La desigualdad entre hombres y mujeres, sobre todo económica

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Mónica Melle Hernández, Profesora Titular de Economía Financiera de la UCM, miembro de Economistas Frente a la Crisis EFC

Hace 84 años, el 19 de noviembre de 1933, las mujeres españolas pudimos votar por primera vez, gracias a la lucha de mujeres valientes lideradas por Clara Campoamor. Ella, diputada de las Cortes Constituyentes de la Segunda República de 1931, fue quien ejerció desde su tribuna una enardecida defensa del sufragio femenino en España.

Desde entonces la lucha constante de muchas mujeres ha ido consiguiendo algunos avances en la igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres. Mujeres que sin el apoyo decidido de algunos hombres no hubiesen logrado lo mismo. En los cambios que requiere nuestra sociedad es indispensable que los hombres nos acompañen, porque son los que han de renunciar al monopolio del poder que han tenido durante siglos.

Desgraciadamente cada vez conocemos más casos de violencia de género y de acoso sexual que sufren las mujeres. Todavía vivimos en una sociedad patriarcal intentando culpabilizar a las víctimas que terminan sufriendo un doble acoso. La mayoría de las mujeres no denuncia porque sabe que llegar al juicio es casi peor que la violación. Se convierte en una conspiración para acusarlas a ellas. Queda mucho por hacer en materia de igualdad.

En nuestro país existen leyes, como la Ley Contra la Violencia de Género y la Ley de Igualdad, promovidas por gobiernos socialistas presididos por José Luis Rodríguez Zapatero. Pero la realidad nos muestra que no se están cumpliendo todos sus preceptos y su espíritu. Por ejemplo, la Ley de Igualdad reconoce el derecho a la conciliación de la vida personal, familiar y laboral y fomenta una mayor corresponsabilidad entre mujeres y hombres en la asunción de obligaciones familiares, pero en la actualidad tan sólo un 10% deciden disfrutar de su permiso de paternidad.

Como media, la mujer española gana un 28% menos que el hombre, tiene contratos laborales más precarios y una doble jornada laboral que se traduce en una reducción de su tiempo de ocio y tiempo libre, que a su vez incide en su estado de salud.

Por cada hombre que abandona su puesto de trabajo por razones familiares, lo hacen 27 mujeres. El 83% de las personas que cuidan a un dependiente es mujer. De cada 10 contratos temporales, 8 son ocupados por mujeres. El 78% de los contratos a tiempo parcial, también son ocupados en su inmensa mayoría por mujeres. Lo que repercute en que sean las mujeres jubiladas las que cobran las pensiones más bajas.

Resulta necesario un mayor seguimiento, evaluación y control de la aplicación efectiva de las Leyes. Sólo así se podrán combatir todas las manifestaciones aún subsistentes de discriminación, directa o indirecta, por razón de sexo y a promover la igualdad real entre mujeres y hombres, con eliminación de los obstáculos y estereotipos sociales que impiden alcanzarla.

Hasta que no seamos capaces de cambiar nuestra sociedad patriarcal a través de la educación y la cultura, las mujeres seguiremos sufriendo discriminaciones y teniendo menos oportunidades que los hombres. Desigualdades que también alcanzan el ámbito económico y profesional.

Hay estudios que explican que las niñas, a partir de los 5 o 6 años, ya tienen la sensación de pertenecer a un grupo inferior. Para ellas las mujeres pueden hacer cosas buenas, pero son los hombres los que destacan. La socialización diferenciada, por la cual hombres y mujeres son educados en roles distintos y en valores distintos, crea el caldo de cultivo perfecto para que las mujeres sientan de forma masiva el llamado “síndrome de la impostora”. Se trata de un problema de falta de autoestima y confianza para desarrollar puestos en espacios tradicionalmente masculinos, por el cual se tiene la necesidad de trabajar más y mejor para tener derecho a ese reconocimiento.

Muchas mujeres se sienten menos cualificadas que sus compañeros para un puesto o cargo directivo, fundamentalmente por la baja autoestima o la excesiva auto-exigencia que las mujeres tenemos. No se trata de una cuestión individual, sino que es un reflejo de un problema social.

