Por Jorge Fabra Utray, economista y Doctor en Derecho, es presidente de Economistas Frente a la Crisis EFC.
Cuando en estos días hablemos de Grecia tal vez tengamos que empezar haciendo una cierta advertencia sobre la tergiversación de las palabras.
Ningún economista puede oponerse a la austeridad porque es uno de los principios básicos de la ciencia económica. La traducción de “austeridad” al lenguaje económico es “utilización eficiente de los recursos productivos” y el concepto opuesto a la austeridad, el “derroche” es, justamente, la “utilización ineficiente de esos mismos recursos”. Derroche es construir un aeropuerto sin aviones, edificar cientos de miles de viviendas que luego quedan vacías; construir autopistas por las que circularan pocos coches. Contra todo esto, austeridad.
Pero no es austeridad prescindir de médicos, profesores o investigadores; destruir desordenadamente un alto porcentaje del tejido industrial y empresarial o dejar sin trabajo o en la precariedad o condenar al exilio económico a una generación entera de profesionales cuya formación ha sido pagada por todos. Esto ya no es austeridad sino derroche y, en este caso, con claros efectos contractivos sobre la actividad económica y el empleo y muy negativos sobre la capacidad potencial de crecimiento.
Estos días en Bruselas lo estamos viendo: las reglas contra Grecia. Nadie niega que haya que cumplir las reglas. Pero cuando ya está constatado que esas reglas son ineficientes porque no nos conducen hacia la consecución de los objetivos explícitos, ya no estamos ante economía sino ante un perverso sentido del poder político y económico que no se sustenta en los intereses generales europeos sino en intereses nacionales y en intereses de clase y, aún, no sé si peor, en intereses meramente políticos, partidistas. Hay que cortar el fuego. Syriza podría ser un reguero de pólvora por toda Europa. Esa es la preocupación de los euro-negociadores. Ya ni siquiera es ideología contra economía. Es simplemente poder. Y hay que demostrarlo. Grecia no puede ser espejo de nada.
Pero sí lo es. Atentos: Grecia ha perdido el 25,6% de su PIB; España el 7,3% desde 2008. Grecia tiene un paro del 25,8%; España del 23,4%. Grecia y España tienen una tasa de paro juvenil del 51%: más de la mitad de nuestros jóvenes, el futuro de nuestra sociedad, y también el de nuestra economía. ¿Cabe mayor derroche? Grecia tiene una deuda del 175% de su PIB; España del 98%. Grecia tiene un 35,7% de su población en riesgo de exclusión; España un 27%… La situación de España es mejor que la de Grecia, no cabe duda… pero ¿puede llamarse mejor a un panorama que aunque no sea peor es también muy malo?
Estamos ante el aumento de las desigualdades entre el norte y el sur; ante el aumento de las desigualdades entre ciudadanos. Cuando hablamos de las políticas de austeridad en Europa tenemos que empezar constatando esta realidad. La realidad que avalan, de forma incontrovertible, los datos.
Más allá de un programa para abordar la emergencia social que vive Grecia, como nos cuenta Mariangela Paone en su reciente libro “Las cuatro estaciones de Atenas”, el nuevo gobierno griego sí tiene un programa que pretende aportar soluciones a la situación de debacle económica y crisis humanitaria que vive hoy Grecia. Sin embargo su realización requiere que el Eurogrupo dé margen a los presupuestos del Estado Griego para que ese margen pueda ser utilizado en la generación de demanda efectiva y en una mayor utilización del aparato productivo griego. El Gobierno griego de Syriza ha mostrado su voluntad de introducir reformas estructurales encaminadas a recobrar la credibilidad de su administración económica; destinadas a reequilibrar las fuerzas negociadoras en el mercado laboral; para construir una estructura impositiva más justa y con mayor capacidad de recaudación, haciendo frente a la evasión fiscal y a la impunidad con la que se ha tratado esta cuestión en los últimos años. Pero no. Parece que cambiar el status quo que ha dominado y hundido la economía griega no es una prioridad para la Europa conservadora.
