Por José Vidal Portillo, miembro de Economistas Frente a la Crisis EFC
… a propósito de pensamientos mágicos y asimetrías.
En un mundo como el que vivimos, cada vez más complejo, tener todas las respuestas no es tarea fácil pero se puede vivir sin ello; siempre habrá quien nos lo explique. Ahora bien, en una sociedad “low cost” y de usar y tirar, no entender los cambios que afectan a nuestra vida cotidiana o dejarnos llevar, sin más, por creaciones de expertos que sustituyen la realidad por simulacros, corremos el riesgo de terminar siendo un objeto de consumo con fecha de caducidad temprana.
Un ejemplo. Hubo un tiempo en que se nos hizo creer que los españoles “vivíamos por encima de nuestras posibilidades” y que teníamos que pagar por ello. Ahora sabemos quiénes realmente vivían por encima de sus posibilidades … y de la ley. Pertenecen a la misma cuadrilla de los que siguen empeñados que millones de personas vivan por debajo de sus necesidades y que aumenten las desigualdades. Es el resultado de decisiones ajenas, de unos pocos pero poderosos, y de la tiranía de los expertos.
Es evidente que, hoy día, para comprender cualquier cosa complicada, sea el origen del mundo o el espacio-tiempo y la teoría de la gravedad cuántica, recurrimos a expertos y profesionales en la materia. Por poner un ejemplo, entender el atractivo que tiene para algunos jóvenes la estupidez cultural o la crueldad humana de califatos del terror, difícilmente comprensible, requiere profesionales de la siquiatría, la sociología, la geopolítica…
Sin embargo, acostumbrados a que el trabajo nos lo hagan terceros, con relatos científicos, políticos, económicos o sociales, en demasiadas ocasiones olvidamos activar nuestra capacidad de raciocinar. De hecho, la mayoría de las veces dejamos que sean otros (expertos, tertulianos o vendedores de ‘crecepelo’) los que modelen nuestro pensamiento, dando por buenas algunas de sus infaustas recetas como si éstas fueran la única prescripción posible. Es la consecuencia de abdicar de nuestra responsabilidad de “atreverse uno a servirse de su entendimiento”.
Mucha prescripción dogmática y escasa reflexión; o poco Platón y demasiado Prozac. Sí, demasiada dieta para no pensar (telerealidad, relatos de buenos y malos, banalización de la política, marketing) e insuficiente gimnasia del conocimiento reflexivo; la que permite pensar y hacer pensar observando y analizando las cosas más allá de la apariencia. Excesivo adoctrinamiento y poca filosofía del pensamiento crítico, con el objetivo de acercarse a la verdad (realidad) tanto como sea posible para superar los pensamientos mágicos que nos llegan de otros; esos que transforman una realidad en ensoñación o directamente en engaño.
Engaños como hacernos creer que, tras una crisis económica que se ha llevado parte de nuestro bienestar y valores, con la recuperación volveremos al punto de partida. O bien, justificar que el aumento de las desigualdades es algo inevitable e inherente al progreso, cuando en realidad es el resultado de las decisiones económicas y políticas de unos pocos aún a costa de poner en riesgo la cohesión y la convivencia social.
Entretenidos con la desaparición de algunos paradigmas, la aparición de otros nuevos (paradigmas identitarios o de reconocimiento) y abducidos por el desarrollo tecnológico y la globalización de la economía, probablemente, no hemos sido conscientes de la transformación tan profunda sufrida; sociedades diferentes y en permanente cambio, la sociedad líquida (Bauman). Un nuevo mundo caracterizado por la inestabilidad y las incertidumbres constantes. Un mundo sin certezas en la vida de las personas. Un entorno que parece no apto para todos.
Así, vivimos la paradoja de sociedades tecnológicamente avanzadas cuyo desarrollo económico no se traduce en mejorar las condiciones y el bienestar de todas las personas. Sociedades que no saben evitar nuevas lacras como el terrorismo, las derivas identitarias o la degradación del medio ambiente. Sociedades con un nuevo orden socioeconómico (del consumo irracional y grietas en la cohesión), caracterizado éste por la concentración de riqueza y poder en élites (financieras, económicas, políticas) cuyas decisiones trascienden los Estados nación. Sociedades con nuevas formas de producir y de competir, donde la búsqueda de la rentabilidad del capital trae consigo precariedad laboral, exclusión social y sobreexplotación de los recursos naturales, al tiempo que manifiesta comportamientos excesivos, de avaricia y escasa ética, que socavan la justicia como equidad (Rawls) y, por tanto, los sistemas democráticos y de convivencia.
