Sin sangre, sudor y lágrimas

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Por Mónica Melle Hernández, miembro de Economistas Frente a la Crisis y Profesora Titular de Economía Financiera, Universidad Complutense

        El próximo martes 6 de noviembre se celebran las elecciones presidenciales en EEUU. Entre otras cuestiones, es vital la buena elección entre dos modelos económicos bien distintos. Obama defiende un papel activo del gobierno para frenar la crisis destinando recursos públicos para políticas de crecimiento y empleo, apostando por la inversión en educación y en investigación; y está a favor del estado de bienestar social, de la redistribución de la riqueza y de ayudar a los más desprotegidos.

Por el contrario, su oponente conservador Romney, coherente con su ideología neoliberal, está en contra de la intervención del gobierno para salir de la crisis, no está a favor de incrementar el peso del sector público para asistir a los más vulnerables, ni con implementar políticas fiscales redistributivas gravando en mayor medida a las rentas más elevadas.

Son propuestas antagónicas. Las de Obama claramente dirigidas a las clases trabajadoras y más desfavorecidas; y las de Romney, apostando por la economía libre de mercado, la flexibilidad laboral y la reducción del sector público, favorecen claramente a los más favorecidos. Sin embargo, parece que algunos sondeos nos dicen que las clases medias norteamericanas, probablemente por su iniciativa emprendedora, coinciden bastante con los planteamientos del plan económico de Romney y sus principios de la libre empresa, la reducción de impuestos y la limitación del gasto público al 20% del producto interno bruto.

Un estado del bienestar fuerte y eficiente, con una educación, sanidad y servicios sociales públicos, proporciona igualdad de oportunidades a las clases medias; y permite un crecimiento sostenible. El Estado de Bienestar, la cohesión y la justicia social no son insostenibles; se crece más económicamente si se crece en derechos y protección social. Y Obama defiende una sanidad pública, un programa de jubilaciones y seguridad social y la protección de los desempleados estadounidenses.

Claramente no son lo mismo. Lo más preocupante son las posturas respecto a la regulación financiera. El presidente Obama apoya un estricto plan de regulaciones que controlen a las empresas financieras y bancarias. Como parte de su plan para frenar la crisis puso en marcha varias regulaciones. Sin embargo, Romney no está de acuerdo con tantas regulaciones hacia el sector financiero; según él “el sistema se puede cuidar por sí solo”.

 La excesiva desregulación del sector financiero y la permisibilidad sobre las operaciones financieras de riesgo y la especulación financiera, nos han llevado a la crisis actual. La propuesta de Romney es volver a repetir el modelo económico de los ocho años de presidencia de George Bush: reducción de impuestos, liberalización y eliminación de regulaciones.

 La regulación es necesaria para que el sistema financiero cumpla su finalidad de proporcionar financiación a la economía productiva y generar empleo. El buen funcionamiento del sistema financiero es vital para la economía, y Obama lo sabe bien.

 Obama nos está demostrando que se puede salir de la crisis sin “sangre, sudor y lágrimas”, apostando por la política Keynesiana. Sus medidas de estímulo de la economía van dando sus frutos, aunque no todos los esperados por la crisis internacional y las recetas de constante austeridad aplicadas en Europa.

 La economía norteamericana cerrará el 2012 creciendo al 2,3%, cuando en 2011 su PIB creció un 1,8%; gracias a su demanda interna porque la crisis internacional, y en especial la de la zona euro, está afectando a sus exportaciones y su balanza de pagos por cuenta corriente, que en 2011 fue del -3,2% y en 2012 se situará en el -3,2%.

 En 2012 su inflación será del 2,1%, mientras que en 2011 los Precios al Consumo crecieron un 3,2%. Y lo que es más importante ha mejorado el empleo. Cuando Obama llegó a la casa Blanca, Estados Unidos estaba destruyendo más de medio millón de empleos al mes. En 2011 la tasa de paro fue del 9% y en septiembre de este año la tasa anual de paro bajó al 7,8%, su menor nivel desde enero de 2009.

 Es cierto que la política keynesiana de Obama ha incrementado la deuda pública, pasando del 99,1% del PIB en 2009 al 107,2% en 2012. Hay que tener en cuenta que EEUU no ha pasado por una crisis como la actual desde la Gran Depresión de los treinta. Y que esta deuda sólo tiene un riesgo país de 25 puntos básicos (diferencial que separa su deuda a 10 años con Alemania), por lo que EEUU no tienen problemas de financiación. Y, lo que es más importante, gracias al crecimiento más que al ajuste fiscal, Obama está reduciendo su déficit fiscal. En 2012 bajará al 7% del PIB, 6 puntos menos que en 2009, por el aumento de los ingresos de 6,4 % durante 2012 -síntoma de la mejor situación económica del país- y por la reducción del 1,7 % en el gasto público. Y de acuerdo a las previsiones del FMI en 2013 el déficit estará en el 6% del PIB.

 La economía norteamericana sigue recuperándose de la severa recesión que comenzó a finales de 2007, y haciendo inversiones que fortalecen la economía y las bases de crecimiento del empleo a largo plazo. Estados Unidos mejora sus niveles de productividad, su tecnología puntera a escala mundial, y la formación de su capital humano.

 Esperemos que en España y en Europa tomemos alguna nota. Ya no sólo Obama opina que la política de constante austeridad que se practica en España no será suficiente para sacar al país de la crisis actual, y que es necesario aplicar nuevas medidas de estímulo al crecimiento que interrumpan la espiral decreciente en la que hemos caído. También el FMI insiste en que la solución pasa por combinar los ajustes fiscales al ritmo adecuado dependiendo de la economía de cada país (no al mismo en todos países) y poner en marcha medidas para impulsar el crecimiento.

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