José Moisés Martín es economista y miembro de Economistas Frente a la Crisis
Por fin se han hecho públicos los planes del Ministerio de Economía y Competitividad para el “rescate financiero” de Bankia, la cuarta entidad bancaria de España. Las causas y efectos de este rescate, la dimisión de Rodrigo Rato, y su impacto en el conjunto del sector financiero español serán motivo de numerosos análisis a lo largo de los próximos días y semanas, pero conviene señalar, a través de algunos apuntes rápidos, los principales factores que han acompañado esta decisión.
- Arquitectura: Bankia es el producto de la “fusión fría” de siete cajas de ahorros: CajaMadrid, Bancaja, Caja de Canarias, Caja de Ávila, Caixa Laietana, Caja Segovia y Caja Rioja. El Sistema Institucional de Protección (SIP) que agrupó el negocio bancario de estas siete entidades se denomina Banco Financiero y de Ahorros, el cual, al mismo tiempo, genera Bankia como entidad financiera con salida al mercado bursátil. El uso de los SIP, que fue presentado durante los anteriores años como un modelo de integración bancaria, no parece estar dando los resultados que se esperaban. Bien al contrario, la complejidad de la arquitectura interna –ninguna de las cajas ha perdido su personalidad jurídica, y mantienen su institucionalidad- ha permitido que la gobernanza de las entidades sometidas a estos procesos sea muy cuestionable.
- Limitaciones en el patrimonio neto. Las normas de Basilea III, aprobadas con el objetivo de incrementar la solvencia de las entidades financieras tras las dificultades del sistema financiero desde 2007, exigen incrementar los requisitos de capital para los operadores bancarios. El Banco Financiero y de Ahorros, matriz de Bankia, tenía a 30 de junio de 2011 un Patrimonio Neto de 10 mil millones de euros, frente a unos activos totales de 325 mil millones. Esto es, un 3%. Según los datos depositados en la Comisión Nacional del Mercado de Valores para el año 2011, Bankia, el consolidado del SIP, mantenía 14.700 millones de patrimonio neto para un total de activos de 301 mil millones, es decir, un 4,9%. De manera paralela, el Banco Santander mantenía un ratio de patrimonio neto/activos de 6,6% en 2011, y el BBVA un 6,7%. Para mejorar sus condiciones, Bankia requería de un incremento en su patrimonio neto de alrededor de unos 6.000 millones de euros. En los test de stress de 2011, la Autoridad Bancaria Europea situaba a Bankia con un Tier 1 core capital (capital sobre activos ajustados al riesgo) del 6,9% en 2010, y con una bajada hasta el 6,5% en el caso de dificultades económicas, lo que permitía a Bankia aprobar el test. Sin embargo, en el caso de Santander, estas cifras eran de 7,1% y 8,9%; en el caso del BBVA, 8,0% y 10,2%. Aunque durante el año 2011 se llevaron a cabo esfuerzos por su capitalización, la entidad está relativamente descapitalizada.
- Dificultad de ampliar capital en el mercado. Desde su salida a Bolsa, y hasta hace unos días, las acciones de Bankia en el mercado secundario llegaron a caer un 37% -y luego, debido a los rumores de intervención, cayeron todavía más- por lo que las posibilidades de una nueva ampliación de capital eran prácticamente nulas. Los ratios comparables utilizados para medir las rentabilidades de la inversión bursátil eran muy desfavorables para la entidad, y la mayoría de los analistas estaban emitiendo, desde hace tiempo, recomendaciones de venta.
- El peso del ladrillo. Bankia ha llegado a tener en 2011 37 mil millones de créditos vinculados a las promociones inmobiliarias, de los cuales, 10 mil millones corresponden a créditos dudosos y 7 mil millones a créditos con riesgo de impago. Estos 37 mil millones suponen más de un 10% del total de sus activos y casi tres veces su patrimonio neto. Una variación a la baja del precio de dichos “activos tóxicos” hubiera significado la quiebra del banco. El gobierno obligó en febrero de 2012 a crear nuevas provisiones para evitar problemas de solvencia ante esta realidad, exigiendo a Bankia crear una nueva provisión de seis mil millones de euros para evitar estos problemas.
- Liquidez y caja. Bankia ha liderado las subastas de liquidez del Banco Central Europeo, llegando a solicitar 25 mil millones de euros en la subasta de febrero de 2012. Ese dinero, que se retribuye al 1%, debe ser devuelto en un año al BCE. En la subasta de diciembre de 2011, se le adjudicaron 15 mil millones. Bankia ha sido, si no el primero, uno de los primeros bancos europeos en solicitar liquidez al Banco Central Europeo.
- Rebaja de los Ratings y plazos de devolución. Las agencias de Rating situaron el bono de Bankia prácticamente a un paso del Bono Especulativo, en el último grado correspondiente a inversiones. Standard and Poors lo situó en BBB- (a un escalón del bono basura), dificultando el acceso de Bankia a los mercados internacionales de capitales. Fitch calculó que, a lo largo de 2012, Bankia debía hacer frente a vencimientos de 20 mil millones de euros.