Thomas Piketty, economista estrella entre las élites culturales americanas y europeas, además de profesor especialista en desigualdad económica y distribución de renta, en su libro El capital del siglo XXI dice: “la economía de mercado abandonada a sí misma contiene en su seno fuerzas de divergencia potencialmente amenazadoras para nuestras sociedades democráticas y para los valores de justicia social en que están basadas”.
En su obra, tras 15 años de investigaciones relativas a la dinámica histórica de los ingresos y la riqueza, afirma que la principal fuerza desestabilizadora está vinculada con el hecho de que la tasa de rendimiento del capital privado (r) sea significativa y duraderamente más alta que la tasa de crecimiento del ingreso y la producción (g). Esta desigualdad (r>g) implica que la “recapitalización de los patrimonios del pasado sea más rápida que el ritmo de crecimiento de la producción y los salarios. El pasado devora al porvenir”.
Es decir, se están produciendo unas asimetrías donde los titulares del capital se quedan con la mayor parte de los beneficios del crecimiento (que cada vez es menor) y el talento y los salarios pierden capacidad económica e influencia. De tal forma que los ricos son cada vez más ricos, los pobres son más pobres y las denominadas clases medias cada vez se empobrecen más. Así lo confirman diferentes informes, PNUD (Naciones Unidads), Capgemini y RBC Wealth Management, Intermon Oxfam o Foessa-Cáritas.
El último informe anual sobre la riqueza en el mundo (junio 2013) dice que, pese a la crisis y aún más con la crisis, en España los que poseen un patrimonio líquido superior al millón de dólares ha crecido un 27% respecto a 2008; en Europa creció un 12% y en el mundo un 15% (Capgemini y RBC Wealth Management).
El 1% de la población mundial acumulará más riqueza que el otro 99% en 2016. Ya ahora concentra más riqueza que el 70% más pobre (Informe Oxfam)
También, según el último informe sobre la exclusión y el desarrollo en España de FOESSA (2014), sólo el 34,3% de los españoles viven con normalidad (sin carencias esenciales) mientras el 40,6% se va hundiendo en la precariedad, el 24,2% sufre ya exclusión moderada y el 10,9% está en severa marginalidad. Hace 6 años más del 50% de los españoles no tenían ningún problema. A finales de 2013 en España había 11,7 millones de excluidos, uno de cada cinco españoles.
Esto, ya de por sí escandaloso, además de remover conciencias movería a un cuestionamiento del “Pacto social” (acuñado por Rousseau). Ya no digamos si, al aumento de las desigualdades y la falta de respuestas eficaces a los problemas de las personas, se suma el descrédito de la clase dirigente en nuestra estructura social y en las instituciones públicas, por comportamientos desmesurados y faltos de ética (aunque, “pillados”, todos dicen tener la “conciencia tranquila”).
Pero, de nuevo, otra paradoja. Desde la aceptación o negación de la realidad, vemos como hay instalada en la sociedad una desafección tremenda hacia el sistema, y una pulsión de cambio, junto a una cierta resignación de la inevitabilidad (la maldita frase de: “Esto es lo que hay”). Algo tiene que ver en todo esto los “relatos” que se construyen (los que apelan a nuestros sentidos y emociones) y la infiltración de una cultura (en la sociedad de consumo) en que los códigos de signos y el poder del lenguaje de la mercadotecnia influyen sobremanera en el control y la manipulación en la organización social.
A nadie se le escapa que los que tienen mucho (dinero-poder) nunca se olvidan de defender sus intereses, como hace el común de los mortales, pero, ellos, tienen más recursos y, por tanto, más capacidad de influencia y de colonizar el poder. Como tampoco se le escapa a nadie que las ideas, los expertos y profesionales, además de estar sometidos al interés científico y los códigos deontológicos, también lo están al servicio de intereses económicos, religiosos, ideológicos o políticos.
Así, vemos como economistas, expertos y tecnócratas en organismos e instituciones, en demasiadas ocasiones tratan de construir relatos y de imponer soluciones a problemas económicos y sociales a partir de supuestos métodos científicos. Para ello, se basan en modelos complejos, económicos, matemáticos o retóricos que, en la mayoría de los casos, no son mas que excusas para ocupar terreno y disimular la vacuidad o la perversidad del objetivo; por encargo o por ideología.