Para promover la igualdad hay que empezar por la igualdad económica, porque en nuestras sociedades la libertad está muy ligada a la economía y con el desarrollo profesional que permita la autonomía e independencia de las mujeres.

Adam Smith, en su libro “La riqueza de las naciones”, deduce que se llega al bien común a través de la competencia y el libre comercio. Todos los trabajadores de toda la cadena de producción actúan por interés propio. Sin embargo, se olvidó y nos seguimos olvidando del trabajo en las tareas domésticas que desarrollan mayoritariamente las mujeres.

Adam Smith vivió toda su vida con su madre. Ella se encargaba de todas las tareas domésticas, de cuidarlo y alimentarlo; y no lo hacía por interés propio sino generosamente. Gracias a ella Adam Smith tuvo el tiempo necesario para desarrollar su profesión y sus teorías.

Los economistas nos hemos olvidado de las actividades domésticas y de su contribución al crecimiento de nuestra economía. Recientemente Europa modificó la forma de medir el PIB incorporando la prostitución y las drogas, y no incluyó otras actividades, como los trabajos de cuidados que sostienen los hogares. Es cierto que estas actividades que se producen en la esfera privada al no ser remuneradas no conllevan un intercambio económico, pero sí que tienen efectos en el valor de la actividad económica de un país.

¿Cuánto aumentaría el PIB si ese trabajo doméstico y de cuidados no remunerado pasara de la esfera privada a la pública, por ejemplo, a través de servicios de limpieza y asistencia a domicilio, escuelas infantiles y servicios a la dependencia? Si esas actividades se mercantilizaran tendrían un valor económico que es preciso aflorar.

En 2003, según un estudio de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas), el trabajo doméstico no remunerado generó un valor de 332.506 millones de euros, lo que supuso el 42,5% del PIB español en ese año. En concreto, los españoles dedicaron ese año un total de 46.000 horas anuales a la producción doméstica y al voluntariado, lo que se tradujo en 7.916 euros per cápita durante dicho ejercicio.

La distribución por sexos de estas tareas es desigual, ya que las mujeres aportan cerca del 74% del total del trabajo no remunerado. Según Eurostat casi 4 horas más diarias es el tiempo que dedican las mujeres respecto a los hombres para tareas en el hogar y la familia. Ese tiempo medio diario dedicado por las mujeres al trabajo doméstico no remunerado desciende a medida que aumenta el nivel educativo de los miembros del hogar.

La asunción de la producción doméstica no sólo limita la disponibilidad de las mujeres en el mercado laboral sino que coloniza su espacio privado. Lo que impide que pueda disfrutar de un tiempo para sí o “una habitación propia” (en palabras Virginia Wolf).

Y respecto al mercado de trabajo, la propia OIT advierte sobre la desigualdad de género, que desgraciadamente como consecuencia de la crisis se ha acentuado. En tiempos de turbulencia económica, las mujeres con frecuencia experimentan las consecuencias negativas con mayor rapidez y se benefician de la recuperación más lentamente.

La crisis financiera y económica ha desembocado en una grave crisis social, con grave impacto sobre las mujeres. Porque las políticas de austeridad han tenido un efecto en el trabajo no remunerado. En primer término, porque la reducción de renta familiar impide la contratación de los servicios domésticos y de cuidados en el mercado. Y en segundo lugar porque los recortes en los servicios públicos han llevado a la reducción de la provisión de esos servicios por el sector público.

Todo ello ha supuesto un incremento del tiempo invertido en la producción doméstica mediante trabajo no remunerado, que no se distribuye por igual entre mujeres y hombres. Recae, fundamentalmente, en las primeras. Por ello, las políticas de austeridad presupuestaria afectan en mayor medida a las mujeres, quienes sufren además mayormente la precariedad laboral, por la discriminación que existe en el empleo femenino.

En definitiva, con la crisis se ha incrementado la división sexual del trabajo, la brecha salarial y de las pensiones, en general retroalimentando la feminización de la pobreza.

