Jaime Bravo es estudiante y editor de Beneficio Marginal
Durante mucho tiempo se ha sostenido la idea de que lo público no valía, que era caro e inservible y que, a la larga, produciría un desajuste entre los ingresos y el gasto público. Muchos economistas han argumentado, durante décadas, que el Estado de Bienestar era un fallo total. No tanto por su vertiente social (sobre la que unos se han pronunciado y otros no) sino por su lado económico. La postura, sostenida durante años, de los economistas ortodoxos es la de eliminar el gasto público porque es innecesario y porque deriva siempre en crisis. Ellos, aseguran que esos ciclos recesivos que caracterizan al capitalismo son fruto de una inversión del Estado en gasto público y de una interferencia en la «ley de la oferta y la demanda» que hace que la mano invisible de Adam Smith no funcione. Así, algunos exponentes de estas teorías han afirmado que el Estado empobrece (véase la obra de Hayek, Camino de Servidumbre) y que es un obstáculo para el desarrollo de la persona como individuo.
Todas estas teorías han conseguido cambiar la realidad de lo público. Pero sin embargo, no todas estas teorías son verdad. Como veremos más adelante, el gasto público no fue desmesurado. Sólo lo fue cuando estalló la crisis y lo hizo porque debía atenerse al aumento de desempleo o, por una razón u otra, al aumento de la pobreza. También, veremos que la deuda pública no fue tan alta y que uno de los grandes problemas de España es el de la deuda de las entidades financieras (y no financieras) privadas. Una deuda que finalmente le fue atribuida al Estado cuando nunca fue así. Por último, veremos cómo los efectos de la retirada de inversión pública afectan a toda economía mundial lo que podría provocar una situación de depresión económica.
La deuda pública: que no nos mientan
Durante muchos años, la sola idea de promover lo público, los Estados de Bienestar, ha sonado como descabellado para muchos. Esta crisis del euro (cuyo origen ya ha sido analizado en alguna ocasión por compañeros de este mismo colectivo [1]) ha sido razón para criticar los Estados de Bienestar, impulsados por países europeos durante épocas socialdemócratas (tal y como expuso el profesor David Hall, de la Universidad de Greenwich, Londres, en su publicación Why we need public spending). Pero hay una cosa en la que erran todas las críticas: asocian el problema de Europa a la deuda de los países provocada por un desmesurado aumento del gasto público. Pero, ¿es eso cierto? ¿es la deuda realmente el problema de Europa? Y más concretamente, ¿es la deuda el verdadero problema de España? Para intentar vislumbrar esto analicemos primero el funcionamiento de una unión monetaria como lo es la Unión Europea. Las características principales de las uniones monetarias son: a) comparten una misma moneda, por lo que la independencia de todas ellas en cuestiones monetarias se reduce y, el Banco Central (u organismo regulador de crédito) de cada país queda en un segundo plano en pos del Banco Central de la unión en cuestión. Esto quiere decir que las distintas políticas monetarias del ámbito macroeconómico pasan a ser competencia del Banco Central de la Unión. Un ejemplo de ello, es los ya famosos “rescates” que se producen porque los Bancos Centrales de los países miembros no pueden imprimir más dinero. Si no existiese el euro, los países miembros podrían imprimir su moneda, aunque se produjese una devaluación, aumentase la inflación etc. b) se da un mercado común. Es interesante destacar este segundo punto por la relevancia que comporta. Un mercado común supone la integración de todos los países en los que se da la libre movilidad de productos, el libre comercio, el libre movimiento de personas etc. c) se ha argumentado en muchas ocasiones (y esto está sujeto, evidentemente, a la subjetividad de cada autor) que las uniones monetarias deberían estar sujetas a una unión fiscal, laboral, bancaria etc. en la que los países miembros se comporten como un “grupo” con finalidades comunes y no como países individuales con diferentes objetivos (aunque, como expresé anteriormente, esto está sujeto a la subjetividad de muchos autores e investigadores, como el profesor Paul de Grauwe que en su libro, Economics of Monetary Union, expone diferentes teorías sobre la Unión Europea y sobre cómo debería ser el euro y cómo realmente fue).