- Capacidad operativa. Al fusionar diferentes entidades, Bankia ha realizado un importante recorte de su capacidad operativa. En 2011 cerró 853 oficinas y despidió a 3850 empleados. Estos “ajustes” representan el 15% de la plantilla de la entidad y un 21% de las sucursales.
En conclusión, la suma de las siete cajas de ahorro, su recapitalización por parte del FROB –más de 4 mil millones de ayudas recibidas- y su salida a bolsa no han sido suficientes para estabilizar la que es una entidad clave para el sistema financiero español. La colocación de participaciones preferentes entre los ahorradores minoritarios, además de condenar a la iliquidez los ahorros de muchos pequeños ahorradores, tampoco han servido para mantener a flote a un conglomerado de entidades que quizá hubieran tenido mejor solución por separado. El impulso de consolidación del sector financiero y –por qué no decirlo- la privatización de las Cajas de Ahorro ha llevado a construir un “monstruo financiero” demasiado grande para caer.
Aunque en febrero de este mismo año el sector financiero rumoreaba sobre una posible fusión de Bankia con otra entidad más solvente, lo cierto es que no se concretó -en especial, los rumores sobre una posible fusión con Caixabank- y finalmente tendrá que ser rescatada por el FROB.
El rango de la intervención está entre 7000 y 10000 millones de euros, en los llamados bonos “cocos”, que requieren una rentabilidad del 8%, y la devolución del principal –o su transformación en acciones- pasados unos años. Estos bonos tienen la virtud de constituir patrimonio neto –es decir, incrementan la capitalización de la entidad- al tiempo que no inciden en el déficit público (su carácter de deuda y su rentabilidad así lo garantizan). Sin embargo, sí que significará que España tendrá que emitir más deuda pública este año –un 0,7% más- y su impacto simbólico se podría dejar notar en la prima de riesgo.
Pero en realidad, el “rescate de Bankia” es sólo una parte de la solución. El Fondo Monetario Internacional ya apremió a España, conjuntamente con otras voces autorizadas, para que interviniese en apoyo del sistema financiero. El Banco de España ha estimado que la exposición al mercado inmobiliario alcanza los 184 mil millones de euros (aunque hay estimaciones más pesimistas) lo cual significa que las recapitalizaciones necesarias para el conjunto del sistema financiero serían muy superiores a los 7000 millones previstos para Bankia. La propuesta de “sacar de balance” estos activos tóxicos a través de vehículos o de un “banco malo” no significará un arreglo adecuado, sino una manera de demorar la solución, que podría significar mucha más financiación. Si las cifras suben de 30 o 40 mil millones de euros –lo cual significa un 3%-4% del PIB- probablemente España necesite que alguien le preste ese dinero. Todavía no se sabe exactamente quién ni de qué manera se canalizarían las posibles ayudas para la recapitalización de entidades financieras con riesgo sistémico, si bien la forma en la que se realice, ya sea directamente a dichas entidades o indirectamente a través de los estados, tendría muy diferentes implicaciones sobre los compromisos de consolidación fiscal
La intervención de Bankia, pensada como el fin de la historia de la debilidad de una parte de nuestro sistema financiero, puede convertirse en el principio de un proceso lleno de dificultades para nuestro país. Un proceso que quizá debiera haber comenzado hace años, y que se ha demorado, entre otras cosas, por la falta de una auténtica cultura de gobierno corporativo en las entidades, y una falta de rigor regulatorio del Banco de España, que, ahora, deberá hacer precipitadamente un ajuste por el que pagar los excesos de connivencia entre el sector financiero, el sector inmobiliario y el sector público de los últimos 12 años. El problema viene de lejos, y las medidas tomadas hasta ahora se revelan como insuficientes para solucionar las fallas de nuestro sistema financiero.
En 1996, José Manuel Naredo, uno de nuestros principales economistas, publicó un libro titulado “La Burbuja Inmobiliario-Financiera en la Coyuntura Económica Reciente, 1985-1995”. Corría el año 1996 y España no era, todavía, la potencia productora de cemento en la que se ha terminado convirtiendo. Como ocurrió con otros muchos economistas (como aquellos que advirtieron de las dificultades de la creación de la Zona Euro), sus conclusiones y advertencias no pasaron de las páginas de algunos medios de comunicación críticos. Hoy, lejos ya de las advertencias de Naredo, vivimos un momento clave, que, simbolizado en la intervención de Bankia, puede significar un cambio de rumbo, todavía no sabemos exactamente hacia donde.
José Moisés Martín es economista y miembro de Economistas Frente a la Crisis[i].
[i] Agradezco a Antonio González y a Jorge Fabra Utray sus comentarios para este artículo.