Emili Ferrer Inglés, es economista y miembro de Economistes Davant la Crisi (EFC Cataluña)
Malos tiempos aquellos que, al llamarla post-verdad, se falsea hasta la mentira. Cuando el Ministro de Hacienda resalta la bondad de los logros del gobierno en el ámbito de la economía, suena a provocadora y transparente verdad: “alguno de los del IBEX, hasta me dan las gracias en privado, ahora están ganado todos más que cuando llegué” (El Mundo, 15 de octubre de 2014). Pero, cuando el Presidente del Gobierno afirma que ya “hemos salido de la indigencia” (cope.es, 2 abril 2017) nos devuelve al inquietante mundo de la “post-verdad”.
Estas declaraciones conviven mal con la existencia de una intolerable desigualdad, que además de no reducirse, se cronifica, y son incompatibles con la existencia de un nivel de riego de pobreza sin precedentes, con la inaceptable extensión de la precariedad en el empleo y con un futuro que incierto en términos de empleo Estas conclusiones son inevitables si nos atenemos a los últimos informes de la Comisión Europea y de la OCDE sobre la economía en España, al informe de Eurostat sobre la pobreza y al informe de Credit Suisse sobre la riqueza en el mundo[1]. Los datos que aportan estas instituciones revelan la existencia de una gran brecha social, como dos piezas que no ajustan, que no cierran. Una brecha producida por la recuperación de los excedentes empresariales basada principalmente en la devaluación salarial, la desregulación laboral y la reducción del gasto público social.
La transformación de la crisis económica en crisis social está en el origen de esta brecha. Las autoalabanzas de los responsables de la política económica del gobierno, el tele-mensaje de que crecemos más que nadie y de que creamos empleo, la ocultación de la expansión de la precariedad y de sus dramáticas consecuencias, son los materiales con los se justifica y alimenta la actitud crédula, nuestra o de ellos, ante un crecimiento económico excluyente para la mayoría de la población. Son los mimbres de una justificación ideológica y propagandística”) que cubre, sin pausa, la consolidación de una sociedad dual y de visiones divergentes sobre lo que está ocurriendo. Como dice V.Klemperer, “el lenguaje saca a la luz aquello que una persona quiere ocultar de forma deliberada, ante otros o ante sí mismo, y aquello que lleva dentro inconscientemente”)
“Vamos en el mismo barco” advierte Zigmunt Bauman , en el documental de Rudy Gnutti del mismo título, cuya visión recomiendo. Es cierto, pero en el barco unos deciden el rumbo y los demás permanecen en la bodega. Una bodega sin escalera para salir y con el cable del ascensor roto. Los pasajeros miran la realidad desde el mismo barco, pero no ven lo mismo. La percepción de lo que ocurre no coincide, no es única, de tal modo que “cada uno habla de la feria según cómo le va en ella” (La Celestina). Se trata de algo similar a lo que Wittgenstein[2] denomina ‘ver-como’: podemos ver una imagen “unas veces como una cosa, otras veces como otra cosa. Un niño puede ver una caja de cartón como una casa o como un cajón con facilidad”. Vemos la realidad, pero “la interpretamos, y la vemos tal como la interpretamos.” Wittgenstein lo ilustra con la imagen de un pato, al que también podemos ver-como un conejo. La licencia que propongo consiste en adoptar estas figuras para describir algunas de las consecuencias de las formas diferentes de ver e interpretar la crisis. La asignación pato o conejo, a cada una de ellas, no responde a ningún intencionalidad ni prejuicio, es totalmente casual.
Si la vemos como un pato: “somos el país que más crece y más empleo crea” (twitt de Mariano Rajoy del 18 de junio de 2016). Salimos de la crisis, salen especialmente los que nunca habían entrado en ella.
