Mónica Melle Hernández (Profesora Titular de Economía Financiera de la UCM y miembro de Economistas Frente a la Crisis).
Algunos antecedentes recientes, para entender dónde estamos
En 2009, hace ya siete años, la economía europea sufrió un golpe sin precedentes: su PIB registró una contracción del 4,5%. La remisión del declive económico registrada en 2011 fue de corta duración y la tendencia negativa prosiguió en 2011 y 2012. Desde 2013 se atisba una recuperación muy gradual y frágil. Puede verse en el gráfico 1.
Gráfico 1
Fuente: Comisión Europea.
En 2010 la Unión Europea decidió poner en marcha la Estrategia Europa 2020, con una duración prevista de 10 años. Su objetivo no solo era superar la crisis, sino también paliar las deficiencias de nuestro modelo de crecimiento y crear las condiciones necesarias para un crecimiento inteligente, sostenible e integrador, que mejore la competitividad de la UE, manteniendo el modelo social. Es decir:
—Crecimiento inteligente: desarrollo de una economía basada en el conocimiento y la innovación. Teniendo muy presentes los efectos de las disrupciones tecnológicas, tanto en el modelo de crecimiento como en el mercado de trabajo.
—Crecimiento sostenible: ante el reto del cambio climático, promoción de una economía que haga un uso más eficaz de los recursos, que sea más verde y competitiva.
—Crecimiento integrador: fomento de una economía con alto nivel de empleo que tenga cohesión social y territorial.
La UE debe definir el lugar que quiere ocupar en 2020. Con este fin, la Comisión propuso los siguientes objetivos principales de la UE:
—El 75 % de la población de entre 20 y 64 años debería estar empleada.
—El 3 % del PIB de la UE debería ser invertido en I+D.
—Debería alcanzarse el objetivo «20/20/20» en materia de clima y energía: emisiones de gases de efecto invernadero un 20% (o un 30% si se dan determinadas condiciones) menores a los niveles de 1990, un 20% de energías renovables, y un aumento del 20 % de la eficiencia energética.
—El porcentaje de abandono escolar debería ser inferior al 10 % y al menos el 40 % de la generación más joven debería tener estudios superiores completos.
—El riesgo de pobreza debería amenazar a 20 millones de personas menos.
A principios de mayo de 2010 se unieron varios factores económicos muy negativos: se había desencadenado la crisis de las deudas soberanas en la UE, Grecia estaba al borde de la quiebra y había peligro de contagio a otras naciones. Y ello se solapaba sobre la crisis financiera de las “subprimes”, afectando gravemente al sistema financiero global.
Y coincidieron además factores políticos relevantes: la UE estaba gobernada por una mayoría conservadora, que aprovechaba la situación para imponer su ideología neoliberal.
Bajo el argumento de la consolidación fiscal se imponía en los Estados miembros como vía para prevenir situaciones de insolvencia, una política fiscal restrictiva, que en la coyuntura actual es procíclica y contractiva. Esto es, que acentúa la crisis y no genera crecimiento.
Se puso la atención no sobre el nivel de deuda pública, que constituye la referencia real de la solvencia financiera de los Estados, sino sobre el saldo presupuestario, una variable anual bajo la gestión y el control de los Gobiernos y de los Parlamentos nacionales.
Fue el inicio de la espiral de la austeridad, del “austericidio”, que en 2013 se reforzó con el llamado Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Aparentemente se trataba de mandar una señal de estabilidad financiera a los mercados con medidas que garantizaran la capacidad de pago de la deuda a sus vencimientos. Pero las políticas de austeridad fiscal han sido un rotundo fracaso.
Aumentan el gasto público improductivo y agudizan la crisis. Se recorta el gasto público en educación, en investigación, en prestaciones sociales, en infraestructuras públicas,.. Y con ello, se agudiza la crisis.
¿Dónde quedaron los objetivos de Europa 2020? ¿Y sus prioridades de innovación, economía digital, empleo, juventud, política industrial, pobreza y uso eficiente de los recursos?