Decía Paul Krugman, a propósito de las recetas (neoliberales) aplicadas a la crisis de 2007: <<La liberalización financiera contribuyó a hacer posible la crisis, y el giro prematuro hacia la austeridad fiscal ha conseguido sobre todo entorpecer la recuperación. No obstante, los dos corresponden a los intereses y prejuicios de una élite económica cuya influencia política se ha disparado al mismo tiempo que su riqueza>>
Efectivamente, la mayoría de la comunidad mundial de economistas no defiende la austeridad, al entender que ha sido un error y que una política que castiga la demanda y la inversión, al no adoptar medidas para estimular el crecimiento, es un suicidio.
Sin embargo se impuso y se persiste, pese a los sufrimientos y desesperación para millones de personas. Responde al interés de las élites y los países acreedores en cobrar el sobreendeudamiento que ellos han creado y a los dogmas de un capitalismo financiero de casino que no tiene patria ni rostro humano; élites con amplio poder económico e influencia política que persiguen mantener su hegemonía, configurando la realidad social a su modo y manera. Para ello, los expertos aplican técnicas y construyen relatos, con apariencia de verdad, dirigidos a persuadir a la opinión pública (ciudadano, productor, consumidor, votante) en la consecución del objetivo (ya sea comercial, económico, político, cultural).
Por ejemplo. Se construye un relato de salvadores y culpables (dirigido a la parte emocional), “heredamos un país quebrado y lo hemos salvado”. Por eso “hemos tenido que hacer lo que hemos hecho” (sacrificios). Sin embargo, la realidad, analizada desde la parte racional de nuestro cerebro, es otra.
La crisis financiera de 2007, que tuvo su origen en las subprimes en EEUU y la quiebra de Lehman Brothers en 2008, responde a recetas cuyas líneas de pensamiento y fundamentos económicos han contribuido a esas crisis cíclicas o no han sabido evitarlas. En España, por ejemplo, si nos hemos salvado no ha sido por un salva patrias nacional sino gracias a un rescate financiero que nos impuso la troika, el cambio en la política monetaria del BCE, la bajada del precio del petróleo… Que esté la prima de riesgo italiana por debajo de la española, no parece que tengamos nosotros mucho que ver. Curiosamente, vienen elecciones y lo que antes no se podía ahora sí se puede y, claro, ya se empieza a anunciar que el objetivo de déficit para 2015 es muy exigente.
Esto avala a quienes dicen que, la crisis y el austericidio, no ha sido sino la excusa para recomponer el tablero en las relaciones entre capital y trabajo, a través de reformas estructurales (eufemismos para disimular devaluaciones de salarios y políticas sociales), así como ajustar el modelo social (adelgazar) y poder aplicar una nueva política fiscal. Los relatos es la forma de disimularlo y hacerlo digerible. Pues, los que se resisten a una política fiscal redistributiva, dada su capacidad económica y su poder, son los que crean opinión pública…
Dos ejemplos de esa luz de gas en los pensamientos mágicos que esconden su verdadero objetivo.
Política fiscal. Laboratorios de ideas o think tank, expertos, tecnócratas, círculos empresariales y políticos, crean los marcos conceptuales que terminan afectando a nuestra manera de percibir la realidad. La teoría es la del Estado mínimo, casi sin impuestos, con el argumento de que es el ciudadano el que mejor sabe qué hacer con su dinero. Luego se sacan los eslóganes o marcos (Lakof) como: ¡Alivio fiscal! (al igual que “guerra al terrorismo”, “nación”, “familia”, “patria”), de tal forma que quien se oponga a ese marco lingüístico es que quiere subir los impuestos (o apoyar el terrorismo, contra la familia, la patria…)
Se oculta a quiénes realmente beneficia. Tampoco se dice cómo la disminución de ingresos contribuye a la creación de los déficits y el aumento de la deuda. Es entonces cuando surge el recurrente discurso de: “el sistema es insostenible” (el universitario, el sanitario o el Estado de bienestar); los ajustes terminan devaluando los servicios públicos que garantizan derechos (sanidad, educación, pensiones…) y se va preparando el terreno a la transferencia de estos recursos públicos a los intereses de cada sector. Es el negocio con la salud, con la educación, con las pensiones, por encima de los derechos. Un golpe mortal al pilar redistributivo y la igualdad de oportunidades. ¡Es la rebelión de los poderosos!
Igualmente ocurre con el relato que se ha venido haciendo de las pensiones. Con la excusa de garantizar las mismas y el argumento de que nunca más habría congelaciones, uno de los aspectos destacados de la Ley 23/2013 fue la modificación del mecanismo de revalorización anual de las pensiones, sustituyendo la garantía que había del mantenimiento del poder adquisitivo por una fórmula compleja y poco transparente. Una vez aplicado el mecanismo, y en base a los datos aportados por la Auditoría Independiente de Responsabilidad Fiscal, se comprueba el engaño de una ley y un mecanismo que contempla un futuro de recortes en las pensiones, con un empobrecimiento de casi 8 puntos en tan sólo 5 años. (Ver art. Antonio Glez. y Borja S. Lo que van a perder las pensiones en el futuro). Es un cambio de modelo que induce al negocio de las pensiones privadas.