Una visión de la crisis es su efecto sobre lo que denominamos riqueza y, como está distribuida. Hablamos de patrimonio y no de renta, y sin computar paraísos fiscales. Según los informes de Credit Suisse la participación del 1% de la población sobre la riqueza de España era el 27% en 2014, superior al 22,3% de 2008, y sustancialmente superior al 24,6 % de media en los países de la zona euro comprendidos en estos informes[3]. El 10 % más rico también ha aumentado su participación del 51,8 % hasta el 55,6 % de la riqueza total. Entre 2014 y 2008, la riqueza del 1% de la población, en dólares US de valor constante, ha aumentado el 32,3 %. La riqueza del 10 % más rico ha aumentado un 17,3 %, mientras que la riqueza del 90% de población restante se ha mantenido prácticamente constante, solo ha aumentado un 0,6 %.
Este proceso de acumulación de riqueza es más intenso durante los años de segunda recesión provocada por las políticas de austeridad. Entre 2008 y 2011 la riqueza del 1 % más rico crece el 10,4 %, mientras que entre 2011 y 2014 la acumulación se acelera, creciendo el 19,79%. Esta evolución sólo es compatible con la reducción de la participación en la riqueza total del 90 % restante de la población. La información más reciente no está disponible. En 2015 Credit Suisse ha eliminado del informe la ‘Section 4. Wealth inequility , la que contenía la información histórica sobre la distribución de la renta por deciles de población . Es una tentación pensar en que: muerto el perro, se acabó la rabia.
Por otra parte, desde la perspectiva de la renta nacional, su distribución funcional durante este periodo muestra una tendencia al alza en el porcentaje de renta correspondiente a los excedentes empresariales. Estos pasan de participar en el 41,7 % de la renta nacional de 2008, a un 42,6 % en 2015 (Gráfico 2).
Durante el período de crisis, las grandes que cotizan en el IBEX han obtenido crecientes beneficios. Carles Manero [4] aporta datos que ilustran esta tendencia: las empresas del IBEX obtuvieron cerca de 20.000 millones de ganancias en 2013, un 57 % más que en 2012; Banco de Santander, BBVA, CaixaBank, Banco Popular y Banco Sabadell, multiplicaron sus beneficios por 4 en 2013. Esta tendencia alcista se ha mantenido, el incremento de beneficios del primer trimestre de 2017 respecto al mismo periodo de 2016 de CaixaBank ha sido del 48%, el de Bankia del 28% y el de Banco de Sabadell del 14%[5].
La gran brecha también se manifiesta en las divergencias en las retribuciones. Hay una distancia antes desconocida entre las medias salariales y las retribuciones de los altos directivos de las grandes corporaciones. Con datos referidos a 2014 y a partir de los publicados en El País en marzo de 2014: si a los 56 directivos del IBEX35 con una retribución superior a 1 millón de euros anuales, se les sustituyeran éstas por una de 600.000 euros anuales para cada uno de ellos, sobrarían respecto de sus retribuciones reales una cantidad equivalente a 25.869 subsidios de desempleo (426 € en 2014), simple ejemplo de la desigualdad rampante.
Más de 850.000 afectados por la crisis de las preferentes vieron cómo se fundían sus ahorros, 18.000 millones de euros que se convirtieron en parte del saneamiento del sistema bancario. Recursos que complementan el préstamo de 41.300 millones, con aval público, del Memorandum de Entendimiento de 9 de julio de 2012. Las consecuencias se traducen en incremento del gasto financiero público, y en los niveles de deuda del sector público más elevados de la historia. Es el coste, denominado por los especialistas del riesgo moral del sistema bancario, con el argumento de que su caída tendría graves consecuencias, algunos pueden actuar con la conciencia de que al final habrá un avalador público porque son “demasiado grandes para caer”. El economista Anthony B. Atkinson invierte el argumento del riesgo moral y plantea una obligación moral ante los afectados por las hipotecas, los parados y los que viven en precariedad: “nadie es demasiado pequeño para dejar que caiga”, argumento sin duda con menos éxito en una sociedad que somete los ciudadanos a las exigencias de los mercados, en vez de crear una economía al servicio de los ciudadanos.