El adjetivo “realista” aplicado al programa no depende ya de Syriza sino de las instituciones de la eurozona. No puede ser que quienes, con su fuerza superior, impiden que el programa del Gobierno griego pueda ser desarrollado, sean los mismos que le acusen de incumplir su programa. ¡Y además decirlo cuando apenas han pasado siete semanas desde que ganó las elecciones! Pero lo que Syriza sí está logrando ya, es que sea puesta en duda la legitimidad de unas reglas que se compadecen mal con el principal fundamento de la Unión Europea: una unión de pueblos cuyo derecho se funda en la democracia. Grecia nos está ayudando.
¿Es nacionalismo o es democracia?
Reivindicar que la soberanía reside en la ciudadanía, no es nacionalismo sino una llamada de atención hacia «otro interés general europeo», una salida de la crisis que haga explícita de forma coherente lo que, por la puerta de atrás y sólo parcialmente, se empieza a hacer: relajación monetaria y expansión fiscal, aunque aún insuficiente para escapar de este estancamiento de más de un lustro. El incumplimiento por Francia e Italia de sus compromisos de déficit fiscal, sin que hayan sido objeto de sanciones, es ya una puesta en cuestión de los plazos de consolidación fiscal. También es el reflejo de la asimetría de poderes dentro de la Unión Europea o de una filosofía que ha dominado la UE desde Maastricht: duro con los débiles, amables con los poderosos ¿O fue una concesión a Francia e Italia para que no concedieran algún abrigo a Grecia en sus negociaciones?
Ayudando a comprender a Europa
El debate político que las posiciones del Gobierno griego ha desatado es ya, por sí mismo, un reconocimiento implícito de graves errores políticos y –por consiguiente económicos- en la construcción europea: la intransigencia ideológica de la «austeridad como penitencia por los excesos» de los demás, esconde que esos excesos han sido alimentados también desde los Estados del “centro” y por su banca. De hecho, no nos engañemos, el segundo rescate en 2012 de Grecia fue realmente un rescate a los acreedores privados de la banca griega recapitalizada por el Estado Griego que obtuvo los fondos de préstamos del Fondo de Rescate Europeo. De esta forma el Estado Griego, además de sustituir en esa posición deudora a la banca griega, pasó a convertirse en deudor de las instituciones públicas europeas e internacionales que sustituyeron, a su vez, a los acreedores privados financieros.
Por consiguiente, un rescate que al final lo fue también de la banca centroeuropea, fundamentalmente alemana y francesa, acreedora de la banca griega cuya posición acreedora fue sustituida por los contribuyentes de la zona euro representados en los fondos de rescate europeos. Pero de ese rescate muy pocos fondos llegaron a los griegos. Por diferentes vías, su recorrido acabó en los bancos franceses, alemanes y otros que pudieron diluir así su exposición a la banca griega. Un ejemplo de socialización de las pérdidas privadas. Hasta tal extremo esto es cierto, que sólo el 5% de los fondos que han rescatado a Grecia, han sido destinados a cubrir las necesidades financieras del Estado Griego. (15.000 M€ aproximadamente, que son la suma de los déficits primarios públicos del Estado Griego entre 2010 y 2014).
Pero es que algo parecido pasó con el rescate de la banca española. Los activos tóxicos de nuestro sistema financiero fueron principalmente los derivados del pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Fue el exceso de ahorro alemán y su colocación en las emisiones de las entidades financieras españolas, parte del aire que se insufló e infló nuestra burbuja. Pero el pinchazo sólo ha caído sobre los contribuyentes españoles.
En un mundo globalizado –ciñámonos ahora a la Unión Europea- es evidente la corresponsabilidad en los excesos. Sin el ahorro alemán, los ahorradores españoles no hubieran generado por sí mismos depósitos bancarios suficientes para financiar la construcción, entre 1997 y 2007, de más de cinco millones de viviendas, algunos años más de 500.000, tantas como en el resto de Europa. No se preguntaron entonces los financiadores alemanes de los bancos españoles donde acababa posándose el dinero que ellos colocaban en las entidades financieras españolas. En estos negocios donde los excesos, por falta de supervisión y de regulación suficiente, acaban en quiebra, tan partícipes de esta situación son los prestatarios irresponsables como los prestamistas informados. De aquí que la izquierda europea plantee la necesidad de que la Europa del Euro mutualice el riesgo, al menos a partir del 60% de la deuda sobre el PIB a través de la emisión de Eurobonos, medida a la que Alemania continua oponiéndose.
