La crisis biológica del coronavirus se ha ido extendiendo hasta convertirse en una crisis sanitaria y económica global que no conoce fronteras, al afectar ya a casi 200 países y un millón de personas. Se trata de una crisis de incertidumbre extrema, distinta a todas las que hemos vivido, ya que afecta a la propia existencia humana. Desconocemos cuál será su duración y su alcance. Nos resulta imposible anticipar el porvenir y esa incertidumbre nos hace muy vulnerables.
Toda crisis puede convertirse en oportunidad si somos capaces de detectar qué debemos cambiar como sociedad y aprender de los errores.
Nos hemos olvidado de los efectos de la interacción entre los humanos y los animales, que ha originado la aparición de este virus. Surgen dos cuestiones a considerar de cara a futuro: 1) cómo la pobreza lleva a parte de la población mundial a alimentarse con animales salvajes, como son los pangolines, y aunque originalmente el virus Covid-19 sólo existía en China, con la globalización se ha extendido en todos los países y clases sociales; y 2) la investigación sobre enfermedades y vacunas para animales excluye a animales salvajes, posiblemente porque dicha investigación no reporta iguales beneficios para las empresas farmacéuticas que la realizada sobre y para animales domésticos.
Con esta crisis se hace si cabe más palpable la necesidad de reducir la pobreza y las desigualdades económicas, cada vez mayores en el mundo, aunque sólo sea por propio egoísmo individual y colectivo. Confiemos en nuestra sociedad y en su capacidad de priorizar la vida humana por delante de cualquier paradigma economicista e individualista.
El miedo y la mayor vulnerabilidad pueden llevar a los países a un mayor aislamiento nacionalista. Esperemos no sea así y que nos demos cuenta del peligro que supone la desunión, no sólo porque prolongará la crisis, sino porque probablemente dará lugar a catástrofes aún peores en el futuro. Ahora más que nunca es precisa la solidaridad mundial y reforzar la gobernanza global. En términos de cooperación en la investigación para encontrar una vacuna, en apoyo financiero para evitar una crisis económica mayor, y en otros muchos ámbitos para poder vencer al coronavirus y reactivar más pronto que tarde nuestra actividad económica y nuestro empleo.
Desde el punto de vista sanitario, en la situación actual valoramos, aún más si cabe, la importancia de contar con un sistema público sanitario suficientemente dotado y de calidad. Todos los sistemas sanitarios públicos deberían mejorar constantemente su eficiencia y eficacia, y estar preparados para hacer frente a pandemias como la actual, ya que desgraciadamente podrán producirse de nuevo. Todos los países deberían mantener unas infraestructuras sanitarias básicas que incluyeran un prudente exceso de capacidad y unos recursos sanitarios, materiales y humanos, suficientes para combatir situaciones como la actual. Y para ello es preciso mantener una inversión adecuada y sostenida en el tiempo en el ámbito sanitario, cada vez más exigente al estar sujeto, afortunadamente, a continuos avances en la investigación y en la innovación tecnológica.
A nivel del conjunto de España, hemos aprendido que debemos mejorar los mecanismos de cooperación y coordinación entre las Comunidades Autónomas para que el sistema nacional de salud funcione adecuadamente y pueda dar respuestas a crisis sanitarias de la envergadura de la actual. Que permita mejorar el poder de negociación para realizar compras de material sanitario en los mercados internacionales y que se compartan y optimicen los recursos sanitarios, tanto materiales como humanos.
E incluso, nos obliga a considerar la necesidad de mantener “reservas estratégicas” de productos sanitarios básicos, como los que ahora resultan vitales para combatir la pandemia producida por el Covid-19. Hoy, ante las dificultades de aprovisionamiento y el colapso de los mercados mundiales de determinados productos básicos sanitarios, vemos imprescindible mantener esas reservas, al menos a nivel europeo ante la posible dificultad de hacerlo a nivel nacional. Asimismo nos obliga a establecer un porcentaje mínimo de determinadas compras de producción nacional o europea. La defensa de la salud es tanto o más importante que la defensa de las fronteras, y de ahí que deba considerarse, al igual que ocurre con el equipamiento de Defensa, una inversión estratégica la disponibilidad de equipos tecnológicamente avanzados que permitan responder adecuadamente a amenazas que afortunadamente muchas veces solo serán potenciales.