El ingreso fiscal es débil, un 32,5 % del PIB ante un 40,4 % de media en la zona euro. Equivale a unos 90.000 millones de euros anuales de menos ingreso, cifra cercana a los 106.700 millones de euros gastados en 2014 en sanidad i educación conjuntamente (44.800 millones en educación y 61.900 millones en sanidad). La insuficiente presión fiscal, el fraude fiscal, estimado en 59.500 millones de euros en 2011, y la poca progresividad del sistema fiscal (España, por ejemplo, es el único país de la zona euro que grava con IVA reducido las embarcaciones de recreo, con un tipo es inferior al de los productos y servicios culturales, siendo este por el contrario, uno de los más elevados de Europa) son causas principales del déficit público, atribuido de forma engañosa al gasto social con la finalidad de justificar los recortes y las privatizaciones.
El presidente del gobierno define con precisión la visión ‘pato’: “miramos el futuro con optimismo, así somos los españoles” (La sexta. Visita a Uruguay. 26 de abril de 2017) Con los datos anteriores no cabe duda de que ‘algunos’ españoles deben ver su futuro con mucho optimismo. Por estas razones y porqué, como decía de forma premonitoria el humorista Jaume Perich en 1970: “En España no hay lucha de clases. Existe demasiada diferencia de peso” (‘Autopista’).
Pero la perspectiva del ‘pato’ no es unívoca, caben otras formas de ver, de comprender la actualidad y de intuir el futuro.
Si lo vemos como un conejo: vemos que el paro es el doble de la media europea, la precariedad en el empleo constituye un riesgo para las generaciones futuras, la población atrapada en el riesgo de pobreza ha alcanzado límites antes desconocidos, somos el segundo país con más población en el umbral de la pobreza. Se pretende consolidar inaceptables niveles de desigualdad, de tal modo que los afectados por la crisis, jóvenes, parados de larga duración y mayores de 45 años, y los precarios, se están quedando atrapados de forma crónica en ella. Solo salen los que no han entrado.
La distribución de la riqueza desde esta perspectiva ofrece un aspecto muy diferente. Al 90 % de población con menos riqueza le correspondía en 2014 el 44,4 % de la riqueza total, cuando esta proporción era del 48,2 % en 2008. La riqueza por persona adulta de esta franja de población ha disminuido: cada 100 euros de riqueza en 2008, medida en dólares US de valor constante, se han convertido en 96,2 en 2014 (Gráfico 1), porcentaje que puede aumentar en los niveles más bajos de riqueza. Sin embargo, para el 1 % de la población más rica la evolución ha sido inversa, cada 100 € de riqueza en 2008 se han convertido en 126,5 € en 2014. Los datos proporcionan una perspectiva que no puede ser complaciente con el presente, y menos con el futuro.
Según la EPA del cuarto trimestre de 2016 la tasa de paro es del 19 %, casi duplica la tasa media en la zona euro. Hay 2,5 millones de personas en paro desde hace más de un año, de los cuales 1,8 millones están en paro desde hace más de 2 años. Entre los menores de 24 años la tasa de paro es del 43% y 1,6 millones de parados son mayores de 45 años. Hay 1,5 millones menos de puestos de trabajo que en el año 2008. Sin embargo, el gasto público en fomento del empleo ha descendido del 0,7 % del PIB en el año 2008, al 0,4% en 2015. Guy Ryder, director general de La Organización Internacional del Trabajo (OIT), asegura que en materia de empleo «no estamos fuera de la crisis” y excepto que se modifiquen las políticas «en el mundo habrá cada vez más desempleados”[6], es decir, más pobreza y desigualdad.
La precariedad laboral es alarmante. Los contratos a tiempo completo se han reducido en un 23% y los contratos a tiempo parcial han aumentado en un 25%, lo que ha situado la tasa de temporalidad en el 26,5% y la tasa de tiempo parcial en el 15,3%. Con relación al año 2008, los contratos a tiempo completo han descendió un 11% y los contratos a tiempo parcial han aumentado un 15,2% (Gráfico 3). El hecho de que cerca del 25 % de los contratos tenga una duración inferior a una semana evidencia el nivel de precariedad generada por la desregulación laboral. Maite, Lali i Joan, tres personas entrevistadas el 28 de febrero de 2016 en el programa dela cadena SER ‘A vivir que son dos días’, lo describen con crudeza: “Hemos perdido la dignidad.” “Antes el trabajo tenía un sentido, pero esto es cosa del pasado” “Ya no cuentan con nosotros”.