La salida de la crisis requiere de Grecia acometer verdaderas reformas estructurales – en Grecia y en las instituciones de la Unión Europea- y no solo «liberalizaciones del mercado de trabajo» que hunden más el consumo, privatizaciones y desregulación. En España tal vez tengamos que pensar en deshacer alguna contra-reforma estructural: la reforma laboral, la reforma del sector eléctrico, por hablar de dos sectores sistémicos que están en las raíces pobreza y en las dificultades para abrir camino a un nuevo modelo productivo que aumente nuestra capacidad potencial de crecimiento.
Este debate, y lo que todo ello implica como punto de inflexión en la política y en la economía europea, es lo que está representando hoy, simbólicamente, Syriza en Europa. Y tal vez sea esta la razón por la que el Gobierno Griego ha puesto a todos los gobiernos de la eurozona en su contra… en demérito de esos gobiernos. Pero no creo que sea descabellado pensar que el cambio ya se ha iniciado. Y si así fuera, habría que apuntárselo –como Krugman ya ha señalado- en el haber de Syriza.
Efectivamente, todos los gobiernos de la eurozona en contra de las propuestas del Gobierno Griego –unos de manera activa, otros de manera pasiva- pero cientos de economistas en el mundo y millones de ciudadanos en Europa apoyan la negociación de Tsipras y Varoufakis: el “Manifiesto de los trescientos”, encabezado por James Galbraith, profesor de la Universidad de Texas; en sentido parecido lo han hecho otros economistas como Paul de Growe, Krugman, Stiglitz, Martin Wolf, Wolfgang Munchau, Mark Blyth… o los sindicatos alemanes, al que se han sumado significativos diputados del SPD. En fin, economistas, sindicatos y las encuestas demoscópicas dentro y fuera de Grecia, en España también, que directa o indirectamente apoyan los esfuerzos del Gobierno Griego. Incluso el propio economista jefe del FMI, Olivier Blanchard, ha advertido que con tipos de interés tan bajos es necesario un impulso fiscal en forma de inversión pública. El problema no es la financiación sino la demanda.
¿Grexit?
El riesgo de una salida de Grecia del Euro no ha desaparecido. El mantenimiento de las exigencias del Eurogrupo creará un ambiente de frustración en la población griega, muy mayoritariamente favorable al programa de Syriza, que pondrá en primer plano la pregunta sobre la conveniencia de continuar en la Eurozona. La pregunta también aflorará con contundencia en los organismos europeos ya que si los acuerdos no progresan, es imposible que Grecia haga frente a sus compromisos. Pero en esa opción todos pierden. Perdería más Grecia, pero la eurozona dejaría de ser, en la práctica, una Área Monetaria Única para ser una zona con tipos de cambio fijos. En una circunstancia de este tipo, se agudizaría la incertidumbre sobre la estabilidad de la eurozona, se pondría de manifiesto la no irreversibilidad del Euro y con ella aumentaría la fragmentación financiera. ¿Quién será el próximo?, se preguntarán mercados e inversores. Aparecerían otros problemas de naturaleza geoestratégica y, desde luego, un default de Grecia implicaría la ejecución de avales de los Estados y con ello un grave empeoramiento de las cuentas públicas.
La posición de España en esas negociaciones, que ha reforzado las posiciones más intransigentes puestas sobre la mesa en estas negociaciones provenientes de Alemania, Países Bajos y Finlandia, son contrarias al interés general europeo y en particular al interés de los españoles. Un default de Grecia implicaría la ejecución de los avales y de la pérdida de los préstamos de España a Grecia. El Gobierno Español no ha defendido los intereses de los españoles si no sus intereses políticos partidistas: cortar el reguero de pólvora que puede ser incendiado por su adhesión a las políticas de austeridad a ultranza.
