Una ventana de oportunidad para la reforma de la eurozona

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Manuel de la Rocha Vázquez es economista y miembro de EFC

Decía Jean Monnet, que ¨Europa se forjaría en las crisis y sería la suma de las soluciones que se encuentren a dichas crisis¨. Aplicado a la Unión Económica y Monetaria (UEM), su actual arquitectura institucional se conforma como la suma de la deficiente propuesta original, parcheada con soluciones parciales adoptadas de forma apresurada en los últimos años, en medio de las múltiples crisis que han sacudido la moneda única y amenazaban con llevársela por delante. Como escribía el economista André Sapir, la tragedia griega del euro reside precisamente en que las medidas tomadas en medio de cada crisis permitieron calmar a los mercados y evitar in extremis la ruptura, pero sin realmente solucionar los problemas estructurales, ni acabar con su vulnerabilidad.

Para romper con esta espiral diabólica, la Comisión Europea ha presentado recientemente un documento de reflexión para completar la unión económica y monetaria, con una hoja de ruta en dos etapas, que culminaría en 2025. El objetivo último sería dotar a la UEM de los mecanismos que garanticen su estabilidad e irreversibilidad y permitan avanzar en la convergencia económica de los países del euro. Deliberadamente, la hoja de ruta no está totalmente detallada, si no que plantea alternativas para que sean los estados miembros los que decidan el camino a seguir, en la línea comenzada con el Libro Blanco sobre el Futuro de la UE publicado hace solo unos meses.

No se puede decir que sea una iniciativa novedosa, pues ya ha habido otras similares en los últimos años, de la propia Comisión y de otras instituciones, que en el mejor de los casos se han llevado a la práctica solo de forma parcial. Quizás esta vez sea diferente. Tras las victorias del Bréxit y de Trump, el auge del euroescepticismo y la reconfiguración del mapa geopolítico global, la UE ha lanzado un potente proceso de reflexión para decidir qué quiere ser de mayor, lo que engloba obviamente el papel y fortaleza de la eurozona como auténtica vanguardia de los 27. Además, el nuevo Presidente Francés, Emmanuel Macron, ha dejado claro su prioridad por las reformas de la UE, y en particular del euro. Todo ello en un contexto menos turbulento en lo económico y financiero que años precedentes, que permiten adoptar medidas con algo más de visión de largo plazo. Parece pues un momento propicio para que el gobierno alemán esté dispuesto a debatir medidas que hasta ahora ha rechazado frontalmente. Se espera que se tomen decisiones en el Consejo Europeo de final de año

Sin duda, desde el estallido de la crisis la eurozona ha sufrido importantes cambios institucionales que han supuesto avances hacia una verdadera UEM, entre otros estableciendo un fondo de rescate, poniendo en marcha una todavía incompleta unión bancaria o dando pasos tímidos, hacia una unión fiscal. Pero al no responder a una visión global, si no ser fruto de las circunstancias, la arquitectura creada es confusa, mantiene vulnerabilidades e incoherencias y adolece de falta de legitimidad democrática.

La propuesta de la Comisión aborda las reformas y medidas que se necesitan para completar la UEM y que descansan en cuatro pilares: la Unión Económica, Unión Financiera, Unión Fiscal y el refuerzo de la legitimidad democrática y las instituciones. La Comisión ha tratado de mantener un delicado equilibrio entre las demandas de los países del sur en favor de la solidaridad a través de fondos comunes y mutualización de riesgos, y las del norte, encabezadas por Alemania, que exigen a cambio reducir los riesgos, más disciplina de mercado y transferencia de soberanía.

En algunos casos, como la finalización de la Unión Bancaria, el documento es claro y bastante específico en sus principales propuestas: respaldo fiscal al Fondo Único de Resolución, preferentemente a través del MEDE, y un Esquema de Garantía de Depósito Europea (EDIS), hasta ahora rechazado por Alemania.

En el otro gran pilar pendiente de avances decisivos, la Unión Fiscal, la Comisión Europea marca algunas líneas pero es menos concreta. Por un lado, plantea sin ambigüedad la creación de un instrumento fiscal central, que se pueda activar ante shocks económicos asimétricos, pero al mismo tiempo no se decanta, ni siquiera ofrecer ordenes de magnitud de cuál potente sería ese instrumento, si no que se limita a señalar varias opciones ya ampliamente debatidas en otros documentos oficiales y por múltiples expertos. El documento se muestra igualmente poco claro en las propuestas para la mutualización de deuda: la creación de un activo europeo seguro (que se queda a un paso de los eurobonos) es una propuesta interesante que facilitaría el funcionamiento de los mercados financieros de deuda pública y reduciría el riesgo de acceso de los gobiernos a esos mercados en épocas de crisis. Pero se echa de menos que en lugar de señalar opciones ya conocidas y que suponen distintos grados de mutualización de riesgo, se decantara por alguna. En este sentido, la Comisión parece que incluso retrocede respecto a la detallada propuesta del Fondo de Amortización de Deuda qué presentó en 2012. Al tiempo, la mutualización de deuda y creación de Eurobonos se vincula a la penalización de las tenencias de deuda pública de las entidades financieras, algo que perjudicaría a la deuda y las entidades financieras de nuestro país, cargadas de bonos del estado ahora libres de riesgo. De forma acertada, se condiciona este cambio regulatorio a avances de la regulación financiera a nivel global y a la creación de ante mano de un activo libre de riesgo.

