales, con grandes cuotas de mercado y altas ganancias es un peligro para la economía del planeta. Los análisis de la economista francesa nos advierten que son ya la fuente principal de la debilidad de la inversión productiva y de la pérdida de peso de los salarios en el PIB.
Guilloux-Nefussi cita expresamente a los GAFA, (Google, Appel, Facebook, Amazon), los gigantes tecnológicos, como símbolo que ilustran “un fenómeno más general de concentración que afecta a todos los sectores en los Estados Unidos”. No explica cuál es la razón de su preponderancia en ese fenómeno… pero haberlas las hay.
En realidad, todas ellas simbolizan las ventajas de la economia digital, volcada en los procesos intangibles que se caracterizan por ser capaces de generar economías de escala explosivas. La razón es doble: no solo sus costes marginales tienden a cero, fenómeno que popularizó en 2014 Jeremy Rifkin, sino que, sometidas a las lógicas de red, tienen la particularidad de facilitar una percepción de utilidades marginales crecientes al crecer el tamaño de la red. Ese incentivo para ganar tamaño hace que sean las redes con más de 500 millones de usuarios las que exhiben más ventajas para la intercomunicación y los negocios. Y las más rentables.
Sus consecuencias para la aceleración de la concentración empresarial están a la vista: si Toyota, nacida en 1933 y ejemplo de la economia tradicional, tardó casi 80 años para alcanzar el liderazgo global, Facebook, nacida en 2004, consumió apenas 8 años, diez veces menos, en alcanzar esa meta.
Sectores digitalizados: el asalto al centro desde la periferia
Aunque Guilloux-Nefussi no cita los sectores donde la concentración empresarial se ha acelerado especialmente, no hay duda que en la lista están incluidos todos los sectores que asociamos a la economia digital, un fenómeno que, en contra de lo que se cree, no es reciente: lleva con nosotros 30 años y ha transformado ya, con sus pautas, todos los sectores asociados a los servicios al consumo.
Sin duda, entre los más concentrados estarán los incluidos en las industrias creativas, cine (Netflix), música (Spotify), libros (Amazon), publicidad (la misma Google), o las asociadas a la comunicación (Youtube, Facebook), al comercio (eBay, Alibaba), el turismo (Booking, Airbnb), el transporte (Uber), la búsqueda de empleo (Infojobs, Linkedin) o ciertas subsectores de las finanzas (Pypal, Verkami)… y así decenas y decenas de sectores de servicios en donde la desintermediación corre paralela a la integración vertical de procesos intangibles.
Que los reguladores lo tengan en cuenta, porque la misma lógica, con sus consecuencias, se traslada ahora al corazón del sistema productivo desde la logística, el empleo, las plataformas de comercio B2B o las finanzas (Fintech) a través de la inteligencia artificial y la robótica.
Profundas y graves consecuencias para la economia global
Según Guilloux-Nefussi los fenómenos de concentración excesiva están detrás de la debilidad de la inversión productiva. Si la tasa de inversión neta comparada con los beneficios ha disminuido al 12% a partir del año 2000, cuando se situaba en el 19% como promedio en el periodo 1980-2000, se debe principalmente al comportamiento de las empresas líderes en cada sector.
Desde la lógica de las rentas monopólicas buena parte del “esfuerzo de inversión” puede estar desviandose para erigir barreras a la entrada lo que justificaría la creciente importancia de los gastos de lobby, para financiar el cabildeo, que se ha disparado un tercio en la última década. La laxitud de la regulación antimonopolio por parte de las agencias del gobierno de EEUU en los últimos años sería una de sus consecuencias. Está permitiendo que se formen gigantes empresariales que taponan el crecimiento de las medianas y pequeñas empresas y dañan el empleo y la economía productiva. Y de eso sabemos mucho en España.
El que la disminución drástica del desempleo en los países centrales no se traduzca en un recalentamiento económico ni provoque subidas salariales e inflación, sería, según Guilloux-Defussi, otra consecuencia de la creciente concentración empresarial. Ese aplanamiento de la Curva de Philips, sería expresión del peso creciente de las grandes empresas globales en la producción nacional, con precios más rígidos volcados al mercado exterior e insensibles a las demandas internas. Son ellas las que aportan los mayores beneficios a las rentas empresariales, ellas las que aplanan la economia productiva y provocan la pérdida de contribución de los salarios al PIB.
Son análisis abstractos y académicos pero muestran hasta qué punto, una parte de los economistas se esfuerza, nos esforzamos, en responder a los problemas reales. Pero no nos engañemos, entender lo que pasa es una condición necesaria pero no suficiente para el cambio. Hasta que esos planteamientos no cristalicen en fuerzas sociales democráticas (más votos, más regulación, más poder) el mundo seguirá siendo regido por la ley del más fuerte.
De las 4 empresas citadas solo Amazon en mi opinión es un peligro severo. Amazon cambia el modelo de distribución y lo ha hecho con 2 décadas de pérdidas, invirtiendo pues para destruir la competencia del pequeño comercio y otros actores comerciales.
Apple tiene productos que no son mayoritarios y con competidores con igual gama de productos (que hacen lo mismo vamos). Facebook y Google presentan el riesgo de atesorar mucha información pero en el fondo son gigantes con los pies de barro, Yahoo, otrora líder rechazó comprar Google y acabó siendo una empresa con poco valor en bolsa y absorbida sin pena ni gloria. Lo mismo podría suceder con Facebook y Google.
Yo estoy a favor de que se impidan los monopolios, pero antes de mirar de meter en cintura a las empresas americanas por temas de mercado (igual por otros temas fiscales y de privacidad tendría más lógica) habría que hacer lo mismo con sectores monopolíticos en Europa como la alemana Herrenknecht con una cuota similar en el mercado de tuneladoras. Igual también habría que favorecer que cada país tuviese fabricantes locales viables.
Gracias por el comentario. No comparto tu opinión por los que consideras “gigantes con los pies de barro”. Pero sí en empezar por nuestros propios monopolios, los de la energía sin ir más lejos.