Grecia no va a poder pagar nunca su deuda. Esto lo sabemos todos los economistas y lo sabe el Eurogrupo, pero ¿cómo es posible que ni los economistas que lo dicen, ni el Eurogrupo, como contraparte negociadora en Bruselas, no extraigan las conclusiones adecuadas de esa constatación? En realidad, en la gestión de la deuda pública, la refinanciación de la deuda viva juega un papel mucho más activo que su amortización neta. Podríamos llegar a decir -entiéndase el sentido de esta aseveración- que las deudas no se pagan, se refinancian. ¿Qué diferencia tiene esto con las propuestas del Gobierno Griego que de su deuda ofrece hacer -hasta que Grecia pueda, naturalmente, volver a los mercados- una deuda perpetua que vaya disminuyendo a un ritmo compatible con el crecimiento de su PIB nominal?
Grecia como metáfora
Las fuerzas dominantes en Europa han querido hacer de Syriza un cuerpo extraño y han dejado abandonada su marca en las manos de nuevas fuerzas políticas emergentes. Identificar Syriza con el populismo o con los euroescépticos de derechas es sólo pura manipulación y un error. Cerrar toda salida a las propuestas con las que ha ganado el Gobierno Griego las elecciones podría provocar en su seno y en el de Syriza un desequilibrio de fuerzas a favor de sus corrientes más extremas. Por aquí podríamos tropezarnos con un accidente –grexident- de cuya responsabilidad no serían ajenas las posiciones más intransigentes presentes en el Eurogrupo. En este caso que nos ocupa el accidente podría ser plenamente evitado con la acción decidida de los socios del Eurogrupo, por lo que, pudiéndo ser evitado, sería, incluso, inexacto hablar de accidente.
El Gobierno encabezado por Syriza no es populista ni de extrema izquierda. Syriza, más allá de las dificultades que encierra ser un conglomerado de diferentes corrientes políticas, es, sencillamente, socialista. La socialdemocracia no es propiedad de sigla alguna, lo es de quienes hacen propuestas socialdemócratas y se comportan como tales. Por eso su crecimiento y su victoria electoral no son ajenos a que millones de ciudadanos que en años pasados votaron al PASOK, hayan votado y estén apoyando al nuevo Gobierno griego. Y no sólo los votantes, también numerosos cuadros y organizaciones que antes integraron el PASOK hoy se encuadran en Syriza.
Grecia como espejo, es hoy una metáfora en Europa.
Interesante artículo. El descarte de mucha gente y su condena a la pérdida de oportunidades, e incluso a la exclusión social, es el principal derroche. Yo creo que una de las raíces del problema está en que es sencillo recortar por los gastos de más impacto social, y muy complicado en aquellos que revierten en clientelas políticas concretas. Es más sencillo endurecer los requisitos para acceder a un determinado nivel de prestaciones por dependencia que romper un compromiso con actuaciones concretas para favorecer a alguien, por ejemplo favorecido por la corrupción. Creo que la estabilidad presupuestaria favorece que eso no sea así. Si un gobierno quiere aumentar gastos, tendrá que aumentar impuestos; si quiere reducir impuestos, tendrá que reducir gastos. Por una o por otra vía tendrá que enfrentarse a la aprobación del ciudadano. El problema es que el déficit estructural permite bajar impuestos hoy o aumentar determinados gastos que suponen derroche y que los recortes se produzcan con otro gobierno (cuando lleguen las tensiones sobre la deuda). Una cierta quita en Grecia podría ayudar a reestructurar su presupuesto y hacer que un porcentaje mayor del esfuerzo de los griegos revierta en su propio beneficio, en lugar de en pagos de la deuda, siempre que venga acompañada de medidas creíbles que encaminen a Grecia hacia la estabilidad presupuestaria y se afronten las reformas necesarias.
Estoy completamente de acuerdo en que las reformas no son principalmente laborales, y que no significan despido libre, ni empeoramiento sustancial de las condiciones de los trabajadores. Fundamentalmente las reformas deben hacer que cada sector funcione: que funcione la banca, la energía, la educación, la sanidad, los transportes, las telecomunicaciones o cualquier otro de los sectores de la economía.
Lo que no creo que sea solución es reclamar airadamente soberanía. Todos los acuerdos en la UE se han pactado por representantes legítimos. Ceder soberanía es una forma de convivencia, un logro democrático en la medida en que favorece la cooperación entre europeos. El problema de Europa creo que es más de falta de avances en la integración en los últimos años. Esos avances deben ser los que nos permitan compartir los riesgos de la deuda pública de todos los estados europeos.
