La desigualdad desincentiva el cambio tecnológico

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 Ignacio Muro @Imuroben, economista, es miembro de Economistas Frente a la Crisis EFC

La igualdad de oportunidades, el acceso universal al conocimiento, está en regresión. La búsqueda de la excelencia aparece como nuevo mito que se populariza en la retóricas empresariales aparentemente preocupadas por retener y captar talento. Es la forma elegante de decirnos que solo se necesita una exigua minoría para atender el cambio tecnológico, que no confían en la capacidad de generar valor desde el conocimiento existente en las plantillas ni desde la inteligencia colectiva generada en equipos de trabajo, sino en el talento único del genio, idealizado como proveedor de la iniciativa salvadora.

Si nos referimos a la economía global, si sacamos conclusiones sobre los perfiles del trabajador común que se empieza a reclamar, la conclusión, como he señalado en otro artículo, está clara: el capitalismo nos necesita cada vez más tontos. Dicho de una forma rápida: le basta con una minoría para atender las necesidades de los centros de innovación globales, ubicados principalmente en EEUU. Y confía en que los seleccionados para esos puestos se encuentren entre los descendientes de los privilegiados, formados en universidades de elite, acompañados de unos pocos becados seleccionados entre la gente común.

Al resto de los comunes se nos envía un claro mensaje: limitarse a cultivar la flexibilidad como actitud y olvidarse de aquellos conocimientos que el mercado de trabajo considera inútiles. Se encuentra ante las narices con el problema generalizado de la sobrecualificación de una buena parte de sus profesionales y, en vez de plantearse cómo convertir en aprovechables los conocimientos existentes, ofrece como solución rebajar los niveles de formación.

Avances acompañados de despilfarro de recursos.

Si en plena revolución tecnológica el capitalismo nos necesita cada vez menos formados, mejor preguntarnos por los límites de este capitalismo. Esa empieza a ser la cuestión clave. Desde la propia lógica económica sus incapacidades empiezan a ser evidentes. Y es que su obsesión por el corto plazo, el desprecio al Estado y a las políticas públicas y su dependencia de los intereses de las élites y sus descendientes, le hace mostrarse incapaz de gestionar adecuadamente momentos de ruptura como el actual.

Por un lado, nos muestra una gran capacidad para ofrecer nuevos servicios que son disfrutados como consumidores por las poblaciones de todo el mundo. Por otra, impulsa los niveles de desigualdad hasta límites extraordinarios. Por último, muestra una clara incapacidad para ofrecer una salida vital a buena parte de los profesionales mas capacitados, condenados a desgastarse en trabajos menores o a intercambiar libremente sus conocimientos en nuevos espacios que el mercado ignora.

Después de 30 años sacrificando todo a la competitividad de las empresas resulta que la productividad del trabajo se ralentiza a nivel global mientras buena parte de los profesionales más preparados se instala en el subempleo. ¿Cómo es posible tamaño despilfarro de recursos, tanto conocimiento desaprovechado? ¿Por qué el aumento de la productividad latente en un cambio tecnológico tan radical no consigue elevar el nivel de vida de la mayoría de la gente?

La desigualdad desincentiva el cambio tecnológico

Los avances tecnológicos actuales, señala Robert Gordon, les falta capacidad de arrastre sobre el conjunto de la economía necesaria para contrarrestar los cuatro vientos en contra que golpean a la economía actual: la demografía, la educación, la deuda y la desigualdad. La desigualdad, por tanto, no solo sería una consecuencia, sino también causa de las caídas de productividad.

En la misma línea se sitúan João Paulo Pessoa y John Van Reenen de la London School of Economy al explicar los rasgos de la recuperación del empleo con baja productividad en Gran Bretaña y EE.UU en los últimos años: son los bajos salarios los que alimentan la baja productividad en una relación biunívoca viciosa que desincentiva la innovación. Algo de lo que España, especializada en servicios low cost, puede dar lecciones.

