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Impuestos y derechos: dos modelos ante los electores

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Parece bastante claro que, en estas próximas elecciones generales, el votante tiene que elegir entre dos modelos. Frente a quienes desearían que nos quedáramos en dicotomías demagógicas viscerales, nuestro interés debe centrarse en analizar qué políticas van a aplicarse según cuál sea el modelo victorioso. Para orientar nuestro voto hacia la opción que nos parezca más atractiva y coherente.

En el plano de impuestos y presupuestos, los próximos cuatro años son especialmente importantes. Las sucesivas crisis del COVID-19 y la guerra de Ucrania exigieron a todos los Estados un incremento en sus gastos. La Unión Europea, esta vez, permitió una sensata flexibilización de las reglas de estabilidad presupuestaria.

Pero la Comisión Europea ya ha lanzado el debate sobre las nuevas reglas del Pacto de Estabilidad. La intención inicial es reemplazar los límites rígidos sobre la deuda púbica y los déficits fiscales por objetivos específicos y graduales para cada país. Como es habitual, con las voces en contra de los “halcones” partidarios de volver a las reglas de la vieja ortodoxia.

Sea con rigidez, sea con flexibilidad, será inevitable un esfuerzo estabilizador para reducir el déficit y los niveles de deuda pública. Y ahí aparecen los dos modelos entre los que tenemos que elegir.

El viejo modelo, que conocimos en gobiernos anteriores, preconiza el ajuste vía reducción del gasto público, fundamentalmente del gasto social. Ya vivimos (y padecemos) los recortes en sanidad y cuidados, las reducciones de plantillas de servidores públicos, el aumento de las desigualdades, el deterioro de los servicios y el perjuicio para nuestros derechos básicos.

Si, ante el panorama que viene, alguien promete reducciones de impuestos, ya se sabe lo que significa: o miente (y los subirá), o aplicará nuevos recortes en las políticas sociales… o, lo que es más probable, ambas cosas a la vez (como hizo ya el gobierno de Rajoy).

La excusa de la “situación heredada” es tan manida como hipócrita: todos los candidatos tienen la obligación de saber cuál es la situación presente y cuáles son las perspectivas. Y prometer políticas consecuentes con ello.

Hay un segundo modelo, que es el que ha venido aplicando el Gobierno de Pedro Sánchez. Las políticas sociales de este gobierno no solo han evitado los recortes, sino que han crecido para paliar los problemas de empleo (ERTES), de pobreza (IMV y subida de salario mínimo), de precios (ajustes impositivos), etc. A diferencia de las políticas de respuesta a la reciente crisis financiera, ahora se ha priorizado proteger a los más débiles y evitar una catástrofe social.

Es paradigmática la reforma del sistema de pensiones, que exigía la Comisión Europea para mejorar su equilibrio financiero. La solución conservadora tradicional atacaba las prestaciones, reduciendo derechos, topando sus revisiones anuales y disminuyendo las expectativas de las pensiones futuras.

La opción del gobierno Sánchez ha dejado intactos los derechos y garantizado el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones. El equilibrio se ha buscado por el incremento de ingresos y, lo que es muy relevante, exigiendo el esfuerzo a los niveles salariales más elevados.

En los próximos años va a ser inevitable aumentar el nivel de los ingresos públicos. Dada la diferencia que existe entre la presión fiscal española y la media europea, hay margen para ello. No solo es importante desconfiar de quien diga lo contrario, sino también saber cómo va a ser esa subida.

El modelo conservador tendrá que compensar las anunciadas reducciones/supresiones de impuestos sobre patrimonio y sucesiones con las tradicionales alzas de la imposición indirecta, sobre el consumo: es decir, cambiará impuestos que deben pagar sobre todo el 5% más rico por otros que soportan proporcionalmente más el 95% restante. Menos prestaciones sociales y más impuestos injustos = mayor desigualdad y menor justicia fiscal.

El modelo aplicado por el gobierno Sánchez no ha subido los impuestos, sino que ha avanzado en el camino acertado: hacer que paguen las personas y sectores que gozan de una situación de privilegio con baja presión fiscal en relación con su capacidad de pago. Los impuestos sobre los beneficios “caídos del cielo” de bancos y eléctricas; el todavía modesto, pero valiente, sobre transacciones financieras; la mayor progresividad para el 1% con rentas más altas; el intento de gravar las grandes fortunas…

Son dos modelos muy diferentes. Ambos son los que se ofrecen a los electores: cada cual debe elegir el de su preferencia y votar en consecuencia.

No olvidemos que los impuestos son la garantía de nuestros derechos. Y que quien no vota está favoreciendo el modelo más alejado de sus preferencias.

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About Juan Gimeno Ullastres

Licenciado en Derecho y en Economía, es Catedrático de Economía Aplicada UNED. Ha sido Rector de la UNED, Vicerrector de la UIMP, Secretario General Técnico del Ministerio de Educación y primer Secretario General del Instituto Cervantes. Fundador y presidente de la ONG Economistas sin Fronteras. Es vocal de la Junta Directiva de Economistas Frente a la Crisis.

2 Comments

  1. Marcos De Castro Sanz el junio 23, 2023 a las 5:39 pm

    Gracias Juan por tu reflexión. Me parece imprescindible hablar de impuestos y su relación con la calidad de servicios públicos (sanidad, educación, servicios sociales…) y tú lo ha hecho. Gracias. Falta mucha educación fiscal en nuestra sociedad

  2. Juan Carlos del Valle el junio 30, 2023 a las 12:01 pm

    Muchas gracias Juan. Tu comentario es esclarecedor. He trabajado en un medio de comunicación público y hay que reconocer que la influencia sobre la cultura y la «percepción» de la realidad es notable y aquí hay un error repetido mil veces en la calle: «Los medios de comunicacion públicos los pagamos entre todos con nuestros impuestos, y por ello podemos y debemos exigir que la informacion sea veraz, contrastada y no tendenciosa. Sin embargo los medios privados, al ser privados, pueden tener la linea editorial que quieran tener, pudiendo mezclar informacion y opinion y no se les puede acusar de tener sesgos, ya que como empresas privadas pueden hacer lo que quieran (¿sin limites? Ver Art 9 de la Ley 13/2022). Pueden ampararse en el derecho del consumidor a recibir comunicación plural, pero están obligados a la veracidad. De acuerdo. pero aqui viene la sorpresa: ¿Quien paga los medios privados? ¿Quizá los accionistas? ¿Quizá los «dueños»?…..Pues no, los pagamos de nuevo los mismos ciudadanos que pagamos los medios públicos. Sus ingresos provienen mayoritariamente de la publicidad que consumimos y que pagamos en cada producto que compramos. En efecto, en el mix de costes de cada producto está incluida la publicidad. Sin publicidad no hay medios privados. Y, a pesar de ello se les permite todo. Ningun reproche a los sesgos, la tendenciosidad o la mentira a los medios privados. Y no olvidemos que los medios audiovisuales son concesiones públicas. (son «prestadores de servicios»)….. (que no nos vengan con el cuento de la «libertad de expresión»)

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