Con esta falsa austeridad se está despilfarrando la capacidad productiva de nuestra economía. Se infrautiliza el capital, se condena al desempleo a millones de trabajadores, se reduce la inversión en educación y por tanto el crecimiento potencial, se lamina a las tecnologías medioambientalmente sostenibles que pudieran servir de base para un cambio de modelo productivo, se obliga a nuestros mejores investigadores a irse de España. La crisis ha sido la coartada para cambiar el modelo de convivencia social, para deteriorar nuestro Estado de bienestar.
Es, en definitiva, una política que despilfarra bienestar, empleo y crecimiento presente y futuro. De hecho, no ha existido un desarrollo efectivo de políticas por parte de los Estados miembros que permitan lograr los objetivos de la Estrategia Europa 2020. Y la UE no se ha dotado de instrumentos adecuados para ello. Habría hecho falta una verdadera unión política, un gobierno europeo elegido democráticamente por el Parlamento Europeo. Lo que requiere mayores transferencias de soberanía por parte de los Estados miembros.
La austeridad buscaba equilibrar las cuentas públicas y sin embargo, no se ha logrado. El gráfico 2 lo muestra. En el caso de España, la Comisión Europea no espera que logre situar su déficit público por debajo del 3% del PIB ni este año ni el siguiente, a la vez que rebaja en dos décimas el crecimiento que prevé para este ejercicio, hasta el 2,6% del PIB.
Gráfico 2. Déficit y deuda del Área Euro
Fuente: Comisión Europea.
Austeridad no es déficit cero. Es eficiencia en la inversión y en el gasto. Porque ¿podemos afirmar que el crecimiento que hemos tenido en nuestro país no se deba a haber asumido cierto nivel de déficit?
El déficit importa poco si se está invirtiendo en mejorar las infraestructuras que vertebren la cohesión de la UE y la I+D, para mejorar la productividad y competitividad. La inversión de hoy es el empleo de mañana y el crecimiento de pasado mañana.
Se debe propiciar una estrategia de crecimiento para Europa para combatir la recesión resultante de la crisis financiera global y de los planes de austeridad. La mejor estrategia de reducción del endeudamiento es el crecimiento.
Aumentar el presupuesto comunitario y que se financie con verdaderos recursos propios de la Unión, es vital para poder emprender las estrategias de reactivación de la economía. Dicho presupuesto europeo ha ido mermando sus recursos y en la actualidad no alcanza ni tan siquiera el 1% del PIB de los Estados miembros. Debería representar al menos el 5% del PIB (recordemos que en los EE.UU. el presupuesto federal representa el 21% del PIB del conjunto de los Estados).
Necesitamos una relajación de los objetivos de déficit para consolidar el actual crecimiento, pero procurando que ese déficit se deba a inversiones productivas. Además, se debe ser más objetivo con las CC.AA. Su déficit se genera porque lo que tienen transferido son gastos sociales.
El Gráfico nº 3 muestra la situación de las cuentas públicas de los países del área euro. El único país con superávit en sus cuentas es Alemania. La previsión de déficit en Francia es del 3,4%, para el 2016. ¿Va a copiar nuestro modelo? Ya está generando malestar su posible reforma laboral.
Gráfico 3. Situación de las cuentas públicas en 2016
Fuente: Comisión Europea.
Hasta ahora las únicas reformas estructurales que se han emprendido han sido las que afectan al mercado de trabajo. Y con esta reforma, la productividad aumentó a costa de la reducción de los salarios y el empleo, de forma “artificial”. Ahora se detectan caídas de la productividad por hora, al considerar además del factor trabajo, los factores capital e intangibles (conocimiento, capacidades directivas, innovación organizativa,…). Lo cual es preocupante porque el aumento de la productividad es el signo de la eficiencia económica y el motor del crecimiento futuro de la economía.
Las reformas estructurales son necesarias para restaurar la operatividad de los mercados, aumentar la productividad global de los factores y la competitividad de la economía.
¿Qué actuaciones se han emprendido en Europa?