Un cordial saludo.
Gonzalo, muchas gracias por tu comentario con el que coincido en muchos de sus términos. No obstante quiero hacer dos precisiones al hilo de dos cuestiones que planteas:
– Sobre el déficit estructural. El saldo presupuestario es, en mi opinión, una de las variables fundamentales sobre la que tiene que actuar la política económica. Carece de sentido que esa variable quede abandonada a automatismos que limiten la acción política y la gestión de la economía por los gobiernos democráticos. Las reglas de oro elevadas a normas rígidas, como lo son, por ejemplo, la Constitución y las leyes orgánicas, impiden que el saldo presupuestario pueda ser un instrumento potente de la política económica para gestionar los ciclos de la economía. En esta crisis, una política económica dirigida de forma obsesiva a la reducción del déficit público en plazos incompatibles con la recuperación de tasas de crecimiento capaces de absorber la enorme bolsa de paro creada, es una de las características de las políticas de austeridad a ultranza aplicadas por el Eurogrupo. De lo que se trata, cuando nos planteamos el problema del déficit estructural, es acertar en los diagnósticos. ¿Estamos ante un problema de oferta o ante un problema de demanda agregada? El exceso de endeudamiento privado y público ¿se resuelve mediante políticas de oferta o de estímulo de la demanda? La gestión del déficit estructural dependerá del diagnóstico que hagamos de la naturaleza de la crisis. No es por consiguiente sólo una cuestión de más o menos impuestos. Cuando se entra en una tormenta perfecta no es cuestión dejar los mandos del avión al piloto automático. Los mandos hay que manejarlos con inteligencia. Con burbujas incontroladas, saldos presupuestarios positivos pueden contribuir al restablecimiento del control. Con recesiones como la que estamos viviendo en las que la demanda agregada se ha hundido y con ella el empleo y el crecimiento, los impulsos fiscales son imprescindibles. El saldo presupuestario es uno de los instrumentos más potentes para desarrollar políticas anticíclicas. En este mismo blog hay buenos análisis de esta cuestión. Uno de ellos en este enlace: http://wp.me/p5qizx-TJp
– En relación con la cuestión de la soberanía, mi posición es muy coincidente con la que expresa Sánchez Cuenca en el artículo cuyo link es el siguiente: http://www.infolibre.es/noticias/opinion/2015/03/18/la_palabra_maldita_soberania_29955_1023.html.
Te agradezco tus comentarios que sirven para enriquecer el debate intercambiando diferentes enfoques del problema.
Me alegra oír esta exposición de boca de alguien que podrá ser acusado de cualquier cosa menos de extremista o imprudente.
Y, aparte de agradecer el contenido didáctico e informativo de los primeros párrafos, diré que coincido con casi todos sus planteamientos y argumentaciones.
Finalmente añado que el texto me ha sabido a poco; No por su extensión, que lamentablemente hará que algunas personas desistan de su lectura completa, sino porque aunque analiza y expone ordenada y acertadamente los “hechos” obvia mencionar, no tanto las causas que los motivaron, cuanto la intención -inicialmente oculta y hoy a punto de resultar manifiesta- que subyace en la aplicación de estas impresentables políticas que consisten, como muy las definió Paul Krugman (creo que fue él), en mera “creación de escasez”, aunque más exacto sería decir “creación de miseria”.
Y digo esto porque, desde el inicio ya hace algunos años de todo este desastre, he tenido la impresión (ahora ya certeza) de que no se trataba de un “error” sino de un orquestado saqueo cuidadosamente planificado para desmontar el sistema de contrapesos político-económicos establecido en Europa y el mundo occidental tras el año 45 para, por un lado apropiarse de una mayor parte de la riqueza producida por la economía real y, por otro (necesidad obliga) encubrir la quiebra e inviabilidad del sistema capitalista cuya solvencia en estos momentos tan sólo se basa en la fe que sean capaces de impartir los grandes medios de comunicación y la reserva de papel y tinta de las máquinas de imprimir moneda de los grandes bancos centrales.