Eso significa que no está en discusión el cambio tecnológico sino los efectos de su difusión, como destaca Dany Rodrick. Estamos creando una economía dual, con sectores muy dinámicos que conviven con actividades de muy baja productividad. De una parte, una minoría se ocupa en servicios de alto valor tecnológico, de otro, los servicios de escaso valor y poca productividad son los que generan el empleo masivo aunque precario: vendedores al detalle, cajeros y trabajadores en servicios de fast food son las ocupaciones más numerosas según la Oficina de estadísticas de EEUU. Su diagnóstico es concluyente: en ausencia de un Estado activo que asuma el impulso generoso de la innovación y el I+D, las fuerzas del mercado limitan el cambio tecnológico y provocan lo que denomina “cambio estructural reductor del crecimiento”.

Un planteamiento similar lo defiende Mariana Mazzucato en su libro El Estado emprendedor. Históricamente ha sido siempre el Estado el que ha tomado el riesgo de invertir en los sectores rupturistas que han producido alta innovación y productividad. Ello incluye no sólo la investigación básica sino también la aplicada, no sólo su papel en proyectos autónomos sino también en proyecto compartidos bajo modos de cooperación público-privada de largo plazo en los que el mayor riesgo lo asume el Estado.

Debilidad del trabajo, debilidad del Estado

El dibujo de las causas empiezan a estar claras, pero es Paul Mason el que lo inscribe en un relato histórico convincente al profundizar en los factores que favorecen los ciclos largos en el desarrollo económico. Su conclusión es que son las carencias de este capitalismo las que están ralentizando o limitando el alcance del presente cambio tecnológico, pero las inscribe en términos ideológicos y de lucha política.

Lo que destaca el autor de Postcapitalismo es que los ciclos largos que caracterizan al desarrollo capitalista requieren, por un lado, de fases en los que es decisiva la resistencia al abaratamiento de salarios de los trabajadores y, por otro, de fases en los que se precisa una readaptación exitosa organizada por el Estado que impulse la normalización de nuevos sistemas y suministre capital y protección a los campos más rupturistas e innovadores.

Si la clase obrera no tiene éxito en su política de resistencia, desaparece el principal incentivo para que las empresas se vean forzadas a las mutaciones que impulsan los nuevos paradigmas tecnológicos. Si el Estado se convierte en un actor pasivo o, peor aún, si detrae recursos públicos con el argumento de la austeridad fiscal, la asuncion del riesgo desde el mercado no será suficiente para abordar con suficiente densidad los nuevos cambios.

Las lógicas de poder que implanta el dominio ideológico neoliberal son las causantes directas de ambas debilidades. Seguirá habiendo cambios tecnológicos disruptivos pero, si no lo remediamos, el capitalismo así dirigido nos conduce al estancamiento económico y a la barbarie social.

 

 

 

 

 

 

About Ignacio Muro

Economista. Miembro de Economistas Frente a la Crisis. Experto en modelos productivos y en transiciones digitales. Profesor honorario de comunicación en la Universidad Carlos III, especializado en nuevas estructuras mediáticas e industrias culturales. Fue Director gerente de Agencia EFE (1989-93). @imuroben

6 Comments

  1. juan el agosto 14, 2017 a las 9:00 am

    Yo no diría que se está restringiendo el acceso a la formación. Aunque puedan darse casos de encarecimiento de la educación formal (matrículas universitarias y limitación de becas en España) lo que es cierto es que cada vez las posibilidades de la educación informal de calidad suben. Plataformas como Coursera o EDx ofrecen clases y cursos de las mejores universidades del mundo, hay aplicaciones para llegar a unos niveles de inglés decentes gratuitas o muy baratas, pero claro, algo de codo hay que poner.
    Por otra parte lo de decir que el sector tecnológico se formará a partir de privilegiados y se concentrará en EEUU es una especie de profecía autocumplida si se cree de antemano y se renuncia a disputar liderazgos.
    Si uno ve los fundadores de muchas startups que acaban en éxito aparecen muchos inmigrantes o hijos de inmigrantes. A lo mejor no leer mucho sobre la imposibilidad de hacer las cosas es lo que permite intentarlas y en ocasiones que salgan bien.

