Los beneficios empresariales de las grandes compañías españolas han crecido notablemente en el ejercicio 2024. Las firmas cotizadas en Bolsa han visto aumentar sus ganancias casi un 21%, con bancos y empresas energéticas encabezando la lista de principales agraciados. El dato es relevante. E indica, según declaraciones de algunos de los dirigentes, que en 2025 esa cifra puede ir en una tendencia similar: no se auguran dificultades insalvables, a pesar de los tiempos de incertidumbre que estamos viviendo. En el campo turístico, Meliá ha alcanzado unos beneficios de casi 141 millones de euros, lo que representa un 19,4% más que en 2023. Los grandes capitanes del capitalismo español tienen motivos para estar satisfechos, de manera que cualquier movimiento telúrico que genere inseguridad les preocupa. Es algo natural, consustancial al capital: éste es miedoso, no acepta trabajar en escenarios inciertos, y busca siempre vías seguras para incrementar su cuenta de resultados.
Debemos ver, en 2025, si tales guarismos se verán afectados a raíz de las amenazas de la administración Trump. Y si los aranceles sacudirán otros sectores productivos de la economía española. Según recordaba Raymond Torres en un brillante artículo, las exportaciones españolas hacia Estados Unidos representan menos del 5% del total (en Alemania, por ejemplo, son del orden del 10%). Las empresas agroindustriales –que alcanzan beneficios de gran volumen– y las farmacéuticas pueden verse más afectadas, a pesar de que, por ejemplo, en el caso de las primeras, disponen de márgenes para encarar un shock comercial derivado de la política arancelaria, según el trabajo de Torres.
En el caso de las corporaciones de Estados Unidos, los datos avanzaban una disminución del –0,4%, según cifras del tercer trimestre de 2024 (https://es.tradingeconomics.com/united-states/corporate-profits). Pero un crecimiento del 11% en el total de cierre del año, según previsiones de Bankinter, con aumento esperado del 13,7% para 2025 y del 10,5% para 2026 (los datos en Intereconomia.com). Puede suponerse que esas variables presuponen un cierto caeteris paribus en el contexto interior de la economía de Estados Unidos y en el entorno internacional. Porque las variables más actualizadas de la Reserva Federal de Atlanta, para febrero de 2025, están indicando ya retrocesos en el PIB (del orden de –1,5%), sin que dispongamos por el momento de magnitudes fiables y más granulares sobre la realidad microeconómica. Según Bloomberg, utilizando datos de S&P, el sector del automóvil y el tecnológico son los que están siendo más perjudicados en este momento por la Trumpeconomics: caídas en ambos casos del –3%, desde inicios de 2025.
Ante esto, la pregunta que uno puede formularse es si la generación de intranquilidad, desasosiego e incertidumbre que está desplegando Trump –que incluso habla de una Tercera Guerra Mundial, como uno de sus exabruptos– con sus medidas de todo tipo, son el caldo de cultivo propicio para que las empresas puedan desarrollar con claridad sus cometidos; sobre todo, el seguir obteniendo números verdes acrecentados en sus cuentas de resultados. Porque, remitiendo de nuevo al índice S&P (que aporta Bloomberg), sectores como las telecomunicaciones (11%), el sanitario (7%), los materiales (6%), la energía (5%), las finanzas (6%), el consumo básico (2%) o el inmobiliario (2%) van conociendo datos positivos: entre el 2% y el 11%, según la actividad de que se trate. En paralelo, Bloomberg presenta dos índices referidos a incertidumbre económica y comercial en Estados Unidos, con un corolario clave: ambos indicadores se han elevado, en enero de 2025, a niveles aproximados a los datos conocidos durante los meses de la pandemia.
Claro y raso: ¿les conviene una guerra militar a esos consorcios, teniendo en cuenta su situación actual? Nos inclinamos a pensar que no, habida cuenta que los desenlaces de conflictos abiertos, bélicos, no van a proporcionar ni aperturas comerciales –es decir, el acceso a demandas externas– ni mejoras sustanciales en los aparatos productivos. De hecho, algunas grandes empresas norteamericanas como Tesla están viendo caer sus cotizaciones en Bolsa, y reducir la cartera de pedidos, con el empuje de la guerra comercial: sin cañones. ¿Puede mantenerse una tensión militarista, agresiva, inquietante, por empecinamientos absurdos? ¿Están dispuestos segmentos poderosos del capital a perder capacidades, mercados, clientes, elementos que ahora tienen, en aras de una estrategia expansionista de carácter militar o de una alianza con Rusia, con lo que esto puede suponer en clave de sus propios consumidores, sus propios empresarios?