Como consecuencia de la devaluación salarial, entre 2008 y 2015 el coste salarial unitario (CLU) se ha reducido en el 4,2%. La reducción, por el efecto composición, ha afectado de forma diferente según los distintos niveles de retribución. Ha tenido un mayor impacto en las retribuciones más bajas. En 2014 el 13 % de los asalariados (el 18,6 % de las mujeres y el 7,8 % de los hombres) percibían una retribución inferior al salario mínimo interprofesional, un 30 % más que en 2011, y la retribución del 44,3 % de los asalariados es inferior a 2 veces el salario mínimo interprofesional (El 54,9 % de las mujeres y el 36 % de los hombres)
La devaluación salarial se amplía con el incremento del índice de precios al consumo (IPC) que ha aumentado un 8,5% (Gráfico 4). Esta reducción de las rentas salariales ha contribuido la recuperación de los excedentes empresariales, tal como refleja la reducción de la parte correspondiente a salarios en la renta nacional, que disminuye, entre 2008 y 2015, del 51,6% al 47,7%.
La combinación de paro, precariedad laboral, y devaluación salarial conduce al aumento de la pobreza y de la desigualdad. Según el informe de Eurostat de 17 de octubre de 2016, el porcentaje de población en riesgo de pobreza ha ascendido en España, entre 2008 y 2015, del 23,8% al 28,6%. El porcentaje de población en situación de privación material severa se ha duplicado, pasando del 3,6% al 6,4%, y el porcentaje de hogares con menos del 20% de capacidad de trabajo (ejemplo: unidad familiar con 5 personas en edad de trabajar y solo 1 tiene empleo) es más del doble, y ha aumentado del 6,6% al 15,4% de la población (Gráfico 5). Entre los países de la UE ordenados de mayor a menor riesgo de pobreza, entre 2008 y 2016, España ha pasado del puesto 15 al segundo puesto, solo superada por Grecia.
El gasto público en protección social a las familias, la infancia y la vivienda (excluyendo las pensiones de jubilación y las prestaciones por desempleo) ha crecido durante estos ocho años solo un 1,9% para hacer frente a un incremento del riesgo de pobreza de 20,2 %. Encuestas realizadas en el Área Metropolitana de Barcelona, muestran como en el 60% de estas familias en ingreso básico procede de una persona mayor de 65 años, con las consecuencias que ello implica en términos de futuro y de inversión del sentido de la solidaridad intergeneracional.
El peligro para estas familias se agrava con los recortes en los servicios públicos esenciales como sanidad y educación. El gasto sanitario público por habitante se ha reducido de 1.526 euros en 2009 a 1.331,8 euros en 2014, lo que equivale a una disminución del 13,3 %. Durante el mismo período el gasto público en educación por habitante ha descendido de 1.132,4 euros a 964,2 euros, una reducción del 17,3 %.
La brecha entre la visión del ‘pato’ y la visión del ‘conejo’ muestra en primer lugar la dimensión de la desigualdad generada por las políticas de austeridad, por los imposibles ajustes fiscales, y por la desregulación. Su resultado ha sido una escandalosa concentración de la riqueza en grupos muy reducidos de población y el intolerable aumento de la población en riego de pobreza. En segundo lugar, este proceso, que se ha sustentado en la laminación de los derechos laborales, el desmantelamiento de la concertación, y la devaluación salarial, ha expandido de forma alarmante la precariedad laboral y ha destruido la cohesión social. Dejando tras de sí, una crisis económica transformada en crisis social y política.