Para ello la existencia de un “Estado fuerte” es un gran obstáculo. Y debilitándolo (o liquidándolo) no solo se elimina al enemigo, sino (todo es bueno p’al convento) el sistema se apropia de su aún poderoso e ingente patrimonio productivo y se convierten los “derechos” en “servicios” y a los “ciudadanos” en “clientes” (cautivos).
Comprendo que explicitar públicamente esta constatación debe resultar difícil para quienes siempre han tenido (y aún conservan) una fe ciega en la “eficacia del mercado”.
Peo la triste realidad es que tal mercado no existe y en su lugar el mundo lleva desde hace decenios estando gobernado por el oligopolio del mundo financiero que transmutó su inicial papel de lubricante de la economía real en devorador de todo el combustible que se genere.
Saludos.
Gracias Pedro por tu comentario.
No discrepo de lo que dices, pero el problema es que carecemos, incluso en el plano teórico, de modelos de sociedad alternativos al capitalismo que sean útiles en sociedades avanzadas. Otros modelos que pudieran considerarse alternativos, no son sino variantes que pivotan sobre los mismos fundamentos. Aparte esta cuestión que implicaría una discusión de naturaleza casi filosófica, no creo que sea acertado identificar capitalismo y neoliberalismo.
El neoliberalismo no es más que la denominación dada a un conjunto de doctrinas económicas que postulan un extremo modo de intervención en la economía consistente en el abandono por las autoridades reguladoras -los gobiernos- de la gestión de los servicios y bienes esenciales, de interés general o de naturaleza pública a las decisiones de mercados poco o nada regulados. Pero existen muchos otros enfoques que consideran que los mercados financieros no son eficientes y que muchos otros bienes o servicios, por su naturaleza y por las externalidades que generan, necesitan que sus transacciones estén sometidas a una regulación específica que minore sus externalidades negativas e impulse sus externalidades positivas, ninguna de las cuales, por el propio contenido del concepto «externalidad», pueden ser adecuadamente gestionadas por los mercados desde la perspectiva del interés general. Estos enfoques consideran que liberalizar la economía no es desregularla sino que por el contrario implica desarrollos regulatorios mas profundos que permitan acotar al máximo los fallos que presentan los mercados. En algunos casos la necesidad de la regulación es tan potente que exige, además, la propiedad pública -no en sustitución de la regulación sino como complemento garantista del interés general- .
En eso estamos: hay mercados eficientes y los hay ineficientes, pero los mercados sólo son y son como la regulación determine. Con esto lo que quiero decir es tan sencillo como que el problema no es de los mercados sino de los reguladores de esos mercados -todos regulados- (la desregulación es una de la mas extremas de las regulaciones o intervenciones de los gobiernos que son los que deciden esa opción) de tal manera que de lo que deberíamos discutir es de regulaciones y reguladores ineficientes e incompetentes o de los contrario. Por esta razón la economía no es otra cosa que política «concentrada». En los países en los que existe libertad y los ciudadanos pueden expresar sus opiniones y decidir quienes deben gobernar, las opciones están en las decisiones que la ciudadanía tome, porque las opciones existen.
Hay modelos alternativos al que actualmente está aplicando el sistema capitalista en Europa. El propuesto por Thomas Piketty en «El capital en el siglo XXI» me parece, hoy por hoy, el más claro y mejor planteado de los últimos setenta años.
La solución, como plantea Piketty, es bastante sencilla: Reconfigurar la relación actual entre beneficios del capital y rentas del trabajo asalariado; y esto sólo se puede hacer variando los regímenes impositivos en toda Europa. Las rentas del capital deben cotizar lo mismo que las rentas del trabajo, se debe retomar la imposición sobre el patrimonio e instaurar un control férreo de la economía financiera. Claro está que ésto sólo puede ser posible desde una refundación (o una remodelación a fondo) de la esencia misma de la Unión Europea.
En resumen: La decisión es política y los actuales dirigentes jamás lo permitirán. Otros planteamientos económicos como los que tienen Syriza en Grecia o Podemos en España empiezan a ser formulados. Veremos en que quedan.
Gracias Senen.