A raíz de la crisis financiera se han producido importantes avances en la regulación del sistema financiero, con una supervisión bancaria a escala europea y una armonización de las normas de supervisión (Basilea III). También en materia de implementación de diversos mecanismos europeos para hacer frente a la resolución de dichas crisis. Pero falta llegar a una plena unión bancaria europea, para que además de la supervisión se ponga en marcha el fondo único de garantía de los depósitos y un mecanismo europeo único de prevención y resolución de las crisis bancarias, que permita recapitalizar de forma directa a la banca.
La fragmentación financiera dificulta la transmisión de la política monetaria acomodaticia actual del BCE a través del canal de crédito institucional, ya que posibilita que en los países del Sur se mantengan tipos de interés muy elevados y la financiación no termine de llegar a las pymes y a las familias.
Es preciso, además, modificar las funciones del BCE, para que compre deuda directamente a los gobiernos y para que se preocupe por el empleo. E introducir los eurobonos para financiar parcialmente los déficits públicos y crear una Agencia Europea de la Deuda. Aunque para todo ello vemos que existen ciertas resistencias de algunos países, sobre todo con respecto a la mutualización del riesgo.
Mario Draghi, presidente del BCE desde finales de 2011, empezó a aplicar medidas que sustituían la política fiscal aplicando una política monetaria no ortodoxa; y salvando así al área euro de una grave recesión o de su ruptura. Con su ya famoso “I am ready to do whatever it takes to save the euro” del 26 de Julio de 2012, desactivó una crisis de deuda. En agosto de ese mismo año inició la compra de deuda pública de aquellos Estados miembros que eran solventes, pero no tenían liquidez suficiente, convirtiéndose en “prestamista de última instancia”. Alemania lo recurrió alegando incompatibilidad con las Leyes de la UE, porque los bonos de cada estado miembro debían de pagar el tipo de interés de mercado que merecía cada emisión de deuda. Pero el Tribunal Europeo de Justicia decidió que tales compras de deuda no violaban el derecho de la UE, dando al BCE discrecionalidad para hacer su política monetaria.
En 2014, el BCE empezó a dar créditos baratos a los bancos del área euro para que aumentaran su stock de crédito a sus clientes, especialmente a los de Italia y España. Y posteriormente el BCE inició una reducción de los tipos de interés, llegando a tipos 0% o cercanos, para que circule y aumente la demanda de crédito de familias y empresas.
Pero este enorme esfuerzo de Draghi para evitar el fracaso del área euro no será suficiente si no se inicia cuanto antes una Unión Fiscal. Es preciso introducir eurobonos. Existe una propuesta de mutualizar, parcial y temporalmente, toda la deuda de los estados miembros del área euro que supere el 60% de su PIB, depositándola en un fondo que emitiese “euroletras” para poder refinanciarse. Con el respaldo y la diversificación de 19 Estados miembros del área euro, competirían favorablemente con la Letras del Tesoro de EE.UU., logrando refinanciar dicho fondo a tipos muy bajos.
Todo ello requiere voluntad política para avanzar hacia más integración, con cesiones de soberanía nacional, también en política fiscal. Sólo así se podrá salvar el euro. Para ello hace falta voluntad política, para establecer un gobierno supranacional democráticamente elegido, con las competencias necesarias para encuadrar las políticas presupuestarias y fiscales que den estabilidad macroeconómica a la eurozona, e implementar la estrategia de crecimiento y mutualización de las deudas antes referidas.
Y retomar así el proyecto social europeo, crear un estado del bienestar europeo, mejorando la cohesión social en el seno de la UE, coordinando las políticas sociales y salariales a escala europea y la armonización de las normas fiscales para evitar el dumping social y fiscal (ganar competitividad rebajando artificialmente los salarios o reduciendo la protección social). Estableciendo una regulación laboral protectora a nivel europeo, implementando un sistema europeo de protección del desempleo, estableciendo un Salario Mínimo Europeo, etc. Se deben producir transferencias de recursos entre los Estados. Esa mayor solidaridad es necesaria para lograr una mejor redistribución de la riqueza, así como la reducción de las desigualdades.