Nos quieren dar ‘pato’ por ‘conejo’. Sobre las consecuencias las políticas de austeridad ya alertaron en 2013 Olivier Blanchard y Daniel Leigh del FMI, al detectar el ajuste fiscal impulsado por el FMI generaba en realidad efectos negativos en el crecimiento económico y el empleo. Un año después, en 2014, el propio FMI confirmó, en un estudio que realizó entre 173 países, que en todos aquellos en los que se aplicaron políticas de ajuste fiscal y de austeridad, se causó el mismo resultado: recesión económica y aumento del paro[7]. Un modelo de supuesta austeridad expansiva que resulto ser de austeridad recesiva, cuyos efectos persisten, incluso en contextos de crecimiento económico, al excluir de la recuperación a gran parte de la población dejándola al albur de una dramática incertidumbre.
En los años treinta del siglo pasado encontramos antecedentes del actual debate sobre las consecuencias de los ajustes fiscales y de la austeridad. Aunque la descripción de este trayecto no corresponda aquí, si puede ser ilustrativo citar al economista Lionel Robbins , que en 1930 estaba enfrentado a JM Keynes en el seno del Comité Macmillan de Finanzas e Industria. Cuarenta años después, de su enfrentamiento con JM Keynes en el seno del Comité Macmillan de Finanzas e Industria y de haber sostenido la necesidad de drásticos ajustes, incluso con el riesgo de provocar recesión, Robbins, reconocía su error en su autobiografía Autobiography of an Economist : “las propuestas eran tan poco adecuadas como, negar mantas y estimulantes a un alcohólico que ha caído en un estanque helado, sobre la base de que su problema original era de exceso de calor”. Se situaba así en las posiciones de JM Keynes, que el 11 de enero de 1932 proponía, en un debate radiofónico con Josiah Stamp: “cuiden del paro, y el presupuesto se cuidará él mismo” y “debemos ahorrar cuando el gasto gozade buena salud, y debemos gastar cuando el ahorro goza de buena salud”[8]. La confrontación ha perdurado, con diversas formas, hasta nuestros días.
Actualmente son las mismas instituciones y organismos económicos internacionales que han promovido la prioridad de extremos ajustes fiscales, las que recomiendan suavizar el mantra de la reducción del déficit. Temen a los resultados de la aplicación de sus propias recetas. Las consecuencias negativas de las desigualdades amenazan a sus expectativas económicas inmediatas. Este temor es inquietante, por lo que implica, de una ralentización posible de la economía, o de una tercera recesión (la financiera, la de austeridad y finalmente la de desigualdad) que acumularía sus efectos sobre las consecuencias de las dos anteriores. En palabras de Arias y Costas, “el capitalismo sin límites es el peor enemigo de sí mismo”[9], pero aún son posibles los límites, todavía hay tiempo para la política, para nuevas políticas.
Sin embargo, no existen constataciones suficientes para alterar las creencias del Presidente del Gobierno que, inaccesible al desaliento, sostiene que “el límite del déficit público es una obligación, pero sobre todo una convicción. Basta contemplar los resultados” (Congreso de los diputados, 31 de agosto de 2016). ¿Se refiere a los resultados antes descritos? ¿O quizá nos habla con ‘post-verdades’ de ‘hechos alternativos’? Pero no es el único en celebrar la brecha entre el ‘pato’ y el ‘conejo’, también se apunta el Ministro de Hacienda, para el que estas políticas son las que ” garantizan a través del empleo, la equidad y la distribución justa de la riqueza económica que estamos generando” (Congreso de los Diputados, 25 de agosto de 2015) Posiciones que concuerdan con las declaraciones de la presidenta del FMI Christine Lagarde sobre España: “misión cumplida” y prescripción de más “reforma laboral” (El País, 17 abril de 2017).
Tony Judt[10] consideraba que las políticas de austeridad son ‘corrosivas’: destruyen la cohesión social, el ascensor social solo funciona hacia abajo, se corrompe los sentimientos y se derrumba la moral: “actualmente nos sentimos orgullosos de ser suficientemente duros como para infligir dolor a los otros. Si aún estuviera vigente el uso más antiguo, en virtud del cual ser duro consistía en soportar el dolor, no en imponerlo a los otros, quizás lo pensarían dos veces antes de valorar insensiblemente la eficacia por encima de la compasión”. Es el material que nutre el actual individualismo, y la doble irresponsabilidad de pedir austeridad para financiar concentración de la riqueza, y recortar el gasto social al mismo tiempo que mostrar tolerancia ante la corrupción.