Ante esta evidencia, la de que la Unión Europea no es una unión económica como tal, surgen bastantes dudas sobre el futuro de España, de Europa y del euro. La ejecución de las políticas económicas europeas (que ni han ni pueden ser disfrazadas sólo de “insolidaridad”) dejan mucho que desear en el proceso empírico. Pero el problema no es el presente, pues la actualidad siempre es consecuencia de un proceso pasado. Antes de que estallara la crisis, el nivel de deuda pública en nuestro país era aproximadamente el que se refleja en este gráfico [2]
En esta situación, y tras observar correctamente el gráfico de la deuda podríamos considerar que es desmesurada. Pero si procedemos a realizar un análisis más exhaustivo de dicho gráfico podremos concluir varias cosas.
La primera es que la deuda se mantuvo en niveles realmente aceptables hasta 2008, dónde experimentó una subida en parte debido al aumento del desempleo. Esto es en parte lo que sostiene José Moisés Martín Carretero en su artículo ¿Podemos permitirnos nuestro Estado social? publicado en ElDiario [3] Sin embargo – y aceptando rotundamente lo expresado por José – conviene afirmar que nuestro Estado no llevó a cabo un proceso de gasto público (que desembocase en un endeudamiento) desmesurado. De hecho, todavía podemos valernos del gráfico situado más arriba para entender que, incluso, decreció (evidentemente, se produjo un decrecimiento desde el año 2004 hasta el 2008 dónde creció sin lugar a dudas hasta unos límites insospechados). La segunda cosa que podemos concluir es que España no supo responder realmente bien a la crisis. Sacamos en claro, también, que el gasto del Estado en educación y sanidad no fue, en ningún caso, un elemento que aumentó la posibilidad de que llegase un ciclo recesivo. Pero aún hay más, porque si acudimos a la teoría económica podemos observar que se estipula (¡incluso por los economistas clásicos!) la existencia de unos bienes públicos que toman el valor de puros porque no producen ninguna rentabilidad. El ejemplo de la carretera es uno de los mejores. ¿Qué empresario construiría una carretera por la que luego podría pasar cualquier vehículo sin coste alguno? Probablemente nadie lo haría. Por ello, el Estado tiene la responsabilidad de proveer de estos servicios públicos e intentar minimizar la deuda. Esto no se trata de una divagación del autor, sino de algo que se ha venido viendo a lo largo de los años. El Estado de Bienestar, como expresa este colectivo, es la propuesta de Europa hacia el mundo. La sostenibilidad de éste no puede ser medida sólo en términos económicos porque expresa algo más que una variable económica cualquiera.
Por último, deberíamos prestar mucha atención al siguiente gráfico [4] en el que se relaciona la deuda privada, con la deuda pública y con el PIB a un precio constante.
De un análisis exhaustivo de este análisis podemos ver que fue la deuda de a) las familias b) las entidades financieras y c) las entidades no financieras las que tuvieron bastante que ver en el desarrollo de la crisis. Por lo tanto, la sola creencia de argumentar que la deuda pública fue un problema es algo fallido. El endeudamiento, provocado por fenómenos como la burbuja inmobiliaria tienen, efectivamente, mucho que ver en la ejecución de nuestra crisis. Mientras que las hipotecas basura aumentaban, las familias se endeudaban más creyendo en esa bonanza económica que se avecinaba prolongada; el Estado Español no llevó a cabo un proceso de gasto y de despilfarro que hiciese caer a nuestro sistema financiero. Sin embargo, sí se dedicó a proveer a España de un Estado de Bienestar efectivo. Parecía ser un momento idóneo. De no haber sido por las burbujas (que son el “gran enemigo a combatir”) España sería, hoy, un Estado que se hubiese mantenido sin necesidad de procesos de “austericidio” como el que estamos viviendo a día de hoy.