¿Dónde estamos y qué perspectivas tenemos?
Según las previsiones económicas de primavera de 2016 de la Comisión Europea, el crecimiento parece estar perdiendo algo de impulso, aunque seguiremos creciendo por la mejoría del mercado laboral, el mejor acceso al crédito por parte de las empresas y los hogares y los bajos precios del petróleo.
Se prevé que el crecimiento económico en la zona euro siga siendo moderado (1,6 % en 2016 y 1,8 % en 2017), pues la trayectoria de sus principales socios comerciales se ha ralentizado y algunos de los factores que hasta ahora habían sido propicios están comenzando a desvanecerse. Ese crecimiento además seguirá siendo desigual en los distintos países que componen la UE.
El riesgo parece estar tanto en el elevado déficit primario como en el nivel de la deuda pública. Pero no se puede olvidar que las previsiones para otros países europeos, como la de déficit para Francia y la deuda pública para Italia, están en el mismo nivel que los que se anticipan para España.
Se mantiene la atonía de las perspectivas de crecimiento mundial, a consecuencia de la ralentización de los mercados emergentes, en particular de China. Ese es otro de los riesgos en torno a las perspectivas económicas europeas. El crecimiento europeo también podría verse frenado por movimientos bruscos en los precios del petróleo o turbulencias en los mercados financieros.
La política monetaria muy expansiva ha sentado las bases para el repunte de la inversión, al facilitar y abaratar el acceso a la financiación, y por el estímulo que se está produciendo en el consumo. Pese a las mayores dificultades del entorno mundial, se prevé un crecimiento gradual, más debido a la demanda interna, favorecida por el rebote en la inversión. El gráfico 4 da muestra de ello.
Gráfico 4. Evolución de la inversión en la zona euro
Fuente: Comisión Europea.
Es cierto que al inicio de la recuperación, el tenue crecimiento de la zona del euro era impulsado básicamente por las exportaciones, beneficiadas en cierta medida de la depreciación del euro y la caída de los precios del petróleo. Se espera que la inflación se mantenga cercana a cero en el futuro inmediato, pues los precios de la energía son más bajos que hace un año, como puede verse en el gráfico 5. Aunque, a medida que los precios de la energía vayan recuperándose gradualmente, la inflación aumentará.
Gráfico 5
Fuente: Comisión Europea.
El crecimiento futuro de la zona euro dependerá cada vez más de la demanda interna. Se prevé que la contribución de las exportaciones netas al crecimiento de la zona euro se torne neutra en 2017, ante el aumento del tipo de cambio. Tal y como se muestra en el gráfico 6, se prevé que el próximo año la inversión aumente al 3,8 % en la zona del euro y en la UE. Y que el crecimiento dependa de esa inversión y del consumo, tanto privado como de las Administraciones Públicas.
Gráfico 6.
Fuente: Comisión Europea.
Según estas previsiones resultan ilógicas las políticas de austeridad. Se deben aplicar políticas que fomenten el consumo y la inversión, elevando salarios y renta disponible de las familias. Y apostar por la inversión pública productiva que modernice nuestras economías, fundamentalmente en I+D, formación, e infraestructuras en las que existen carencias, como las de agua, las eléctricas, las de telecomunicaciones, las conexiones intermodales de las infraestructuras de transportes,…
En este sentido, se debería estar aprovechando el Plan Juncker, para poner en marcha proyectos de rentabilidad económico-financiera pero que sean capaces de dotar de cohesión social a Europa y que resulten generadores de empleo. Pero parece que en España, al menos hasta el momento, esta iniciativa está bastante parada. Y por las propias previsiones del gobierno en su reciente cuadro macroeconómico, especialmente la evolución del consumo de las Administraciones Públicas y de la formación bruta de capital fijo, tampoco parece que vaya a ir por ahí su política económica. El cuadro 1 así lo refleja.