Asimetrías (la libertad de los mercados se impone sobre la igualdad); falta de respuesta a los graves problemas de la gente (empleo, salud, educación, vivienda, medio ambiente); pérdida del interés general (egoísmo); desmantelamiento de lo público, que es garante de la igualdad de oportunidades; un sistema agotado al que se le han soltado las costuras…
Sin embargo, la respuesta no es ni más de los mismo ni todo patas arriba. La respuesta tampoco es la resignación o el rechazo a la política y los políticos (necesarios en una democracia), aunque sí el rechazo a algunos políticos y determinadas políticas. Y por supuesto, convendría huir de cantos de sirena, de apocalipsis y de los que se arrogan con la salvación en nombre de la gente y que sólo unos pocos (ellos) saben interpretar.
La solución debe encontrarla cada uno por sí mismo y tendrá virtualidad si es de todos y para todos (la mayoría). Recientemente, un intelectual, catedrático de filosofía metido a político, decía : “la honradez es la mejor política”. Empecemos por ahí. Y que la política sirva de nuevo para resolver los problemas de las personas y no un medio para alcanzar el poder y mantenerse en él. Se necesita volver a soñar con una sociedad distinta que facilite los proyectos de vida de cada uno.
En definitiva, hay que trascender los pensamientos mágicos y dogmas de dominación que encubren modelos sociales que producen profundas desigualdades y socavan los pilares fundamentales para la convivencia y el progreso en sociedades avanzadas. Menos verdades absolutas, más reflexión y respuestas nuevas a los problemas nuevos de un mundo distinto.
Pues eso, ¡atrévete a pensar por ti mismo!, como decía Kant.
«…insuficiente gimnasia del conocimiento reflexivo; la que permite pensar y hacer pensar observando y analizando las cosas más allá de la apariencia» Excelente artículo, José. Enhorabuena
Me ha gustado mucho el artículo. El trasfondo de la ética ideológica de las élites es la justificación de un creciente proceso de desigualdad que es dañino (y absurdo, por inviable) para el resto de la sociedad. Y la mejor herramienta para refutar esa ideología que conforma los cimientos del neoliberalismo económico es una exigente reflexión personal. Atreverse a pensar para dar respuesta a los problemas. Muy acertado, en mi opinión.
Un artículo denso que, desgraciadamente, solo podrá convencer a los convencidos, porque para suscribir lo que recomienda el título (atreverse a pensar), hay que formar parte ya de los que se atreven a pensar.
Estoy persuadido hace tiempo de que todo lo que describe el artículo tiene una raíz común, tan sencilla que es simplista, pero tan chocante para la gran mayoría de los mortales que resulta imposible de creer. Y esta raíz es la voluntad de una ínfima minoridad numérica, pero muy mayoritaria en dinero y poder, de un nuevo orden mundial.
Nuevo orden mundial que se resume por: “somos la élite de la humanidad; el resto se divide en los que podemos utilizar y los que sobran. Los que pueden ser utilizados servirán a hacernos más ricos y poderosos, los que sobran podrán (deberán) ser eliminados de una forma u otra”.
Es duro de creer, por mucho que hayan ejemplos de la existencia de estos pensamientos y actos, y por mucho que se me acuse de caer en el efecto Goldwind, tengo que citar las doctrinas del nacionalsocialismo alemán (nazismo) como el más reciente y visible de ellos.
Bien, si admitimos un momento que la premisa es cierta, hemos que admitir también que lo que se está haciendo son las mejores estrategias para lograr. Y si parece un pato, anda como un pato y grazna como un pato, lo más probable es que sea un pato.
Sobre el no-pensar, recomiendo la lectura de “La inteligencia fracasada” de José Antonio Marina.
Muy acertado y adecuado el artículo. Solo añadir que en ese planteamiento de vivir por encima de nuestras posibilidades y que produjo el desafinado planteamiento de que hay que bajar las rentas de los ciudadanos, no solo lo han defendido los poderosos, sino que lo han hecho los supuestamente defensores de los más necesitados y así nos va el pelo, alejamiento y falta de credibilidad de unos y otros, y surgimiento de posturas que recogiendo el malestar ante tanto ajuste a las clases medias, ofrecen demagógicas medidas salvadoras.