Conclusión: la validez de lo público, ¿estamos frente a algo que no es sostenible?
La gran pregunta de la ciudadanía ante una situación como ésta es la de preguntarse sobre la validez de aquello que estábamos disfrutando durante tantos años: ¿era realmente un modelo sostenible o era sólo algo pasajero? A lo largo de este artículo hemos intentado demostrar que no era así: era sostenible y, en ningún caso, algo pasajero. El gasto social de España era moderado y no estábamos derrochando como se piensa o se cree. Ningún economista en su sano juicio querría que el dinero de los contribuyentes se desperdiciase. Pero por eso mismo, porque el dinero no se desperdició sino que se invirtió perfectamente, hemos de reivindicar la necesidad de lo público, del Estado, como un elemento que sí puede (y que de hecho debe) participar en la economía y que no puede ni debe ser excluido. Por lo tanto, la respuesta es no: lo público es sostenible y no es “caro”. Podemos resumir las conclusiones en estos puntos:
- Desde 1996, el Estado de Bienestar español siempre se ha mantenido en un nivel acorde a sus necesidades. Y como dijimos antes, con un gasto moderado, nuestra sanidad pública ha llegado a convertirse en una de las mejores del mundo. Es una crisis de deuda privada y no de deuda pública.
- Lo público sí es válido y necesita ser, cada vez más reivindicado. Desde que países como China tienen un PIB apabullantemente alto, muchos economistas han empezado a reivindicar la necesidad de buscar otro tipo de indicadores que realmente midan el progreso de esos países. (China, por ejemplo, tiene un PIB en crecimiento pero una desigualdad y un IDH muy bajo.) El profesor Acemoglu, del MIT, y su compañero, James A.Robinson, desarrollaron en su libro Why nations fail? una teoría que pretendía defender que cuando el Estado entre incentivos a la ciudadanía, la economía crecía. El Estado de Bienestar es un argumento muy válido ahora mismo y, por eso, necesita ser cada vez más reivindicado. A largo plazo, se trata de una inversión para el crecimiento de la economía.
- Es totalmente intolerable e irresponsable que el ejecutivo de Mariano Rajoy decida recortar activamente en la educación. Dejando de lado el hecho de que es irresponsable recortar en cualquier sector cuando la economía está deprimida, recortar en educación es nefasto. La educación pública es un elemento que servía para asegurar el futuro de los jóvenes. Jóvenes que, en el futuro, servirán para componer la base tributaria de un país.
- No podemos consentir, ni tolerar ni observar nunca más que nos aseguren que esto es un problema de todos. Ese argumento es una falacia en toda regla. Esta crisis tiene una razón de ser clara y, como dijese el coordinador de este colectivo, Jorge Fabra, se trata de una crisis deliberada.
Por último, necesitamos concienciarnos de que requerimos una mayor Europa, una Europa más unida. John Donne decía en uno de sus poemas que “ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti” en lo que podría interpretarse, por un pequeño gran vaticinio.
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[1] http://economistasfrentealacrisis.wordpress.com/2012/05/21/un-pacto-por-el-crecimiento-para-europa & http://economistasfrentealacrisis.wordpress.com/2012/05/07/esperando-a-europa/
[2] El gráfico corresponde a una elaboración propia. El autor ha tomado como referencia los datos que el Fondo Monetario Internacional provee en su página web.
[3] http://www.eldiario.es/agendapublica/Podemos-permitirnos-social_6_52554746.html
[4] El gráfico corresponde al profesor Santiago Niño Becerra y apareció publicado en su web, www.lacartadelabolsa.com el día 2 de marzo bajo el título ‘¿Por qué fue bien España? (En cuatro líneas) con enlace http://lacartadelabolsa.com/leer/articulo/por_que_fue_bien_espana_en_cuatro_lineas
[5] El siguiente gráfico se basa en los datos que entrega la OCDE, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.