Otra prioridad de inversión pública, que vemos ahora con mayor nitidez, es el gasto de investigación. La ciencia se muestra clave para salvar a la humanidad de esta y otras pandemias y crisis sanitarias. El gasto público en investigación representa 1,2% del PIB en nuestro país, aún por debajo de la media de la UE que alcanza el 2% del PIB. Pero no sólo la investigación financiada con recursos públicos, también la privada ha de incrementarse, buscando sinergias entre la colaboración público‑privada.
Finalmente, debemos pensar ya en la etapa de la reactivación económica, ya que, una vez se resuelva la crisis sanitaria, deberá incentivarse. Para ella debemos contar con el papel del Estado emprendedor, tanto a nivel nacional como europeo. Para la reconstrucción es imprescindible contar con un Plan Marshall de reactivación económica, que debería financiarse a través de la emisión de eurobonos para mutualizar la deuda de los países, y que ha de contar también con apoyo financiero del Banco Europeo de Inversiones. Ello pasa por aumentar la solidaridad europea y avanzar en la gobernanza económica y política de la UE. Para poder, por ejemplo, aumentar el presupuesto comunitario que tan sólo representa en la actualidad un 1% del PIB del conjunto de los estados miembros –frente al 20% del PIB que representa el presupuesto federal de los EE.UU.-.
Esos planes de reactivación que los países han de emprender pueden convertirse en oportunidad para llevar a cabo las dos transiciones más importantes de modelo productivo que estábamos desarrollando. La primera, a través de un New Green Deal, es la transición ecológica, incentivando la actividad económica en el sector de energías renovables, en el de la valorización de residuos, en el de la gestión de agua, etc. Y la segunda, es la transición a la economía digital y la inteligencia artificial, que afecta a todos los sectores y que además en esta crisis se está acelerando como consecuencia de las medidas de confinamiento impuestas. Antes de esta crisis sanitaria tan solo un 7% de los empleados teletrabajaban en nuestro país. Ahora, el teletrabajo se está extendiendo con beneficios en la productividad al permitir evaluar los resultados en función de objetivos y no tanto por el presencialismo. También vemos como se han extendido el comercio on-line, la enseñanza virtual y las aplicaciones digitales, así como numerosos desarrollos de inteligencia artificial.
Esperemos que esta crisis sanitaria se transforme en oportunidad de llevar a cabo todas estas transformaciones. Y que esta crisis nos lleve a replantearnos la prevalencia en Europa, durante demasiado tiempo ya, de las políticas económicas herederas de “la sociedad no existe” de Thatcher (1987), y apostemos por establecer las bases de un nuevo contrato social con un cada vez más necesario Estado del Bienestar sólido y sostenible. Alimentemos esa esperanza, más necesaria que nunca en los momentos actuales.
Enhorabuena a la autora por la sencillez en exponer el problema y la necesidad de un enfoque nuevo a lo que de hecho es la explosión absolutamente inesperada de lo que ya en su parte económica se anunció hace 12 años. Y es a este aspecto al que quiero referirme, al del estado emprendedor en un contexto global. No disponemos de referencias para esta situación más que tratados muy generales como el último libro de Piketty, cuyas reflexiones trascienden en mucho de los discursos jeynesianos, ahondando en lo que el enfoque del artículo del que hablamos trata. Dado el contexto de los tratados europeos es vital para la recuperación y reconstrucción del daño que estamos sufriendo y para enfocar los retos que la autora describe de manera tan clara: desigualdad, transformación digital y justicia ecológica; tomarse en serio los acuerdos entre fuerzas que están funcionando a niveles locales y autonómicos, que tiran adelante con tensiones poco comprensible pero lo hacen a nivel estatal; crear alianzas europeas por encima del estado-nación, parlamentarias pero también entre gobiernos, porque sin cambios profundos en la Unión Europea las tareas que propone la autora son ejercicios bonitos intelectuales pero no filosofía de la praxis, y al fin y todo, si algo dijo Marx útil fue que la tarea del pensador social es trasformar el mundo.
Buen dia,
Muy bien y muy de acuerdo sobre todo en la salida hacia una producción menos o nada contaminante y más racional vs extractiva consumidora neta de recursos… Que luego se tiran porque no se venden
Gracias