Hay políticas económicas alternativas, desde luego, pero el modelo sigue siendo capitalista. Y políticas alternativas a las que desde el Tratado Maastricht y siguientes han sido desarrolladas en la UE bajo el predominio de gobiernos conservadores, en algunos casos extremadamente conservadores y neoliberales, han sido y están siendo planteadas no sólo por Syriza y Podemos (del que todavía no conocemos con suficiente concreción sus propuestas -lógico por que se trata de una formación que todavía está naciendo-), también planteadas por muchas otras izquierdas europeas. En el siguiente link y a título de ejemplo, la postura del PSOE: http://www.psoe.es/download.do?id=617259 . También muchos economistas han hecho planteamientos muy distintos a los predominantes todavía en la UE. En fin, se trata de cambiar las mayorías que gobiernan Europa. Creo que debemos ser optimistas. Es muy posible que estemos en las vísperas de cambios en el pensamiento económico predominante.
muy atinado; algunos lo tenemos muy claro, esto sera asi, o no sera, o sera tragico; mucha literatura y juegos retoricos por parte de todos, porque esto es politico mas que economico, como bien apuntas, pero al final grecia cedera, europa tambien, y quedara en claro por mucho que traten de ocultarlo, que lo que esta en vigor no tiene ni pies ni cabeza. el pp y conservadores quedaran en ridiculo, los socialistas tendran que reconocerlo aunque eso de aire a podemos, que tampoco es syriza, y las salidas de tono de syriza, podemos e iu quedaran tambien en entredicho. en sintesis syriza hace mucho bien a europa, tentando la ropa de los ortodoxos.
La austeridad es una mera falacia de composición, lo dice, por ejemplo Richard C. Koo (http://www.boeckler.de/pdf/v_2012_10_25_koo.pdf) o Steve Keen (http://www.forbes.com/sites/stevekeen/2015/01/14/beware-of-politicians-bearing-household-analogies-3/ ).
Es un problema metodológico que la economía que asola la síntesis neoclásica, ya que estamos con Grecia citemos a Varoufakis (https://varoufakis.files.wordpress.com/2011/11/dance-of-the-meta-axioms.pdf ).
Me sorprende gratamente ver que alguien intuye las verdaderas relaciones de poder que esconden las reclamaciones de deuda. Parafraseando al gran economista polaco Kalecki «el poder disciplinador de la deuda» Esa es la verdadera raíz de la cuestión que entra en juego en el caso de Grecia. Si se tratará de un mera tema económico, lo único que ha sido fehacientemente demostrado es el completo fracaso de la políticas y previsiones de la deuda.
En realidad la confortación de países es un mero espejo creado para ocultar la reclamación de poder de la clase acreedora, Michael Pettis (nacido en Zaragoza por cierto) nos lo explica extraordinariamente bien en este post (http://blog.mpettis.com/2015/02/syriza-and-the-french-indemnity-of-1871-73/ ).
El euro es un instrumento extraordinariamente útil para la política de superávits por cuenta corriente que práctica Alemania y de los que sacó enorme provecho gracias a las enormes burbujas de activos creadas antes de la crisis, que fueron permitidas por la comisión o alentadas por el BCE por una política de tipos que le favorecía enormemente. En una incompleta unión monetaria, donde los estado actúan de garantes de último recurso (saldos TARGET2) sin tener instrumentos y creada sin los mecanismos de equilibrio fiscal el principal límite que se debería haber impuesto y castigado con total severidad hubiera sido los surperávits por cuenta corriente.
En estos momentos, dejando de lado la majadería de la analogía del estado con las familias y estando todavía en muchos países en situación de enorme apalancamiento, la política monetaria deviene ineficaz, siendo la política fiscal absolutamente esencial (Richard C Koo recesión de balances), especialmente en Alemania que debe iniciar una política de gasto público de dimensiones cíclopeas para permitir la viabilidad del euro.
Como eso no va a suceder y la ilusión de control, algo que conociendo los mercados financieros demuestra un desprecio absoluto por la historia, se elige GREXIT en lugar de salvar el euro (un chollo para Alemania y los países centrales) el tema no es la deuda que la dan por perdida sino enseñar que la democracia tiene límites, uno puede votar siempre que no se equivoque, porque el imperialismo económico, nos dice que la economía no está en nuestro ámbito de decisión.
Muchas gracias por tu excelente comentario y por las interesantes recomendaciones de lectura.
Jorge Fabra Utray