Cuadro 1. Escenario macroeconómico España 2016-2019
Fuente: Ministerio de Economía y Competitividad
Se prevé que prosiga la recuperación moderada de los mercados laborales, aunque persisten disparidades entre los distintos Estados miembros en las tasas de desempleo. En términos promedio, en la zona del euro dicha tasa se reducirá hasta el 10,3 % en 2016 y el 9,9 % en 2017, frente al 10,9 % en 2015. En el conjunto de la UE se prevé que el desempleo descienda del 9,4 % en 2015 al 8,9 % en 2016 y al 8,5 % en 2017. Mientras en España, sigue siendo un lastre para su crecimiento, al mantenerse tasas de desempleo en torno al 20% para 2016 y al 28% para 2017, según las optimistas previsiones del Gobierno de España.
Finalmente, con la crisis han aumentado las desigualdades, empeorando la distribución de la renta, como refleja el gráfico 7. La desigualdad distributiva en contra de los salarios provoca una reducción del consumo y de la producción, inducida por una caída de la inversión causada por una demanda interna menguante que no se ve compensada por las exportaciones netas. La necesidad de endeudamiento para sostener el consumo contribuye al incremento de las rentas empresariales, a la ralentización de la inversión por una mayor proporción de los beneficios distribuidos, y al incremento de la concentración del capital y del “poder financiero en la sombra”.
Gráfico 7. Aumento de las desigualdades
Fuente: Comisión Europea.
Queda mucho por hacer para corregir la desigualdad. La recuperación de la zona del euro sigue siendo desigual, tanto entre los Estados miembros como entre los segmentos sociales más fuertes y más débiles.
No saldremos de esta crisis sin profundos cambios políticos e institucionales. Sólo una unión política, y por lo tanto también fiscal, puede legitimar la interdependencia que ya existe entre los Estados miembros del euro y la solidaridad que la Unión Monetaria requiere.
En la construcción de la UE se empezó la casa por el tejado, al poner en marcha la unión monetaria sin disponer de un gobierno económico y social único. Pero ello, sin embargo, puede suponer un colchón de seguridad, porque una vuelta atrás tiene más costes que beneficios. No olvidemos que los países centrales, Francia y Alemania, son los grandes beneficiados de esta Unión Monetaria. Podremos asistir a que algún país se descuelgue durante algún tiempo: será una forma de implementar la Europa de dos velocidades que algunos países anhelan.
La crisis puede servir de oportunidad para establecer un gobierno supranacional democráticamente elegido, con competencias necesarias para encuadrar las políticas presupuestarias y fiscales que den estabilidad macroeconómica a la zona euro, e implementar estrategias de empleo y mutualización de deudas soberanas.
Es un paso ambicioso, pero posible. En 1789, el entonces Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Alexander Hamilton, propuso un sistema de gobierno federal fuerte que asumiera las deudas contraídas por el Estado en la revolución y garantizara unos ingresos futuros constantes, con una mayor integración de la política fiscal pero conservando un grado considerable de soberanía local en los asuntos no federales. Ese fue el primer paso del proceso para hacer de Estados Unidos una potencia continental y mundial.
Ahora es el momento de Europa, que debe aprovechar esta crisis como una gran oportunidad para poner en marcha ese New Deal que alumbre una unión política, con un gobierno económico europeo supranacional; para convertir al continente en referente de desarrollo económico, y fundamentalmente social, del siglo XXI. Es el momento de dejar de seguir dando pasitos que solo sirven para debilitar el euro e intensificar la crisis; y de afrontar ese reto. Los dirigentes europeos y sus ciudadanos han de comprometerse con esta transformación que permita volver a establecer las bases de la Europa social, y sus principios de igual dignidad, equidad, solidaridad y fraternidad.
Estoy basicamente de acuerdo. La política austericida ha fracasado, como ya se preveia desde el año 2008. Es una política procíclica que agrava la situación y provoca sufimiento Las cifras de endeudamiento a largo plazo deben mantenerse moderadas, pero a corto se necesita reactivar la economía con inversiones sensatas que ayuden a salir de la crísis. Una politica anticíclica es ahora mismo imprescindible.