  2. juan mateu el agosto 16, 2017 a las 11:47 am

    Yo no diría que se está restringiendo el acceso a la formación. Aunque puedan darse casos de encarecimiento de la educación formal (matrículas universitarias y limitación de becas en España) lo que es cierto es que cada vez las posibilidades de la educación informal de calidad suben. Plataformas como Coursera o EDx ofrecen clases y cursos de las mejores universidades del mundo, hay aplicaciones para llegar a unos niveles de inglés decentes gratuitas o muy baratas, pero claro, algo de codo hay que poner.
    Por otra parte lo de decir que el sector tecnológico se formará a partir de privilegiados y se concentrará en EEUU es una especie de profecía autocumplida si se cree de antemano y se renuncia a disputar liderazgos.
    Si uno ve los fundadores de muchas startups que acaban en éxito aparecen muchos inmigrantes o hijos de inmigrantes. A lo mejor no leer mucho sobre la imposibilidad de hacer las cosas es lo que permite intentarlas y en ocasiones que salgan bien.

    • Ignacio Muro el septiembre 10, 2017 a las 7:32 am

      La formación como algo sistemático y universal, como derecho asociado a la igualdad de oportunidades, está en regresión. Y sin embargo el acceso al conocimiento se abre alimentando otro nuevo mito: Un mundo de autodidavctas formados en las redes sociales, en soluciones wiki.
      Si el conocimiento está al alcance de cualesquiera, para qué gastar en formar a la gente. Un espacio más que deja al ciudadano común a la intemperie mientras los hijos de las clases pudientes se forman sistemáticamente en las mejores universidades,

      • juan el septiembre 30, 2017 a las 12:54 pm

        Cuando se ofrece gratuitamente como curso online una asignatura del MIT sobre Economía de la Pobreza impartido por una de las mejores expertos de la materia, Esther Duflo, premio Príncipe de Asturias, y así muchos otros yo no despreciaría este tipo de formación. Tampoco entraría en teorías conspirativas ni topicazos. Sigue habiendo gente pudiente que prefiere que sus hijos estudien en una pública.
        Lo que está en retroceso es la educación superior como ascensor social automático porque el mercado de trabajo no produce los empleos necesarios para esas cualificaciones.

  3. Fernando de Miguel el agosto 20, 2017 a las 1:50 pm

    A lo largo de este año I. Muro ha publicado en este blog varios artículos que tratan desde distintas perspectivas los problemas centrales que se desarrollan en este (automatización-robotizacion, modelo productivo, innovación, cambios demográficos, papel del sector público).
    Citaré principalmente “Envejecimiento y robotizaciòn empujan a un nuevo contrato social (27/02/2017), “El capitalismo nos necesita cada vez más tontos” (31/07/2017), “Cambios demográficos y modelos productivos”(9/08/2017).
    Aunque algunas conclusiones puedan generar más dudas que certezas, son, en todo caso, una incitación inteligente a reflexionar sobre los importantes aspectos que pone sobre la mesa de forma bien interconectada y con mirada de largo plazo.
    Creo que merece la pena releer conjuntamente estos artículos, para sacar el mejor partido de cada uno de ellos.

  4. Ignacio Muro el septiembre 10, 2017 a las 7:36 am

    Gracias Fernando. Estamos en un momento crucial en el que hay que atreverse a pensar con la propia cabeza y abrir nuevas vías de preguntas y respuestas. Ese derecho de siempre es casi una obligación hoy. Bastante es que genere dudas si se abren los espacio de debate.

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