Según el último Informe sobre Desigualdad de Género de 2017, que elabora anualmente el Fondo Económico Mundial, España mejora en conjunto –principalmente gracias a las leyes de igualdad[1]– pero empeora en lo económico.

En el apartado de participación y oportunidad económica, España pasa del puesto 72 al 81. En la participación de la mujer en el mercado laboral, España se mantiene en el lugar 54. Perdemos cuatro posiciones en la igualdad de salarios para un trabajo similar, descendiendo hasta el puesto 122. También bajamos cinco lugares en el campo de ingresos estimados, hasta el 60.

Porque las mujeres tenemos mayor probabilidad de tener un empleo precario y cobrar salarios o pensiones más bajas. En España, con unas tasas de formación universitaria femenina superiores al promedio europeo, la sobrecualificación es un denominador común en la empleabilidad de las mujeres.

Es cierto que en un análisis histórico la evolución de la igualdad de género ha sido una de las mayores revoluciones sociales del pasado siglo. Pero en el camino transitado se han dado pasos hacia adelante y alguno hacia atrás en una suerte de revanchismo patriarcal está impregnando el discurso y las prácticas políticas dominantes.

Es preocupante el último Eurobarómetro sobre igualdad de género que sigue reflejando estereotipos de género. Según esta encuesta europea, el 44% de europeos cree que la mujer debe cuidar del hogar y el hombre ganar dinero, especialmente en Bulgaria y menos en países como Suecia o Dinamarca.

Urge avanzar en la igualdad económica. Ello pasa por lograr igualdad en la empleabilidad de las mujeres. Es aún una tarea pendiente que sin duda repercute en la igualdad de oportunidades para las mujeres al dificultar su desarrollo profesional y su independencia económica y personal; y en definitiva su libertad.

Si no se incorpora la dimensión de la desigualdad de género en las estrategias frente a la crisis estaremos afianzando esas desigualdades y la feminización de la pobreza. Las soluciones para combatir las desigualdades que han surgido con la crisis y con las recetas neoliberales de salida de la misma, no serán tales si ignoran este hecho; no sólo por lo que significa de justicia social sino porque la igualdad de género es una condición necesaria para garantizar un desarrollo económico sostenible en línea con la Estrategia 2020.

 

[1] Por ejemplo, mejoramos cuatro puestos en empoderamiento político, gracias a la Ley de Igualdad que obliga una representación de mujeres de entre el 40-60% en parlamentos y corporaciones locales.

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Mónica Melle Hernández es Profesora Titular de Economía Financiera de la UCM y miembro de Economistas Frente a la Crisis EFC