La consecuencia inevitable de esta pérdida de principios y valores es la deslegitimación y el desprestigio de la política que pervierte la democracia. Es una quiebra moral y de la condición de ciudadano. Carlos Manera4, a partir del principio de que la economía ha de servir para alcanzar el bienestar de los ciudadanos, “si la economía como disciplina no piensa en el bien común, será también muy común que las personas se acaben alejando, no de la economía, sino de la política” que nos conduciría a la ruptura del pacto social sobre el que se ha asentado el estado del bienestar creado en Europa en la segunda mitad del siglo pasado. Para evitarlo, es necesario reconstruir la concertación social, en tanto que expresión de política democrática. Solo fortaleciendo y profundizado en la democracia se pueden construir alternativas sostenibles e integradoras.
De la confrontación entre los mercados y la democracia, esta debe prevalecer. La salida es factible con la política y con amplios acuerdos que hagan posible la recuperación de la cohesión social. La renovación de la socialdemocracia, históricamente impulsora de estas políticas, es determinante para una nueva política económica.
- En primer término, sea capaz de corregir las desigualdades sociales, atajando sus efectos: el paro, la desregulación laboral, la precariedad, y el riesgo de una sociedad dual, fortaleciendo la igualdad de oportunidades
- En segundo lugar, persiga activar el circulo virtuoso del crecimiento. Un crecimiento inclusivo, que combata las desigualdades y no deje a nadie por el camino; sostenible e integrador, que sea equitativo y socialmente justo. Un crecimiento con una utilización de los recursos eficaz que prime el uso sobre el consumo en línea con la estrategia Europa 2020.
- Y finalmente, una nueva política económica que posibilite articular un marco de concertación social que constituya un ámbito eficaz para reducir los extremos de la brecha que antes se han descrito. Una concertación, entre el gobierno y los agentes sociales, basada en el diálogo, la negociación y el pacto. Principios que son comunes tanto en ámbito de la socialdemocracia, como en la política federal.
La pretensión de estas reflexiones no son otras que las que hay detrás de la pregunta de Mr Skimpole, personaje de Charles Dickens en la novela ‘Casa desolada’(1853): “Señora ¿Qué hacéis subida tan alto? Sacando las telarañas del cielo para que corra el aire”.
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*Publicado en ‘economiadigital.es’ como:
“La convicción del presidente y el pato de Wittgenstein (I) “, el 29 de mayo de 2017
“La convicción del presidente y el conejo de Wittgenstein (II)”. el 1 de junio de 2017
[1] Comisión Europea: “Informe sobre España 2017” (22 de febrero 2017); OECD: “Estudios Económicos de la OCDE. España” (marzo 2017); Eurostat: “International Day for the Eradication of Poverty. The share of persons at risk of poverty or social” (17 octubre 2016) y Credit Suisse: Global Wealth Databook 2016” (noviembre de 2016)
[2] Ludwig Wittgenstein: “Investigaciones filosóficas” 1936-1947. Ediciones Altaya SA, 1999, pág. 156
[3] Austria, Bélgica, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, Irlanda, Italia, Países Bajos y España.
[4] Carles Manera (2015): “La extensión de la desigualdad”. Los Libros de la Catarata.
[5] El País, 29 de abril de 2017
[6] El Periódico, 28 de marzo de 20167
[7] Olivier Blanchard and Daniel Leigh: “Growth Forecast Errors and Fiscal Multipliers” IMF. January 2013. Independent Evolution Office of International Monetary Fund: “Annual Rapport 2014”.
[8] Robert Skidelsky (2003): ‘John Maynard Keynes’ RBA Libros S.A. páginas ,598 y 675.
[9] Xosé Carlos Arias y Anton Costas (2016): “La nueva piel del capitalismo”. Galaxia Gutemberg
[10] Tony Judt (2010): ‘Algo va mal’. Tauros