Una de las partes más débiles del documento es en lo que se refiere al Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC). Desde hace tiempo el PEC ha dejado de operar como un instrumento útil para avanzar en la convergencia económica y fiscal, y se ha convertido en el arma de Alemania para imponer la austeridad en los países del sur. El PEC además adolece de una excesiva complejidad en su diseño, utiliza indicadores de déficit estructural más que discutibles y su sistema de sanciones es poco creíble y bastante ineficaz. En su propuesta, sin embargo, la Comisión apenas deja caer una mínima crítica al PEC. La UE necesita avanzar hacia el establecimiento de una posición fiscal común de toda la eurozona, cuya orientación expansiva o contractiva se establecería en función del momento del ciclo. Para ello, se requiere no solamente meter en cintura a los países incumplidores por sus excesivos déficits como ocurre en la actualidad, si no también medios para cambiar las políticas de aquellos que, como Alemania, son excesivamente contractivos en su política fiscal. Todo completado con un instrumento fiscal central que permita realizar estímulos fiscales en épocas recesivas sin poner en riesgo las cuentas públicas de los estados más débiles..

Como en ocasiones anteriores, el refuerzo de la pobre legitimidad democrática y del confuso marco institucional aparecen como pilares esenciales en los que avanzar para dar estabilidad a la zona euro. Las propuestas planteadas en este ámbito sin ser novedosas, tienen la virtud de decir con claridad y concreción el camino a seguir: creación de un Tesoro para el Euro, evolución del Eurogrupo en una configuración del Consejo presidido por el Comisario responsable de la UEM, transformación del MEDE en un Fondo Monetario Europeo, integración del MEDE y el Pacto Fiscal en la arquitectura comunitaria. Más difusas quedan las ideas de la relación entre la zona euro y el Parlamento Europeo, que deben ser reforzadas pero sin ofrecer propuestas. Existen propuestas de think-tanks franceses que hablan de crear un Parlamento del Euro. Sin llegar a eso, estaría bien que la Comisión al menos se planteara la necesidad de un Comité del Euro dentro del actual Parlamento Europeo, que permita una verdadera rendición de cuentas parlamentaria.

Por último, conviene señalar que pese a pretender ser comprehensiva, hay algunas omisiones importantes. Así, se echa en falta una reflexión y propuestas para una mayor armonización tributaria de los países de la eurozona, o la creación de impuestos a nivel europeo. Se trata de dos aspectos fundamentales para lograr una mayor convergencia económica real y para dotar de recursos propios a la Unión Fiscal. También en el ámbito de la deuda pública se echa en falta más reflexión. El documento reconoce la vulnerabilidad de la UEM ante el espectacular aumento de los niveles de endeudamiento público, insostenible seguramente para algunos EM, pero ni siquiera abre el debate sobre propuestas ampliamente debatidas por reconocidos expertos, como un marco para la insolvencia soberana, por no hablar de otras propuestas más heterodoxas de monetización parcial de la deuda. Asimismo, no se menciona ninguna reforma que afecte al funcionamiento del BCE, pese a ser una de las instituciones que en su operativa más cambios ha sufrido los últimos años.

Lo verdaderamente importante es que la Comisión Europea toma la iniciativa y vuelva a poner sobre el tablero la culminación de la Unión Monetaria, como parte de una reflexión mayor sobre el papel de la propia UE en el mundo. En este debate político tan transcendental, la posición tradicional de Alemania es de lejos conocida, mientras Macrón parece dispuesto a dar un nuevo impulso a la integración europea con un punto de vista alternativo. El gobierno español no está, ni prácticamente se le espera en este debate, pese a ser la cuarta economía de la zona euro. Es una pena, pues la futura configuración del área euro es crucial para el funcionamiento de la economía española.

 

Manuel de la Rocha Vázquez es economista de la Fundación Alternativas y miembro fundador de Economistas frente a la Crisis.

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Asociación Economistas Frente a la Crisis

1 Comments

  1. Pilar el junio 21, 2017 a las 7:49 pm

    BREXIT
    No me ha cogido de sorpresa. Los que en los años 60 vivíamos en Alemania ya nos oponíamos a la entrada de UK en el mercado común. Conociendo un poco a los Britons economistas y políticos, se veía venir esta intromisión de los que nunca han sido, ni serán, europeos. Ellos mismos siempre se refieren a Europa y UK. Sacamos a la calle muchas protestas, pero de nada sirvieron con un venerado canciller Adenauer que habían colocado en Bonn para que cultivara sus rosas bacarat y descansara en su mansión junto al lago Como.
    Sí, sabíamos que, ya desde su primer intento en 1963, entraban a punta de ₤ y a desestabilizar. Y con mucho miedo a que la economía europea mermara la británica commonwealth.
    Francia vetó su entrada, en 1963 y también en el 1967, y respiramos tranquilos, por el momento.
    Aquella laxa decisión ha traído esta tensa disolución de contrato que, no sabemos cómo se redactó y, por tanto, cual será el finiquito del mismo.
    Confiemos en que Bruselas sepa hace bien los números.

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