No hay comentarios

  1. de Gregorio el diciembre 1, 2017 a las 6:34 pm

    Estimada Mónica Melle:
    Me ha encantado la profusa descripción que haces con respecto a la desigualdad existente entre las mujeres y los hombres. Y al añadirle una coletilla, como causa implicas lo que acaece como efecto. Porque con independencia de las diferencias fisiológica que concurren entre ambos, es en la económica en la que se sustentan las principales diferencias que las mujeres tienen que sufrir. Y es precisamente porque es en la económica donde podemos encontrar la manera de superarlas por lo que a pesar de que Clara Campoamor «ejerciera una enardecida defensa del sufragio femenino en España» al igual que lo hicieron las que fueron asesinadas en Chicago en la defensa de sus derechos laborales; o la que hizo la mujer de color al negarse a abandonar el asiento reservado a los blancos; el alma matter de estas diferencias radica en la estructura económica de una sociedad en la que al existir asimismo unas diferencias entre los miembros que componen las empresas, éstas se proyectan en lo que haya de ser la familia y consecuentemente en la sociedad.
    A este respecto saco a colación una par de pasajes de la obra ¿Es posible otra economía de mercado? Dice lo siguiente.
    Basándonos en estas premisas, no puedo entender cómo un pensador tan eminente como Freud (que como ya he expresado, creo que fue el más inteligente y osado de los psicoanalistas), patrocinó con su doctrina la discriminación «autorizada» que ha venido subyugando a la mujer, precisamente en un transcurso en el que la posibilidad de su liberación se estaba estableciendo. Me resulta inadmisible tener que aceptar la paradoja de que a tenor de lo que fue llamado superego, se pretendiera liberar al hombre de la tiranía de un pasado (representada por las fijaciones sexuales del inconsciente), que dificultaba e incluso podía llegar a impedir al adolescente convertirse en un adulto equilibrado, cuando a través de la mística con la que se pretendía determinar el comportamiento femenino, se estaba creando una nueva tiranía que condicionaba su identidad y las encadenaba a una imagen modélica exclusivamente cincelada para que estuviera al servicio del hombre.
    Consiento, aunque no comparto, que durante épocas pasadas la mujer tuviera que admitir aquella dependencia; pero hoy día, cuando comienza a estar tan bien cualificada como pudiera estarlo el mejor hombre, el intentar coartar su libertad (eliminando al mismo tiempo una molesta competencia), aunque sea de una manera tan sutil como la de confiarle la defensa y el bienestar de la familia, o el proveerle (en casos muy contados) de una cárcel de oro, resulta cuando menos patético.
    Sé que ante la dureza de la lucha que se ha de librar tanto en el mercado empresarial como en el laboral, la dependencia que los hombres hemos venido promoviendo tiene que resultar para muchas de ellas, quizás, hasta propicia; que les tendrá que resultar mucho más grato sufrir las dependencias (la mayor parte de las veces, infundadas), que tuvieran que soportarles a un marido, que las que habrían de padecer en el mercado laboral intentando hacer valer su identidad. Sin embargo, los hombres no podemos instrumentalizar sus decisiones. Es la mujer a quien compete, qué es lo que tenga que ser su futuro. Hemos de tener en cuenta, es que cuando en ese devenir no existen para ellas unas expectativas, el panorama carece de fondo; se ha convertido en un mural sin referencias; un cuadro emborronado en negro, gris o rojo, en el que no es posible encontrar la perspectiva.
    A mi entender hay algo que como la violencia de género y el acoso sexual (al igual que la supeditación sexual con la que, a semejanza del mundo animal, la hembra condiciona la conducta del macho), que como rasgos fisiológicos difícilmente podremos superar. Pero hay otro algo que es determinante. Y es que en el supuesto que pudiera ser alcanzado que en la financiación, en la conformación y en la gestión de las empresas todos partícipáramos como miembros relacionados con dichas funciones, las mujeres habrían adquirido un poder que no podría ser infringido por aquéllos que fueran sus iguales.
    Sobre este tema y sobre las minusvalías hay muchas más cosas que decir, pero por el momento sólo me queda desearte un afectuoso saludo.
    deGregorio

  2. Juan Drogo el diciembre 2, 2017 a las 6:55 pm

    Nadie, o casi nadie, habla del paro, del paro juvenil, de las pensiones, de la violencia sobre la mujer, de la desigualdad salarial entre hombres y mujeres, del cambio climático y de otras cuestiones que requieren una solución urgente. El debate sobre el independentismo ha provocado que estos problemas hayan quedado sepultados. Debemos pedirles a los partidos que se presentan a las elecciones del 21D que nos expongan sus propuestas sobre ellos. Si crees que debe ser así, por favor firma esta petición en Change.or y difúndela.
    https://www.change.org/p/los-partidos-que-se-pesentan-a-la-elecciones-del-21d-en-catalu%C3%B1a-partidos-que-se-presentan-a-las-elecciones-del-21d-se-pronuncien-sobre-problemas-sociales

  3. Juan Drogo el diciembre 2, 2017 a las 6:57 pm

    Quizás deberíamos hablar más de los problemas reales que tenemos, el paro, la violencia sobre la mujer, las diferencias salariales entre hombres y mujeres, las pensiones, el cambio climático… ¿por qué los partidos no hablan más de estas cosas?
    Hemos publicado una petición en Change.org para que lo hagan.
    https://www.change.org/p/los-partidos-que-se-pesentan-a-la-elecciones-del-21d-en-catalu%C3%B1a-partidos-que-se-presentan-a-las-elecciones-del-21d-se-pronuncien-sobre-problemas-sociales

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